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Huellas N.10, Noviembre 2007

CL

Cartas desde la frontera

Massimo Camisasca

A principios de los años noventa, el biblista Ignace De La Potterie escribió un artículo comparando el recorrido de la fe a un camino de la mirada. Ver con nuestros sentidos es un paso indispensable, el primero que hay que dar, para llegar a creer: «Todo empieza por una visión sensible que conduce después a la contemplación, y en la profundidad de lo visible se advierte el misterio» (Il Sabato 1992, nº 46).
A lo largo de estos veinte años, mi labor educativa se ha apoyado en la firme convicción de que el cristianismo implica un enaltecimiento de los sentidos: «Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen». «Lo que hemos visto y oído… os lo anunciamos». Es otro aspecto del carácter profundamente positivo de la fe que nos ha trasmitido don Giussani. No tenemos que apartar la vista o cerrar el oído, más bien afinarlos para captar el Misterio que aparece en lo que vemos, tocamos y escuchamos. Don Giussani se entusiasmó con el pensamiento del padre De La Potterie y lo recordaba a menudo, vinculándolo a la sabiduría de los padres de la Iglesia, por ejemplo, san Agustín. De la misma manera nos remitió también a Caravaggio, a quien tanto amó y a quien nos invitó a mirar.
Profundamente convencido de este “primer paso necesario”, he deseado que los seminaristas de nuestra Casa Madre pudieran vivirlo. En el mes de septiembre, antes de empezar el curso en la universidad, hemos recorrido con todos los seminaristas este camino de la mirada, sobre todo a través de la pintura, la escultura y la arquitectura. Visitamos Roma, Florencia y Siena, y de esta experiencia os quiero hablar. Esta es por tanto una CARTA DESDE LA FRONTERA distinta de las demás, que cuentan hechos e historias de nuestras misiones y a las que volveré en el próximo número de diciembre.
El viaje empezó con la Roma pre-cristiana. Aún impresiona ver los vestigios del último gran imperio: debía de parecer una misión imposible entonces llevar el mensaje cristiano al corazón del poder. Pero impresiona mucho más que el anuncio de Cristo en una cárcel romana haya podido irradiar e iluminar veinte siglos de historia sucesiva. Así, en la oscuridad insalubre de la cárcel Mamertina –donde seguramente Pedro y Pablo estuvieron presos– hemos pedido a Dios que nos permita también a nosotros participar de este ininterrumpido flujo de novedad en los entresijos del mundo.
Las primeras domus ecclesiae en el Celio; el complejo de san Clemente; las excavaciones que han sacado a la luz la tumba de san Pedro: en un primer momento pueden parecer unos restos más de la Roma antigua. Sin embargo, se descubre paulatinamente la grandeza de la novedad cristiana que tomó forma, incluso arquitectónica, en el interior de las estructuras antiguas.
Nuestro viaje nos llevó después a Florencia y a Siena. Nos acompañaba la lectura de un texto de monseñor Timothy Verdon, estudioso estadounidense y divulgador del arte que lleva treinta años viviendo en Florencia. Su libro Ver el Misterio tiene ecos sumamente acordes con don Giussani. Primero fuimos al convento de San Marcos en Florencia para quedarnos unas horas contemplando las pinturas del Beato Angélico. Edoardo Rialti nos presentó las obras insertándolas en su contexto, luego nos quedamos una hora en silencio meditando ante las celdas de los frailes. De este modo, hemos podido disfrutar de la íntima conmoción del pintor que lloraba mientras representaba la Crucifixión.
Contrastando con el humilde dominico, Siena nos deparaba el encuentro con el impulsivo Duccio. Su obra maestra, La Maestà, representa la vida de Jesús y de María, pero con acentos completamente distintos. Duccio exhibe una sinfonía de colores donde predomina el oro, y además pone su nombre bien visible bajo la figura de la Virgen. Seguramente, compagina el amor por la gloria de Dios y por la suya. Sin embargo, lo que llama la atención es que el orgullo del gran artista sirvió para la creación de una obra maestra sin igual, que introduce de manera poderosa en el misterio que representa.
El arte manifiesta la gloria y la intimidad de Dios, transfigurando el orgullo, la intimidad y el sentimiento de los hombres.
«En la profundidad de lo visible se trasluce el misterio».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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