La tecnocracia, el nihilismo y la obsesión por el bienestar. ¿Acaso son frutos de la ideología burguesa? Más bien del ateismo de su enemigo declarado. Del Noce nos invita a abrir los ojos ante la herencia que las ideologías totalitarias han dejado en la sociedad contemporánea
«La fascinación de su filosofía reside en ofrecernos una interpretación profunda de nuestro tiempo»1. Con estas palabras despierta Giuseppe Riconda la curiosidad por el trabajo intelectual de un hombre que, a pesar de haber tenido que experimentar a lo largo de su vida el menosprecio, por querer pensar libre y cristianamente, para no pocos hoy es uno de los mayores filósofos italianos después de la segunda mitad del siglo XX2. El método utilizado por el filósofo piamontés fue el de la confrontación con la “actualidad histórica”, y la comprensión de su vocación como filósofo consistía en dar una respuesta a la crisis contemporánea.
Para poder abordar una crisis es necesario conocer las causas que la provocaron. El pensamiento de Augusto Del Noce puede ser caracterizado, entre otras cosas, por su confrontación con las tesis que normalmente han dominado a la hora de interpretar los orígenes tanto de la filosofía moderna, como del ateísmo absoluto, así como del marxismo o de la sociedad del bienestar. Para él era evidente que el origen de la nueva irreligiosidad no se debía al ateísmo práctico de los creyentes (a la incongruencia entre lo que se cree y lo que se hace), sino a un «acto de libertad, en cuya producción habría empeñado [el ateo] la totalidad de su personalidad»3. Estaba igualmente convencido de que las raíces del eclipse de Dios como fenómeno ya no elitista sino de masas es una de las características de la sociedad opulenta y tecnocrática, y que tiene su origen no en el desarrollo o expansión de la técnica –como a veces se ha repetido–, sino en el marxismo.
La caída del Muro
No deja de sorprender que Del Noce vea en el marxismo la causa sine qua non del nihilismo (crisis de los valores tradicionales) que ha posibilitado la aparición de un nuevo tipo de sociedad burguesa. Pues, ¿no era concretamente la burguesía y su concepción correlativa del bienestar la que el marxismo quería erradicar de la faz de la tierra a través de la revolución del proletariado? ¿Cómo es posible, entonces, que el marxismo haya derivado nuevamente en un tipo de ideología opulenta? La pregunta que nos debemos plantear es si la caída del Muro en 1989 no fue el signo visible del derrumbamiento de los valores, que se había ido gestando por la «religión secular marxista», y que debía ser implantado ad extra, ya no como ideología de Marx o Engels, sino como «nichilismo gaio», o sea, como sociedad opulenta, es decir, tecnocrática y burguesa. Afirma Del Noce: «Querría referirme brevemente a la aserción según la cual la revolución marxista, aun desmintiéndose, no obstante ha sido en cierto modo mundial, y no sólo en el sentido de que haya conquistado más de una tercera parte del mundo, pues es muy cierto que no son comunistas los Estados del Occidente, pero no se puede decir que sus pueblos no hayan experimentado el contragolpe del marxismo en la cultura y en las costumbres. El marxismo no alimenta ya hoy una fe revolucionaria ni siquiera en los comunistas, pero las negaciones filosóficas que ha pronunciado se han introducido en los juicios corrientes... En cambio, la cultura marxista ha sido en el Occidente, por lo que respecta a su reasunción tras la segunda guerra mundial, productora del nihilismo; el nihilismo de la sociedad occidental no puede explicarse sin referirse a ese contragolpe del marxismo. Quizá no lo ha promovido sólo la cultura marxista, pero el papel que ella ha jugado en este fenómeno ha sido primario y determinante»4.
Homo faber
Del Noce sostiene con respecto a la realización histórica del marxismo y su repercusión en la sociedad contemporánea, por un lado, su fracaso político, mientras que por el otro afirmaría su triunfo cultural y moral. Quien mire hoy al mapa político en Occidente se dará cuenta que el marxismo en su versión revolucionaria ha fracasado. El utopismo de la eliminación de las clases sociales ha sido sustituido por un nuevo tipo de utopismo: el de la sociedad del bienestar. Para Augusto Del Noce existe entre ambos utopismos una relación de necesidad. La nueva sociedad del bienestar es el resultado de un marxismo que ha fracasado en cuanto utopía, pero se ha realizado en cuanto materialismo histórico, es decir, en cuanto reducción de lo real a lo meramente material. La sociedad contemporánea se presenta como heredera de la crítica que el marxismo ha hecho a las religiones o más concretamente a la idea de Absoluto. Aunque la nueva sociedad sea burguesa no por ello es cristiana, pues en ella ha desaparecido la relación que se dio tradicionalmente entre el cristianismo y la burguesía.
La filosofía de Marx representa un giro copernicano con respecto a las filosofías precedentes. El nuevo tipo de filosofía no tiene ningún interés en comprender la realidad, sino que su único interés es la trasformación de la misma según una “idea” (ideología). Por tanto, el filósofo no debe someterse ya a una verdad objetiva que encuentra a través de la contemplación de lo real, sino que es él el que tiene que construir lo real a través de su “idea de verdad”. Nos encontramos ante el rechazo de la idea platónico-cristiana de un mundo creado según una racionalidad universal. El marxismo representa el punto álgido de la liberación de la dependencia del hombre con respecto al Dios creador.
El creador del mundo, es decir, de lo real, ya no es Dios sino el hombre a través de su obrar. Aparece así una nueva visión del hombre: el paso del homo sapiens (el hombre contemplativo de la verdad) al homo faber (el hombre constructor de la verdad). La dignidad del hombre no reside ya en haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, sino en su capacidad de auto-construirse. La persona ya no vale por lo que es, sino por lo que hace. Pensemos en la repercusión que tiene esta teoría en los problemas candentes de la bioética en la actualidad.
Un nuevo ateismo
En el concepto de hombre proveniente del marxismo y asumido por la sociedad opulenta, la gracia sobrenatural ha desaparecido totalmente. Nos encontramos ante un nuevo tipo de ateísmo, donde la negación de Dios no se debe a un discurso de la razón, sino a que su existencia se presenta al hombre como inútil, por no decir hostil. Pues, si la dignidad del hombre consiste en su autocreación ¿para que necesita un Dios creador? La absolutización del sujeto ha traído consigo la erradicación de la idea de la existencia de un Ser necesario que permita al hombre a ser hombre. El hombre moderno cree valerse por sí mismo.
Por tanto, ante la tesis de que habría sido el desarrollo de la técnica y de las ciencias naturales las que habría llevado consigo la perdida del otium (tiempo sagrado) y con él la sustitución del “ser” por la del “hacer” o “tener”, Del Noce presenta la filosofía marxista con su nueva concepción del hombre y de la historia como la que ha posibilitado el paso de la “simple técnica” al “espíritu tecnicista”. El hecho de que la técnica asociada al progreso se haya convertido en el nuevo Absoluto de la sociedad contemporánea, se debe a la aniquilación de los valores tradicionales realizado por el marxismo, y que ha posibilitado que lo que hasta entonces era relativo (la técnica) ahora se convierta en absoluto. El concepto de hombre constructor de la historia e incluso de sí mismo sin referencia alguna a Dios o a la gracia se ha visto favorecido por el desarrollo que la técnica ha experimentado en estos últimos decenios. Con ella, el nuevo tipo de hombre piensa poder vencer el problema del mal al establecer la ecuación a mayor progreso tecnológico-científico menor desorden en el mundo, y, por tanto, menor presencia de mal en el mismo. Del Noce ha denominado esta concepción de la técnica y del progreso como la utopía típica de la sociedad del bienestar. Pero esta concepción redentora de la técnica asociada al progreso sólo es posible si se parte de la reducción marxista del mal a estructuras sociales o históricas que el hombre debe eliminar a través de la acción y del desarrollo de la técnica. Por tanto, si el mal se viera en toda su plenitud, y aquí nos referimos al estado de caída en la que el hombre se encuentra debido al pecado original, parece probable que juntamente con la técnica el hombre viera la necesidad de la intervención gratuita de Dios en la historia, a fin de poderse ver liberado de su último y verdadero enemigo, la muerte que ha traído consigo el pecado.
Dictaduras democráticas
Además la reducción marxista del hombre a un ser material que debe construir su propia historia, tiene como consecuencia en la sociedad opulenta la aparición del egoísmo absoluto. Los nuevos constructores de la historia aparecen, según Del Noce, como hombres vacíos, es decir, como «seres ya sin límites, sin valores, sin ni siquiera el reclamo, la tensión hacia la salvación del sufrimiento material; seres que pueden sentirse vivos sólo en la furia abstracta del sexo, en las reacciones inmediatas e imprevisibles, en los desfogues de una anarquía esporádica y fatua»5. El único fin propuesto por el hombre de la sociedad opulenta es, por tanto, el del goce inmediato, el del bienestar, el de la comodidad, en resumen, el de la mayor satisfacción posible de sus gustos y apetitos.
La sociedad contemporánea es la demostración histórica del fracaso del marxismo como sistema político. El reino de la necesidad (aquel basado en verdades y principios absolutos) no ha sido sustituido por el reino de la libertad (como el marxismo proponía a través de la revolución y de la aniquilación de dichos valores), sino por el reino de la fuerza. Pues «una vez que la libertad se ha disociado de los valores, lo que queda es solamente la libertad para dominar y, en tanto que en la lucha por la dominación un grupo se imponga y establezca un orden; este orden nacido de la dominación será un orden totalitario, y precisamente en este punto el totalitarismo recibe su pleno sentido independientemente de las formas institucionales en las que se exprese»6.
El pensamiento de Augusto Del Noce nos invita a abrir los ojos ante la herencia que las ideologías totalitarias, que asolaron Europa el siglo pasado, han dejado en la sociedad contemporánea. El mundo occidental, como no puede ser de otra forma, condena los genocidios llevados a cabo en nombre de las “religiones políticas”. Pero lo que no parece tenerse tan claro es la censura de la aniquilación de los valores, que los posibilitaron. Como bien insiste Del Noce, ni el nacional socialismo ni tampoco el comunismo fueron errores “contra la cultura”, sino errores “de la cultura”. Una sociedad nihilista no puede ser sino violenta. La crisis violenta que invade a Europa, expresión de las nuevas formas de “dictaduras democráticas”, solo será superada a través de una cultura que tome como base no ya la razón creadora de ideologías (neoilustración), sino el valor evangélico del amor al prójimo.
* Sacerdote de la diócesis de Madrid, actualmente en la Universidad “Rheinische Friedrich-Wilhelms” de Bonn cursando el Doctorado en Teología dogmática.
Notas
1 G. RICONDA, "Introduzione. Attualità del pensiero di Augusto Del Noce", en: DEL NOCE, Verità e ragione nella storia (Milano 2007) 7.
2 M. BORGHESI, "Un gran intelectual, un amigo": (artículo on-line) www.huellas-cl.com/2007S/01/ungraninte.html.
3 A. DEL NOCE, Il problema dell'ateismo (Bologna 41990) 342-343.
4 A. DEL NOCE, Secolarizzazione e crisi della modernità (Napoli 1989) 27-28.
5 DEL NOCE, Il problema dell'ateismo, 319.
6 DEL NOCE, L'interpretazione transpolitica della storia contemporanea (Napoli 1982) 39-40.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón