La historia de Alex, un joven de diecinueve años de Brasilia, asesinado el día de año nuevo. Había conocido a una profesora jovencísima y se había unido a los chicos de Gs. Su vida cambió. Los antiguos amigos no se lo perdonaron, como tampoco perdonaron a Edimar. Ahora Alex, Edimar y Francis nos acompañan en nuestro camino y lo construyen con nosotros
Una amiga nuestra que vive y enseña en Brasilia ha escrito recientemente a don Giussani para hablarle sobre Alex, un joven de diecinueve años que pertenecía a la comunidad de Gs de su ciudad. Alex fue asesinado el día de año nuevo, por seis disparos de pistola, mientras volvía a casa acompañado por algunos amigos. Antes que él, Edimar había corrido la misma suerte (Cfr. Litterae n.5 ’94).
Alex y Edimar pertencecían al tipo humano más pobre y mísero del Brasil. Por eso formaban parte de bandas guiadas por hombres sin conciencia. Pero cuando oyeron a su jovencísima maestra hablar de cierto nombre y de ciertas cosas, comprendieron que estaban frente a la elección entre la vida y la muerte y se unieron a la comunidad. Uno y otro han sido asesinados con seis meses de diferencia. Lo mismo le había ocurrido a Francis, en Uganda, mártir por la fe.
Se adhirieron conscientemente a lo que decide entre la vida y la muerte. Jesucristo, tanto para Alex como entonces para Edimar, ha sido la causa consciente de elección entre la vida y la muerte, entre el tiempo y la eternidad.
Lo escribe Ana Lydia en la carta que publicamos: «Y nosotros, mirando a estos muchachos, pensábamos que para ellos la pertenencia al Movimiento es cuestión de vida o muerte, y ellos tienen conciencia de ésto».
Querido don Gius,
Te cuento un poco la historia de Alex, otro muchacho asesinado del pequeño grupo de Gs en Brasilia. Alex fue asesinado el día de año nuevo. Tenía diecinueve años y era un alumno de Semía.
Hace cerca de dos años Semía había propuesto a un grupo de alumnos suyos hacer Escuela de Comunidad juntos. Para estos muchachos que, como la mayoría de los brasileños, no han estudiado jamás filosofía o literatura universal, leer el texto de Escuela de Comunidad requiere un gran trabajo. Pero el cambio de su vida nos demuestra que este trabajo y su propuesta de vida es universal, sirve para cualquiera.
La escuela está en la periferia de Brasilia, una zona horrible y muy pobre que se llama Samanbaía. La gente que vive allí viene de muchas partes de Brasil para buscar dinero y trabajo en la capital, sede del gobierno, y no encuentra una vida fácil. De ahí que tantas personas estén sin trabajo. Vienen porque el gobierno ha ofrecido un trozo de tierra para construir la casa, aunque no ha previsto las infraestructuras necesarias (como alcantarillado, calles, etc).
Alex era uno del primer grupo de Escuela de Comunidad y el más cercano a Semía. Había solicitado el bautismo y le había pedido a Semía que fuera su madrina, pero no tuvo tiempo de comenzar la preparación.
La semana antes de morir había ido a ver a Semía para comentarle su intención de echarse novia. Justo la tarde del último día del año llegó a la casa de un amigo suyo de la comunidad (después de haber acompañado a su novia a casa) diciendo que le perseguían. El que le seguía era un tipo con el cual había discutido hacía cerca de un año y - nadie sabe por qué- comenzó a buscarle en aquellos días diciendo que quería matarle. Entonces los compañeros del Movimiento que estaban allí, decidieron acompañarle; entraron en un bar a tomar una cerveza y Alex vio al tipo que le había seguido. Entonces salió corriendo, y el otro disparó. Alex cayó al suelo, y aquél -viendo que todavía se movía- se acercó y descargó el arma con cinco disparos, mientras sus amigos permanecían allí mirando sin poder hacer nada. Los amigos lo llevaron al hospital y murió al día siguiente.
Semía estaba de vacaciones cuando recibió la noticia. La madre de Alex la buscó enseguida. Cuando Semía llegó a Brasilia fue rápidamente a verla porque estaba deprimida y no comía desde hacía días. Y la invitó a ir a las vacaciones de Gs la semana siguiente.
Después del segundo asesinato en seis meses (Edímar fue el primero) los chicos estaban abatidos; por eso Semía les propuso como gesto de revancha ir a las vacaciones del Movimiento. Fueron todos (cuarenta), con la madre de Alex.
Yo fuí a visitar a la madre de Alex a finales de Enero y me enteré que todos han pedido bautizarse, y que su hermano decidió casarse por la Iglesia. La madre seguía dando gracias a Semía porque le ha dado de nuevo a través del Movimiento, la esperanza para vivir, Y nosotros mirando a estos muchachos, pensábamos que para ellos la pertenencia al Movimiento es cuestión de vida o muerte. Y ellos tienen conciencia de ésto.
Ana Lydia, Brasilia
Por Luigi Amicone
Viernes 10 de marzo, tras los bastidores del Centro de Congresos de la Feria de Milán, también está un cierto señor L..
Participa en el encuentro con don Giussani, en un salón atestado de jóvenes, profesionales, periodistas, trabajadores de la comunicación. En un momento dado toma la palabra uno de los colaboradores de la Feria, y comenta: «¿Sabes que don Giussani me gusta? Esto no es una predicación. se ve que este hombre tiene experiencia de la vida...».
Más de mil personas, muchas de ellas de pie, en los pasi¬llos y en el segundo piso escuchando a Giovanni Ungarelli, director de la Res Libros & Grandes Obras, que comienza explicando por qué la Editorial Rizzoli ha decidido ofrecer a don Giussani la dirección de una colección entera: «La idea nació a partir de un ejemplo que se remonta a los lejanos años 80, “Los libros de la esperanza”, colección realizada por dos personajes extraordinarios: uno era don Luigi Giussani, el otro Giovanni Testori. Aquel fue el primer ejemplo de una colección religiosa realizada por un editor laico. Y esto es lo que nos ha llevado hasta los “Libros del espíritu cristiano”. En realidad nosotros hemos hecho muy poco. Todo el mérito es del contenido y la dirección de esta obra».
Giuseppe Costa, director editorial de la Sei que publica «Realidad y juventud: el desafío», carga las tintas: «En este libro he encontrado una sintonía entre el corazón del Santo fundador de mi congregación, san Juan Bosco, y por eso de la editorial para la que tengo el honor de trabajar, y el corazón de don Giussani. Por esta razón, deseo que podamos encontrarnos más veces para otras publicaciones».
Después, Davide Rondoni da pie a la intervención de don Giussani: ¿qué quiere obtener con los libros propuestos por la Rizzoli y cuáles son los factores que acompañan la comunicación que usted dirige a los jóvenes?
«He querido esta colección para mostrar la estrecha conexión que tiene la fe con las exigencias de la vida, persuadido de que una fe que no pueda ser hallada, encontrada en la experiencia presente, confirmada por ella, útil para responder a las exigencias de la vida, es una fe que no puede resistir en un mundo donde todo afirma lo contrario».
Pronunciadas en el “templo” de los negocios, en el laicísimo pulmón económico nacional que con su facturación de cuatro mil millones, treinta y cinco mil expositores y dos millones y medio de hombres de negocios visitantes, se sitúa en el primer lugar de los entes feriales europeos, las palabras de don Giussani resultan curiosas.
La clave de su discurso es la urgencia de la racionalidad, la pasión por este aspecto sintético de la experiencia humana: «Decir que la fe exalta la racionalidad, quiere decir que la fe corresponde con esas exigencias fundamentales y originales del corazón del hombre». La fe dentro de la existencia. Y la palabra de Giussani se convierte casi en grito: «Con la vida: ¡la vida hoy, porque el ayer ya no existe, y el mañana todavía no existe... es hoy, hoy! Un Dios que nada tiene que ver con lo que ahora, hoy, yo experimento, que en modo alguno tiene que ver, no existe, es un Dios que no existe, es un Cristo que no existe: estará en la cabeza de los teólogos, pero no en mí, no puede estar en mí».
Del grito a los pasos de una comunicación que es investigación aguda, comparación, acento de un pensamiento que despunta aquí y allá («aunque fueseis antipáticos... pero no, ninguno es antipático»), y arrastra al interlocutor a la presencia del núcleo esencial de esta extraña aproximación a la existencia cristiana. Por ejemplo, para aclarar el carácter actual de la experiencia de la fe, Giussani cita un fragmento del libro “Ser judío", obra del «gran rabino de Roma, Toaff». Giussani lee: «La época mesiánica es precisamente lo contrario de lo que quiere el cristianismo: nosotros los judíos queremos traer a Dios a la tierra y no llevar al hombre al cielo. Nosotros no damos el reino de los cielos a los hombres: queremos que Dios vuelva a reinar en la tierra»; comenta: «Es exactamente la característica del carisma con el que hemos percibido y sentido el cristianismo: porque el cristianismo es Dios en la tierra, y nuestro obrar tiene como finalidad, toda nuestra vida tiene como finalidad, la gloria de Cristo». Lo muestra con un episodio autobiográfico: «La gloria de Cristo es algo temporal, que se da en la historia, porque en el más allá El se ocupa de su gloria. Pero aquí, si yo no le sirvo, su gloria en la tierra es menor. Es lo que me decían mis padres espirituales, cuando estudiaba en el liceo, especialmente un tal padre Motta: “Si tú no haces sacrificios, no rezas y no cumples con tu deber, es menor la gloria de Cristo". La idea de que yo disminuyese la gloria de Cristo me humillaba».
Que impresión oir declamar, de repente, la poesía de Leopardi: «Belleza...pense en tí, en este árido suelo, como guia y compañía; más nada hay en esta tierra que se te asemeje». En la sala se produce un silencio lleno de emoción, cargado de un drama, que despierta sorpresa, atención, escucha.
Algo que pone de manifiesto el presidente de la Feria, Cesare Manfredi, cuando más tarde, despidiéndose de don Giussani. dijo con sencillez: «Gracias, me ha impresionado mucho lo que ha dicho, espero que la Feria pueda tener más veces el honor de acoger a una personalidad tan excepcional como la suya».
«Y comprendí», continua don Giussani «comprendí, en mayo estudiando mi tercer año de bachillerato (ndt. corresponde a 8^ de E.G.B.), lo que Leopardi había intuido...: “Si tú eres una de las ideas eternas... desde aquí, donde los años son infaustos y breves, este, de amante ignoto, himno recibe” ¿Qué? ¿“Ignoto amante” a Ella, la Belleza presente entre nosotros, hecha hombre, carne...?». Subía el tono de voz, perentorio: «¡Hecha car-ne!... ¡No es que Ella haya desdeñado asumir nuestra carne mortal, sino nosotros los que la desdeñamos...! en suma, he dicho: «¡Este es el primer capítulo de san Juan! “El Verbo se ha hecho carne”». Y de nuevo el pensamiento hacia Leopardi, como si fuese un amigo apenas desaparecido: «...Si sólo hubiese tenido alguien en torno, y no tuvo a nadie, ninguna amistad, ninguna compañía que le abordase y le sostuviese para dar el pequeñísimo paso que debía dar».
En síntesis extrema: la fe como expresión suprema de la racionalidad, como un evento que se vive, no que se lee o estudia, la fe. Giussani cita a Guardini: «En la experiencia de un gran amor todo se convierte en un acontecimiento dentro de su ámbito». De aquí toma pie para subrayar la palabra “ecumenismo”: «Por su naturaleza la fe cristiana es ecuménica. Pretendiendo ser la verdad, no sólo no tiene miedo de confrontarse, sino que ante todo extrae de todo encuentro lo que es verdadero, eso que ya es suyo, construyendo su propio rostro en la historia con esa magnanimidad con la que mira el aspecto verdadero de todo lo que encuentra, lo exalta, dice si es justo, si es bueno, si es verdadero, dice: “gracias”, no excluye nada, no juzga nada; afirma lo que se le ha dado, afirma lo que es. En cambio, quien es consciente de no tener la verdad, sino una imagen opinable, discutible, no puede no defenderse, no ponerse a la defensiva, siendo, en el mejor de los casos, “tolerante”.
Nosotros estamos acostumbrados a buscar en todas y cada una de las cosas, esa pizca de bien que puedan tener dentro, y a exaltarla, sentirla hermana, compañera de nuestro camino... “Veritas Domini manet in aeterno”: lo que es verdadero permanece para siempre. Este es nuestro concepto de ecumenismo».
Respondiendo a la pregunta sobre los jóvenes, Giussani ha apuntado directamente al corazón del problema educativo. Así, teniendo como premisa que «el gran problema de la sociedad es sobre todo educar a los jóvenes», explica que la educación verdadera, «es decir, correspondiente con lo humano», exige la propuesta de la tradición, la verificación de la misma en el presente vivido como búsqueda de razones adecuadas, la conciencia crítica.
Para describir esta dinámica Giussani parte de una imagen: la del niño que hasta cierta edad repite lo que escucha decir «porque lo ha dicho la maestra... lo ha dicho mamá», acogiendo así, justamente, lo que el adulto, ofreciendo lo mejor que ha aprendido de la vida, le ha puesto en la mochila. «Pero en un momento dado -subraya Giussani- la naturaleza da al niño el instinto de coger la mochila y ponérsela delante de los ojos»: de este modo la tradición recibida se convierte en “problema” («si no se convierte en problema, no llega a ser jamás madura y se la abandona irracionalmente o se la mantiene irracionalmente»), de modo que la mochila de la tradición «se pone delante de los ojos» y «uno mira qué hay dentro». Es la idea de “crítica”, «que no tiene un sentido automáticamente negativo» sino que «es darse razón de las cosas». Por lo que la «educación crítica» se convierte en propuesta hecha al muchacho «de un pasado dentro de un presente vivido, que da sus razones». Polemizando con la idea de crítica «reducida a negatividad» y a duda, Giussani dice: «La identidad entre problema y duda es el desastre de la conciencia de la juventud», porque «la duda es el término, más o menos provisional, de una investigación; el problema es la invitación a comprender lo que tengo delante, a descubrir un bien nuevo, una verdad nueva». Y evocando una vez más a Giacomo Leopardi, resume: «Sin uno de estos factores: tradición, presente vivido que propone, da las razones, critica, el joven es “frágil hoja, lejos de tu rama, ¿dónde vas tú?”, víctima del viento dominante, de la propia mutabilidad que es la opinión pública general creada por el poder real». Y he aquí delineado el objetivo del método del que nace Cl: «Nosotros queremos liberar a los jóvenes. Nosotros queremos la liberación de los jóvenes de la esclavitud mental, de la homologación que hace esclavos mentalmente de otros. En mi primera hora de clase dije a los chicos: “No estoy aquí para que retengáis como vuestras las ideas que os doy, sino para enseñaros un método para juzgar las cosas que os diré”».
Por Giovanni Monti
El cristianismo es un hecho. Te das cuenta en Madrid, en una mañana de sol en la facultad de Medicina de la Universidad Complutense, con los chicos que desfilan a centenares por una escalinata del campus, cuaderno bajo el brazo.
9 de marzo, son las doce y media. El aula anfiteatro dedicada a Ramón y Cajal está a rebosar: tiene una capacidad de 900 personas, y habrá en ella unas 1200. Estaba cerrada desde hacía horas, con las azafatas que movían la cabeza. Alguno al final ha sido capaz de entrar, y la gente se sienta en la escalera, en el pasillo central, está de pie, se pone de puntillas para ver. Fuera hay otra sala llena de gente, conectada con cámaras de circuito cerrado, y muchos se paran en grupos ante los monitores de los pasillos: en la pantalla el rostro de Luigi Giussani.
Ha venido para dar una lección en la Universidad Complutense, la más importante y la mayor de España, invitado por el Club de debate, un centro cultural muy activo. En la mesa está su presidente, José Antonio Verdejo, a su lado don Javier Prades, el rector de la Complutense Gustavo Villapalos, y Francisco Javier Martínez, obispo auxiliar de Madrid.
Giussani agradece al rector el espacio de libertad que ha abierto, una libertad que hoy coincide con dos aulas en las que ha irrumpido el hecho cristiano.
Giussani ha venido a hablar de su libro, II senso di Dio e l’uomo moderno. El ideal humano - dice - hoy ya no es Dios, como en la Edad Media. Entonces Dios era el ideal tan libremente perseguido y obedecido que siendo el catolicismo la religión predominante, todas las universidades en un momento dado han acogido, dando libertad de expresión incluso al pensamiento de influencia musulmana. «En nuestro tiempo, hoy, sucede con frecuencia que al católico no se le deja la posibilidad de hacer su camino».
Giussani tiene a esta gente en el corazón, se ve enseguida: «He dicho siempre a mis amigos que es desde España desde donde se puede retomar con fortaleza y coherencia una cultura cristiana, capaz de responder al mundo de hoy. Permitidme un énfasis ingenuo: un pueblo que ha tenido a don Quijote, a Isabel de Castilla, y a Felipe II. puede -si resurge- guiar, realizar una Nueva Hispanidad».
Giussani vuelve a dibujar los pasos que han determinado el giro radical de la edad moderna: dice que el poder, en primer lugar, ha «yuxtapuesto» la religiosidad al mundo, y después la ha sustituido por la actividad misma del hombre. Y también la Iglesia en estos últimos siglos ha ido asumiendo esta división: «Acepta que Dios ilumine, juzgue, sugiera respecto a un cierto sector de la expresión humana, pero en la vida cotidiana se encuentra como algo yuxtapuesto». Incluso gran parte de la teología - dice Giussani - «llega a una depresión del concepto de Dios, identificándolo con el misterio vago, que es el término último de un relativismo religioso: cada cual puede pensar el misterio e imaginárselo como le parezca». Mirando a la sala no parece que sea la experiencia de esta gente. El hecho cristiano se comunica cara a cara, con toda la fragilidad que esto supone. Se llama «presencia» este fenómeno que nuestra cultura ha olvidado.
«La pretensión del hombre de ser la medida de todas las cosas tiene como fruto trágico la disolución de la realidad. Todo muere, en el sentido literal de la palabra», dice Giussani. Lo demuestra obligando a hablar a cuatro palabras claves: «La razón como medida de todas las cosas, lo que no mido no existe. Entonces lo que existe es una prisión». La libertad, entendida como ausencia de vínculos, en lugar de la «potencia afectiva de adhesión a la verdad». La conciencia, que se ha convertido en una palabra angosta, un «pozo agostado», siendo sin embargo «el lugar a través del cual se escucha la voz de Otro». La cultura, entendida sólo como posesión, y donde «el corazón se dispersa en lugar de ser cada vez más creado». Citando a Móntale, Maquiavelo, Kafka. Comelio Fabro, Giussani muestra que el ocaso de la Edad Media es la muerte de Dios, «afirmada con orgullo desde hace tiempo, incluso antes de que existiese la fórmula». La teología católica - dice - «se ha detenido en un relativismo ecléctico, por una parte (“cada uno puede pensar lo que quiera” también respecto a la religión) y, por otra, se retrasa en una visión escatologista (“la solución se verá al final”): es el presente lo que se salta. Lo divino implicado en lo humano.
No ayer, hace dos mil años... ¡hoy!». Y cuando Giussani dice «hoy», busca decir hoy, 9 de marzo de 1995, una de la tarde, Madrid, Facultad de medicina, aula Ramón y Cajal.
«Los hombres han intentado imaginar y alcanzar con sus propias fuerzas este misterio, que está tanto al final como al principio de cada instante - dice Giussani -, pero El ha elegido otro camino: un pescador sale de madrugada y ve a sus amigos que están hablando entre sí. Está escrito en Juan 1, 35-51: tenéis los apuntes de un diario, una páginas de “notas” de uno de los dos implicados en el suceso. Así ha comenzado el cristianismo, así comienza para mí, hoy. Un encuentro, cara a cara, los cabellos al viento, la voz ronca». Y los primeros «se han apegado tanto que todos los errores, y la hostilidad de la multitud que le seguía y le abandonaba, sólo permanece para ellos como un dolor que no representaba ninguna razón para dejarle». Giussani ha llegado al punto: Cristo «pasa a través de mí, a través de ti; pasa a través de todos los que dan este testimonio, como ha pasado de Andrés y Juan a su mujer y a su madre, a sus hermanos, a los compañeros de pesca, y después paso a paso hasta mi madre. Mi madre me lo ha dicho a mí. Esta es una concreción terrible, divina: fuera de esto el cristianismo no existe».
¿Cuál es el método de Cristo? «Una palabra resume todos los medios: milagro». Giussani invita a pedir sin tregua. «Pero el milagro tiene dos modalidades supremas, que cambian la socialidad del vivir y el modo de afrontar la construcción del futuro. La primera es la unidad. “Todos los que habéis sido bautizados os habéis ensimismado con Cristo. Ya no existe ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, sino que sois uno en Cristo Jesús”. El segundo milagro es el ecumenismo: en el cristianismo primitivo no existía la palabra cultura, pero la palabra ecumenismo sí». Donde existe la claridad de la fe, que Cristo es todo, «todo lo que se encuentra revela algo bueno. Todo. También el perro pútrido de los evangelios apócrifos. El ecumenismo no es la tolerancia de todos, sino un amor a la verdad que está innata en todos. La Iglesia al comienzo era denominada eirene, paz. San Pablo decía: panta dokimazete, juzgadlo todo. Porque todo grita: “Amor, amor cada cosa clama” decía Jacopone da Todi en el más bello verso de toda la literatura italiana: encontrad una cultura que abrace todo así». Giussani concluye recitando una poesía de Juan Ramón Jiménez y respondiendo a alguna pregunta. Al final agradece a monseñor Martínez, «y a los sacerdotes que trabajan con él. porque en todo el mundo hacen más evidente la historicidad del Evangelio y su contemporaneidad con la vida de Cristo».
En cuanto él se va, todos tienen algo que decir, se juntan para comentar la impresión recibida, pero lo más impactante es la percepción del modo que Giussani tiene de afrontar las cosas.
Dos profesores del Seminario dan las gracias a Prades: «Me ha asombrado mucho - dice uno - la fuerza sintética y la belleza poética con que Giussani dice la verdad». Y el otro: «Este hombre está de tal modo ante una presencia, que busca por todos los medios decir lo que tiene delante». Una chica sale por su cuenta. Ha decidido volver a casa a pie para pensar en todo esto. Un camino bastante largo.
El saludo del rector
Con sus cientoventicuatro mil alumnos, la Universidad Complutense de Madrid es la más importante y antigua (1293) de España. El Rector, Gustavo Villapalos, ha introducido la conferencia de don Giussani con estas palabras:
«Quiero simplemente decir dos palabras, y no para presentar a don Giussani, pues no es necesario. Sí quiero subrayar que es realmente jovencísimo, el más joven de todos los fundadores de cualquier movimiento que haya tenido la Iglesia - parece que está ahora como en los tiempos en que fundó Comunión y Liberación, el movimiento en el que, como muchos de vosotros sabéis, se busca favorecer una educación cristiana madura y profunda de los propios miembros y, al mismo tiempo, colaborar con la tarea de la Iglesia en estos momentos de fin de milenio, en los que se juega, como ha dicho en más de una ocasión el Papa, nada menos que el hecho de que la sociedad futura sea o no una sociedad posteristiana.
Precisamente en este reto, que nuestra sociedad continúe teniendo raíces y expresiones cristianas no relegadas a la conciencia individual, es en lo que Comunión y Liberación ha trabajado intensamente desde el momento en que su fundador le dio vida y se extendió felizmente en Italia y en todo el mundo.
No me queda sino agradecer a don Giussani haber sido capaz de encontrar un hueco en su agenda, tan llena de compromisos - nos decía hace un momento que esta es su primera salida de Italia en casi un año - y desearle que se sienta en esta Universidad Complutense como en su casa, ¡porque verdaderamente es su casa!, como ya le hemos dicho antes dándole la bienvenida, y saludar a todos los presentes que tienen la oportunidad de ver y escuchar a un hombre excepcional - una de esas personas que renuevan la Iglesia y, por tanto, el mundo - como es el fundador de Comunión y Liberación. Gracias».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón