Sábado 19 de octubre. Orgullo y satisfacción en la prensa: la histórica conferencia de paz para el Oriente Medio, en la que árabes e israelíes accedieron a negociar, será recordada como la Conferencia de Madrid. La diplomacia española ha conseguido que nuestro país fuera elegido por EEUU y la Unión Soviética, naciones convocantes, como el mejor marco para las conversaciones. Hasta el día fijado para el comienzo, los diarios intentan deducir de los preparativos (reunión de Damasco, declaraciones de Shamir, composición de la delegación palestina camuflada en la jordana, etc) el curso del encuentro. Algunos articulistas se lanzan a interpretar el significado de la conferencia en el nuevo orden mundial.
«El año pasado por estas fechas, cuando los aliados iniciaron el desentrenado despliegue militar en el Golfo, existía el presentimiento en la región de que cualquier acción para liberar Kuwait no iba más que a empeorar las cosas en Oriente Medio. Ni el más optimista de los observadores políticos pudo predecir que, un año después del conflicto, la gran aventura de la ONU en el Golfo Pérsico culminaría con la convocatoria de una histórica Conferencia de paz para negociar un tratado entre los israelíes y sus vecinos» (Con Coughlin, Diario 16).
Durante los diez últimos meses se han ido desvelando, una tras otra, las mentiras inventadas para legitimar la guerra del Golfo. Y sin embargo, lo esencial de aquella farsa se ha convertido casi en un dogma para pensar en Medio Oriente. Digo lo esencial, porque algunas fiorituras como la de que Irak poseía el cuarto ejército del mundo o la tragedia de los cormoranes ahogados por el petróleo ya se abandonaron. Sin embargo, perdura el cinismo de afirmar que aquella «aventura sin retorno» tuvo buen fin. Cinismo es seguir atribuyéndole a la ONU no ya el protagonismo sino identidad propia cuando el propio Pérez de Cuéllar declaraba, en medio del conflicto, que todo se le había ido de las manos. Cinismo es sostener que en Madrid podría cerrarse el arco de un proceso de paz iniciado con los bombardeos «quirúrgicos» americanos, cuando hay más de doscientos mil muertos por medio y un país agoniza entre plagas por la destrucción de todas sus infraestructuras. Cinismo es, sin ánimo de ser exhaustivo, afirmar que la cumbre puede traer la «estabilidad» en la zona cuando hace unos meses se firmaba un pacto de amistad y cooperación entre Siria y Líbano que ha supuesto la liquidación de esta última nación, todo porque a la administración Bush le interesa estar a bien con Hafed el Assad. Criminal redimido en la esfera internacional por el nuevo juego de intereses.
«Los Estados Unidos son únicos garantes del proceso. Pero ello mismo ha debilitado a los israelíes. El Tío Sam ya no es el aliado incondicional, sino que moralmente ha de ocupar cada vez más el lugar de árbitro». (Editorial de Diario 16, 24 de octubre). «Después de ocho meses de denodados esfuerzos, Baker ha logrado que se reúna la conferencia de paz para Oriente Medio, algo que nos parecía imposible hace solo pocas semanas. (...) Los Estados Unidos tienen interés en que quede claro que a Israel no se le aplica una medida diferente y más favorable que a Sadam Hussein y que, lo mismo que a éste se le obligó a desalojar Kuwait, los israelíes abandonarán los territorios ocupados». (Alejandro Muñoz Alonso, ABC, 21 de octubre).
¿Puede la homologación mutua de los medios de comunicación provocar una ceguera tan absoluta como para que al Tío Sam se le considere la instancia última de la ética? En la historia, siempre que un imperio se ha quedado sin contrapesos nunca ha acabado convirtiéndose en un magistrado imparcial del derecho internacional. Pero parece que en nuestros tiempos el imperio ha conseguido no ser sólo la parte más interesada sino aparecer como el juez sublime. Kuwait se «liberó» -perpetuar la tiranía de su Jeque y consentir la matanza de palestinos no eran cuestiones de bulto- por intereses estratégicos. Sadam no ha caído porque un Irak unido es menos peligroso que un Irak fraccionado. Si Estados Unidos ha congelado el crédito de 10.000 millones de dólares a la administración judía para que ésta negocie, no ha sido por su interés en que se cumpla el derecho. El derecho, por ejemplo a la libertad religiosa en Arabia Saudí, se olvida si hay que contar con un buen aliado.
«Los regímenes dictatoriales y autocráticos que se repiten en todos los países árabes no son compatibles con los aires de libertad que soplan en el mundo», escribe Luis Fox en La Vanguardia el 25 de octubre en un artículo titulado Cita en Madrid. ¿A qué aires se referirá?
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