Nuestro camino
El pasado julio murió trágicamente en la montaña nuestro padre Carlofelice. El mismo día de su muerte, nuestra madre,-Marlene-, fue ingresada en el hospital en estado muy grave con peligro de muerte, y sólo la decisión de los médicos de intentar una operación quirúrgica (intentar, porque ninguno sabía qué es lo que tenía), la salvó. Este ha sido el primer milagro de papá. Desde aquellos terribles días de julio, los amigos del movimiento se han hecho muy cercanos a nosotros, a mamá, a los abuelos (los padres de papá), sosteniéndonos en toda necesidad, con una ternura, un afecto y una constancia conmovedoras. En este momento la casa de los Memores Domini de Lugano se ha convertido para nosotros como en nuestra propia casa: allí somos siempre acogidos y ayudados en nuestro propio camino. “Es como si se hubiesen convertido todos, de improviso, en mi familia”, ha dicho alguien.
Ya antes teníamos amigos del movimiento, pero no nos habíamos dado cuenta de la importancia insustituible de esta presencia. Nos han acompañado paso a paso hasta llegar a aceptar la muerte de papá como parte del designio de Dios y como ocasión de participar de la cruz de Cristo. Ahora también mamá ya no vive en la rebelión sino con la petición de poder comprender cuál es la voluntad de Dios y de poder aceptarla. Así, con un todavía tímido sí al designio de Dios y con una incipiente gratitud, se está haciendo más claro cómo están las cosas: “Cario vive más cerca de nosotros que antes, conociéndonos como no nos conocía antes, sabiendo el destino bueno al que va nuestra alma, la incansable inscripción de nuestra existencia en el Ser infinito”(don Giussani). A través de la gratuita dedicación que han tenido hacia nosotros las personas del movimiento hemos podido y podemos experimentar una pizca del amor que Cristo nos tiene: si ellos, que son hombres, nos quieren así de bien, ¡cuánto nos debe querer El! Y entonces Él no puede menos que compartir nuestro dolor, casi excusándose por lo que ha permitido que sucediese. Así mamá, que antes no había seguido hasta el fondo a papá en la adhesión al movimiento, nos sorprende continuamente: “Hay tanta gente que nos hace compañía, aunque a veces son personas que no había visto nunca antes. Nos encontramos unidos, sobre todo en la oración: porque saben lo que nos ha pasado y cuánta necesidad tenemos de ser sostenidos por sus oraciones. Cuando deben volver a sus casas, incluso en otra ciudad, los amigos me dicen que están siempre con nosotros. Esto ha supuesto un cambio inimaginable. Ahora tengo abierta mi casa, incluso al que acogía al principio con fatiga. Nuestra familia está más unida que antes, paradójicamente, porque desde el pasado otoño Francesca y Benedetta viven fuera de casa por los estudios. Me he dado cuenta, ahora, que Carlofelice está muerto, que él nos ha trazado un camino que nosotros no debemos seguir a la fuerza porque él ya no está sino porque es nuestro camino. Antes delegaba en Carlofelice el seguirlo, ahora en cambio me muevo yo. Al inicio lo hacía porque lo hacía él, pero ahora lo hago también por mí”. Estos milagros son ciertamente el inicio inimaginable del consuelo que don Giussani ha jurado que nos sería dado, y por el cual estamos agradecidos al Señor.
Marlene con Francesca, Benedetta, Matteo, Lorenzo y Raffaele, Lugano
¡Se puede vivir asì!
Una jomada como una de tantas, hipotónica, lánguida, donde ya supone una fatiga salir de la cama. Uno de esos días donde te mueves pesadamente entre las camas por hacer, la compra, quitar el polvo, el pelo despeinado...y una mirada medio dormida. Y ellos están allí, mis “dulces” hijilos, ya con los ojos abiertos y llenos de energía a las siete de la mañana, dispuestos a desafiar mi desidia, mi pesadez. Voy de un lado a otro de la casa, indecisa, pero las cosas a hacer son inexorablemente las mismas y hay poco donde elegir. Ya uno de mis hijos entonaba el primer lamento y una ráfaga de caprichos, uno detrás de otro. Eran sólo las ocho de la mañana y llegar a la noche parecía una empresa superior a mis fuerzas.
Pongo en orden el despacho donde sobresale una vieja librería superllena...y provista de los libros del mes (alguno pronto olvidado). Pero el suyo no. Está allí, pero no ha acabado como los demás. Debe ser el modo como lo ha escrito. Debe ser ese tono que se “percibe” mientras lo lees. No he envidiado a los que han podido escucharlo en vivo...Porque así lo he leído más detenidamente.Porque entre una línea y otra he imaginado sus gestos, el echarse hacia delante, hasta las pausas. Pero sobre todo su sonrisa...y su mirada excepcional. Debe ser esa ternura que rezuma en todas las páginas lo que me lo hace sentir tan cercano. Ni siquiera aquella santa y justa escuela de comunidad me había jamás conmovido así ( sin embargo, mucho de ella está contenido en estas páginas). Ha alcanzado el corazón, es más, el punto de correspondencia más profundo con el corazón. Ha desafiado los muros de esta casa. Ha desafiado el pensamiento de que ya no podía volver a acontecer. Se ha insinuado como una sólo entrevisto y comprendido por el que verdadera, intensa y fielmente, amase con toda su persona, en este mundo, a alguien (...). Pero todavía no estamos en el Paraíso”. Nosotros y nuestras interminables discusiones sobre el dinero o sobre las oportunidades perdidas. Aun cuando tuviésemos todo...¿dónde está nuestra esperanza? “Nuestra esperanza no depende de Cristo, depende de una cierta posesión, de la posesión de una cierta cosa.” í Pero: “La esperanza es la certeza en Cristo, que funda la certeza en el futuro”... ¿se puede vivir así? Nosotros no somos mejores que los demás, nosotros...¿podemos renacer todavía y mirar y amar a nuestros hijos de otra manera? “Cuanto más uno ama, tanto más le importa Cristo, porque es Él el que salva para siempre aquello que amamos: al menos desde este punto de vista debemos aceptar a Cristo. O si no se ama nada, o cuanto más se ama, tanto más necesario es Cristo para salvaguardar aquello que se ama, para mantener aquello que se ama, porque de otra manera lo perdemos, pasado mañana ya no existe^. Ahora los niños gritan y debo volver. Les gritaré y después les abrazaré como siempre. Mi marido se marchará apresuradamente tragándose un café ardiendo, los días seguirán entre un problema y otro. Pero se insinúa una sonrisa. Una sonrisa con sabor a eterno...¿Se puede vivir así? Sí,se puede vivir así.
María
El coro de la carcel
Trabajando con la asociación Encuentro y Presencia hemos conocido a un detenido que nos ha sido confiado para reinsertarlo en la sociedad. Durante las vacaciones de verano del año pasado, nos pidió poder ir a la cárcel de San Vittore a cantar en la misa de los presos, para que también sus compañeros tu viesen la posibilidad de gustar la belleza que nuestros cantos comunican. Como grupo de Fraternidad tomamos en serio esta petición, contactando con el capellán de la cárcel y formando un pequeño coro. En cada ensayo leíamos el artículo aparecido en Litterae (Dulcis Christe) y teníamos bien presente las palabras dichas por don Giussani: «Haced con sentimiento este servicio: con sentimiento significa pronunciar cada palabra como vuestra. Aunque no sea verdad, aunque ahora no sea hipótesis atrevida ...distinta: ¿se puede vivir así? ¿Es posible para nosotros? ¿Puede darse en nuestras i relaciones tan apresuradas y llenas de compromisos, en las que no nos paramos nunca? Aquel fugaz y frugal modo de tratamos. ¡Qué distinta es su paciencia! ¿Se puede amar así? “El modo en el que amaremos en el Paraíso es un modo que puede ser todavía verdad, vosotros lo hacéis volver a suceder. Os imponéis a la opaca realidad». El domingo por la mañana cantamos en tres misas: para los hombres, para las mujeres y para los enfermos; al final de la misa en el ala de los hombres (nos sorprendió el silencio y la atención con la cual seguían la ceremonia) nos han aplaudido. Las mujeres tienen su capilla propia (atendida por unas monjas), su propio coro, leen las lecturas y presentan al capellán una larga lista de nombres por los que rezar (maridos, hijos, familiares...). Los cantos en esta misa los hacíamos juntos y nos pidieron aprender los que proponíamos nosotros, siguiendo con atención. Es mucho más fácil, cantando, anunciar a Cristo al que hemos encontrado y que ha cambiado nuestra vida, haciéndola más verdadera; esto es lo que vamos a comunicar a la cárcel, para que sea verdadero para todos.
Daniela y los amigos del Arcipelago, Milán
De un amigo
Queridos amigos,
hace tiempo me permití escribir al senador Giulio Andreotti con motivo de su valiosa intervención en la Asamblea internacional, el pasado agosto, en La Thuile, en el valle de Aosta. Hace pocos días recibí con sorpresa una carta del Senador. Me gustaría que todos conociesen su contenido, porque nos hace sentir aún más cercanos:
Querida Liliana:
he esperado a las vacaciones de Navidad para responder su carta, enviándole a la vez felicitaciones personales y generales.
Más que nunca siento la necesidad de fermentos cristianos en esta difícil sociedad italiana. Quien me ha excluido -con calumnias absurdas- de la vida política activa, no sabía qué bien -dentro del misterioso designio de mi vida- hacía a mi alma. El afanoso pragmatismo vivido durante decenios corriá el riesgo de secarme del todo. Buena Epifanía. Giulio Andreotti
Liliana, Milán
Eslovenia. Después del '89
Desde hace muchos años recibo vuestra revista. Es una voz amiga que nos llega a pesar del desbarajuste político y económico que nos aturde. De siempre he seguido con atención los artículos, porque me parecía escuchar el latido de una corazón grande, que sentía muy cercano en los pasos del camino de nuestras comunidades en Eslovenia. En estos últimos tiempos la revista se está convirtiendo para nosotros en una confirmación de cada paso que realizamos en la amistad con el Movimiento. La época que estamos atravesando nos pide nuevamente una fuerte dosis de esperanza y de optimismo cristiano. Quien esperase que los grandes cambios ocurridos en el Este, después del 89, tras la caída de los regímenes comunistas, llevarían automáticamente la libertad y un nuevo modo de vida, seguro que se ha desilusionado. En las sociedades post-comunistas se está difundiendo un escepticismo y un cinismo tales que destruyen toda relación verdaderamente humana y especialmente impiden el revivir de la experiencia cristiana en lo cotidiano. En Eslovenia, un nuevo estado, con una democracia enferma de liberalismo anticlerical que resurge de las cenizas del socialismo, la Iglesia, después de haber vivido años de represión, está siendo nuevamente humillada. La propuesta de Comunión y Liberación, especialmente la original y gran obra de Don Giussani, nos ayuda a vivir una experiencia concreta, única posibilidad de hacer renacer el hombre nuevo en Cristo y del resurgir de una cultura cristiana. Las traducciones de muchos libros del Movimiento comienzan a ser conocidas por personas alejadas de la vida cristiana.
Lo que más impresiona son las ayudas que muchas comunidades de CL están continuamente mandando a los campos de refugiados de Bosnia y los centros de Caritas eslovena. Las numerosas experiencias de las comunidades de Comunión y Liberación contadas en la revista son para nosotros como una lluvia permanente de gracia sobre el continuo intento que hacemos por vivir la amistad en Jesucristo.
Padre Vinko Kobal, Godovic
Cartas desde la estepa
Palavinnoe es un pueblo agrícola a unos 400 kilómetros de Novosibirsk, en Siberia. Surgido después de las deportaciones stalinistas, está habitado principalmente por familias de origen alemán y ruso. El nivel de vida es muy sencillo, semejante al de principios de siglo en Italia: ningún coche, sólo caballos y trineos. Don Francesco, de la Fraternidad de San Cario Borromeo, ha sido nombrado párroco. Publicamos algunas cartas enviadas recientemente a sus amigos de la Fraternidad sacerdotal.
2 octubre 1994
En el pueblo se han iniciado los trabajos dentro de una gran nave que la diócesis nos ha ayudado a comprar y donde regularmente se celebra la misa.
Todavía queda mucho por hacer. La iglesia está situada en un lugar bellísimo del pueblo. Debía convertirse en un bar, y por eso ha sido construida cerca de la escuela, de un centro cultural, de un asilo y de un hospital. Se está convirtiendo en el corazón del pueblo. Un niño de diez años, mientras me ayudaba junto con otros compañeros a trasladar el material, me ha dicho: «¡Es mejor la Iglesia que el bar!». Estos niños estaban mirando mientras llevábamos los ladrillos apenas descargados en la plaza al edificio. O mientras excavábamos una galería subterránea bajo la iglesia para unir los tubos del agua. Es necesario hacerlo a una profundidad de al menos tres metros para aseguramos de que el tubo no se hiele. El domingo por la tarde se juega al balón en el campo deportivo cercano a la iglesia. Con mucho mérito. Además de los niños, también algunas mujeres de la comunidad alemana y rusa nos echan una mano, sobre todo para pintar y para aislar las ventanas. Los hombres, en cambio, están ocupados en los trabajos del campo.
