Huellas N.1, Enero 2008

PRIMER PLANO - Spe salvi

Teólogo culto y padre benévolo

Nikolaus Lobkowicz, director del Instituto de Estudios de Europa del Este en la Universidad Católica de Eichstätt

La nueva encíclica de Benedicto XVI hará historia por diversas razones. Ante todo es una de las cartas encíclicas más eruditas que un papa haya escrito, si no la más erudita. Joseph Ratzinger es uno de los teólogos más cultos de nuestra época. En segundo lugar, la encíclica representa la obra cumbre de un gran escritor; nunca antes un escrito pontificio me había conmovido tanto, y otros muchos lectores también lo han experimentado así. La Spe Salvi es además un ejemplo de espíritu ecuménico: no es sólo que la encíclica esté escrita de tal modo que cualquier cristiano creyente de cualquier confesión pueda gustarla, sino que además toca de un modo absolutamente no dogmático temas que son objeto de diferencias entre los mismos cristianos, y trata de hacer accesible a los no católicos algunos contenidos de la fe católica (el purgatorio, las oraciones por los difuntos o la imagen del significado de María en la historia de la salvación formulada como oración). Asimismo la encíclica enfoca el problema crucial de nuestra época: «La crisis actual de la fe, en sus aspectos concretos, es sobre todo una crisis de la esperanza cristiana» (17). Sin poner mínimamente en duda la importancia del progreso tecnológico y científico, muestra cómo ese progreso no podrá nunca obtener para nosotros aquello a lo que nuestro corazón irrevocablemente aspira. Con todo ello, la encíclica no nos ahorra a los católicos una autocrítica: en los últimos siglos con mucha frecuencia nos hemos concentrado excesivamente en nuestra salvación personal, y no hemos tenido en cuenta que una «esperanza sólo para mí... no es una esperanza verdadera porque olvida y descuida a los demás» (28). E impresiona mucho más la forma en que expresa todo esto porque Benedicto XVI no escribe ni una línea con estilo “pontifical”: no apela a su autoridad, sino que habla como un padre espiritual benévolo, consciente de que puede atraer a sus lectores –con la ayuda de Dios–aunque sólo sea por como se expresa.