Un hecho que «ya existe», no un «bello ideal que no se realizará hasta el final de los tiempos Unidad y ecumenismo en la Audiencia general del Santo Padre del miércoles 30 de agosto. «Misericordia»: la acción de Cristo. Trozos del texto publicado en L'Osservatore
Frente a las actuales divisiones de los cristianos, podríamos tener la tentación de creer que la unidad de la Iglesia de Cristo no existe, o que es sólo un bello ideal hacia el cual tender, pero que no se realizará hasta el final de los tiempos. La fe nos dice, sin embargo, que la unidad de la Iglesia no es sólo una esperanza para el futuro: existe ya. (...)
El problema del ecumenismo no es por tanto, suscitar de la nada una unidad que no existe todavía, sino vivir plena y fielmente bajo la acción del Espíritu Santo, esa unidad en la que la Iglesia ha sido constituida por Cristo. (...)
No se trata simplemente de aunar buenas voluntades para crear acuerdos: más bien hace falta acoger plenamente la unidad querida por Cristo y donada continuamente por el Espíritu. (...)
La unidad de la Iglesia debe por tanto considerarse sobre todo como un don del Altísimo. (...)
La debilidad humana de Pedro (cfr. Mt 16, 23), de Pablo (cfr. 2Cor 12, 9-10) y de los Apóstoles pone de relieve el valor de la misericordia de Dios y del poder de su gracia.
Las tradiciones evangélicas, de hecho, nos enseñan que es precisamente este poder de la gracia el que cambia a los llamados al seguimiento del Señor y les hace uno con Él. El ministerio de Pedro y de sus sucesores, al interno del colegio Apostólico es un «ministerio de misericordia nacido de Cristo» (Ut unum sint, 92).
(De L'Osservatore Romano del 31 de agosto de 1995)
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