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Huellas N.01, Enero 2020

BREVES

La historia.

El ladrillo de Luna

Este año me apunto al servicio de orden». La vez anterior, al final de los Ejercicios espirituales de los universitarios, hablando con sus amigas en el autobús, ellas le habían comentado su experiencia haciendo ese servicio. Estaban felices. ¿Qué había tras esos ojos que brillaban? Para descubrirlo, Luna quiere hacerlo también este año.
En cuanto llegan a Rimini, Julián Carrón se reúne con los voluntarios antes de que empiecen los Ejercicios. Estos días son como una construcción, dice, podéis fijar vuestra atención en un detalle pensando que un simple ladrillo no sirve para nada, o bien mirar el edificio entero y sorprenderos al ver que vuestro detalle forma parte de una construcción hermosa.
A Luna le asignan el control de la entrada en el exterior del recinto ferial. Pero enseguida, ya a la cuarta persona que accede, se introduce la duda. Si estoy aquí haciendo el servicio de orden, no puedo estar con mis amigos de la facultad, los horarios son muy estrictos, entramos al salón después de que entren todos y puede ser que la charla haya empezado ya. Luna se entristece. Su tarea es banal, automática. Basta poco para que aparezca la pregunta: «Pero, ¿qué hago yo aquí? El ladrillo, el edificio... bah, me equivoqué, tenía que ir con mis amigos».
Al final, han entrado todos. Luna que quiere ir a sentarse en el puesto donde ha dejado papel y boli. Se queda atrás, apoyada en la pared. Qué desilusión, pobre amor mío, vivir la vida con este corazón. Resuena este canto de Chieffo y la palabra “desilusión" retumba en su cabeza: ...y no querer soltar nada y amar todavía como los demás. «Vaya, he vuelto a vivir como los demás, después de todo lo que he vivido este año... Qué tristeza». Sigue la canción: Bastaría con volver a ser niños y recordar que todo nos es dado. Sí, volver a ser niños, pero ¿cómo?
A la mañana siguiente Luna está allí otra vez, en la entrada, pero empieza a ver ojos, caras, personas. «Volver a ser niños».
Está a punto de comenzar la misa, en la entrada de los baños se encuentra con Naima. Lleva el velo islámico y no participa en la misa. Se acerca a ella y empiezan a hablar. Se había apuntado a los Ejercicios, pero se arrepintió y canceló su inscripción. Sin embargo, al cabo de unos días, recapacitó y, sin saber cómo, volver a cambiar su opción, tecleó en Google “ejercicios CLU". Le apareció en pantalla una carta de 2018. «¡Mi carta!», piensa Luna. La escribió por agradecimiento porque en Rimini había vivido algo grande. Después todo había ido a mejor, caminaría en compañía de Otro. ¿Y ahora? ¿Qué hacer con el servicio de orden? «Bastaría recordar que todo es dado, todo es nuevo, liberado. Lo tengo todo aquí: basta con que mire». Este es el ladrillo del edificio, un ladrillo hermoso que forma parte de una catedral. Es Naima. Y también cada persona que entra en el recinto, cada mirada, cada palabra que dice Carrón... Todo. También de vuelta a casa, donde las cosas son las mismas, pero ella no es la misma. Entonces piensa: «Cuando experimenté mi nada, empecé a mirar a Otro. Así comienza un camino».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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