Huellas N.01, Enero 1995

Editorial

Carta a la Fraternidad

Luigi Giussani

El pasado 2 de diciembre don Giussani fue recibido en audiencia por Su Santidad Juan Pablo II. A raíz del encuentro se ha dirigido a todos los miembros de la Fraternitá di Comunione e Liberazione. Proponemos el texto de la carta de don Giussani como editorial del primer número de Litterae de 1995.

Queridos amigos:
Hace poco tiempo el Santo Padre me dio la conmovedora sorpresa de invitarme para asegurarme a mí y a todos los amigos de Comunión y Liberación que su amor y su oración cotidiana por mí y por la obra que hemos empezado nunca se ha interrumpido; por eso -como fue explícitamente subrayado-, el año cuadragésimo de nuestra historia ha podido gozar por el gesto complacido del Padre que ha concedido a la Fraternidad y a los Memores Domini el reconocimiento generador de la Iglesia de Dios. «Santidad, ¿puedo llevar su bendición a todos nuestros compañeros de camino?», le dije. «Mi bendición», repuso Su Santidad; y, luego, volviéndose un paso atrás, concluyó: «Y mis saludos».
Amarlo, amar a este signo grande y esta continuación de sí mismo que Jesús nos ha dado, amarlo afectiva y efectivamente, ha sido siempre nuestra pasión, la primera experiencia de lo que dice san Pablo en el texto más significativo para nosotros de nuestro carisma: «Aunque vivamos en la carne nosotros vivimos de la fe en el Hijo de Dios, quien me ha amado y se ha entregado por mí» (Gal. 2,20). Esta es la súplica que contiene nuestra mirada y nuestro corazón ante el portal de Belén. Y es el próposito de ofrecer al Santo Padre nuestra vida, movidos a la vez por un impulso de gratitud y fidelidad a El.
El Espíritu que ha hecho carne la Palabra de Dios «renueve y fortalezca el alma en nuestros débiles cuerpos».
Tened, por consiguiente, la caridad de perdonarme y colaborar conmigo, que vivo entre vosotros para mantener este amor gozoso, aunque doloroso, a Cristo, al Papa, al destino mío y vuestro que es el mismo.
Don Luigi Giussani

Milán, 23 de diciembre de 1994

P. D. También queremos dar las gracias a Monseñor Dziwisz, servidor fiel del Santo Padre y de nuestra vida de fe.