De la intervención de Vladimir Legojda, profesor de la Universidad MGMO de Moscú, en la conferencia en el Meeting de Rímini: “¿Qué es la verdad? Un debate en los umbrales de la Revolución rusa”
Dostoievski dijo: «Si alguien pudiese demostrarme que la verdad se halla fuera de Cristo, yo preferiría permanecer con Cristo antes que con la verdad». Tal vez, desde el punto de vista teológico, esto no sea del todo correcto; sin embargo, el concepto fundamental, su pathos, expresa perfectamente la aspiración esencial del cristiano, y creo que todos nosotros comprendemos lo que quiso decir Dostoievski. El elemento fundamental de todos los tiempos se halla en este distanciamiento radical entre el cristianismo y el mundo. El mundo secular está dispuesto a aceptar todo del cristianismo: su tradición, los frescos, los iconos, la filosofía. Pero el espíritu del mundo jamás podrá aceptar a Cristo. En un cierto sentido la historia de la humanidad es la historia del hombre caído, y es un intento continuo de liberación, una aspiración continua a la independencia. La Iglesia en cambio es absolutamente dependiente, depende de Cristo. Nosotros no tenemos miedo de esta dependencia, es más, la apreciamos y la buscamos, y no podemos concebirnos fuera de ella, porque cuando perdemos esta dependencia de Cristo dejamos de ser cristianos. Por muy hermosas, misericordiosas e inteligentes que sean las palabras con las que disfrazamos nuestra vida. El ejemplo de Tolstoi, ese genial y gran escritor ruso del que se habla en nuestra exposición, tal vez el más genial de los escritores rusos, demuestra precisamente esta tragedia: el intento de crear algo parecido al cristianismo pero sin Cristo.
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