PUNTO & APARTE
Un anuncio inesperado
«“Qué hemos de esperar, no lo sabemos y así el espíritu clama con gemidos indecibles” (…). Mas no sería el gemido lo peor, signo inequívoco, al fin, de que algo se espera y aun de otra certeza que no se sabe qué es. Lo peor, adviene cuando el lugar del gemido, lo ocupa la palabra que no es la exacta o que andando cerca de serlo no está pronunciada con la voz justa. Sobreviene entonces la confusión. Frente a ella algunos se obstinan en creer saber qué es lo que esperan; otros –con mayor honestidad– renuncian a toda esperanza para caer en el abatimiento (…). Y otros, por esperar tan vivamente, se dejan ir a una acción violenta, porque su esperanza les ofusca». (María Zambrano, Filosofía y educación. Manuscritos, ed. Angel Casado y Juana Sánchez-Gey, Málaga 2007, p. 123)
Las palabras de la filósofa malagueña describen la situación que estamos viviendo en las universidades de Madrid. La violencia y el abatimiento que hemos presenciado durante las últimas semanas son las consecuencias inevitables de la confusión que se genera cuando se intenta sustituir la esperanza cabalmente humana por una ideología o por una utopía. Aun así, la espera que subyace a nuestros actos, al estudio y a las relaciones es algo que no se puede borrar.
En este hoy, la Navidad irrumpe para nosotros, de nuevo, como un anuncio inesperado. Un anuncio que, en medio de la noche, despierta y sostiene la esperanza de todos los hombres. Lo proclama Benedicto XVI en la Spe salvi: «Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado una esperanza inefable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino».
Congreso en Varenna
Un sábado de noviembre...
¿Es posible que noventa profesores de toda clase de disciplinas se reúnan todo un sábado para discutir entre ellos y con una decena de estudiantes? Ocurrió el pasado 10 de noviembre en la espléndida Villa Monasterio de Varenna, junto al lago de Lecco. Consistió en una jornada de discusiones libres sobre el tema “Universidad: razón y verdad”. «Todo nace de las relaciones de trabajo y amistad entre profesores y alumnos», explica Stefano Verzillo, representante de los estudiantes de la universidad Bicocca de Milán. «Que algunos profesores elijan usar así su tiempo libre es algo inusual» añadió Verzillo. A través del trabajo conjunto y de las intervenciones de Giorgio Vittadini (profesor de Estadística), Bruno Rindone (Química orgánica) y Alfredo Marra (Derecho administrativo), «se superó la fragmentación de las diferentes especialidades para recuperar la perspectiva unitaria del saber». Y éste, más que raro, es un hecho único. Los organizadores del encuentro se sorprendieron de la intervención de Marra sobre el tema «la dimensión comunitaria de la búsqueda de la verdad»: «la capacidad originaria del hombre para socializarse es el punto de partida para la búsqueda de la verdad»; nuestra razón «en la comparación con los otros se encuentra constantemente provocada a ir más allá de la medida de lo que ya sabe». Por la tarde, el debate entre profesores y estudiantes se centró principalmente en el punto destacado por Marra. Martinelli, estudiante de Derecho constitucional recordó: «En el estudio siempre me he concebido solo. Pero he descubierto la dimensión comunitaria al mirar como mi profesora colaboraba con Ramajoli, la profesora de derecho administrativo». Diferentes propuestas nacidas este día hablan del fruto de esta jornada. Susanna Mantovani, una de las profesoras más importantes de pedagogía en Italia, invitó a la profesora Cartabia a participar en otro encuentro, además de expresar el deseo de llevar el método visto durante esta jornada a la universidad. Estos son los frutos que nacen ante algo excepcional que ha sucedido. También entre los profesores.
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
II Seminario sobre El sentido religioso
El pasado 19 de octubre se celebró en la Facultad de Derecho el II Seminario sobre El sentido religioso de Luigi Giussani. Los amigos de Universitas comenzamos esta serie de seminarios convencidos de la originalidad de los planteamientos de Giussani y de su capacidad de ensanchar el horizonte con que investigamos y enseñamos nuestras diversas disciplinas. Si el primer seminario estuvo centrado en las premisas: realismo, racionabilidad y moralidad en el conocimiento, y lo protagonizó José Jiménez Lozano, este segundo versó sobre los capítulos IV y V del libro en diálogo con el magisterio de un gran filósofo del Derecho contemporáneo: Giuseppe Capograssi. Trabajo que invitamos a hacer a Francesco Mercadante, Prof. Ordinario de Filosofía del Derecho en Roma, Antonio Delogu, Prof. Ordinario de Filosofía Moral en Cerdeña y Jose Luis Gotor, Prof. Ordinario de Lengua y Literatura en Roma. «La vida –afirma Giussani– es hambre y sed y pasión de un objeto último que se asoma a su horizonte, pero que está siempre más allá de él. Y es esto lo que, al ser reconocido, hace del hombre un investigador incansable… A la presunción del poder, cargada de censuras y negaciones, le corresponde en el individuo, en el hombre real, una gran tristeza, característica fundamental de la vida consciente de sí… El ser conscientes del valor de esta tristeza se identifica con tener conciencia de la grandeza de la vida y con el sentimiento de su destino… el ocultarla engendra el opuesto lógico de la tristeza: la desesperación». «En el fondo –escribe Capograssi–, todo el esfuerzo que hace el sujeto para sostenerse en su impulso original no es sino la confianza íntima e indomable en esta divina voz, en esta divina promesa que la vida representa… La acción humana termina con el reconocimiento por parte del sujeto de que no puede vencer por sí mismo, que necesita ayuda… En esta muerte, que es su más verdadero acto de libertad, encuentra su liberación… Aquí, con el deseo y la esperanza de un nuevo principio de vida, la acción humana verdaderamente termina. Sólo Dios puede continuarla. Y Cristo la continua».
Perugia
Para que la muerte de Meredith no sea en vano
El homicidio de la estudiante inglesa Meredith Kercher nos ha sacudido a todos. En la Universidad hemos discutido hasta la saciedad acerca de lo que sucedió entre la noche del 1 y del 2 de noviembre. Sobre todo desde los medios de comunicación, se ofrecen a menudo explicaciones parciales de la tragedia. Pero, nos preguntamos: ¿qué es el hombre? Más allá de las opiniones diversas, es innegable que todos aspiramos a un cumplimiento; nuestro corazón busca una satisfacción plena. Dicen que estamos hastiados, que buscamos emociones extremas, cada vez más fuertes. En cambio, lo que necesitamos es el significado de las cosas y de la vida: si esto falta o se interpreta sólo de manera parcial, todo se altera y acabamos usando mal la libertad. La consecuencia es una desilusión que puede culminar en el cinismo o en la violencia.
¿Podemos hablar del asesinato de Meredith como meros observadores de un espectáculo trágico? Si no encontramos respuesta a la pregunta: «¿por qué vale la pena vivir?» es muy fácil que nuestros errores y los de los demás resulten insoportables: nos refugiamos en lo que nos emociona, olvidando momentáneamente el drama que supone vivir o nos escondemos en la pasajera tranquilidad que un cierto orden puede proporcionarnos. Solamente el encuentro con hombres apasionados por la búsqueda de la verdad, dentro o fuera de la universidad, que nos introduzcan en el sentido de las cosas y nos enseñen a estimar lo real, puede abrir de nuevo el gusto de vivir. El problema no es “estar bien” o “estar tranquilos”, sino entender que también el sacrificio y el dolor tienen un sentido, son útiles. La universidad ha nacido para esto y todavía hoy, en medio de tanta confusión, existen profesores y estudiantes que viven con esta apertura. El encuentro con una realidad humana que testimonia la posibilidad de un perdón más grande que el mal es lo que puede dar esperanza; y no, ciertamente, nuestros buenos propósitos. Por esto, la oración de la Liturgia del Lunes Santo es tan profundamente humana: «Mira, Señor omnipotente, la humanidad extenuada por su debilidad mortal, y haz que recobre vida por la pasión de tu único Hijo».
¡OJO AL DATO!
«El caso es que los fascistas siguen siendo igual, y los antifascistas mantienen, para alivio de nuestro maduro realismo, un joven idealismo. Pero hay algo más, que subyace a su impulso adolescente, una nueva forma de fascismo que va más allá de la amenaza nazi, españolista o racista. Hay una suerte de fundamentalismo de mercado que agrede sus expectativas y exalta su desesperación».
(Ruth Toledano, “Los idealistas de siempre”, El País, 30 de noviembre de 2007)
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