«¿Qué quería ese hombre?»
Estamos en Lecce, en el tacón de la bota italiana, en la hora en que la piedra de la fachada de la catedral se tiñe de oro. Son las dos de la tarde y, aunque en octubre los días hayan empezado a acortarse, la temperatura sigue siendo veraniega. Son trescientos los chavales de GS que han llegado allí desde toda la región de Pulia, para participar en la jornada de apertura de curso y celebrar luego la Santa Misa en la catedral.
«Profe, ¿hemos acabado todos de comer? ¿Podemos empezar a cantar?», pregunta Salvatore mientras saca su guitarra de la funda. Bastan los primeros acordes para que los chavales se reúnan en el centro de la plaza. Giuseppe está de pie y dirige los cantos, Angela sostiene el teléfono móvil para seguir la letra. Recorren todo su repertorio, desde cantautores como Modugno a Lady Gaga. Alice está sentada con sus compañeras de clase en la retaguardia. Detrás de ellas hay un ir y venir continuo de gente. Algunos se paran a mirar, otros pasan de largo. «Ahora que estamos todos de pie, cantemos La playa estaba desierta.», grita Giuseppe. Alice salta en pie como un grillo, lista para bailar al son del canto español. Arrancan las notas, pero ella sigue parada. Su mirada se fija en un señor de mediana edad que está enfrente con una bolsa de la compra en una mano y los ojos puestos en este mar de jóvenes adolescentes agitados. «Disculpe, señorita, ¿qué sois?». Le entran ganas de responder: «Grillos destemplados». Y en cambio pregunta: «¿En qué sentido?». «Acabo de salir de la compra y me he quedado pasmado. En vuestros ojos hay algo que nunca he visto antes». Alice reacciona: «Disculpe la pregunta, ¿usted está casado?». «Sí». «¿Usted vio algo bello en su mujer, algo que se le quedó grabado en la mente?». «Sí, claro». «Pues eso, también nosotros hemos visto algo bello, unos amigos con los que recorrer el camino de la vida tomando en serio todas las preguntas que llevamos dentro». Él la mira perplejo. Alice piensa para sus adentros: «Este no ha entendido nada». Al cabo de un instante: «¿Pero formáis parte de un grupo?». «Sí, somos de GS, un “submovimiento" de CL». «A veces, no se oye hablar bien de Comunión y Liberación. Pero, observándoos, veo una felicidad que no he visto en ninguna parte. Lleváis dentro algo que no sé explicar. ¿También en Lecce hay un grupo de Comunión y Liberación? Yo también quisiera tener lo que vosotros tenéis».
Alice sonríe. Hace llamar a su profesora para presentarle a este señor: «Al comienzo, yo lo conocí por mi profesora de Lengua, es una crack». Alice se suma al corro de los amigos. El clima ha cambiado, se acallan las risas y los gritos. El sol, en su cenit, calienta y colorea toda la plaza. Se entona un canto popular de los Abruzos, Luntane cchiú luntane. Alice piensa en ese desconocido con el corazón que estalla de felicidad. «¿Qué quería ese hombre?», le pregunta al oído una amiga. «Quería lo que vivimos nosotros».
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