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Huellas N.04, Junio 1991

ACTUALIDAD

Nosotros, cristianos en Irak

Intervención del Patriarca de Bagdad Rafael I Bidawid. Una comunidad de cientos de miles de fieles. Una tradición antiquísima. Una convivencia basta el momento pacífica con el Islam. Todo podría ser puesto ahora en discusión.

Quisiera, ante todo, dar las gracias a la Fraternidad de Comunión y Liberación, que me ha permitido estar entre vosotros para dar testimonio de Cristo a mis hermanos europeos e italianos.
El centro de mi Iglesia se encuentra en Bagdad, la vieja Babilonia; los cristianos en Irak son un millón, hecho que para muchos ha sido una revelación. En efecto, muchos europeos creían que no había cristianos en estos países, sin embargo, entre los 17 millones de habitantes de Irak hay un millón de cristianos. De este millón el 80% son católicos y casi el 80% de éstos son caldeos, es decir, los cristianos originarlos de Irak.
Mi comunidad, a parte de estar en Mesopotamia y en Irak, se encuentra extendida por todo Oriente Medio; además, a causa de la diáspora, estamos presentes en Europa, Canadá, Australia y en Estados Unidos, con una comunidad de ciento veinte mil caldeos.
Esta comunidad tiene como centro Irak, vivimos por tanto en un país islámico. Muchos se preguntan cómo pueden estos cristianos vivir entre musulmanes. Pues bien, nuestra convivencia (hablo especialmente de la convivencia actual) es verdaderamente una convivencia ideal. Participamos en la vida pública como los musulmanes y podemos decir por consiguiente, comparándonos con otro países árabes, que los cristianos de Irak viven en una situación privilegiada, y esto ciertamente gracias al clima de paz y libertad de que gozamos.
La comunión entre nosotros, que hoy queremos extender a todos los hermanos del mundo, brota precisamente de lo más íntimo de nuestra fe, que es una fe de mártires. Nuestra Iglesia, de hecho, ha sido llamada Iglesia de mártires a causa de los muchos fieles que, a lo largo de los siglos, han dado la vida por la fe en Cristo y en la Iglesia. Esta fe es la que nos ha permitido permanecer hasta hoy. Desde hace veinte siglos nuestra Iglesia perseguida continúa viviendo con dignidad. Sin duda, ésta es una gracia que el Señor nos ha dado, y es fruto de la comunión con nuestros hermanos, la comunión de los santos.

Una guerra inesperada
La experiencia de la guerra ha sido muy triste y ha trastornado toda nuestra vida. No nos esperábamos esta guerra. Habíamos organizado una conferencia cristiana por la paz del 3 al 5 de Diciembre pasado. Una de las resoluciones de esta conferencia fue la de enviar una delegación compuesta por los jefes religiosos de la Iglesia de Irak, para que visitara los más grandes centros de la cristiandad y, precisamente en aquel período, para alejar el espectro de la guerra y poder cooperar en las negociaciones de paz. Partimos el 13 de Enero sin que ninguno pudiera imaginar una guerra inminente. Incluso el gobierno, a quien también nos habíamos dirigido, nos aseguró que no ocurriría. El 13 de Enero, mientras estábamos en Roma, fuimos verdaderamente sorprendidos por la noticia de su comienzo. Podéis imaginar la gran tristeza que nos produjo, como pastores, al arzobispo armenio ortodoxo, al metropolita asirio y a mí mismo, que habíamos dejado a nuestros fieles, nuestra diócesis, nuestro país en condición semejante. No ha sido fácil. Sin embargo, al no poder regresar, pensamos continuar nuestra misión, entonces más urgente y necesaria, para frenar la masacre inminente y para trabajar todavía por la paz.
Tuvimos una audiencia con el Papa y visitamos el Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra. Estuvimos en Francia, Inglaterra y en Estados Unidos. En Nueva York, la última etapa de nuestra misión, hemos querido afirmar hasta qué punto era impensable aquello a lo que esta guerra nos conduciría. La guerra se ha convertido en un genocidio, la destrucción de toda una civilización. Son innumerables los centros arqueológicos bombardeados: Ur de los caldeos, la casa de nuestro padre común Abrahán, Babilonia, Nínive, un monasterio del siglo IV -quizá uno de los monumentos sacros más antiguos de oriente-, casa de siete iglesias; sin hablar de la infraestructura del país que ha sido completamente barrida.
No se puede hacer la guerra para liberar a un país destruyendo a otro.

Un futuro difícil
La guerra nos ha dejado a los cristianos en una situación muy difícil. Los musulmanes en general no distinguen entre americanos, italianos, franceses y cristianos porque para ellos todo occidental es cristiano. Por esto, nosotros orientales, ciudadanos de nuestro país, por ser cristianos somos tachados de colaboracionistas, de ser agentes de Occidente. No es la primera vez que por causa de Occidente han sido asesinados grupos y comunidades cristianas. Yo mismo escribí al presidente Bush pidiéndole que tuviera en cuenta esta situación que resultaría en un crimen contra los cristianos y contra la Iglesia. La respuesta ha sido la guerra. Se sabe cuáles han sido los motivos, no precisamente la liberación de Kuwait. Los verdaderos intereses ya no se le ocultan a nadie.
Por lo que respecta a nuestra situación como cristianos, estamos perplejos y llenos de miedo por el futuro. Por esto pedimos a los gobiernos, a los responsables, que reparen en lo posible el daño que han hecho.

La necesidad del pueblo
En este momento la necesidad es total. Las enfermedades empiezan a devastar, hay cólera, tifus y paludismo que, erradicado hace unos años, nuevamente aparece debido a la falta de higiene. La gente no tiene agua, no tiene electricidad, no puede ni siquiera preparar la comida porque falta el gas; podéis imaginar la situación en que se encuentran especialmente los niños.
Aquello en lo que se debe pensar ahora es en la reconstrucción del país, porque ¡el país es nuestro!
Y nosotros cristianos no somos extranjeros, no somos ni inmigrantes ni refugiados en el país, nosotros somos ciudadanos legítimos, nosotros estamos en el origen de Irak, antes aún que el Islam y los árabes. Con nuestra presencia y con nuestra participación en la vida pública, tenemos que hacer ver a nuestros hermanos musulmanes que el país es nuestro, que estamos haciendo lo que es deber nuestro hacer. Por esto pido la solidaridad de todos los hombres de buena voluntad para que presten ayuda en las necesidades de este pueblo mártir. No hablamos de política, que no es nuestro dominio ni nuestro asunto, sino del pueblo como pueblo, que ha sido verdaderamente un pueblo martirizado.

(Traducido por Ana Martín)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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