El presidente de la Compañía de las Obras recorre en estas páginas los veinticinco años de historia del Avsi, una ONG apasionada por la realidad. Una presencia positiva que ha construido obras por todo el mundo. Compartir y corresponsabilidad, es decir, “hacer con”
Hoy día se extiende sutilmente una nueva mentalidad que consiste en "creerse buenos”. Un hacer el bien que no construye, que tranquiliza las conciencias en nombre de un indefinido “bien universal”. Se me ocurre que se podría definir como un voluntariado “new age” para sublimar el espíritu. Pero el Avsi es otra cosa; está en contra de esta ideología. Hace veinticinco años, cuando nació esta asociación, el clima era bien distinto. En el campo laico primaba el llamado internacionalismo proletario: los países justos contra los países malos (eran los años de la guerra en Vietnam). Entre los católicos se difundía cada vez más la Teología de la liberación, es decir, la idea de que la resolución de las diversas necesidades del hombre vendría de un cambio social, la mayoría de las veces violento. Se decía: «No hace falta evangelizar, sino hacer promoción humana». Por el contrario, el Avsi nació de algunas personas que vivían la experiencia cristiana dentro del movimiento de Cl. Para ellos, la comunión cristiana —es decir, una identidad precisa, una vida de comunión— es liberación en cuanto que permite al hombre vivir algo verdadero, justo, bueno. A partir de aquí no hay ya nada preconstituido ideológicamente, ni barreras que detengan.
Los primeros en partir
Una cosa se hizo clara de repente para los primeros que partieron hacia Kirineye y Belo Horizonte: estaban en el gran álveo de la caridad de la Iglesia. Lo único que tenían que hacer era encontrar los instrumentos para que esta caridad pudiese obrar. El método era sencillo: partir de lo positivo. Antes de lamentarse, antes de pensar en sistemas perfectos, utó-picos en cuanto dominados por la ideología, a la hora de compartir la necesidad, es necesario partir de lo que ya hay. Y esto es mucho más que la simple solidaridad. Este ha sido el reto del Avsi: no servir, ni adorar abstractamente al pobre sino ponerse junto a él, trabajar con él. Esto quiere decir que, por ejemplo, en la favela, lo primero era enseñar al favelado que era preciso ir a trabajar incluso cilando llovía para que aprendiese a ser responsable con su trabajo. El método del compartir crea personas responsables, no simples asistidos. No le dan al favelado el pez, sino que le enseñan a pescarlo. No sólo esto, sino que le explican por qué es importante hacerlo.
De otra forma se corre el riesgo de construir grandes obras internacionales —hospitales, centros de asistencia, fábricas, etc.— que después nadie es capaz de sacar adelante o, lo cual es todavía más grave, que nadie sabe para qué sirven. Por el contrario, a través del compartir y de la corresponsabilidad no hay ya objetos de cooperación, sino sujetos. Un caso sorprendente es el de la reconstrucción de la favela de Belo Horizonte, un proyecto de los ministerios italiano y brasileño gestionado en gran parte por favelados, quienes ahora son responsables de guarderías, escuelas y pequeñas empresas. Un proyecto reconocido por la ONU como uno de los 25 más importantes en lo referente a la construcción ambiental de las ciudades ) presentado en la Conferencia Internacional sobre Hábitat.
Merece la pena subrayar un aspecto. Podemos decir que existe una cooperación de tipo A y una de tipo B. Ir, por ejemplo, a los campos de refugiados del Sudán, en donde se desarrolla una guerra incómoda, en la que los musulmanes matan a los cristianos, no es noticia, no agrada a las grandes potencias. Y lo mismo vale para Ruanda, Bosnia, Kurdistán... y la lista sería larga. Pero, ¿por qué tiene sentido ir a estos lugares? Tiene sentido ir a cualquier sitio en el que exista la posibilidad y la experiencia de la defensa de la persona. Esta es otra característica del Avsi: partir de una presencia. Este es el origen de la colaboración, por ejemplo, con los Nuncios vaticanos en la ONU (Nueva York y Ginebra).
