De qué la Unión está en crisis no hay duda. No solo por los ataques de euroescépticos y neosoberanistas, o por las presiones externas, ya sean por parte de Trump y Putin, o de las masas ingentes de inmigrantes, sino por cómo está perdiendo de vista su "razón social", el espíritu que la generó. Un espacio de solidaridad y cooperación entre naciones que hasta poco antes -y desde siempre- se habían hecho la guerra. Algo inédito, ya arraigado en la historia (no es casual que su patrono sea san Benito), pero cultivado con tenacidad, hasta su floración, por unos políticos que compartían dos cosas: una visión amplia, a largo plazo, y la fe cristiana, que inspiraba naturalmente ciertos valores de fondo.
Pero Europa, con todos sus límites, «sigue teniendo sentido», como señala el politólogo francés Pierre Manent en la entrevista que encontraréis en estas páginas. Recuperar su fundamento, «contar las historias», es urgente, como se ve en el diálogo con otro intelectual europeo de relieve, el sociólogo español Víctor Pérez Díaz.
Entonces, ¿por dónde volver a empezar? ¿Qué contribución nueva podemos ofrecer los cristianos en esta reconstrucción? El papa Francisco se lo preguntaba en una valiosa intervención de 2017 que volvemos a proponer porque señala los puntos de fondo ineludibles. Junto a ello, además de una pequeña antología de grandes autores capaces -que enmarcan el significado y el valor de una realidad que exige ser continuamente construida-, algunos testimonios procedentes de varios rincones de Europa (Austria, Holanda, República Checa). Son ejemplos «desde abajo» de una iniciativa originada por la fe, capaz de generar otra mirada hacia el hombre y por tanto otra manera de afrontar los problemas -ya se trate de la acogida de inmigrantes o de la educación, de la ayuda a menores o de la política-, que se ofrece a todos. Porque Europa sigue siendo un bien para todos.
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