Un momento que contiene todas las razones
Desde que acepté la oferta de CESAL para abrir la oficina de El Salvador tenía bastante claro que una decisión profesional de este calibre afectaría a todas las facetas de la vida. Pero hace año y medio no me imaginaba que mi vida iba a ser tan fecunda. Me resultó difícil decidirme al principio. Mis amigos me lo aconsejaban, me concedían una excedencia interesante en el trabajo, el proyecto era atractivo, sabía que necesitaba un cambio, pero... yo me resistía. Tuvo que pasar algún tiempo hasta que una pregunta, en un encuentro con Paolo Sottopietra de la Fraternidad San Carlos, me dio la clave. Paolo me señaló un nuevo factor que yo no había tenido en cuenta, al menos conscientemente: la correspondencia con mi corazón. Me hizo verlo de una forma muy sencilla: comparándolo con el momento en el que había conocido el movimiento, un momento que contenía todas las razones para decir “sí”. No fue muy difícil darme cuenta que toda mi ansiedad y búsqueda de excusas para no irme no eran otra cosa que los vanos intentos de sepultar el corazón. Si no hubiese caído en la cuenta de esta correspondencia no habrían bastado todas las señales que me sugerían partir, no habría comprendido verdaderamente lo que el Señor quería de mí, y, por tanto, en qué sentido esa era mi circunstancia vocacional. Estando en El Salvador tuve la suerte de contar con unos cuantos amigos que había hecho José, el responsable de CESAL en Honduras, en sus múltiples viajes allí. En pocos meses y de una forma milagrosamente natural surgió una compañía con todos los rasgos que conforman el rostro de una comunidad de CL: una Escuela de comunidad viva, la caritativa, el cuidado por acudir juntos a la Eucaristía. No deja de asombrarme cómo el Señor ha ido poniendo a mi lado gente y la forma en que se va tejiendo una trama de relaciones. Los últimos salvadoreños que se han interesado por CL contactaron con nosotros a través de una amiga mexicana que a su vez conocía a otra amiga común con la que coincidí, casi de casualidad, en el coro para los Ejercicios de la Fraternidad. Toda una sucesión de personas que en un momento determinado dijeron “sí”. Toda una sucesión de libertades a partir de las cuales Cristo genera un pueblo. No puedo hablar de “compañía” sin mencionar a los amigos de Punto Corazón, un movimiento católico francés no muy numeroso pero repartido por todo el mundo, en las zonas más marginales. La comunidad de San Salvador se halla en una zona especialmente conflictiva. Ellos abren sus casas a los niños, acompañándoles, rezando y jugando con ellos. Su fundador, el Padre Thierry, es un gran admirador de la obra de don Giussani, como Huellas ha contado a sus lectores en varias ocasiones. De hecho entre ellos existe la indicación de acudir a las Escuelas de comunidad de CL si existe un grupo en la ciudad donde ellos tienen una de sus casas. Cerca de San Salvador, además, existe una comunidad de monjas del mismo carisma que también ayudan a la comunidad donde viven dando catequesis y colaborando con la iglesia de su pueblo. Este carisma que yo ni siquiera conocía hasta llegar a El Salvador, está siendo una de las compañías más concretas que Dios me ha puesto en el camino; ellos acuden con nosotros a la Escuela de comunidad y nosotros vamos a la caritativa con ellos. Y entremedias numerosos momentos comunes, cenas, excursiones, la misa, películas. Su intensa vida misionera y la seriedad con la que preparan los textos hacen de nuestra pequeña Escuela un lugar rico en experiencias y juicios, una referencia para todos durante la semana. Cuando miro atrás surge inmediatamente un inmenso agradecimiento hacia Aquel que me ha hecho encontrar tan buenos amigos. Después de 18 meses me doy cuenta de que mi único mérito ha sido abrazar con alegría a las personas que el Señor me ha puesto en el camino. Verdaderamente estoy comprobando que el Señor siempre paga cuando uno arriesga. Y veo que sólo sabe hacerlo con generosidad.
Charlie, San Salvador
Otro me guió y me bendijo
El 31 de agosto, día de san Ramón Nonato, se celebra el día de la Obstetricia (mi profesión) y, al enterarme que en la iglesia dedicada a este santo realizaban la bendición de las manos de las “parteras”, decidí acudir. En el camino me preguntaba por qué deseaba ir; estaba cansada, el día anterior había asistido a tres partos, por lo que había dormido muy poco. Sin embargo, el cansancio no me detenía. Me di cuenta de que iba porque yo sola, aún haciendo bien y con gran gusto mi trabajo, no puedo estar a la altura de la tarea que tengo. Mis manos están en las de Otro, yo dependo de Él en mi trabajo muy concreto. Reconocer esta dependencia fue lo más importante en ese momento. La semana anterior estaba triste y enojada, como me dijo un amigo, estaba “en rebelión” por no encontrar una respuesta adecuada o a mi medida al hecho de haber perdido recientemente mis dos embarazos. Cuando entré en la iglesia escuché que llamaban, para una bendición especial, a las madres que no podían tener hijos. Entonces me di cuenta que el Señor me había guiado hasta ahí no sólo para que lo reconozca en mi trabajo sino también en señal de su misericordia para conmigo.
Vanesa, Buenos Aires (Argentina)
Su nombre estaba ya escrito en el cielo
Lo ocurrido estos días, con nuestra querida Paulina, no es algo que pasa “porque sí” o “porque tiene que pasar”, es un signo de la presencia de Cristo en la tierra, algo tan real y palpable como la humanidad de Paulina, un hecho ante el cual uno no puede dejar de hacer un juicio. Lo primero que me viene a la mente es la dignidad con la que Paulina vivió su enfermedad. Ella sabía que en esa circunstancia había una llamada tierna y misteriosa de nuestro Señor. Paulina fue obediente. Recuerdo el esfuerzo que hizo para ir a los Ejercicios espirituales de jóvenes trabajadores, la fatiga del viaje, pero también recuerdo la alegría y la certeza con que regresó de ellos. Así vivió Paulina sus últimos días a pesar del dolor, su sonrisa nunca desaparecía, su entusiasmo por graduarse en la universidad y trabajar. ¡Qué bello vivir así! Otra cosa evidente en estos días es la gracia tan grande que supone nuestra compañía. Mientras acompañábamos a su madre, era inevitable vivir de manera tan cercana el dolor de la pérdida, pero ¡con qué ternura Cristo nos abraza! ¡Con qué realismo! Ver los rostros amigos en aquel lugar, sus rostros tan concretos y únicos eran para mí y para la madre de Paulina, un respiro en medio de aquel drama donde pareciera que uno se ahogaba. Los cantos, la disponibilidad, la preparación de la misa, la oración, todo ello vivido en comunidad, es para mí la evidencia de que la Iglesia no es algo superficial o banal, no es una estructura o edificio, es el lugar donde yo puedo ser más persona, vivir humanamente toda circunstancia, incluso la muerte, y que no soy yo quien se da la posibilidad de vivir así, es alguien más grande, que de antemano ha decidido amarme de esta manera, antes de yo saberlo o imaginarlo, que lo hace posible. El canto de Il disegno fue muy significativo en aquel momento en que velamos juntos a Paulina, porque describe lo ocurrido a nuestra querida amiga que, junto con don Gius, ya está gozando de la vida eterna: «Habías escrito ya mi nombre allá en el cielo, habías escrito ya mi vida junto a ti, habías escrito ya de mí».
Oliverio, Coatzacoalcos / Veracruz (México)
Nacer de nuevo a los 30
Hace unos meses os escribí una carta para contar mi encuentro con CL, esta maravillosa ocasión que me proporcionó el destino de encontrarme a mí mismo a través de Otro, por medio de esta querida familia de CL Dominicana. Estos han sido meses de compartir experiencias, de ganar alegrías, estudiar la Escuela de comunidad y crecer en la fe. Después de fijar muchas veces la fecha de mi bautizo, pues siempre algún motivo inesperado obstaculizaba la decisión, al fin el 30 de septiembre era la fecha definitiva. Creo que a veces soy como los chiquillos que les gusta hacer las cosas difíciles. Tres días antes de la fecha me torcí un tobillo haciendo deporte y se desgarraron dos ligamentos de mi tobillo, con mucho dolor e inflamación. Se pensó incluso en posponer nuevamente la fecha, a lo que respondí que no, que sería ese día, aunque fuera en sillas de ruedas. Llegó el día esperado. Estaban allí mi familia, mi novia, mis amigos, CL. Recordé algunos que quise que estuvieran (Javier, Ana viven ahora en España, mis padres en Cuba). Sentía un poco de vergüenza, pues me cuestionaba que decididamente sería el más viejo de todos los bautizados ese día. Fue un momento impresionante, estaba nervioso y en el fondo me preguntaba si era yo merecedor de tanta dicha, de tantos amigos, de un Padre tan grande. Pero la alegría era tanta que la vergüenza quedó pequeña y la decisión de ser un hijo de Dios me estremecía de satisfacción. La ceremonia fue preciosa. Como en todas las cosas del Señor, sentí la presencia del Espíritu Santo. Después de la Misa una señora mayor me abrazaba como a un hijo, era la primera vez que la veía, pero su felicidad de ver a un adulto bautizándose la hizo estremecer. Al reflexionar sobre esto, entendí. Generalmente, las personas son bautizadas siendo pequeñas y a esa edad no se tiene un juicio claro de lo que está sucediendo; sin embargo, al bautizarme adulto, lo estaba haciendo con voluntad propia, usando mi propia libertad, con la fe de Cristo y como resultado de un encuentro verdadero, cuyo valor podré verificar cada día en mi vida.
Yan, República Dominicana
¡Gracias profesora!
Hace tres años comenzaba mi vida universitaria en la Universidad Católica Sedes Sapientiae, en donde conocí el movimiento de CL. Comencé teniendo varios prejuicios sobre Dios y por ende sobre el sentido mismo de la vida. Era un chico anarquista, que tomaba todo a la ligera. En el primer semestre estudiamos el libro El sentido religioso, pero sin más ni menos lo tomé como un libro cualquiera. Al principio no entendía por qué teníamos que estudiar un curso que no tenía que ver nada con la carrera y por eso me pareció injusto que mi profesora, encima, me suspendiera. No fue el único curso que suspendí, de manera que perdí un año académico. Luego, decidí regresar a estudiar y llevar unos cursos en el verano para así poder nivelarme. He aquí el punto de quiebra en mi vida: el poder decidir qué curso llevar en verano. Aún no sé el porqué, pero decidí llevar aquel curso que no me parecía trascendental, pero que, al comenzar las clases, me propuse entender a fondo, con una mentalidad abierta a lo que me dirían en clase. Empecé a asombrarme, pues este libro empezaba a hablarme de tal modo que cambiaba mi vida. Nunca me había imaginado semejante acontecimiento, pues ya no podía decir que no existe Dios y, por primera vez en mi vida, no me sentía solo. Ahora, pasados ya dos años, quiero dar gracias a todas las personas que siempre estuvieron allí dándome ánimos para seguir adelante, pero muchas más a aquella profesora que me suspendió y que, quizá sin darse cuenta, cambió una vida. ¡Gracias profesora!
