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Huellas N.10, Noviembre 2007

SOCIEDAD - Educación

Mérito de los hombres y gloria de Dios

Isabel Almería Sebastián

El lunes 29 de octubre, en Salamanca, tuvo lugar la ceremonia de entrega de Premios al Docente en Castilla y León. Dicho premio, patrocinado por la Fundación Milenio y la Caja Rural de Salamanca, quiere ser un reconocimiento a la labor desarrollada por los profesores de la Comunidad Autónoma. Este año el premio se asignó, de forma compartida, a don José Luis Gutiérrez Mazares y a Luis Miguel Mulas Tavera

La primera vez que pisé Muga de Sayago tuve la impresión de que aquel pequeño pueblo había sido tocado por la mano de Dios. Como un nuevo Belén del siglo XX. Creo que compartirán esta impresión todos los que, como yo, hayan tenido la suerte de conocer a don José y visitar su obra educativa.

“Profesor por sorpresa”
El verano pasado, en Formigal, tuvimos la oportunidad de escuchar de sus propios labios la historia del nacimiento y vida de este colegio (hoy convertido en Instituto público) que cuenta con unos 500 alumnos... ¡en un pueblo de 100 habitantes! En su testimonio, las palabras de don José nos hicieron ver, casi tocar con nuestras manos, a aquel joven sacerdote que iba destinado a Muga de Sayago como al lugar que el Señor había preparado para el resto de su vida. Pudimos seguir los pasos de los primeros alumnos de este “profesor por sorpresa” que, sintiendo lástima de aquellos pequeños que pasaban sus días en el campo sin posibilidad de asistir al colegio, los recibió en su casa donde les enseñaba latín, matemáticas y las disciplinas más básicas. Pudimos sentir el frío en los pies de aquellos chicos que dormían apiñados en casas de techumbre descuidada por donde se colaba la nieve, para poder asistir a las clases del maestro. Vimos crecer el colegio, las residencias, a la par que don José iba superando los obstáculos de las inspecciones del Ministerio, sacándose las oposiciones y dedicando su vida a una obra educativa con la que nunca soñó.

La belleza de una vida
Las mismas palabras pudieron escucharse el pasado lunes 29 de octubre en la sede de la Caja Rural de Salamanca, donde la Fundación Milenio entregó a don José un premio que reconocía públicamente su trayectoria profesional como docente. Los asistentes al acto, entre los que se encontraban diversas personalidades políticas de la Junta de Castilla y León, así como el presidente de la Fundación Milenio y el presidente de la Caja Rural de Salamanca, quedaron literalmente impresionados tras ver y oír a este sacerdote que en la octava década de su vida pone ante el mundo lo que el Señor es capaz de hacer partiendo un sencillo “sí”. Todas las intervenciones posteriores, incluida la del otro ganador del premio, Luis Miguel Mulas, hicieron referencia a las palabras de don José. E incluso, ya en petit comité, en el aperitivo ofrecido al finalizar la entrega, el vicepresidente de la Caja Rural nos confesó que ese había sido el acto más bonito que se había celebrado en esa sede.

Un reconocimiento precioso
Es verdaderamente una alegría que la Fundación Milenio haya reconocido la labor de don José. Es gratificante ver cómo el mérito de un hombre que ha dedicado su vida a sus alumnos se ve recompensado. De vez en cuando, es agradable que los hombres se den cuenta de lo que don José siempre ha tenido claro: que esta obra no ha sido mérito suyo, sino gloria del Dios que ama a sus criaturas. De hecho, antes de que los hombres la hayan reconocido, los ángeles la estaban sosteniendo y se alegraban con ella. No estoy restando importancia a este reconocimiento público, sino poniendo de manifiesto lo que, a mi entender, es lo más impresionante de este sacerdote: la humildad frente al fruto de su trabajo, el desapego de su mérito, la libertad que confiere saberse instrumento en las manos de Otro.

Quien quiso hacerlo todo
Lo expresó don José, al final, en su discurso de agradecimiento: «No estoy muy enterado de lo que se debe hacer en estos actos, cuando a uno le dan un premio. Estoy agradecido por el afecto que esto significa y porque el premio le viene muy bien a las residencias-internados que sostenemos. Pero desde la experiencia que la madurez de los años va depositando en el corazón, fuera de lo que uno haya podido hacer, la conciencia se detiene sobre todo en lo que no se hizo bien. La ruta de la vida nos deja siempre insatisfechos, por eso uno siente un poco de vergüenza al recibir un premio. Las palabras de Cristo: «¡Ay cuando todos digan bien de vosotros», te hacen temblar. [...] Los años hacen cambiar la vida y ahora son ellos [los antiguos alumnos] los que llevan las residencias y algunas clases del actual Instituto. A mí me queda mucho tiempo para leer, siempre por el campo, y hablar con Quien quiso hacerlo todo, para asombro mío. Y por las noches les hablo también, unos minutos, a los muchachos que, milagrosamente, siguen viniendo al internado».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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