¿El deseo más grande? «Tener un corazón que estalle. Y cuando sucede...». El responsable de L’Imprevisto, una cooperativa para jóvenes en riesgo de exclusión, habló de educación ante el nuevo presidente del Parlamento Europeo
Llevo muchos años trabajando y viviendo con jóvenes, sobre todo con jóvenes difíciles, desarraigados. Junto con muchos otros amigos llevamos a cabo la experiencia de las comunidades terapéuticas de L’Imprevisto en Pesaro. Siempre he percibido que mis chicos en el fondo muestran lo que son todos los jóvenes de hoy. Cuando pienso en ellos, frecuentemente me viene a la mente el mar de Lampedusa, donde vemos morir a tantas personas que vienen de lejos, que llegan trayendo un gran dolor.
Entonces, pienso en nuestros chicos, en nuestros hijos, en todos los jóvenes. También ellos vienen de lejos y cargando con el gran dolor del mundo. Vienen del mar oscuro y obtuso de la inconsistencia y de la pérdida, del mar encogido por nuestro somnoliento hábito a lo que es poco, a lo habitual, a la nada; de la melancolía que corta las piernas, que corta la respiración. ¿Qué hemos hecho de la desbordante promesa de vida, de alegría, de valentía, con la que cada ser viene al mundo? ¿Qué hemos hecho con la espera de bien, de eternidad, que hay en el corazón de cada joven? ¿A dónde hemos llevado esta promesa imperiosa? En estos tiempos melancólicos y pesados los jóvenes se ofrecen como un sacrificio casi universal de dimensiones infinitas. Como los refugiados de Lampedusa, también nuestros jóvenes se inmolan por el mundo, por todo el mundo, acogiendo en sus días el dolor de todos. Ya se puede decir que los jóvenes representan el campo de refugiados más grande y dramático de todo Occidente.
Pero estos chicos -es necesario saberlo- se sacrifican por algo grande, su vida clama, es más, está llamada a grandes cosas. Es una cuestión de justicia: si existe en esta tierra una belleza para mí y para mi vida. «¿Para qué nací? ¿Existe un lugar verdaderamente para mí? ¿Qué destino tendrá mi vida?». (...) Lo que cuenta es el corazón del hombre, su alma. Cuentan las preguntas infinitas sobre el sentido que gritan dentro del corazón de los jóvenes, la desmesurada necesidad de vida que explota cada vez más en su pecho. Se necesitan adultos, padres, profesores, sacerdotes, con un gran corazón, capaces de acoger, abiertos a la misericordia. En definitiva, apremia la educación, una gran obra educativa, nueva, potente, una renovada capacidad educativa del pueblo entero, de toda la sociedad.
De lo contrario, los jóvenes seguirán pensando que quien tiene razón es el más fuerte. Asientan su vida sobre esta lógica, pensando que la vida es una cuestión de poder, de éxito. Creen que al final el verdadero vencedor será el mal, que no es posible cambiar, ayudarse, quererse. Se trata de un nuevo y más grave paganismo.
No, es necesaria la comunidad, un pueblo, dice el papa Francisco: es necesaria la educación. La respuesta al misterio del sufrimiento, del extravío, del vacío existencial del que tanto se habla, no es una explicación, un discurso, sino una presencia, es estar, interesarse por el dolor que hay en el mundo, sobre todo el de los jóvenes. (...) Es importante que un joven sienta que su vida es preciosa para los demás, para quien está a su lado; que sienta que en torno a él todo le dice: «tú eres, tú eres importante para mí, tienes un valor, tú cuentas, tienes una gran tarea, una responsabilidad». Qué espectáculo ver a un joven que renace: por una persona tan cambiada, el mundo se transformará, volverá a encaminarse hacia su verdad.
Todo está en el valor de la persona, no en lo que somos o lo que tenemos. El valor está en algo que no está en nosotros; se encuentra en lo más íntimo de nosotros, pero no es nuestro, no nace dentro de nosotros, viene antes que nosotros. Es una verdadera revolución. Los jóvenes desean ver, conocer una experiencia radical, fascinante, una propuesta grande con algo en sí misma que sea irreducible, imprevisto, incendiario. (... ) El hombre busca continuamente en cada cosa, en cada acción, una medida diferente, no una técnica; implora una medida nueva, un corazón nuevo. Este es el deseo más grande del hombre: que el corazón se abra, explote. Este es el milagro.
Termino con una frase que dijo hace tiempo uno de mis chicos. «Yo he descubierto lo que más me hace sufrir: tener una novia a la que quieres muchísimo y no saber decírselo». Al ver que esta frase me había conmovido, intentó explicar aún mejor esta idea. Añadió: «No sabes explicarle por qué la quieres tanto». Exacto, yo creo que un joven que no sabe expresar lo grande que es su corazón, todo lo grande e infinito que hay en el cielo y en la tierra, es un joven pobre.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón