Va al contenido

Huellas N.05, Mayo 1998

VIDA DE LA IGLESIA

«La Iglesia es un Movimiento»

Juan Pablo II

Es decir, un acontecimiento de hoy que renueva el acontecimiento de ayer

Los movimientos eclesiales en la enseñanza del Papa.
Veinte años de historia en su compañía en la vigilia del encuentro en la plaza de San Pedro. Textos seleccionados

El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión... La primera forma de testimonio es la vida misma del misionero, la de la familia cristiana y de la comunidad eclesial, que hace visible un nuevo modo de comportarse.
[Redemptoris missio, 42)

Ver y tocar
Conocemos muy bien esta categoría, este tipo de personas, también de jóvenes. Estos hombres empíricos, fascinados por las ciencias en el sentido estricto de la palabra, ciencias naturales y experimentales. Les conocemos, son muchos y son muy valiosos porque este querer tocar, querer ver, habla de la seriedad con la que tratan la realidad, la conciencia que tienen de la realidad. Y si viene Jesús y se presenta ante ellos, les muestra sus heridas, sus manos y su costado están dispuestos a decir: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28).
Creo que son muchos vuestros amigos, vuestros coetáneos que tienen esta mentalidad empírica, científica; pero si alguna vez pudieran tocar a Jesús -ver su rostro, tocar el rostro de Jesús-, si alguna vez pueden tocar a Jesús, si lo ven en vosotros, dirán: “Señor mío y Dios mío”.
(25 de marzo de 1994)

Es siempre una gracia
Cada vez que un cristiano descubre la profundidad del misterio de su Bautismo, realiza un acto completamente original y esto sólo se puede hacer con la ayuda de la gracia de Cristo, con la ayuda de la luz del Espíritu Santo porque es un misterio, porque es una realidad divina, realidad sobrenatural que el hombre natural no es capaz de comprender, de descubrir, de vivir.
(2 de noviembre de 1980)

En el hoy de la historia
Uno de los dones del Espíritu a nuestro tiempo es ciertamente el flo-recimiento de los movimientos eclesiales que, desde el principio de mi Pontificado, sigo señalando como motivo de esperanza para la Iglesia y para los hombres. Estos «son un signo de la libertad de formas en que se realiza la única Iglesia, y representan una novedad segura que aún espera ser adecuadamente comprendida en toda su positiva eficacia para el Reino de Dios que actúa hoy en la historia» (Insegnamenti, VII/2,1984, p. 696).
En el marco de las celebraciones del Gran Jubileo, sobre todo en las del año 1998, dedicado especialmente al Espíritu Santo y a su presencia santificadora dentro de la Comunidad de los discípulos de Cristo (Cf Tertio millennio adveniente, n.44), cuento con el testimonio común y con la colaboración de los movimientos. Confío en que estos, en comunión con los pastores y de acuerdo con las iniciativas diocesanas, aportarán al corazón de la Iglesia su riqueza espiritual, educativa y misionera, como valiosa experiencia y propuesta de vida cristiana.
(25 de mayo de 1996)

«... misión significa ante todo comunicar al otro las razones de la experiencia de la propia conversión. En este sentido se puede decir que los movimientos y la jerarquía son coesenciales en la vida de la Iglesia»
(Juan Pablo II, 24 de marzo 1991)


Esperanza para los hombres
Más de una vez, sobre todo durante mis viajes por Italia y por los diferentes países del mundo, he podido reconocer el gran y prometedor florecimiento de los movimientos eclesiales, y los he señalado como motivo de esperanza para toda la Iglesia y para los hombres. (...)
De esta forma, en la historia de la Iglesia, asistimos continuamente al fenómeno de grupos más o menos amplios de fieles que, por un impulso misterioso del Espíritu, son movidos espontáneamente a asociarse con el objeto de perseguir determinados fines de caridad o de santidad en relación con las necesidades particulares de la Iglesia de su tiempo y también para colaborar en su misión esencial y permanente. (...)
Los carismas del Espíritu crean siempre afinidades destinadas a sostener a cada uno en su tarea objetiva en la Iglesia. La creación de esta comunión es una ley universal. Vivirla es un aspecto de la obediencia al gran misterio del Espíritu.
(12 de septiembre de 1985).

