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Huellas N.03, Marzo 2020

PRIMER PLANO

«Pensad con vuestra cabeza»

Luca Fiore

La carta abierta publicada por un grupo de profesores de Princeton, Yale y Harvard.
En tiempos de escasez de libertad de pensamiento, algunos estudiantes universitarios se toman en serio esta provocación. De ahí, un año de encuentros y trabajo que abre una nueva perspectiva


«Harvard, tenemos un problema». Algo parecido a las alarmas lanzadas por el Apolo 13 suena en la carta abierta publicada por un grupo de profesores de Princeton, Yale y Harvard dirigida a todos los estudiantes americanos. El mensaje es una acusación indirecta al mundo de la universidad americana. En el verano de 2017, los 28 docentes que la firmaron decían que «nuestro consejo puede resumirse así: pensad con vuestra cabeza (Think for yourself)». Dicho así, parece casi banal. Pero viniendo de la élite cultural, algún problema debe haber. «En el clima actual, es muy fácil permitir que vuestros puntos de vista y perspectivas sean moldeadas por las opiniones dominantes en vuestro campus o en la cultura académica», añaden estos profesores. «En muchos college y universidades que John Stuart Mili definió como “la tiranía de la opinión pública" no se limitan a desanimar a los estudiantes a la hora de disentir de las opiniones dominantes sobre cuestiones morales, políticas o de otro tipo. Los empujan a suponer que las opiniones predominantes son tan evidentemente correctas que solo un necio podría ponerlas en duda».
Que el clima en las universidades estadounidenses es así no es ningún misterio. No es difícil que pasen cosas como lo que le sucedió a Kaylana, alumna de la Universidad de Nueva York. «Me matriculé en un curso de Introducción a la Filosofía. Al acabar el semestre, la profesora nos propuso un debate sobre el tema que eligiéramos. Había cinco posibilidades. Dos sobre la libertad de expresión, uno sobre la pena de muerte, uno sobre el aborto y el último sobre las redes sociales. Un alumno intervino diciendo que no veía la utilidad de discutir sobre el aborto, puesto que todos opinarían lo mismo, así que esa opción se suprimió. Nadie puso objeciones y al final discutimos sobre la libertad de opinión».
La cuestión que plantea la carta Think for yourself llamó la atención de Lorenzo Patelli, profesor de la Universidad de Denver, que se la propuso leer a sus amigos de la comunidad del CLU de EEUU y Canadá. Surgió entonces un largo debate, en vivo y con encuentros por videoconferencia, que dio lugar, el verano siguiente, a una carta en respuesta a aquellos profesores firmada por cincuenta estudiantes e investigadores universitarios. «Hemos reflexionado sobre lo que significa pensar con la cabeza y ser buscadores de la verdad leyendo vuestro escrito en paralelo con El sentido religioso de Luigi Giussani». La observación central era que, si se desea pensar personalmente, hay que tener claro qué es el yo. «Solo si entendemos quiénes somos podemos ser verdaderamente “nosotros mismos"». El mensaje también planteaba una serie de preguntas a los profesores (“¿puede poner ejemplos sobre lo que significa para usted pensar por sí mismo?, ¿qué le ayuda a hacerlo?, ¿qué quiere decir buscar la verdad?, ¿qué papel deberían tener los profesores en el incremento de la libertad?") y concluía con una invitación para encontrarse y seguir la discusión en persona.

«Recibimos trece respuestas y nueve profesores nos dijeron que querían conocernos», explica Miriam Huettner, que entonces estudiaba Letras en Harvard y era la primera firmante de la carta de respuesta. «El tono de los mensajes era en todos los casos muy positivo». Por ejemplo, Robert George, profesor de Derecho en Princeton, escribió: «Decir que me alegro por cómo habéis usado nuestro llamamiento sería un eufemismo... En realidad, estoy verdaderamente encantado». Tyler VanderWeele, docente de Epidemiología en Harvard reconocía: «Estoy deseando poder hablar con vosotros».