1 noviembre 1994
La gente que ha venido hoy a la iglesia -todas mujeres, siendo un día de trabajo- estaba contenta porque ve que poco a poco la iglesia se va haciendo cada vez más acogedora. Han bastado unos pocos cambios por dentro. Ayer por la tarde fui al hospital cercano a la iglesia. He saludado a las mujeres que se están recuperando y me he entretenido con ellas porque me habían pedido insistentemente que les dijera algo sobre el Evangelio, sobre Jesucristo. Ahora ya me conocen. Durante diez días casi cada tarde iba a encontrarme con Vestina: es el alma de esta comunidad de alemanes. Con ella y gracias a ella esta gente no ha perdido la fe. Todos los domingos se reunían para rezar, cantar, leer el Evangelio. Leían también la santa misa. Se reunían en torno a una persona para rezar, especialmente cuando moría alguien. Ahora se va a morir. Una enfermedad que ya no le permite casi comer, le está dejando sin fuerzas, pero conserva la lucidez mental y la fe... No siempre consigo encontrar las palabras justas cuando estoy allí. Le llevo la comunión todos los domingos y festivos. El obispo nos decía que Ubaldo (el otro sacerdote de la Fraternidad de San Cario, ndr) y yo podemos ser incluso el motor de esta comunidad, pero que ella es el corazón. Es una gracia servir a Cristo en su rostro sufriente.
10 noviembre 1994
Se ha muerto Vestina la mañana del 2 de noviembre. Estaba rezando laudes cuando me han comunicado la noticia. Me pasé todo el día rezando por ella. Por la tarde, sobre las 4, volví a la iglesia para ordenarla un poco. Incluso construí cuatro bancos para que la gente se pudiese sentar al día siguiente. Hacia las 8 vinieron tres chavales para llevarme otra vez allí junto a las mujeres y el carro. Me lavé y me cambié. Y volví a rezar hasta las 3:30 de la madurgada. Por la mañana temprano fui a la estación para recoger a Ubaldo, al que había avisado el día anterior. Cuando desde las calles secundarias, donde viven la mayor parte de los alemanes, el camión que transportaba el féretro de Vestina llegó a la calle principal, por vez primera después de quién sabe cuántos años, tomó la dirección opuesta al cementerio: fue hacia la iglesia. Después la procesión ha ido de la iglesia al cementerio con las mujeres que cantaban mientras la tierra cubría el féretro. Para estas mujeres Vestina era como una madre. El Señor le ha dado la gracia de ser asistida por un sacerdote en sus últimos días, cuando parecía que había llevado a buen término la tarea que el Señor la había confiado.
don Francesco
Dar la vida por la obra de otro
Cuando empezaron los Ejercicios del CLU yo venía de ver a Antonio, un compañero con un cáncer terminal. José Miguel comenzó diciendo: «Estamos aquí para que se nos dé el significado de nuestra vida y del mundo: o tiene sentido, o es nada. La vida es algo grande porque está frente al rostro bueno del Misterio que nos hace, está frente a un Tú» Me costó frenar el impulso de salir corriendo y traer a Antonio: no sabía si iba a poder salir de su casa, pero aquellas palabras eran la evidencia más fuerte que tengo cuando estoy con Antonio, de la que había querido hablarle precisamente aquella tarde. Esperé al día siguiente, y el domingo por la mañana estuvo con nosotros.
Ese mismo sábado, me encontré a un alumno en el colegio mayor donde se celebraban los Ejercicios. Insistentemente me preguntó qué estaba haciendo allí. Le invité al testimonio de Carras, y sin pensarlo respondió: «¿Porqué no? total, vivo aquí mismo...». Entendí que si me urge el deseo de que mis alumnos conozcan también cuál es la razón por la que me interesan gratuitamente, si me urge el amor de Cristo para con ellos, basta decirlo: Todos han nacido para oir hablar de Él. Faltaba una semana para que don Giussani viniera a dar una charla en la Universidad Complutense. Me puse de acuerdo con Guadalupe (profesora en Periodismo) para invitar a nuestros alumnos. Cuando uno toma la iniciativa acompañado, es más fácil luchar contra el demonio, que normalmente siempre ataca en el último momento con preguntas como: «¿Será este el momento? ¿No estaré exagerando? ¡Pero si has venido a hablar sólo de matemáticas!...» Así que el día antes del acontecimiento, al final de mi clase favorita, invité a todos. Sólo un amor es el que te hace dar razones de él, y es también el que te abre también a dar las mismas razones a todos los que quizá ni conocías antes. Por eso Elena (profesora en Veterinaria) y yo, pusimos un cartel con nuestros nombres en el corcho de la Escuela: «Es posible disfrutar hasta el fondo de todo lo que hacemos en el día. Esto es el cristianismo: un hecho que hace posible el gusto por la vida. Os invito a conocer a un amigo que viene a hablarnos de esta posibilidad». LLegó el día. Después de la clase, algunos se acercaron: unos querían venir conmigo, otros no podían venir pero querían que les contara después... Ya a la salida, me esperaba Joaquín para decirme: «Vengo a agradecerte cómo me has tratado, ¿¡pero tú, eres distinta!? A nadie le interesamos como a tí». Yo, impetuosamente, le contesté: «Sí, es verdad, he conocido a alguien que quiero que tú también conozcas...» Le hablé del cristianismo, de un encuentro que cambia la vida; él quedó bastante sorprendido y desconcertado.