Movimientos y Concilio
«Cristo”, nos dice el Concilio, «realiza su oficio profètico no sólo a través de la Jerarquía, la cual enseña en su nombre y con su poder, sino también por medio de los laicos a los que convierte en testigos suyos y forma en la fe y en la gracia de la palabra, para que la fuerza del Evangelio resplandezca en su vida cotidiana, familiar y social» (Lumen Gentium. 35).
(2 de marzo de 1987)

Iglesia significa movimiento
Como sabéis bien la Iglesia misma es “un movimiento”. Y, sobretodo, es un misterio. El misterio del “Amor" eterno del Padre, de su corazón paternal del que nacen la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo. La Iglesia nacida de esta misión se encuentra “in status missione’’. Es un “movimiento”, que se integra en el hombre individual y en las comunidades humanas. Los “movimientos” en la Iglesia deben reflejar el misterio de ese “amor” del que ha nacido y nace continuamente. Los diferentes “movimientos” deben vivir la plenitud de la Vida transmitida al hombre como un don del Padre, en Jesucristo, por obra del Espíritu Santo. Deben realizar con la mayor plenitud posible la misión sacerdotal, profética y real de Cristo, de la que participa todo el pueblo de Dios. Los “movimientos” en el seno de la Iglesia Pueblo de Dios expresan esa multiplicidad de movimientos que constituyen la respuesta del hombre a la revelación, al Evangelio.
(27 de septiembre de 1981)

Institución y carisma: coesenciales
En la Iglesia, tanto el aspecto institucional, cuanto el carismàtico (...) son coesenciales y contribuyen a la vida, a la renovación y a la santificación aunque sea de manera diferente.
Hay por tanto que evitar siempre la contraposición entre carisma e institución, que es, cuando menos, dañina tanto para la unidad de la Iglesia como para la credibilidad de su misión en el mundo y para la misma salvación de las almas.
Esta unidad en la Iglesia en medio de la multiplicidad de sus componentes es un valor que hay que perseguir constantemente porque aquí abajo está siempre en peligro; y esto sólo se puede hacer mediante el esfuerzo de todos, pastores y fieles; es un encuentro recíproco basado en la caridad, en la humildad, en la lealtad y, en definitiva, en el ejercicio de todas las virtudes cristianas.
(2 de marzo de 1987).

Autenticidad existencial e histórica
El nacimiento del cuerpo eclesial como Institución, su fuerza persuasiva y su energía asociativa tiene su raíz en el dinamismo de la Gracia sacramental. Pero ésta encuentra su forma expresiva, su modalidad operativa, su concreta incidencia histórica a través de los diferentes carismas que caracterizan un temperamento y una historia personales (...)
Los carismas del Espíritu crean siempre afinidades, destinadas a sostener a cada uno en su tarea objetiva en la Iglesia. La creación de esta comunión es una ley universal. Vivirla es un aspecto de la obediencia al gran misterio del Espíritu.
Un auténtico movimiento tiene la función de ser el alma que alimenta la Institución. No es una estructura alternativa a ésta. Es la fuente de una presencia que regenera continuamente su autenticidad existencial e histórica.
(12 de septiembre de 1985).

Laico, es decir, cristiano
La comunión eclesial, que ya está presente y actúa en la persona individual, encuentra su expresión específica en la actuación asociada de los fieles laicos. (...)
En estos últimos tiempos el fenómeno de la asociación de los laicos ha asumido características de especial variedad y vivacidad. Si la asociación de los fieles ha representado siempre en la historia de la Iglesia, de alguna manera, una línea constante como testimonian hasta el día de hoy las diferentes cofradías, las ordenes terciarias y las asociaciones, ha recibido, sin embargo, un especial impulso en la época moderna que ha sido testigo del nacimiento y la difusión de múltiples formas asociativas: asociaciones, grupos, comunidades y movimientos. Podemos hablar de una nueva era asociativa de los fieles laicos. De hecho, «junto a las formas de asociación tradicional, y a veces de sus mismas raíces, han germinado movimientos y asociaciones nuevos, con fisonomía y modalidades propias: es muy grande la riqueza y la versatilidad de los recursos que el Espíritu infunde en el tejido eclesial, como grande es también la capacidad de iniciativa y la generosidad de nuestro laicado (23 de agosto de 1987)».
(Christifideles laici, 23)

Ante todo libertad asociativa
Ante todo, hay que reconocer la libertad asociativa de los fieles en la Iglesia. Esta libertad es un verdadero derecho que no nace de una especie de "concesión" de la autoridad, sino que nace del Bautismo como sacramento que llama a los fieles laicos a participar activamente en la comunión y en la misión de la Iglesia.
(Christifideles laici, 23)

Para la misión de la Iglesia
Recuerdo, como novedad surgida recientemente en no pocas Iglesias, el gran desarrollo de los "Movimientos eclesiales”, dotados de dinamismo misionero. Cuando se integran con humildad en la vida de las Iglesias locales y son acogidos cordialmente por Obispos y sacerdotes en las estructuras diocesanas y parroquiales, los Movimientos representan un verdadero don de Dios para la nueva evangelización y para la actividad misionera propiamente dicha.
(Redemptoris missio, 72)

Tras el fracaso de las ideologías
Después del fracaso clamoroso de las esperanzas ideológicas y el ocaso de los regímenes que las expresan, el hombre europeo parece estar trastornado y ser incapaz de una orientación clara que pueda llevarlo por el camino de la auténtica felicidad constructiva. Se agarra a numerosas propuestas de corto alcance; siente el anhelo de la dimensión religiosa, pero no reconoce en Cristo y en su Iglesia el camino y la realización que engrandecieron Europa. Parece que la tarea fundamental de los Movimientos eclesiales consiste en hacer converger la mirada con autenticidad y realismo hacia lo que verdaderamente le conviene al hombre y a los pueblos.
(24 de marzo de 1981)

Tres discursos a CL

Id por todo el mundo
Actuar a fin de que el contenido de la fe se convierta en inteligencia y pedagogía de la vida es la tarea cotidiana del creyente, que debe llevarse a cabo en cada situación y en cada ambiente donde está llamado a vivir. Y en esto consiste la riqueza de vuestra participación en la vida eclesial: un método de educación en la fe para que ésta incida en la vida del hombre y en la historia... La experiencia cristiana, comprendida y vivida así, engendra una presencia que sitúa en cada una de las circunstancias humanas a la Iglesia como lugar donde el acontecimiento de Cristo, «escándalo para los judíos... necedad para los paganos» (1 Co 1, 2324), vive como horizonte pleno de verdad para el hombre. (...)
«Id por todo el mundo» (Mt 28, 19) es lo que Cristo les dijo a sus discípulos. Y yo os repito a vosotros: «Id por todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz, que se encuentran en Cristo Redentor». Esta invitación que Cristo hizo a todos los suyos y que Pedro tiene el deber de renovar sin tregua, ha tejido ya vuestra historia. (...) Haceos cargo de esta necesidad eclesial: ésta es la consigna que os dejo hoy.
(Audiencia con ocasión del treinta aniversario del nacimiento de Comunión y Liberación, 29 de septiembre de 1984)

Renovad continuamente el descubrimiento del carisma
¡Renovad continuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os llevará más poderosamente a haceros servidores de esa única potestad que es Cristo Señor!
(A los sacerdotes participantes en los ejercicios espirituales organizados por Comunión y Liberación, 12 de septiembre de 1985)

Construid la civilización de la verdad y del amor
Es necesario dirigir la mirada «al artífice de nuestra salvación», para engendrar una civilización que nazca de la verdad y del amor... Para no agonizar, para no hundirse en el egoísmo desenfrenado, en la ciega insensibilidad ante el dolor de los demás, hermanos y hermanas, ¡construid, sin cansaros nunca, esta civilización!
Esta es la consigna que os dejo hoy. ¡Trabajad por esto, orad por esto, sufrid por esto!
(En el Meeting para la amistad entre los pueblos, 29 de agosto de 1992)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página