En los meses siguientes dieron comienzo los encuentros con los profesores. Por pequeños grupos, a veces también con tres o cuatro estudiantes. Un profesor de Princeton, después de un largo almuerzo, confesó: «Es muy raro tener la posibilidad de hablar de un modo tan abierto sobre cuestiones tan fundamentales e importantes». Los debates tocaron muchos temas: el énfasis que la cultura americana da a la autoestima, el futuro de las ciencias humanas en la educación, el objetivo de la universidad, las reacciones emotivas de los alumnos y el tema de si existe o no una verdad objetiva sobre la que fundamentar discusiones constructivas. Uno de los temas más candentes era el hecho de que a menudo los estudiantes se sienten incómodos con los temas tratados en clase o ante los desafíos lanzados por los profesores. Sobre esta última cuestión, otro profesor de Harvard señaló que «si te gradúas sin que jamás te hayas sentido incómodo, deberías pedir que te devuelvan el dinero. Eso es lo que debe hacer un maestro: ponerte a prueba. Los profesores deben ser maestros, ese es también el sentido de la palabra master universitario». El profesor George también participó en el New York Encounter de 2019, en una asamblea sobre qué significa pensar por sí mismo, junto a otros firmantes de la carta Think by yourself y sus amigos. En aquella ocasión Emma preguntó a este docente de Princeton: «Los profesores saben más que yo. Por tanto, debería fiarme de ellos. Pero no todos tienen la misma apertura hacia la verdad. ¿Hasta qué punto debo fiarme de un profesor?». George respondió: «Cuando un profesor hace una afirmación, pregúntale también por el mejor argumento que ofrece la “parte contraria"».

Para Miriam, todo lo que ha surgido en el debate sobre “pensar por sí mismo" ha supuesto un trabajo apasionante. «Es como si mi itinerario universitario solo hubiera comenzado cuando he empezado a razonar sobre estos temas. Antes tenía solo un vago malestar, una inquietud». Pero no es algo que solo le pase a ella. De hecho, este trabajo continúa, siempre profundizando en El sentido religioso. La pregunta que se plantean estos amigos es: «¿Cómo nos ayudan los contenidos de este libro en el estudio?». En el verano de 2019 hubo un nuevo encuentro, durante las vacaciones del CLU, bautizado como Colorado University Workshop, para compartir los resultados de este trabajo. Jessica y Sofía explicaron de qué modo el capítulo décimo (“Cómo se despiertan las preguntas últimas") ilumina su mirada hacia el estudio de la neurobiología. Emma y Dominique contaron cómo medirse con la obra de Henri Matisse, Ícaro, les ayudó a entender el deseo del corazón humano. Quinn, estudiante de Ingeniería, explicó lo que significa para ella que las grandes preguntas de la vida son una ayuda para afrontar incluso asignaturas aparentemente ajenas a estos temas. Matthew, en cambio, describió su experiencia como biólogo confrontándose con las preguntas que le surgían trabajando en los métodos de reprogamación del ADN.

Han pasado algunos meses y Miriam, que ahora está en la Universidad de Madison haciendo un master de escritura creativa, sigue pensando en aquel largo trabajo de reflexión y confrontación. «Me di cuenta de que, trabajando textos poéticos en las clases del master, sentía cierto malestar. Era diferente del trabajo que estaba acostumbrada a hacer con mi profesor en Harvard, con el que surgió una relación preciosa. Así que le llamé para comentarle esta dificultad. Y él me recordó algo en lo que siempre insistía, que los primeros diez minutos en que se discute sobre un poema hay que concentrarse en que salgan a la luz los aspectos positivos. Solo después se pueden valorar también los defectos. Al oírlo, me acordé de que he comprobado que realmente es así, ese es el método para llegar a ser críticos de manera adecuada». Mientras estudia, Miriam imparte además un curso de escritura para los alumnos del College: «Desde que caí en la cuenta de lo importante que es este método, yo también hago lo mismo. Y veo que crece la capacidad para profundizar hasta el fondo en el poema o el texto que estudio».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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