La Iglesia en la IV Conferencia mundial de las Naciones Unidas sobre la mujer, que se desarrollará en China el próximo mes de septiembre. Un seminario del Consejo Pontificio de los Laicos, con exponentes católicos procedentes de todo el mundo, anticipa los temas del debate. Dos de los presentes, invitados representando a CL, nos lo cuentan
En el mensaje a Gertrudes Mongella, Secretario General de la IV Conferencia mundial de la ONU sobre la mujer, Juan Pablo II ha escrito: «Las soluciones a los problemas que aparezcan durante la Conferencia, para ser justas y duraderas, deben fundarse en el reconocimiento de la intrínseca e inalienable dignidad de la mujer, y en la importancia y la participación de ésta última en todas las áreas de la vida social. El éxito de la Conferencia dependerá de su capacidad de lograr o al menos de ofrecer una visión auténtica de la dignidad y de las aspiraciones de la mujer, una visión capaz de inspirar y sostener soluciones realistas y objetivas al sufrimiento, a la lucha y a la frustración que continúan siendo parte de la vida de demasiadas mujeres.
Esta visión realista permite afrontar en términos adecuados los temas de la Conferencia de Pekín del septiembre próximo: «igualdad, desarrollo y paz», fundamentales también para la condición femenina.
Por esta razón el Consejo Pontificio de los Laicos ha organizado un seminario de estudio para la preparación de la Conferencia de Pekín. El 9 y el 10 de junio pasados se han dado cita en Roma cerca de ciento veinte personas, procedentes de todo el mundo, representantes del vasto y rico mundo católico y de las ONGs a éste unidas y reconocidas por la ONU. Hemos participado allí como enviados de la Fraternidad de CL, presente en numerosos países en vías de desarrollo donde obra en colaboración con otras identidades de voluntario y, sobre todo, en estrecha conexión con el Avsi.
Ha introducido el seminario el cardenal Eduardo Pironio, presidente del organismo del Vaticano promotor de las dos jornadas de estudio, subrayando que en esta hora «dramática y magnífica», el centro de cualquier reflexión sobre la mujer debe ser el «don de Dios» a la Samaritana, don hecho a cada mujer, como comunicación de la verdad sobre su vocación. Citando al Santo Padre, el Cardenal ha confirmado la importancia de un «auténtico feminismo cristiano», que no esté centrado en sí mismo, pero que consienta la defensa y promueva el bien de toda la humanidad, que se expresa de forma particular en la transmisión de la vida: «La vocación del hombre y de la mujer a la donación reciproca, no se limita a la familia, sino que constituye el fundamento de todas las sociedades humanas. La justa complementariedad entre hombres y mujeres en el respeto recíproco y en la promoción de la dignidad de cada uno, constituye una condición imprescindible para una humanización y salvaguardia de lo humano en nuestra sociedad. Pero hoy la violencia y la opresión caracterizan la condición femenina e impiden su desarrollo, mientras el momento presente espera la afirmación del genio de la mujer».
Monseñor Jean-Louis Tauran, Secretario para las relaciones con los Estados -que es precisamente la Secretaría de Estado Vaticana que prepara la contribución y la participación oficiales de la Santa Sede en la IV Conferencia- en sus reflexiones comprometidas y específicas sobre el Documento preparatorio de la Conferencia de Pekín, ha subrayado la importancia de que no se imponga un modelo particular de «promoción femenina», es decir, el occidental que es el de una minoría: ¡la mayor parte de las mujeres vive en el Tercer Mundo!
Si las ciento veinte páginas del Documento representan un esfuerzo considerable para liberar a la mujer de las obligaciones hereditarias del pasado y de los condicionamientos culturales, no se debe menospreciar, ha precisado Monseñor Tauran, el hecho de que la familia aparece en el Documento sólo en términos negativos, como lugar en el que se aprende la discriminación, y casi nunca se reclama la función fundamental de la figura del padre.
Esta deslegitimación de la familia tiene, evidentemente, múltiples repercusiones en la vida de las mujeres: puede dar lugar, por ejemplo, a la instauración de un codiciado «derecho al aborto», generando una falta de responsabilidad educativa de los padres, produciendo un desequilibrio entre la vida profesional y la familiar en desventaja de la mujer.
En este contexto es un deber «de todos los católicos que están presentes en Pekín favorecer este «intercambio cultural» que exige de todos el valor de asumir un nuevo estilo de vida que se expresa fundamentando las elecciones concretas- a nivel personal, familiar, social e internacional- en una escala de valores adecuada: la primacía del ser sobre el tener, de la persona sobre las cosas» (Evangelium Vitae, n° 98)
El seminario del Consejo Pontificio de los Laicos se ha articulado posteriormente en grupos de trabajo sobre las temáticas tratadas en el Documento preparatorio: pobreza, educación, salud, violencia, efectos sobre las mujeres de las persecuciones y de las guerras, trabajo y ocupación, derechos civiles, medios de comunicación, ambiente. Se han podido discutir así de forma puntual los enunciados, siempre problemáticos, sobre todo por parte de los que en Nueva York han participado en la redacción del texto. Estas palabras del Papa sintetizan adecuadamente las intenciones de la Iglesia: «Cuando las mujeres tienen la posibilidad de transmitir en plenitud sus dones a la entera comunidad, la misma modalidad con la sociedad se comprende y se organiza, se transforma positivamente» (Mensaje de la jornada mundial de la paz, 1995, n.9). Los temas de la Conferencia sobre la mujer, «igualdad, desarrollo y paz», podrán ser plenamente comprendidos solamente entendiendo la «igualdad» no como una mera identificación con el hombre, el «desarrollo» como un logro conjunto del mútuo empeño del hombre y de la mujer y la «paz» como tarea emblemática de la mujer en la humanización de la sociedad.
Mujeres del Tercer Mundo
por G.R
El Documento preparatorio para la IV Conferencia mundial de la ONU sobre la mujer evidencia las dramáticas situaciones de privación material, en las relaciones, en el acceso a los servicios y a la instrucción de la que a menudo son protagonistas las mujeres. En relación con algunos temas cruciales como la pobreza, la educación, la salud, los datos disponibles muestran todo lo que todavía queda por recorrer para la persecución y la tutela de la dignidad femenina y de los derechos humanos de los cuales es titular por ser persona.
1. Pobreza. El Documento evidencia que «entre más de mil millones de personas que en el mundo viven en condiciones inaceptables de pobreza, la mayoría está formada por mujeres» (punto 20).
También recientes datos de Unicef demuestran que «la espiral de pobreza y de presión ambiental se descarga sobre todo en las mujeres de las comunidades más pobres: las mujeres están obligadas a trabajar todavía más duramente para hacer frente a las exigencias mínimas de sus familias: les toca a ellas procurar la leña para cocinar, incluso teniendo que recorrer grandes distancias, y ocuparse del aprovisionamiento del agua en condiciones peligrosas» (Unicef, La condición de la infancia en el mundo, Roma, 1994, pp 37-38)
2. Educación. Resulta que de los cien millones de niños que no acceden a la educación obligatoria, por
lo menos sesenta millones son niñas y más de dos tercios de los 960 millones de analfabetos presentes en el mundo son mujeres» (punto 72)
3. Salud. Según datos del Banco Mundial, cerca de 450 millones de mujeres adultas que viven en los países en vías de desarrollo han sufrido desnutrición durante la infancia (en The World Bank, A new agenda for women’s health and nutrition, Washington, 1994, p.21). También el Documento preparatorio pone en evidencia este aspecto aclarando que «existen discriminaciones contra las niñas y las muchachas en lo que respecta a su acceso a los servicios alimentarios y sanitarios. Tales discriminaciones tienen enormes repercusiones tanto en la salud actual de las mujeres como en la futura »(punto 266).
Un último aspecto sobre el que poner la atención tiene que ver con la participación de las mujeres en la promoción de la paz y la resolución de conflictos: el Documento preparatorio de Pekín, en el punto 137, señala que las mujeres y los niños representan el 80 % de los 23 millones de refugiados y de los 26 millones de emigrados en el mundo.
Estas graves carencias, violencias y opresiones con respecto a las mujeres, además de señalar dramáticamente el presente del mundo, abren interrogaciones cruciales acerca de la dirección del desarrollo futuro. Como ha afirmado el Santo Padre defendiendo a las mujeres «educadoras de paz social», ellas son un elemento central para cambiar el mundo y la historia puesto que educan a los que serán los hombres de mañana. Naturalmente no será posible ninguna educación para las jóvenes generaciones venideras si no la experimentan en la vida cotidiana.
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