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Huellas N.04, Abril 1995

EDITORIAL

El tiempo apremia

Aprovechamos el número de septiembre, que coincide con la inevitable vuelta del otoño, para detenernos sobre los criterios fundamentales de contenido y de método, tal y como aparecen en las conclusiones de las principales reuniones de este verano.
Hay que considerar sobre todo dos fenómenos: las semanas de vacaciones de los adultos y los jóvenes y el Meeting de Rímini, que han tenido una altísima participación.
¿Qué es lo que hace a la propuesta cristiana tan apetecible e interesante?
Este verano, sobre todo a través de una reflexión sobre la Escuela de comunidad, que ha sintetizado don Giussani en La Thuile durante la Asamblea internacional de los responsables de CL provenientes de cuarenta y cuatro países de todo el mundo, se han subrayado los siguientes puntos esenciales:

1) la racionalidad de la fe —«razonable es aquel que somete su propia razón a la experiencia» (J. Guitton, Arte nuevo de pensar)— contra todo sentimentalismo y frente a cualquier escatologismo que pretenda posponer cualquier realización de la existencia humana a un futuro indeterminado;

2) consecuentemente la utilidad de la fe
incluso para la vida terrena en todos sus aspectos —personales, comunitarios y sociales—, según la naturaleza de sus leyes, que son ayudados por la misma fe a descubrir que son más verdaderos y correspondientes con lo que el hombre busca. La fe cristiana vivida de una forma adecuada es experiencia del ciento por uno aquí. No podemos negar que este ciento por uno nos ha sido ya dado viendo los amigos que tenemos, la unidad y el afecto entre nosotros, el gusto por vivir, la solidaridad, la creatividad que se expresa en el trabajo y muchas otras cosas. El tiempo ayuda a que el encuentro que hemos tenido desarrolle todas las promesas que contenía desde el principio. Y este ciento por uno de una forma u otra ya lo hemos experimentado;
3) la moralidad, que el encuentro con Cristo revela y subraya de forma más clara y sugerente, de forma que nuestro trabajo ascético obtiene de él energía, belleza y capacidad de sacrificio. Como nos ha enseñado Juan Pablo II en la Veritatis Splendor, recogiendo la enseñanza de la tradición tomista: la gracia de Cristo nos ha sido dada para poder realizar plenamente la vida moral. «Quien tiene esta esperanza se purifica como El es puro» (I Jn 3,3).

Todo esto documenta que la experiencia cristiana no es extraña, alternativa, contrapuesta, en una palabra no está «dividida» respecto al esfuerzo de conocimiento y realización de la naturaleza humana, pero es una luz cierta sobre la dinámica de tal realización, una fuerza afectiva que alienta lo que humanamente no puede ser más que un intento. Como hemos leído en la Escuela de comunidad, el cristianismo es el anuncio de una «exaltación ontológica», como lo es el valor profundo de los sacramentos, es decir, una renovación y un cumplimiento del ser del hombre en todas sus esperanzas.
Esperamos que esto sirva de respuesta para muchas personas de nuestro tiempo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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