Una tesis de licenciatura titulada: “El concepto de ecumene, desde el mundo clásico al mundo cristiano”. Definición del mundo geográfico conocido por la antigüedad grecolatina. El reino de Cristo que abraza la realidad entera —tiempo y espacio —, en los primeros siglos de cristianismo.
Las raíces del auténtico ecumenismo
En el mundo clásico el término ecumene se utilizó al principio como término geográfico, pero ya desde el siglo IV a.C. adquirió valor cultural, es decir, asumió el significado de país habitado o civilizado, interesante según el punto de vista del control político y económico.
Al principio la atención prestada a la ecumene es sólo parcial: es más, se denomina ecumene sólo a Hélade (antigua Grecia), centro del mundo tanto desde el punto de vista de su posición geográfica como designa-ción del lugar que reúne en sí las ca-racterísticas del temperamento de los pueblos de Asia y de Europa.
Sólo con la llegada del mundo griego el concepto de ecumene se extiende hasta llegar a coincidir con un ideal cosmopolita que abraza todo el mundo conocido sin distinguir ya entre griegos y bárbaros. Por lo que respecta al mundo romano el término ecumene se sustituye por el de orbis terrarum, inicialmente como objeto de un interés geopolítico y de conquista.
Los romanos dan al término orbis terrarum el sentido de “delimitado” y hacen coincidir el ecumene con los territorios ocupa-dos por ellos. Con Augusto, Roma se considera el centro del mundo civilizado: el primero en usar la fórmula Romam caput orbis terrarum (Ab urbe condita, XXI, 30) es Livio.
El concepto clásico de ecumene implica siempre una definición de las fronteras entre el mundo sometido al dominio de los griegos y de los romanos y el mundo marginal fuera de tales fronteras y por tanto considerado no interesante.
Una apertura sin fronteras
El cristianismo intenta superar esas fronteras a través de la novedad que trae al mundo: la atención al hombre concreto, a la persona humana en cuanto tal, independientemente del lugar donde vive.
Desde el punto de vista lingüístico la superación está ya presente en las fuentes neotestamentarias. El término ecumene significa no sólo la tierra sino el Reino de Cristo que abraza a todo el mundo, a todos los tiempos y al entero espacio. Con esta expresión se indica una nueva experiencia, un ámbito cultural y social que pertenece a todo el mundo. Tertuliano escribe de los cristianos que son una gens totius orbis, el pueblo de todo el mundo.
Ciertamente la conciencia del caracter ecuménico surge poco a poco: en el primer siglo los Evan¬gelios canónicos y los apócrifos usan el término según ambas acep¬ciones, la clásica y la nueva. Pero ya en las Acta Pauli, un diálogo en-tre Nerón y Pablo, el emperador usa la palabra griega en sentido cristiano: «“Oh súbdito del Gran Rey, ahora mi prisionero, ¿cómo se te ha ocurrido penetrar a escondi¬das en el imperio romano para re¬clutar soldados en mis dominios?”. Pablo, lleno del Espíritu Santo, res¬pondió: “Cesar, nosotros recluta¬mos soldados no sólo de tu imperio sino de todo el mundo. Nos han mandado no excluir a nadie que de¬see luchar por nuestro rey”».
También en las Acta Johannis se usa la palabra en el sentido todavía ligado al mundo clásico pero tam¬bién según la nueva experiencia de la vida cristiana. Aquí es el mismo Juan el que habla y dirige su ora¬ción a Dios: «Oh, Tú que nos has elegido para el apostolado de la gentes; oh Dios que nos ha enviado al mundo (...) recibe también el alma de Juan».
Catolicidad
Es ya en los siglos segundo y tercero cuando tiende decididamente a prevalecer el significado cristiano de ecumene y orbis terrarum, sobre todo con la adopción del adjetivo “católica” junto al de ecclesia. Tal adjetivo subraya de manera evidente la universalidad del cristianismo, característica que no había estado presente nunca en el mundo clásico ni siquiera en la conciencia helénica.
Cristo había subrayado el carácter católico, es decir universal, de su venida y de su mensaje: la Iglesia conserva fielmente el significado completo por voluntad expresa de su fundador, la Iglesia es católica, universal.
Los Atti del martirio de Policarpo, maestro apostólico porque había conocido directamente al apóstol Juan, narran el intento de Policarpo de escapar del martirio: «Se escondió en una pequeña pro-piedad en el campo, no lejos de la ciudad y estuvo viviendo con unos pocos de los suyos no haciendo otra cosa, noche y día, que orar por todos y por todas la iglesias de la ecumene, como era su costumbre». Los soldados encontraron su escondite y fueron a arrestarle: «Cuando hubo terminado su oración, no sin antes haber mencionado a todos aquellos con los que se había relacionado en el transcurso de su vida, ya fuesen humildes o grandes, famosos o no y a toda la Iglesia universal que se encuentra en la ecumene, llegada la hora de partir le montaron en un burro y le condujeron a la ciudad».
Orígenes subraya en sus escritos que la ecumene es el espacio donde vive el hombre y no su grado de civilización, es decir su grado de pertenencia a la civilización griega o romana. Escribe, por ejemplo, en el Contra Celsum «Dios, que había enviado a Jesús, deshizo todas la conspiraciones de los demonios e hizo que triunfase el Evangelio de Jesús en todo el mundo, para la conversión de los hombres». Retoma el concepto^ más adelante cuando afirma: «El vino en el tiempo oportuno, cuando la doctrina cristiana era capaz de extenderse desde un punto a toda la tierra habitada».
Otras veces se encuentra en Orígenes el término ecumene asociado al de “espíritu”, alma, para indicar al hombre como morada de Dios, por lo cual el hombre, habitado por Cristo, es el que confiere valor al mundo terrestre, al territorio en el que habita. De esta forma el término clásico en los autores cristianos va cambiando progresiva y realmente, llegando a significar una victoria sobre los límites geográficos y culturales ya que todo hombre es destinatario del anuncio y confiere a la ecumene su significado de espacio, no geográfico o político, sino antropológico. Sinónimo de católico.
Una confirmación histórica
por LAURA CIONI
La tesis de licenciatura de Alessadro Radaelli — y que fue presentada por la profesora Cinzia Bearzot, de la Universidad Católica— es una paciente investigación sobre el significado del término ecumenismo, desde la acepción clásica griega y latina hasta su transformación por el mundo cristiano. Los materiales encontrados y recogidos en la tesis ofrecen una confirmación desde el punto de vista histórico de lo que don Giussani dijo en La Thuile, el verano pasado, durante la Asamblea internacional de responsables de C.L., y que el cuadernillo de Huellas (Si no fuese tuyo, Cristo mío, me sentiría criatura finita; septiembre 1997) ofreció para la meditación de todos.
Me parece que es un punto significativo el de la página 37, donde don Giussani afirma que el ecumenismo expresa «el concepto de catolicidad, no entendido geográficamente - como ha sucedido a partir del siglo XVI -, sino definido ontològicamente por la verdad que reconozco presente».
Esto nos hace acercarnos al minucioso estudio de Radaelli con un ánimo aún más abierto a acoger el cambio de significado del término ecumene desde su significado original de espacio geográfico al humano y cristiano que se le da en los primeros siglos del cristianismo. Se confirma por tanto, también aquí, que la actitud que nace en el humanismo renacentista influyó también en el significado de la palabra ecumenismo o catolicidad en el sentido apuntado.
Me parece importante respecto a esto un segundo punto del escrito de don Giussani, donde se habla del verdadero significado de la palabra ecumenismo, en la página 32: «El ecumenismo estriba en el carácter decisivo que tiene el amor de Dios revelado en Cristo, como fuente de verdad y de certeza total, de esperanza». Tenemos aquí una visión veraderamente ontológica de la realidad que creo que está implícita en la acepción cristiana de la palabra ecumene, tal y como se deduce también del estudio de Radaelli, es decir, como espacio habitado por Dios, morada de Cristo y por esto capaz de dar significado de nuevo al mundo.
En las palabras de don Giussani esta visión ontológica se hace explícita y por tanto da a entender que el hombre nuevo no sólo da nombre al lugar donde habita, sino que Cristo, desvelando el amor de Dios, da un nombre divino al lugar que Él habita, «hasta los confines de la tierra», «todos los días hasta el fin del mundo». Es lo que sintetiza don Giussani en la ya citada intervención, en las páginas 37-38:«Si uno ha descubierto la verdad real, Cristo, avanza tranquilo en cualquier tipo de relación, seguro de encontrar en todos y cada uno una parte de sí mismo. Si tiene la verdad, si la verdad le posee, en cualquier persona encuentra una parte de sí (...). No es posible, por lo tanto, encontrar otra cultura que lo defina todo con un abrazo tan unitario, tan potente, sin restos que queden fuera».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón