Aprendiendo a educar
El pasado 14 de diciembre se celebró en Madrid una asamblea con Javier Prades sobre el encuentro de Julián Carrón con los educadores de CL del pasado mes de octubre. A partir de la lectura y el trabajo de dicho texto, se testimoniaron varias experiencias educativas y se plantearon algunas inquietudes de cara al trabajo diario con los chicos. Lo sorprendente, al menos para quién acudía por primera vez, es que la clave de la educación y de la relación entre el maestro y el alumno no radica en la aplicación de una serie de técnicas, sino en la fascinación por la realidad que pueda transmitir el educador. Y para ello, para esa fascinación hacia toda la realidad, hace falta llegar hasta el Misterio en la relación con las cosas y con las personas que nos encontramos. En ocasiones, cuando nos topamos con el Misterio al relacionarnos con nuestros alumnos, nos vemos sobrepasados hasta el punto que, para evitar ese desfase, pretendemos sustituirlo con una serie de procedimientos o actitudes. Personalmente una de las cosas que más me han ayudado y llamado la atención ha sido entender que el Misterio se desvela en la realidad, yendo al fondo de lo que se nos muestra mediante la apariencia. De tal forma, que la auténtica realidad de las cosas incluye el Misterio, es decir, su significado último; significado que se desvela llegando hasta el fondo de la realidad misma. Sólo quien vive esta dimensión en su vida puede transmitirla en el aula. La invitación, y la provocación personal más sugerente de este encuentro, fue a verificar que sólo desde esta perspectiva se puede educar verdaderamente. Somos afortunados por estar juntos en esta tarea: no para animarnos mutuamente, sino porque la relación con Cristo nos permite buscar el significado último de la realidad, que consiste en Él y proponerlo a nuestros chicos en la relación educativa con ellos.
Jesús, Soria (España)
Nuestra felicidad
Nunca me había sentido tan feliz como ahora. Llegué a la Universidad Católica Sedes Sapientiae con la idea de estudiar una carrera para luego “vivir bien”. Pero ya en el segundo ciclo está idea cambió, pues conocí a un profesor de teología que me enseño a mirar la vida de manera muy diferente. Este profesor me ayudó a afrontar mis problemas y me invitó a participar en Comunión y Liberación. En un primer momento pensé que eso no era para mí, sino para otros, pero en realidad interiormente yo pedía a gritos ayuda, porque ya estaba cansada de vivir rutinariamente. Gracias a mis profesores y amigos, que insistieron en invitarme a la Escuela, decidí ir y no puede resistirme a la propuesta que se me hacía, que se adhería a mí fuertemente. Era como si ya lo conociera. Quizás no lo pueda explicar con palabras exactas, pero ahora no falto a los encuentros por nada del mundo y he crecido mucho en todos los aspectos de mi vida. Trato que cada día sea mejor y de manifestar a todos que he encontrado a Dios, en una verdadera unión; antes no vivía intensamente como lo hago ahora. Cada día descubro algo maravilloso que me hace más dependiente de Dios, de Alguien más grande que nosotros y que es nuestra felicidad plena.
Elvia, Lima (Perú)
El regalo que me está cambiando la vida
Cuando cumplí los 14, mi mayor aspiración (como la de la mayoría de adolescentes) era poder hacer lo que me diera la gana sin dar explicaciones ni pensar demasiado. No aparentaba la edad que tenía, así que casi sin darme cuenta, un año después formaba parte de un grupo de radicales y había perdido el miedo a las peleas; estaba diariamente en el banco del rincón del parque del Matadero de mi barrio riendo con los colegas, no por que fueran muy graciosos, si no por que compartíamos cada porro que nos hacíamos. Empezó así mi desconexión con la vida. Poco a poco las cosas fueron empeorando; no sólo iba a las discotecas hasta las 5 o las 6 de la mañana, sino que llegaba a tomarme fines de semana de 4 días sin dormir ni aparecer por casa, con denuncias de desaparecida puestas por mis padres, que se sentían impotentes ante mí. Entonces ya no me fumaba un porro para reírme un rato con los amigos, si no que lo necesitaba para afrontar cada momento de mi vida, para entrar a clase, para aguantar en casa con la familia… Durante todo aquel tiempo, sucedieron muchas cosas que me hundieron, como ver morir a dos de mis mejores amigos en moto durante una de nuestras fiestas. En aquellos momentos sin pensarlo dos veces, recurría a mis profesores del colegio en busca de algún sentido. Yo sabía que ellos eran los únicos que tenían una respuesta para mí, y que no sólo me la explicarían, si no que me la harían vivir. Lo malo es que mi constancia era pésima, y cuando ya no me creía hundida, me volvía a creer que sola lo podía todo. Hasta que me volvía a hundir y la historia se repetía. Mientras había mucha gente que rezaba por mí (cosa que les agradeceré toda mi vida) y me intentaban ayudar. Ahora puedo decir, que hubo Uno que después de todo no sólo no me abandonó, sino que me dio “el único regalo” que me cambió la vida para siempre. Al principio fue duro, porque no entendía de ninguna manera la grandeza tan inmensa que este regalo tenía en mí, pero, gracias a esas personas que no me han abandonado nunca, he salido a delante, y ahora, más emocionada y, aunque sea duro, más feliz que nunca, espero a mi hija Chiara que nacerá para el 22 de enero. A mis 17 años puedo decir que he tenido un embarazo maravilloso, tanto como que me ha salvado la vida, y durante el que he sentido cada día cuando me miraba al espejo, el abrazo de la Virgen que me lleva de la mano, y a la que le debo mi vida. Por favor, rezar por mi hija, para que venga bien al mundo, y para que la Virgen no deje nunca de abrazarla igual que ha hecho conmigo. Y por todas aquellas chicas, que por creerse solas, borran de su camino este regalo que, como a mí, les puede mostrar la bondad de Dios, del Infinito.
Marta, Barcelona (España)
Experiencia irreductible
Debido a mi historia personal y a las cosas que he vivido, siempre he tenido la percepción clara de que mi vida está ligada a un Misterio, pero esta percepción, en la experiencia cotidiana, siempre ha estado dominada por un factor doloroso (incluso sofocante) que no me permitía vivir con libertad plena. Nunca he llegado a entender por qué el que me puso en el mundo podía permitir una experiencia como la mía, hasta tal punto que hace un año, ya harta y completamente escéptica, me alejé del movimiento y dejé de frecuentar los sacramentos. Yo no entendía por qué tenía que vivir el nexo con una realidad que en la práctica parecía no permitirme una experiencia de libertad real en la vida cotidiana, con mis amistades o en mis deseos. En ese momento alguien miró mi vida con seriedad y se comprometió con mi humanidad de una manera que todavía me sigue conmoviendo, no como sentimiento, sino con el significado de “mover” mi persona, ponerla en movimiento. Yo no era consciente de ello pero en la relación con él, en el reflejo de la seriedad, de la ternura y libertad absoluta con la que me miraba, yo empecé a tener la experiencia de lo que significa ser amada y libre. Todo lo vivía acompañada por esta mirada, que lentamente comenzaba a formar parte de la percepción que yo tenía de mí misma, porque yo lo estaba permitiendo, es decir, cedía a lo absolutamente adecuado y bello de esta experiencia. Mi vida no había cambiado, el dolor y el cansancio permanecían, pero comenzaba a introducirse un elemento de experiencia nueva, completamente diferente. Él siempre me hablaba de Carrón y por eso empecé a ir de vez en cuando a Milán a su Escuela de Comunidad: me interesaba comprender y vivir el origen de eso nuevo que estaba vislumbrando. Allí pude ver en acción un método de trabajo que me convenció hasta el fondo, me atrapó completamente, porque la manera con la que miraba a gente que tenía mis mismas preguntas u otras diferentes me indicaba un camino, una manera concreta de poder tener la experiencia que él tenía y que a mí me interesaba. Estar allí me permitió comprender los pasos de la experiencia que yo quería tener para vivir esa intensidad que me tenía fascinada, la misma a la que hacía tiempo había cedido mi corazón. Así, el año comenzó para mí de manera totalmente nueva: deseo hacer Escuela de comunidad e incluso caritativa, cosas de las que hace un año no quería saber nada. Todo se ha vuelto extraordinariamente sencillo, pero de una forma que no tiene nada de ingenuo. Porque la vida es dramática, a veces muy complicada, como muestran acontecimientos como la muerte de Mattia. He rezado incansablemente por él y por su familia, aunque no les conozco, porque deseaba que también ellos pudieran, dentro de lo que les estaba sucediendo, experimentar la liberación. Lo cierto es que hay una experiencia sencilla, que simplifica todo y hace que todo esté en paz: reconocer existencialmente el hecho de que yo soy, consiste en esta relación con el Misterio que me hace irreductible a todos los antecedentes de los que hasta hace poco estaba prisionera. Y es una experiencia que no tiene marcha atrás.
Elena
Huellas en Camboya
Desde hace dos años regalo Huellas todos los meses a mi párroco. Al principio un poco titubeante y más tarde, cuando me dijo que había aprovechado un artículo de la revista en una homilía, plenamente convencida de lo bueno de este gesto. El pasado domingo le llevé el número de noviembre y el párroco, a parte de darme las gracias, me dijo: «¿A que no sabes dónde está el número de Huellas de octubre que me diste? ¡En Camboya!, vino a verme un sacerdote misionero antes de salir hacia allí, vio Huellas en mi mesa y me pidió que se la regalara para llevársela y leerla con gusto porque ya conocía la revista».
¡Los caminos del Señor son infinitos!
Antonia, Varese (Italia)
De Albania al Bautismo
L., albanesa de tradición musulmana, llegó a Italia siguiendo al padre de sus tres hijos, que vive en Puglia. Sus padres y algunos de sus hermanos se habían trasladado a Lombardía y, debido a la grave enfermedad de una de sus hermanas, L. fue de viaje con sus hijos, de uno, dos y tres años, para visitarla pero cuando decidió volver a casa, su marido la rechazó. Sola, sin trabajo ni casa, la acogieron sus parientes mientras no encontrara un sitio donde vivir y algún trabajillo. La hija mayor comenzó a asistir a la escuela infantil de la parroquia. Allí, L. conoció a Mirella, la madre de otra niña, que estableció con ella una amistad profunda, compartiendo su historia, sus necesidades y dificultades. Mirella le dio a conocer el Banco de Alimentos, donde la estuvieron ayudando durante mucho tiempo. L. cayó gravemente enferma y Mirella le ayudó a organizarse entre visitas al médico y curas, hasta que se restableció. También le puso en contacto con Obiettivo Lavoro para responder a su necesidad de encontrar trabajo. Las personas a las que conoció, como nosotros, y la amistad con Mirella y con su cuñada, le ayudaron y le acompañaron, dando testimonio, de muchas maneras, de una fe que L. reconoció, dentro de la dramaticidad de su vida, haciendo que nunca se sintiera sola. Hasta llegar a decir «el Señor siempre me ha ayudado». En un momento dado quiso conocer qué era lo que movía gratuitamente a esas personas y el motivo por el que sus cuñadas querían bautizar a sus hijos. Comprendió que ponerles en las manos de Dios era un gran bien; por esta razón tomó la decisión de hacerse cristiana y tras un recorrido catequético ella y sus tres hijos recibieron el Bautismo en la Vigilia Pascual. Este nuevo inicio trajo como consecuencia el deseo de recibir también los otros dos sacramentos: Eucaristía y Confirmación. Este año pidió a Maria Carla poder ir al Meeting de Rimini para que también sus hijos pudieran encontrar este lugar. Fue una experiencia bellísima, tanto por el estupor y el interés con el que visitamos las diferentes exposiciones y participamos en los encuentros, como por la seriedad y la lealtad con la que los comentábamos más tarde y los comparábamos con nuestra vida.
María Gracia y María Carla
Sólo hay una respuesta
Querido Julián: Te escribo desde Asunción, donde estoy trabajando en la clínica del padre Aldo. «¿Cómo podemos saber que hemos comprendido?». Esta pregunta que nos hiciste en el Equipe del CLU, ha despertado mi humanidad y mi inteligencia; como si tuviera delante un desafío, me di cuenta de que no tiene sentido estar en el movimiento si no afecta a toda mi vida. Ahora deseo verificar cada vez más en primera persona si ha entrado un criterio nuevo, si observo un cambio, si puedo afirmar: «Está, porque actúa». Llegué a Paraguay con esa misma pregunta. Es impresionante cómo responde el Señor. Hablando con mis amigos de Parma por teléfono, me di cuenta que algo nuevo ha sucedido en mi vida. Estábamos hablando de la jornada que clausuraba nuestras actividades para recibir a los que empiezan la Universidad, y yo les pregunté qué iban a decir a esos 300 chicos con los que habían pasado dos semanas. Me respondieron: «Que nuestra amistad es excepcional y hemos hecho todo esto para ofrecérsela». En ese momento no pude callarme: no basta con una amistad excepcional, no basta con tener grandes ideales o buenas ideas sobre la misión y cómo organizarla. Desde el primer día de trabajo en esta clínica me acompaña una pregunta: ¿cómo puede existir en el mundo un lugar como éste, donde se trata al paciente como una persona, donde, además de curarles y administrarles medicamentos, se peina a las mujeres con horquillas de colores? Un lugar donde se abraza el dolor y a la vez se pierde el miedo a morir porque uno ya no está solo, una casa donde los pacientes vuelven a sonreír, a decir “gracias” y a pedir el Bautismo y los sacramentos. Estos días he empleado a fondo mi razón y mi inteligencia para poder encontrar una respuesta digna de ser creída y por lo tanto aceptada. Porque lo que yo quiero es que mi casa, mis amistades, la relación con mi novio, sean así. La única respuesta es una Presencia que ama, que abraza y salva todo lo humano, cuyo nombre es Cristo. Esta respuesta no cierra nada, es más, abre el deseo de compartir la vida con todos. Entonces dije a mis amigos de Parma que los cursos para los de Primero no son algo diferente de esta clínica. Los hacemos porque nuestra amistad reconoce y vive Su Presencia.
Margherita, Asunción (Paraguay)
Del Caribe a Belo Horizonte
En la vida puede suceder que el Acontecimiento se vuelva completamente inútil. Después de haber encontrado el movimiento puede suceder, sin darse uno cuenta, que uno vaya por su camino. Es lo que le ha pasado a mi familia. Tras 20 años de movimiento, en GS, en el CLU, con los jóvenes trabajadores, inscritos en la Fraternidad, felizmente casados, con una situación económica satisfactoria, poco a poco empezamos a dejar de buscar su Presencia en el rostro de los amigos, incluso en nuestros rostros de marido y mujer. Como nos dijo con dureza paternal el sacerdote que nos casó, nos habíamos aburguesado. Pero la vida nos puso en la encrucijada con un malestar que cada vez se hacía mayor, hasta que nos vimos obligados a replantearnos toda nuestra existencia. Nos preguntábamos por el sentido de todo y no encontrábamos respuesta. Entonces pedimos ayuda a don Alfredo: desde las decisiones más banales hasta las más importantes (decisiones de trabajo, en qué emplear el dinero o la educación de nuestro hijo). El trabajo sobre la Escuela de comunidad se ha convertido en la primera exigencia de cada día; entre nosotros dos existe un compromiso de reclamarnos mutuamente y por lo tanto de querernos más. Ahora todo lo que nos sucede no se nos echa encima como un fardo. Incluso nos replanteamos las vacaciones de verano que solíamos pasar en el Caribe, porque nos dimos cuenta de que del relax en playas maravillosas sólo queda un sello más en el pasaporte. Nos llegó la propuesta de pasar las vacaciones en Brasil, con Rosetta, y dos semanas más tarde estábamos en Belo Horizonte con nuestro hijo de 4 años. En una realidad muy bella, tan diferente de la nuestra, el «sí» que dijimos tímidamente al principio, tenía que renovarse a cada instante: Rosa nos pedía que lleváramos la furgoneta, que fuéramos a la compra, que atendiéramos a los niños del “nido” del “Felicidade”, que ayudáramos a los albañiles y pintores a reformar el baño del asilo…Ese «sí», repetido día a día, se hacía cada vez más verdadero y ya no cabía tener miedo porque era un «sí» a Cristo, por lo que no tenía importancia lo que supiéramos o no hacer, o cuantas veces le habíamos traicionado (o lo íbamos a hacer), sino a quién mirábamos. Rosetta nos dio testimonio y nos hizo ver que Cristo nos lo pide todo. El don de una experiencia tan verdadera se hace evidente en la comunión con los amigos de la comunidad de Ascoli, que participaron con nosotros en este viaje acompañándonos con sus oraciones, con correos electrónicos y mensajes. Fue conmovedora la fiesta sorpresa que Rosa y los demás nos prepararon cuando nos íbamos, y la acogida llena de estupor y de alegría que se veía claramente en los rostros de nuestros amigos de la Escuela de comunidad. Ahora vivimos intensamente la realidad e increíblemente experimentamos un gusto nuevo por todo lo que hacemos.
Elisabetta y Antonio, Ascoli Piceno (Italia)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón