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Huellas N.10, Noviembre 2007

PRIMER PLANO - Ejemplos para todos

Donde habita la esperanza

Paolo Perego

En Novosibirsk, Siberia, una casa de AVSI para madres solteras les ofrece una esperanza a ellas y a sus hijos, haciéndose cargo de sus necesidades

El barrio Leninskij es un antiguo barrio obrero. Durante el régimen, Novosibirsk era un gran centro industrial de la Unión Soviética. En la actualidad, los grandes edificios, que fueron la vivienda de miles de obreros, están en su mayoría en ruinas. La caída del Muro coincidió con una drástica disminución del trabajo y con la decadencia del barrio, habitado, sobre todo, por inmigrantes de las ex provincias soviéticas. Para sobrevivir, la mayoría tiene que desempeñar varios trabajos. Los niños dejan pronto el colegio: se les ve por las calles jugando en medio de los puestos ilegales instalados en cada cruce. Hace tres o cuatro años nos habríamos podido encontrar caminando por las calles del barrio a una chica, ?emilja, con un papel en la mano, desorientada. Está embarazada. Quiere tener a su hijo: la dirección que lleva apuntada en el papel es su última oportunidad antes del aborto. Procede de un pueblo del norte de Siberia, de una familia deshecha y con problemas de alcohol. A los cinco años entra en el orfanato, a los dieciséis se traslada a Novosibirsk. Allí realiza cursos de formación profesional, obtiene el título de estucador y empieza a trabajar. Con el primer sueldo consigue alquilar una habitación. Después llega ese hombre, el padre del niño: la habitación costaba demasiado, era imposible con su sueldo pagar el alquiler. Pero cuando se queda embarazada, el hombre se va. En el consultorio le hablan de un sitio, le escriben la dirección en un papel. «Casa Golubka». En medio del barrio se alza un edificio de color ladrillo. Allí hay un apartamento en el que conviven madres solteras. Se trata de la casa Golubka. No sabemos si su historia es tal como la hemos contado, pero el hecho es que ?emilja ha encontrado hospitalidad en la casa. Poco después ha nacido Vania y ella, después de un periodo de permanencia, «ha encontrado a su “príncipe azul” y han decidido casarse. Ha organizado la fiesta de su boda en la casa de acogida, porque la considera realmente como su casa», como nos cuentan en Novosibirsk.

Una flor en el desierto
Casa Golubka es una flor en el desierto. Es un punto objetivo de esperanza, de novedad en un lugar como Novosibirsk, y no sólo para ?emilja, sino para todos. ¿Cómo es posible que exista un lugar tan humano en una población así?
La casa es uno de los proyectos de la organización Maksora, que trabaja desde el año 2000 en la ciudad siberiana. Maksora es una ONG que se ocupa sobre todo de proyectos sociales y formativos en colaboración con AVSI. La historia de Golubka comienza hace unos diez años. En 1995 un misionero franciscano, el padre Guido, se da cuenta del altísimo número de jóvenes mujeres embarazadas que, solas y sin dinero, deciden abortar. El franciscano compra una casa, acoge a las madres solteras, pero se da cuenta de que no basta con ofrecerles un techo: por este motivo pide ayuda a AVSI a través de Rosalba, voluntaria de la asociación italiana que en ese periodo empieza a trabajar en la ciudad. Nace así Maksora, y enseguida se pone en marcha el proyecto de casa Golubka, que ha hospedado en estos años a más de cincuenta madres con sus hijos: la finalidad es la reinserción de las madres solteras en la sociedad, a través de un apoyo tanto material como educativo, dándoles la posibilidad de asistir a cursos profesionales para poder encontrar trabajo.
«Trabajamos en estrecho contacto con los servicios sociales de Novosibirsk –cuenta Rosalba–. La mayoría de las veces son ellos los que nos remiten a las madres solteras con dificultades que, por diferentes motivos, necesitan un lugar que les acoja y les ayude. Para ellas la alternativa es abortar o abandonar a su hijo». Junto a ella, que es la responsable del proyecto, trabajan Anastasia, psicóloga y pedagoga responsable de la casa, y Vladimir, el administrador que ayuda a las chicas con los papeles y la burocracia. Están además Marya y Lena, que atienden a los niños: la primera se ocupa del nido, la segunda de la inserción de los pequeños primero en la guardería, y más tarde en la escuela elemental. También está Evghenya, que enseña a las madres a cocinar, a mantener la casa limpia, a hacer la compra, a coser. Finalmente hay tres babushkas, tres abuelas voluntarias: llegan por la noche por turnos y duermen en la casa, juegan con los pequeños y ayudan a las madres. Las chicas pueden permanecer en la casa dieciocho meses, durante los cuales se les ayuda en la relación con sus hijos y en la búsqueda de un trabajo estable y de un lugar en el que puedan vivir. Los pequeños son llevados a guarderías convencionales, mientras que a las madres se les encamina a cursos de formación profesional.
Las historias de estas chicas de Golubka están llenas de dificultades: una ha sido abandonada por la familia, otra por su pareja, hay quien ha sido violada, quien ha perdido el trabajo o ha sido expulsada de la pensión por culpa del embarazo. Hay historias de alcohol, de violencia familiar... Natalia tiene veinticuatro años. Se había quedado embarazada, no tenía dinero, y se había visto obligada a dejar a su hijo, Petia, en un orfanato. Pensaba encontrar un trabajo y recuperar a su hijo. Pero a su vuelta el niño había sido “prometido” a otros padres... Natalia se dirige a los servicios sociales, que le dicen que en Casa Golubka la pueden ayudar. «Hemos conseguido traer a casa al pequeño –cuenta Anastasia–. Tenía ya cuatro o cinco meses. Natalia ha estado con nosotros un año. Mientras, ha asistido a cursos por las tardes, ha encontrado un trabajo y ha conseguido organizarse». Ahora Petia y ella viven solos, pero quedan a menudo con los trabajadores, incluso a través de la guardería estatal a la que asiste su hijo, y con la que colabora también la asociación Maksora. ¿Habría sido suficiente con ofrecerle un techo a Natalia? «La casa Golubka no está pensada como un refugio –explican los trabajadores, mostrando que el problema real del que se ocupan es de naturaleza educativa–. Para hablar de verdadera ayuda no es suficiente con los muros domésticos». Es una mirada buena, que les abraza hasta la raíz de su necesidad. Es la mirada que nace de la propuesta cristiana: «No sé decirlo de otra forma –confiesa Rosalba–: es una pasión, una pasión por el hombre que nace de la pasión que Otro ha tenido por mí». Una cosa es segura: no existe nada parecido en Novosibirsk.

“Sveta” y las demás
Pero no siempre las cosas van tan bien. A menudo hace falta tener mucha paciencia a la hora de ayudar a estas chicas. Svetlana deja Vladivostock con veintiséis años, procedente de una situación familiar muy complicada. Llega a Novosibirsk y se encuentra en la calle. Consigue un sitio en un apartamento abarrotado de gente, pues así resulta más barato. Entre los inquilinos se encuentra un hombre venido de Tayikistán, con el que tiene un hijo, Omar. La situación se precipita tras el arresto de este hombre. Svetlana llega a casa Golubka, en donde la ayudan, pero su permanencia resulta muy delicada a causa de los problemas con el padre de su hijo. Consigue pasar el examen para entrar en la academia de peluquería: vale muchísimo para ello, y lo demuestra peinando a Anastasia el día de su boda. Deja la casa, pero vuelve al poco tiempo, pues todavía necesita ayuda: no ha conseguido encontrar un alojamiento, con el riesgo de volver a la calle... Hoy “Sveta” es autónoma, vive sola con Omar, que asiste durante el día a una guardería.
Se podría proseguir con las historias de Elia, Valia, Katia, Olia, Liuba, Tamara... Historias conmovedoras, que dan una idea de la necesidad real de un lugar como Golubka, en una ciudad de un millón cuatrocientos mil habitantes, en la que hay unas treinta y cinco mil madres solteras, donde desde los años noventa los niños abandonados (huérfanos “sociales”) se han duplicado. Son impresionantes algunas estimaciones que hablan de que en Rusia el 70% de los embarazos se interrumpen con el aborto, con un total de unos seis millones de niños no nacidos.

Una respuesta verdadera
«Deseamos que la ayuda que ofrecemos sea una respuesta real a la necesidad que encontramos –precisan Rosalba y Anastasia–. Vivir en esta casa no debe ser un paréntesis feliz en medio de la miseria de la vida ordinaria». Por este motivo la actividad de los trabajadores prosigue también fuera de Golubka, ya sea como consultoría (alrededor de mil contactos en la actualidad), o en la relación con las chicas una vez dejan la casa, como nos cuentan: «Los trabajadores continúan siguiendo a las madres en su nueva vida después del periodo de permanencia aquí, visitándolas regularmente para sostenerlas a la hora de afrontar la vida cotidiana». Además, todos los niños que han pasado por Casa Golubka entran en el programa “Sostenimiento a distancia” de AVSI. Sucede también que las antiguas inquilinas de la casa ponen su experiencia a disposición de las recién llegadas.
«Historias del otro mundo...», reza el título de la Campaña de Navidad AVSI 2007. Y los resultados son tan objetivos que ni siquiera el Ayuntamiento puede dejar de reconocer el valor de una obra como Golubka y, por ello, la sostiene económicamente, asumiendo algunos costes. O bien estableciendo acuerdos con las guarderías, que permiten adecuar a cada caso la asistencia de los niños de las chicas de Golubka. O también expresando la voluntad (las negociaciones están todavía en curso) de ofrecer a la asociación la gestión de una nueva casa de acogida: «Un nuevo inmueble, más grande y con jardín, para trasladar allí la Casa Golubka». Parece poco, pero para Novosibirsk es una nueva ocasión de encuentro con una humanidad distinta, más “humana”.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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