Presencia incómoda
¿Cuáles son las dificultades de la que podríamos llamar “presencia incómoda” dentro del mundo del voluntariado? Sobre todo la mentalidad dominante. Estamos en un país que no se horroriza si 78 personas que han huido de Albania mueren al chocar su barco (personas que hacen lo que hace cien años hacían los italianos cuando emigraban a América). El pasotismo es casi total. Ya no se habla de promoción humana y menos aún de evangelización. Existen incluso proyectos que querrían abolir las ONG. Como mucho, se organizan debates y conferencias sobre el pobre virtual. Puro intelectualismo. Sólo el Papa, el cardenal Martini y algunos obispos se alinean contra esta mentalidad. Gritan que el Tercer Mundo existe.
Y el Avsi sigue hacia adelante, con la ayuda de todos, sin ninguna distinción maniquea: ya no es el voluntario contra la empresa, sino el voluntario y la empresa. Hay necesidad de todos: no el sector privado contra el Estado, sino el sector privado y el Estado; no el católico contra el laico, sino una identidad precisa que se encuentra con cualquiera. En nuestra historia hemos nos hemos encontrado con todos: judíos, musulmanes, budistas, protestantes, ateos.
Nos estamos olvidando de que dos tercios de la humanidad mueren de hambre, de que esta “falsa bondad” puede ser verdaderamente, como dice una canción, como un ataúd regalado al pobre que ha trabajado durante toda su vida, para tapar un mar de egoísmo.
Una mirada positiva
En estos días se han desa-rrollando tres hechos que han tenido un fuerte impacto civil:
- Invitados por la Fundación Banco de Alimentos, el 29 de noviembre 3 millones de italianos han hecho la “compra de la solidaridad”. Con ayuda de cien mil voluntarios de distintas asociaciones han sido recogidas 1.700 toneladas de productos alimenticios (por un valor equivalente a 10 millardos de liras), que serán distribuidas directamente por el Banco a los más de quinientos mil pobres a los que asiste cotidianamente.
Un gesto de solidaridad real, sencillo, directo.
- La Feria de la Artesanía, promovida por Ge.Fi., la Compañía de las Obras y la Asociación italiana de artesanos, y que, gracias a los 1.000 expositores y a los 700.000 visitantes, se está consolidando, en su segundo año de vida, como la primera dentro de su ámbito en Europa y la mayor feria de Milán.
Es el signo de la capacidad de colaboración y de construcción atenta a partir de los hechos, de la valoración del trabajo italiano realizado con creatividad, inteligencia y espíritu de sacrificio. Contra toda burocracia, aparato y rigidez.
- Se han desarrollado en todas las ciudades italianas las Tiendas de Navidad, promovidas por el Avsi y la Compañía de las Obras para recoger fondos destinados a obras de caridad en los lugares más necesitados del mundo. Es uno de los gestos más significativos con los que una de las zonas más ricas se acuerda de las zonas más pobres (olvidadas hoy incluso por los que eran “tercermundistas” de profesión hasta hace bien poco) y se sostienen obras de caridad y de desarrollo precisas.
Estos tres hechos nos sugieren un juicio y nos invitan a una responsabilidad. Existe, en nuestro pueblo, una actitud y una capacidad de responder con positividad y apertura a las necesidades y a los problemas de la vida social. Esta actitud y capacidad no necesitan, para afirmarse, de la “autorización” por parte del Estado, sino únicamente de una presencia que viva el reclamo a la caridad como tensión ideal en cualquier ámbito, incluso en el del trabajo.
Esta presencia no es una “invención” nuestra, sino que es el resultado imprevisto, en todas las dimensiones, de la tradición cristiana que se verifica hoy en personas precisas, tradición con demasiada frecuencia olvidada o directamente despreciada. Nosotros estamos movidos por este “imprevisto”; nuestra conciencia se ve reclamada con potencia a afrontar con positividad los graves problemas que provoca la confusa, y en ciertos aspectos devastada, situación económica, social y política.
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