Fui a la conferencia con Juan, Nuria, David y otras dos chicas. A la salida, me encontré a Santiago y a Andrés, que habían conseguido llegar aunque algo tarde. Les pregunté: «¿Qué os ha parecido?». Andrés: «Yo es que no soy creyente». «Bueno, ya, pero ¿qué te ha parecido?». Contesta Andrés: «Me ha llamado la atención que dijera que no es el hombre el que sube al cielo sino Dios quien baja a la tierra». Conmovida por lo que había dicho casi sin darse cuenta, le respondí: «¡Pues es lo que ha sucedido...!» Andrés me miró sorprendido, y con la cara cambiada, balbuceó: «Ah, ¿si?»Volvimos a la Escuela a comer Juan, Andrés, Nuria, Santiago y yo; y empezamos a hablar de las cosas que había dicho Giussani, que decían no habían entendido. Al principio había una distancia infinita de palabras como »Dios», «felicidad»... Andrés hacía preguntas como:«Yo, ¿hecho para la felicidad? No sé, pero ...». Pacientemente empecé a explicarle: «¿Lo ves? Crees que no es posible: pero todos los día, cuando te levantas, lo haces siempre porque esperas que algo suceda; y si sucede, siempre esperas otra cosa, siempre más. Dentro de todo lo que haces quieres que se dé una justicia, una verdad, una belleza, algo infinito. Esta es la construcción del puente del que hablaba mi amigo...» Andrés empieza a ceder, y asiente. Yo seguía diciéndoles: «...Pues bien, ha existido un hombre que ha dicho: "Tú, Andrés, vosotros, Santiago..., parad.. Sois incapaces, es verdad, es imposible para vosotros construir ese puente. Soy Yo el puente que tratáis de construir. Yo soy ese infinito». Andrés saltó de su silla y gritó: «¡Pero eso es imposible! ¿Cómo sabes tú que eso es verdad?» Yo le contesté, divertida por su rebeldía: «¡Anda, porque es el hecho más documentado de toda la Historia!» Entonces intervino Arkaitz, un chaval que se había unido al grupo en el bar: «¡Como para inventarse un hecho así, si es de locos!». Santiago, que había guardado un respetuoso silencio, dice tímidamente: «Me ha impresionado que dijera que todo es bueno». Andrés: «¿Qué tengo que hacer si sólo tengo tiempo para estudiar?» Juan: «¿Cómo se encuentra a ese hombre?» Arkaitz: «Yo es que no voy a la iglesia porque los curas te echan la charla» ... Antes de irnos a casa les dije: “Yo no os pido que vayáis a la iglesia -cuando queráis hacerlo lo haréis- pero sí os pido que seáis fieles a esta relación que ha empezado entre nosotros”. Juntos hemos empezado a hablar y juzgar con sencillez las cosas más cotidianas: el cine, las noticias, el estudio...
Las relaciones se multiplican y uno trata en seguida poseerlas: es fácil poner la esperanza de la relación en que aquellos a los que vas conociendo reaccionen de un modo o de otro, que estén contigo frente al rostro del Misterio que llena de gusto la vida. Entonces es cuando he empezado a intuir que el otro, que la relación con el otro, vale porque ya es de Cristo, y basta; y que lo único que tú puedes hacer es -como nos decía don Giussani- dar la vida para que la libertad del otro decida.
