En estos días la discusión sobre el aborto ha vuelto a acaparar la atención de la sociedad española. Hoy la cuestión no se centra tanto en si el feto es o no un ser humano, como en el sentido que se da a la misma vida
Juan Pablo II escribe: «Algunos intentan justificar el aborto sosteniendo que el fruto de la concepción, al menos hasta un cierto número de días, no puede ser todavía considerado una vida humana personal. A esta evidencia de siempre, la genética moderna le otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas».
«Cuando se pierde el sentido de Dios, el hombre aparece como uno de tantos seres vivientes, como un organismo que, a lo sumo, ha alcanzado un estadio de perfección muy elevado; ya no se percibe el carácter trascendente de su "existir como hombre". La vida humana deja de ser considerada como un don espléndido de Dios, una realidad "sagrada" confiada a su responsabilidad y, por lo tanto, a su custodia amorosa, a su "veneración". La vida llega a ser simplemente "una cosa" que el hombre reivindica como su propia exclusividad, totalmente dominable y manipulable"».
Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae
Imprevisto y dignidad
«La experiencia más determinante de mi vida para comprender la ternura del Señor hacia mí, ha sido el nacimiento de cada uno de mis tres hijos. Puedo decir que el segundo y, especialmente, el tercer hijo eran «no deseados» - como se etiqueta ahora -. En realidad no es que sean no deseados, sino «no planeados», «no previstos». En mi experiencia he comprobado que lo imprevisto, lo que uno no diseña o planea puede ser fuente de satisfacción. El problema del aborto no es, ante todo, un problema técnico, científico, médico, sociológico o psicológico; incluye todas estas componentes, pero estriba fundamentalmente en reconocer que el hombre no es dueño de la vida, que la vida nos la da Otro. Por menos que esto, la vida no es digna. Reconocerlo hace que no seamos meros espectadores de la historia, sino protagonistas. Porque el hombre protagonista - es decir, libre, el que ama, el hombre que construye - es aquel que da la mano al Misterio, que se la tiende, que le entrega su existencia concreta».
Javier Ortega, profesor en la Escuela Univ. de Ing. Técnica de Telecomunicación de Madrid
La bondad de la vida
«Me opongo al aborto en nombre del valor de la persona. Un valor tan grande, de tal modo absoluto, que se me impone por encima de los sufrimientos de la madre, del padre o de la familia afectada por la violación o la pobreza, por poner durísimos ejemplos. El niño que puede llegar a ser tiene derecho a intentar vivir. Importa poco que lo llamemos embrión o feto: si la madre no lo arroja de su vientre, puede llegar a nacer. Lo que está en juego, en España y en el mundo, es la capacidad para advertir la positividad absoluta de la vida humana. Y es duro constatar que, hoy en día, resulta poco menos que imposible educarse en ella fuera de la Iglesia. El dolor de una niña embarazada, los sufrimientos de una madre apurada, el misterio insondable de las malformaciones de un hijo, pueden convertirse - si existe una compañía humana capaz de acompañar en el camino, de hacerse corresponsable de la situación - en una fuente de alegría profunda y humanísima. Una sociedad que sugiere la violencia, por quirúrgica que sea, como solución a los problemas, está acabada».
Cristina López Schlichting, reportera de ABC
El aborto en el Derecho español
«El Código Civil sólo considera persona a quien ya se ha desprendido del seno materno. Pero hay que tener en cuenta que fue redactado en 1889, una época en la que no había ecografías que demostrasen sin lugar a dudas el hecho del embarazo y en la que la viabilidad del nasciturus no estaba tan asegurada como hoy. En 1978, los padres de la Constitución eran conscientes de esto, así que en el artículo 15 reconocen, no que toda persona, sino que "todos" tienen derecho a la vida. Para que no se dejase fuera de este derecho al concebido. Así lo entendió también el Tribunal Constitucional en 1985 al establecer los tres supuestos que despenalizaban el aborto: "consecuencia de violación, taras físicas o psíquicas del nasciturus o riesgo para la salud física o psíquica de la madre". Hoy en día en nuestro Derecho se sigue considerando un crimen el aborto, con lo cual se reconocen los derechos del nasciturus. Lo único que la Ley contempla es que se despenalice a su practicante en los tres casos anteriores».
Luis Muñoz de Dios, licenciado en Derecho
La responsabilidad de los católicos
«La obligación de los cristianos y de la Iglesia no puede ser otra que la de cercanía, la ayuda incondicional y próxima a esas madres y a esas familias. Y ésta es, en definitiva, la obligación del Estado: despejar los obstáculos económicos, sociales y culturales que impidan la maternidad; favorecerla positivamente como tarea y objetivo prioritario de toda acción política. El ciudadano católico, sea cual sea el grado de su responsabilidad y posibilidad de participación en la vida pública, tiene la grave obligación de promover el respeto incondicional del derecho a la vida de los no nacidos en su entorno familiar y profesional, en la configuración de la opinión pública, en el debate y en la acción política. Está en juego el anuncio veraz, existencialmente creíble, de lo que Juan Pablo II ha llamado tan bellamente Evangelio de la vida».
Antonio Mª Rouco Varela, cardenal arzobispo de Madrid
La conciencia y el aborto
«Como médico de atención primaria tengo varias pacientes que han venido a consultarme porque están embarazadas y quieren abortar. Cuando me cuentan las situaciones por las cuales han tomado esa decisión, siento a la vez rabia y una ternura inmensas. Lo que más me sorprende es que en la mayoría de los casos hay una total falta de conciencia de lo que van a hacer. Son incapaces de darse cuenta del valor de la vida humana. Hoy en día se quiere separar la sexualidad de la procreación, pero mientras sigamos siendo mamíferos las dos cosas van unidas, aunque no siempre inevitablemente. El hombre es siempre fértil. La mujer es cíclica. Somos libres para elegir tener una relación sexual en un día fértil de la mujer o no. Cada vez que una mujer queda embarazada, es porque Dios ha querido crear un ser humano independiente y distinto a sus padres desde el momento de la concepción. A partir de entonces, el desarrollo de ese ser está inscrito en su código genético: es un ser humano completo. De aquí se deriva la importancia y grandeza del mismo. Pero todos estamos en el mundo porque Él lo ha dispuesto y este es el mayor valor de mi vida y del hijo que estoy esperando. Aun en el caso de que fuera resultado de una violación, de que mi vida corriera peligro, de que me faltara dinero para mantenerlo, de que tuviera una malformación, todas serían circunstancias dramáticas, pero ninguna justificaría el que destruyera una vida».
Candelas Peña, médico de la Asociación Mujer del 2000
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