Huellas N.1, Enero 2008

CULTURA - EncuentroMadrid 2008

¿De dónde viene?

José Antonio Uña

Lo que hace de la ópera una forma de arte escénico tan intensa, es la fusión de palabras y música para transmitir emociones. Todo contribuye a resaltar su valor estético y comunicativo: escenarios, vestuario, maquillaje…
Los sentimientos que nos evoca la música, unidos a las palabras, son capaces de generar una belleza, perceptible para cualquiera que asista a un espectáculo de ópera.
En la ópera se dan cabida las emociones con que cada uno de nosotros convivimos en nuestra propia vida (celos, amor, traición, amistad). Eso hace que, identificándonos en los personajes y en las situaciones que estos atraviesan, podamos reconocer en ellos parte de nuestro yo más íntimo.

A través del impacto con la belleza, el corazón del hombre se ve arrastrado hacia la verdad de sí mismo y de lo que existe. La música, y en concreto la ópera, es una de las expresiones de la belleza más capaces de conmover al hombre, evocando el destino para el que está hecho: la felicidad. No es necesario ser un entendido en ópera para vibrar escuchando a Maria Callas en el aria de “La mamma morta” de la ópera Andrea Chenier, o el delicioso dúo de Rodolfo y Mimí en La Bohème.

Para la mayoría de los hombres, esta belleza se esfuma tan pronto como se acaba la música o se baja el telón. Pero el corazón que está atento a la realidad y se deja impresionar por su belleza, va más allá de la cuestión puramente estética y no puede dejar de preguntarse: “¿de dónde viene?”.
Con esta hipótesis, algunos amigos hemos comenzado a vernos para preparar un audiovisual, (nada técnico pues ninguno de nosotros somos expertos en la materia) que trate de reflejar, a través de fragmentos de ópera escogidos, esta dinámica del corazón del hombre, que se topa continuamente con el impacto de la belleza que la realidad le ofrece, y deja abierta la pregunta del origen y la finalidad de esta belleza.