Guiomar Ruiz, Madrid
No solo bioquimica
Mi país, Albania, ha estado durante cincuenta años bajo una tremenda dictadura, en un aislamiento extremo. En estas condiciones el comunismo ha destruido todo, incluso la religión. Las iglesias fueron transformadas en almacenes. Faltaba de todo: desde el pan a los medicamentos; pero sobre todo lo que la dictadura ha destruido ha sido nuestro espíritu humano, ha intentado transfomar al hombre en un monstruo, ha arruinado nuestras tradiciones. Pero ahora somos libres. Gracias a Dios, porque es verdad que Dios se ha interesado en resolver nuestros graves problemas. Yo llegué a Desio el 20 de septiembre. Mi residencia ha sido la casa «Don Amedeo» de la asociación Cilla. Durante este tiempo he observado y he seguido el funcionamiento de esta casa. He conocido a muchas personas, provenientes de toda Italia, que cuidaban a sus parientes enfermos en el hospital. Pero sobre todo he conocido a las personas de la asociación presentes durante todo el día. Han creado un ambiente lleno de amor y de fraternidad, de amistad sincera con todos los huéspedes de la casa. Están siempre dispuestos a ayudar, a intentar resolver un problema, a echarte una mano. No te ofrecen simplemente ayuda, sino que te rodean, te acogen con amor, nos han abierto con generosidad la puerta de su corazón. He reflexionado mucho sobre estas cosas. Antes de venir aquí nunca había pensado lo que significaban palabras como «fe», «creer». Y sin embargo, cuando me he tenido que enfrentar a la injusticia o al horror he sentido siempre algo dentro, siempre he creído que existe una fuerza que puede ayudar, que Dios existe. En estos últimos dos años !se ha traducido la Biblia a nuestra lengua, pero hay muchas cosas que no consigo comprender porque prácticamente no sé nada de religión. Yo vine a Italia con el único objetivo de aprender bioquímica para mejorar nuestro laboratorio en Tirana. Sin embargo, de forma imprevista, ha surgido otra finalidad, el fin de mi propia vida. Dentro de mí ha cambiado algo. La obra de estas personas ha cambiado el sentido de mi vida porque veo una realidad verdadera: Jesucristo está con nosotros. He descubierto que cada instante tiene una relación definitiva con la verdad. Creer en un Dios que salva, es decir Jesucristo, ha cambiado todo en mi vida. El trabajo, los problemas, la cotidianidad de las pequeñas cosas y, sobre todo, el sentimiento y la emoción pueden tener una consistencia y una duración mucho mayor que el instinto superficial y mecánico al que normalmente hemos reducido el amor. Ahora comprendo qué significan las palabras: «amad a vuestros enemigos». Hace unos días María me ha regalado un libro de don Giussani de la colección del espíritu cristiano en el que escribe: «toda capacidad humana, en una palabra, debe ser provocada, solicitada para entrar en acción, para entrar en funcionamiento necesita un reclamo continuo. El reclamo que pone en movimiento el sentido religioso del espíritu humano proviene de Dios a través de la realidad creada». Esta realidad yo la he conocido y visto en las personas de María, Salvatore, Andrea, Camillo y todos los socios de la Asociación. Toda la realidad es acontecimiento. Este acontecimiento tiene una importancia vital para mí y para mi país.
Profesor Ferat Rada, Tirana
Una humanidad distinta
La excepcional humanidad de don Giussani ha sido el don más grande de los Ejercicios espirituales del CLU. Se me ha hecho evidente que lo real, el lugar de la presencia de Otro, es la persona. La novedad que deseo aprender no son sólo las palabras escuchadas en los encuentros, sino la humanidad que he visto. Sin duda la humanidad de don Giussani y las palabras que dice tienen el mismo contenido, sólo que Giussani está hecho de carne como yo. A mi propia vida no le basta que Cristo sea un acontecimiento real, sino que debe convertirse en un acontecimiento real para mí, porque de lo contrario permanecería como un hecho, verdadero sí, pero que se remonta a hace 2000 años. Cristo se debe convertir en un acontecimiento presente tal y como lo es para don Giussani. Para que esto suceda. Cristo debe ser la motivación de todo mi comportamiento, la razón de mi vida. Esto implica un cambio; los días y el tiempo se nos han dado para esto. Los Ejercicios han arrojado luz sobre cómo es posible que suceda este cambio: como ha dicho don Giussani, todo se me ha dado, «pelo, ojos, sentimientos, pensamientos, todo». Mi propio yo, mi vida son el terreno donde actúa la gracia, y esto no me permite medir nada, sino que solamente puedo desear la tarea para la cual se me ha dado todo. Ahora la única tarea que tengo delante es vivir dentro de esta compañía.
Stella, Pescara
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón