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Huellas N.02, Febrero 1995

VIDA DE CL

A dos pasos de Siberia

Giorgio Vittadini

Fragmentos de historias personales y de presencia cristiana entre los rascacielos de Nueva York. Las sectas, el cinismo de los adultos y el desafío de una compañía guiada

Una amiga nuestra, ingeniero, que desde hace unos años trabaja en Telesoft América (asociada a Telecom) -en una localidad a 40 kilómetros de Nueva York- ha inventado un sistema de formación, altamente innovador, para managers italianos de su empresa. Llegada a los Estados Unidos casi por casualidad y constatando que los cursos de formación se despachaban como poco más que unas vacaciones, ha pensado establecer un nexo con las grandes empresas de telecomunicaciones americanas. Introducir a los directivos italianos en el corazón del sistema productivo estadounidense constituiría un training único en el mundo. Dicho y hecho. Su idea se ha convertido en una noticia dentro del mundo empresarial. Esta anécdota es sólo un ejemplo de lo que significa afrontar la realidad con pasión y apertura: valorar toda ocasión positiva y vivir la propia experiencia como respuesta al problema humano. En efecto, el trabajo de nuestra amiga, además de constituir un recurso para nuestra misma experiencia -empresarios de la CdO también aprovecharán los cursos promovidos por ella- ha suscitado y suscita la pregunta por el origen de una posición como la suya que se adhiere más a la realidad.
Este es, por otra parte, el «paso» que el Movimiento está dando en los Estados Unidos: vivir la propia identidad con la conciencia de las razones y no encerrarse en sí mismos, como una de las muchas sectas de barras y estrellas. Nuestros amigos, por tanto, afirman la diversidad del cristianismo que nace como encuentro de Dios con el hombre y no como intento solitario de construir un puente hacia el infinito. Es un paso hacia la conciencia de ser portadores de una novedad absoluta dentro de una compañía humana. Es interesante observar que también en los Estados Unidos la profundización de la experiencia del Movimiento y de la relación con quien lo guía, ha suscitado una inteligencia de la realidad, de otro modo impensable.

Una pasión por lo humano
La pasión por lo real, el deseo de hacerlo más humano, el amor a la persona concreta aprendido en la compañía cristiana, ha suscitado en nuestra amiga el deseo de que los colegas que iban a América no desperdiciaran el tiempo, sino que se formasen en una mayor madurez profesional y humana. Análoga es la experiencia del padre Marino. Dirigiendo una vasta obra de ayuda a los emigrantes, ha profundizado su posición humana y vocacional y la conciencia de su tarea, en la amistad con los chicos y chicas de los Memores Domini. Así su generoso compromiso ha sido transformado, como él mismo admite: dar una esperanza a tantos hombres y mujeres -que llegan a Nueva York movidos por el sueño americano-, se ha convertido en un gesto de caridad, consciente del valor de la persona y del límite de toda acción humana. La profundización de las razones de su fe, apariencia para la mentalidad americana -también la vida cristiana se puede disolver en un activismo voluntarista-, ha llegado a ser para el padre Marino el factor dinámico de su empeño como sacerdote y trabajador social. Los Memores Domini que trabajan en su oficina han dado una razón más profunda al trabajo de todos:
los emigrantes son tratados como personas y no como prácticas burocráticas a despachar.
Para el compositor de gingle publicitarios el encuentro con el Movimiento también ha significado cambiar. En la que era la pasión de su vida -el mundo del pop rock y de la música country, tan fuertes en la tradición americana-, ha descubierto las huellas de una pregunta y un deseo no expresados por la mentalidad puritana y moralista que domina toda América, desde la Casa Blanca a las familias medias del Middle- East. E igual que hace 40 años el Movimiento nació leyendo los clásicos de la literatura, escuchando música, yendo al teatro, del mismo modo en la situación newyorkina se ha comenzado a mirar de forma distinta el arte, la música y el cine, signo de la pasión por lo humano propia del hecho cristiano.

Expulsados de la escuela
Se podría hablar de otros muchos amigos americanos. Por ejemplo, los sacerdotes de la Fraternidad de San Cario: su unidad y su amistad son un instrumento misionero en una situación en la que muchos sacerdotes están terriblemente solos.
En una situación en la que millares de sectas ofrecen refugios fáciles frente a un realidad dura de vivir, el Movimiento puede representar el signo inicial de una presencia que responde a lo humano y permite vivir sin miedo. Por tanto, una compañía guiada que afirma, con humildad y atrevimiento, que se puede vivir. A partir de la persona se desarrolla una presencia de otro modo impensable. En todos los ambientes, también en la escuela. Y ya comienzan las dificultades. A pesar de una libertad formalmente declarada, de hecho se impide a los profesores proponer un ideal a los muchachos; un amigo nuestro ha sido expulsado de su instituto por haber ofrecido a los estudiantes una experiencia de amistad. En la universidad todo grupo es catalogado y reducido dentro de las estructuras alineadas como cajas en una estantería: las asociaciones estudiantiles parecen parques de juego para niños superficiales, en los que emborracharse, hacer deporte o coleccionar mariposas; la investigación y el estudio están movidos, como máximo, por preocupaciones moralistas o vagamente idealistas. Que en este con¬texto haya adultos no desilusionados con el trabajo (que mata tanto a quien vence como a quien pierde), con la familia con «fecha de caducidad», con las amistades asfixiantes... bien, adultos así son una presencia por el mero hecho de existir. No es necesario que realicen nada particular: su misma presencia contesta esa concepción de la vida tan bien expresada por un fotógrafo en una exposición preparada en Washington: el artista ha representado jóvenes entusiastas, adultos escépticos y viejos cínicos -según la trayectoria trágica descrita por don Giussani en Realidad y juventud: el desafío-, sin un grito ni la posibilidad de un encuentro.
Es conmovedor ver, precisamente en Nueva York, lugares estables de amistad con posibilidad de frecuentarlos físicamente: la caritativa en un gran hospital de la ciudad, encontrarse en Manhattan en el intermedio del trabajo, la fiesta en Brooklyn, los grupos de muchachos reunidos en torno a los profesores que arriesgan por ello su puesto de trabajo, el tímido surgir de los primeros grupos de Fraternidad, el desarrollo a veces incierto de las primeras obras sociales. Y, sobre todo, la unidad que siempre renace entre los responsables -una amistad no formal que une y es el primer signo e instrumento de crecimiento del Movimiento- no sujetos al nomadismo típico de muchos americanos y a la casualidad de los encuentros. Todo ello indica la existencia física, por tanto encontrable, de algo nuevo en un mundo en el que no hay centro, tanto en las ciudades de provincia que se extienden desordenadas en torno al municipio, signo formal de unidad, como en las metrópolis donde los rascacielos representan un centro abstracto en el que parece impensa¬ble cualquier forma estable de compañía humana.
Una última observación: el diálogo, vivido y deseado, con algunos obispos estadounidenses es un factor objetivo que asegura a este inicio de presencia un álveo de estabilidad y de crecimiento dentro de la vida de la Iglesia.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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