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Huellas N.02, Febrero 1998

COLABORACIONES

El descendimiento de la cruz

Elena Serrano

Este gran cuadro es en realidad la parte central de un tríptico cuyos paneles laterales se han perdido. Lo pintó Van der Weyden para Santa María de Lovaina. Allí lo compró la reina María de Hungría, tía de Felipe II. El rey, entusiasmado por la belleza del cuadro, pidió a un pintor flamenco que hiciera una copia. Finalmente-, María regaló el cuadro a su sobrino, que lo convirtió en una de las piezas más preciadas de su colección de cuadros de pintores flamencos.
El pintor compone la escena con diez figuras de tamaño casi natural. En el centro del cuadro, Cristo muerto es sostenido por sus discípulos José de Arimatea (con barba blanca) y Nicodemo. La Virgen María ha caído, desvanecida por la visión de su Hijo muerto, y San Juan Evangelista se apresura a recogerla, mientras, tras él, María esposa de Cleofás llora. En el otro extremo, María Magdalena adopta una postura convulsa, de extremo dolor. Hay otras dos figuras que podrían ser las personas que encargaron el cuadro al pintor (costumbre muy extendida entre los pintores flamencos de la época).
El cuadro tiene un orden muy parecido al de la polifonía contrapuntística. El tema central es Cristo muerto, que domina toda la composición. Pero la Virgen María es representada exactamente en paralelo, como si fuera una segunda voz de la obra. Paralelas son también las actitudes de Juan y Magdalena, que enmarcan la escena como entre paréntesis. Todas las demás figuras están en acción, pero haciendo referencia al tema principal.
Todo el cuadro es de un realismo extremo, característico de los pintores flamencos. Estos no pretenden recrearse en la reproducción de detalles escabrosos, sino que buscan reflejar la verdad de lo que ven. En esta escena, todos los rostros aparecen transidos por el dolor de la muerte de quien era Hijo, maestro o amigo. María es una madre que sufre hasta la agonía por su Hijo, y sus ojos hinchados por el llanto se adivinan bajo los párpados cerrados; San Juan, con los ojos enrojecidos, tiene el rostro cubierto de lágrimas, y parece agotado por el esfuerzo de sostener a la Virgen; Nicodemo y José tienen una expresión de dolorosa impotencia. Por último, están las manos de Jesús y María. La mano derecha de la Virgen remeda la izquierda de Jesús, y viceversa. En el centro de la escena, las manos están a punto de tocarse, pero la caída de María evita este último contacto físico.
Van der Weyden pinta un asunto muy común en su época. Los personajes y el espíritu de la escena son igualmente parte de la tradición de la pintura religiosa flamenca. Sin embargo, el pintor ha pintado rostros de personas concretas, y ha puesto en sus caras el dolor más humano que puede imaginarse, el dolor ante la muerte. Van der Weyden ha querido de esta manera comprometerse con el tema que pinta, conmoverse él mismo con la escena. Por eso, el cuadro es su obra, fruto de la conciencia con la que él afronta su trabajo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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