Giampier, Lima (Perú)
Teatro en la cárcel
Centro penitenciario de Ópera a las afueras de Milán. Llegué allí y no sabía lo que me esperaba. Mi amiga Betty me había pedido que hiciera un seminario de teatro con sus alumnos reclusos, de edades comprendidas entre los 35 y los 65 años. Yo hasta ahora siempre había hecho los seminarios con niños, pero, como he aprendido que nada sucede por casualidad, me “lancé” y me metí a fondo con todo lo que soy. Inmediatamente, encontré en los ojos de estas personas la más pura de las necesidades del hombre, la de ser mirado con afecto, perdonado, valorado. En esto, como criaturas, somos iguales, aunque las decisiones que hayamos tomado en la vida no hayan sido las mismas. En clase estaban leyendo el Canto X del Paraíso de Dante, donde se encuentra la figura de Giotto. Por eso les propuse un texto teatral en el que se ponen de manifiesto valores como el del descubrimiento y la valoración del talento, la presencia de Dios en todos los aspectos de la realidad que se mira atentamente y se ama. Lo reescribí, adaptándolo para ellos, pensando en cómo se mueven en el escenario y en el dialecto que utilizan… Juntos hemos hecho un verdadero seminario, escuchándonos unos a otros, confrontándonos, valorando las cualidades de cada uno, animándonos mutuamente. Juntos hemos superado el escepticismo y el miedo a que no saliera bien. Pedí a algunos de mis amigos más cercanos, los que me acompañan en la vida, todos expertos en teatro, que me ayudaran. Por eso Betta, Laura y Carlo vinieron más de una vez a trabajar con nosotros. Conmovida por el interés que mostraron, al final del curso, tras el éxito del espectáculo final, que se representó ante las autoridades penitenciarias, escribí a cada uno una carta personal y sincera. Uno de ellos me respondió: «Cuando parece que las circunstancias te aplastan y que todo lo que habías podido construir se desvanece, te encuentras perdido, acabado, crees que ya no puedes más, te preguntas si en la vida puede seguir habiendo una posibilidad de demostrar que puedes hacer algo bueno, que puedes salir adelante; sobre todo, te preguntas si puede alguien llegar a confiar en ti, porque creo que en la vida no basta con querer ponerse en juego, sino que hace falta que alguien te ofrezca la posibilidad de hacerlo. Tú has creído en nosotros, te has dedicado apasionadamente a un proyecto que, aun siendo pequeño, ha sido grande en nuestro interior, personalmente has creído en mí y me has hecho hacer algo para lo que yo creía que no servía, que sería incapaz de hacer».
Lorena, Milán (Italia)
Curso prematrimonial
Querido director: Quisiera contarle un acontecimiento del que he sido testigo. Él y ella trabajaban en el “Mama Café” como camareros, se gustaron, y (como suele pasar) empezaron a salir. Él es también un prometedor cantautor. Después de hablar con Adriana Mascagni, poco a poco estos dos amigos empezaron a pensar en casarse. Dado su alejamiento de la Iglesia (ninguno de los dos está confirmado), el padre Carlos, con vistas al matrimonio, nos pidió a Adriana y a mí que nos ocupáramos de su catequesis. Lo hicimos a través de dos instrumentos: la Escuela de comunidad (Huellas de Experiencia Cristiana) y la parte relativa a los sacramentos del Catecismo de la Iglesia Católica. Fue realmente impresionante ver con qué apertura juvenil han asimilado los dos todo lo que leímos y comentamos juntos. A estos novios se les unió otra camarera, animada por su entusiasmo. Las razones del matrimonio cristiano entusiasmaron tanto a él como a ella, aunque de diferente manera. Esto comenzó a crear cierta polémica entre sus amigos que decían: «¿Pero, por qué os casáis?, Si estáis bien juntos… y, además nunca se sabe». Él, sobre todo, respondía siempre de manera más polémica y convencida a este tipo de objeciones. Para dejar sentada su posición, quiso que en el Evangelio se leyera la parábola del hijo pródigo y, antes de comenzar la misa, quiso dirigir a sus amigos las siguientes palabras, que dejaron a todos estupefactos: «Hoy he venido para casarme… sí, pero también para reconciliarme con Dios y con su pueblo, que somos todos nosotros. Para entrar definitivamente a formar parte del plan que Dios tiene sobre nosotros. Un plan que Él ha trazado y del que todos nosotros somos protagonistas. Un plan hecho de amor y de fe, de compromiso y sobre todo de libertad. ¡Para mí el matrimonio es todo esto!, ¡quien pueda entender, que entienda!».
Peppino Zola, Milán (Italia)
Decir “sí”
Querido Julián Carrón: En la confusión del comienzo de curso de los niños y del trabajo todo se está volviendo un poco más pesado. Pero yo deseo que siga creciendo mi vida. He tenido la experiencia de que toda mi vida depende de mi relación con el Misterio. Y solamente así puedo llegar a ser protagonista incluso frente al bisturí del cirujano (cosa que me ha sucedido al menos seis veces en los últimos 3-4 años), cuando las cosas no van bien con mis hijos, cuando se pelean conmigo y me enfado, cuando tenemos problemas en nuestra empresa, en la que trabajamos juntos mi marido y yo, y también cuando veo la belleza de las montañas, cuando estoy con mis amigos, o cuando doy gracias a Dios porque mis hijos van creciendo y empiezan a seguir a amigos que para ellos han sido un verdadero encuentro. De la misma manera, si dejo a Cristo fuera de mi vida me vuelvo inmediatamente esclava de las circunstancias, ya sean buenas o malas. Nuestro Señor está presente, aunque yo no me de cuenta. Pero cuando vivo con los ojos abiertos y sinceros, todo cambia. Las circunstancias siguen siendo las mismas, pero yo puedo ver los milagros que suceden. Todo esto ha sido posible gracias a la convivencia con mis amigos, con la compañía a la que estoy unida, a veces de manera inconsciente o desobediente. No se trata de mi capacidad, sino de la Gracia de haber podido decir “sí” cuando un amigo me dijo que fuera a confesarme cada quince días. Al principio yo le decía: «Pero si en quince días yo no hago nada malo, es inútil ir». Pero él insistía. La fidelidad a la confesión me ha ayudado a experimentar en mi propia carne la objetividad del sacramento y la mirada de Cristo a través de la mirada del fraile capuchino que se ha convertido en mi director espiritual. En el sacramento experimento ese “antes” que me quiere y me genera. Veo con claridad que sin reconocer y ser consciente del amor del Señor que me precede siempre, no soy nada.
Edina, Budapest (Hungría)
Sucede en Parla
En este verano, y más concretamente, en las vacaciones de Formigal y el chiringuito, he comprendido que, cuanto más en serio se toma uno el deseo del corazón tanto más se deja hacer por Cristo y, entonces, Él pasa a formar parte de tu vida, te acompaña en todo. Invité a una compañera de trabajo y a su novio al chiringuito de Parla y le dije que esta forma de vivir yo no la cambiaba por nada, porque desde que la había conocido podía decir que no quería igual a mi marido, a mis amigos, que no vivía de igual modo el trabajo, la enfermedad, las dificultades. Es todo un tesoro que yo les quería mostrar. Muchas veces había pensado que otros se atreven a dar testimonio de Cristo en su ambiente de trabajo y que yo no podría hacerlo. Pues bien, el Señor, de nuevo, me sorprendió y me lo concedió. ¿Cómo se ve la fe en la realidad del día a día? Después de estar en mi casa viendo a mi abuela que está enferma y ver cómo mi madre discutía con mis hermanas, después de enterarme de que Puri había perdido su bebé, me puse a rezar el Rosario en el coche yo sola cuando volvía a Parla. Creo que es un signo de que la relación con Cristo educa, te permite que todo sea atravesado por Él: ante mis preocupaciones o tristezas lo único que me surgió fue pedir y ofrecérselo al Señor para que Él lo salvara, pues sólo así podía respirar y no irme a casa con una sensación de tristeza. ¿No es esto un milagro para mi vida? Ahora estoy llena de agradecimiento y deseo vivir todo intensamente, porque el verdadero protagonista de la historia es el mendigo: un hombre que necesita a Cristo, como yo.
Viki, Parla (España)
Una compañía verdadera
Querido Carrón: Desde hace años tengo un familiar con graves problemas personales y yo siempre los he sobrellevado haciendo lo que debía hacer por una serie de motivos un tanto moralistas. Vivir esa realidad superficialmente suponía vivir constantemente en la mentira y lo cierto es que todo se hacía pesado e insoportable, hasta el punto de no poder establecer ningún tipo de relación que fuera más allá de lo básico, del apoyo más elemental. Una noche de octubre del año pasado, estando con mis amigos de la Fraternidad, solté todo mi malestar, mi rabia y mi impotencia. Yo sabía que ellos no iban a poder quitarme el cansancio, pero necesitaba consuelo. Y esto fue lo mejor: compartiendo conmigo la dureza de la situación, me ayudaron a abrirme, a no imponer mi medida, y a ver en lo que está sucediendo la iniciativa del Misterio que se me hace presente. En definitiva, a mirar esta relación no sólo como un problema, sino como una ocasión de bien para mí. Sus palabras no me abandonan: son como las palabras de Cristo que me dice «Mírame, estoy aquí». El Espíritu Santo y el amor de María me han llevado de la mano y me han concedido reconocer el Misterio dentro de esta circunstancia: en lugar de hundirnos, tanto yo como este familiar mío hemos experimentado el ciento por uno. Desde que empecé a comprender el verdadero significado de lo que se me pide, llevar esa situación se ha transformado en saber estar realmente cerca de esta persona.
Cecilia, Treviglio (Italia)
Hacerse cristiana
Mi vida ha cambiado en los últimos meses. Estaba pasando una mala época debido, en gran parte, a la separación de mis padres, me había encerrado en mí misma y no compartía con nadie todo el dolor que llevaba dentro. Me había construido una máscara de falsa felicidad, tras la cual me escondía. Viví así durante casi dos años, luego empecé la Universidad. Allí una compañera de clase consiguió ver más allá de mi máscara, vio mi tristeza y la compartió conmigo: me invitó a acudir a la Escuela de comunidad. Ese mismo día asistí a la Eucaristía por primera vez en mi vida. Tras ese primer paso mi vida ha sido una sucesión de acontecimientos bellísimos; vine a vivir a Bolonia y conocí a gente increíble, en primer lugar a mis compañeras de piso. Yo cambié, mi manera de vivir las cosas cambió. Cada día que pasaba me daba cuenta de que la belleza que veía no podía ser sólo obra de nuestras manos y, sobre todo, que no podía acabarse cuando tomaba el tren para volver a casa. Con el tiempo he aprendido que todo lo que vivo acrecienta mi experiencia, porque mis amigos y la gente que me quiere me acompañan a cada paso. Comencé a rezar mucho, suplicando que mi petición y mi deseo de vivir esta experiencia permanecieran vivos siempre, pero no acababa de encontrarme bien. Por eso tomé la decisión más importante de mi vida: decidí bautizarme, hacerme cristiana y emprender un camino que me permitiera comprender mejor lo que estoy viviendo. Decidí compartir este camino con una amiga mía, Benedetta, que ha sido fundamental para mi conversión; ella fue la primera persona cuya manera de vivir me llamó la atención; por su sensibilidad y sencillez me transmitió un amor que llegaba de mucho más arriba, me ayudó a descubrir y a aceptar algo que, hasta hace unos meses, no conocía. He empezado a ver de otra manera incluso la situación que vivo en mi casa. El dolor no me lo va a quitar nadie, pero también es cierto que en esto ya no estoy, ni estaré nunca, sola.
Alice, Cesena (Italia)
Carta a un amigo
Acabo de ver el DVD de los 50 años de CL que Franco me dio esta mañana (ya sabes que durante varios años estuve “alejado”). Mientras lo veía, profundamente conmovido por la sencillez y la difusión en el mundo que ha alcanzado nuestra experiencia, pensaba que todo esto es imposible para el hombre. Es imposible que un hombre solo, sólo con sus fuerzas, aunque se llame Giussani, pueda hacer todo esto. Proyectar y realizar “Comunión y Liberación”. ¿Cómo es posible? ¿Por dónde se empieza? Nadie podría haberlo pensado. Y sin embargo es lo que ha sucedido. Ahí está y así actúa. Ahora mismo, mientras te estoy escribiendo habrá alguien en Kazajstán o en Jerusalén, en Iraq o en Manhattan, o donde sea, que estará leyendo los libros de Giussani o el último número de Huellas, y que como tú, como yo, como Franco o como Carrón, sentirá su corazón vibrar de alegría por el “premio recibido” y que, como yo, estará pidiendo perdón a Jesús por decir continuamente “no”. Hoy, en la Fraternidad (cuando llegué me parecía estar entrando en el aula San Giovanni de la Universidad Católica donde estudiamos juntos), durante la Eucaristía, después de lo que había escuchado en el encuentro de la mañana –sobre todo lo de Mauricio Lupi, ¡es increíble lo que está pasando en el Parlamento italiano!–, seguía pidiendo perdón por el mal que he hecho y dando gracias por haberme devuelto a casa. ¡Se mostró ante mí, con toda su misteriosa sencillez, la presencia edificante de Jesús! ¡Es la demostración de que Jesús actúa, que Jesús está! ¡No se puede explicar de otra manera! ¡Si supieras cuánto deseo que esto suceda en el día a día! ¡Cuánto me hace sufrir mi olvido! ¡Cuánto me gustaría poder arrancarme el mal! Pero me doy cuenta de que todo esto me resulta imposible, como habría sido imposible para don Giussani hacer el movimiento si no lo hubiera recibido con afecto –como él mismo decía– sin comentarios ni interpretaciones.
Vincenzo, Cantù (Italia)
Cuestión de libertad
Querido Alberto: Durante toda mi vida de materialista empedernido, me ha acompañado una pregunta: ¿por qué Dios, que todo lo ve y que todo lo puede, no salva a la gente buena, a los generosos y a los que siempre están cerca de los necesitados de manera altruista y abnegada y, sin embargo, permite que sigamos viviendo gente como yo, capaces de hacer el mal? Encontré la respuesta leyendo El Caballo Rojo de Eugenio Corti. Hay una escena, hacia el final, que responde a esa pregunta: en el funeral de Don Carlo Gnocchi, estuvieron algunos de sus compañeros de armas, alpinos, que habían salido con vida de la campaña de Rusia, y en particular dos, que le conocían desde antes de que se hiciera capellán del ejército; uno de ellos, le pregunta muy conmovido al que está a su lado, que además es su cuñado, ¿por qué «a los rufianes, siempre enfangados, y a los inútiles, Dios les deja aquí y se lleva en cambio al que sigue siendo necesario, al que todavía podría hacer mucho bien?». Esto nos hace pensar que a Dios no le importa mucho lo que les pase a los hombres, o que no existe. Pero el cuñado responde que es precisamente esto lo que nos lleva a la respuesta: «Si Dios interviniera de manera sistemática, quitando a los malos y dejando a los buenos, obligaría con ello a los hombres a hacer el bien, o lo que es lo mismo, les privaría de su libertad». ¡Qué emblemática puede llegar a ser una frase como ésta! Dios, en su grandeza, aun pudiendo influir en las decisiones de cada hombre, nos deja libres para hacer el bien, para que tengamos libertad de acción: Él se dejó clavar en la cruz por la libertad de cada uno de los hombres, para que fuésemos libres. Y la libertad es el espacio que se conquista entre una opresión y otra; hay personas hechas para la libertad y otras que se adaptan a las opresiones. El gusto por la libertad depende de decisiones personales, y una de las que puede resultar más determinante que ninguna otra es la decisión de quedarse al lado de Jesús. Esta decisión íntima es un itinerario que permite superar cualquier obstáculo, por eso hay que protegerla, hay que defenderla; no todos son capaces de hacerlo o quieren hacerlo, porque haber elegido ponerse de parte de Jesús parece difícil. Pero es la elección más sencilla que puede hacer un hombre. Tener a Jesús al lado te hace vivir con más sencillez, con más humildad, esto es precisamente lo que he aprendido, la respuesta que desde hace tanto tiempo estoy buscando: Dios quiere que tengamos libertad en cada una de nuestras acciones, aunque nos equivoquemos.
Bruno, Biella (Italia)
Volver a empezar desde el yo
Os agradezco que hayáis decidido dedicar el número de septiembre a la educación, porque ha sido una provocación, como habéis escrito en la portada, una provocación para volver a empezar desde el yo. Cuando recibí Huellas fue como una ráfaga de aire nuevo precisamente en una semana en la que, tras un comienzo de curso apasionante, poco a poco me estaba deslizando hacia la crítica que empaña la relación entre los profesores y que acaba en inútiles análisis que no dan lugar a la más mínima esperanza. Lamentablemente, el drama de la enseñanza es el negativismo purista de demasiados profesores, que sólo ven en los estudiantes un conjunto de carencias, lo cual les justifica para no hacen nada, excepto recopilar una lista de errores que los demás cometen y volverse terriblemente cínicos. ¡También yo, al comienzo del curso, estaba ya cayendo de nuevo en la trampa! Menos mal que llegó este número dedicado a la educación, que me hizo comprender que hay que acabar con ese negativismo analítico, porque incluso el peor de los alumnos puede salvarse si encuentra la Belleza. Cada mañana empieza por la Belleza «que provoca nuestra vida». Todo depende de la decisión que tome cada día de entrar en clase partiendo de mi yo. También gracias por haberme recordando la pregunta que don Giussani sugería nos hiciéramos antes de entrar en clase: «¿Y yo, qué soy?».
Gianni, Abbiategrasso (Italia)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón