Intelectual turco, columnista del New York Times, autor de un libro que ha suscitado cierto debate sobre la figura de Cristo en el mundo islámico. Mustafa Akyol ha protagonizado un diálogo con el cardenal Angelo Scola en el Centro Cultural de Milán
La historia comienza en Estambul, hace varios años, cuando Mustafa Akyol conoció a un misionero protestante que se le acercó para ofrecerle un ejemplar del Evangelio. La leyenda metropolitana, muy difundida entonces por la ciudad del Bosforo, es que agentes de la CIA habían escondido en aquel libro un billete de cien dólares. «Cuando abrí el libro no encontré el dinero, sino algo más interesante». Hoy Akyol es un intelectual musulmán muy reconocido, columnista del New York Times y miembro del Cato Institute, un think tank liberal. En 2017 publicó un libro que está dando mucho que hablar al otro lado del océano, pero también en el mundo islámico, The Islamic Jesus (El Jesús islámico, ndt). Con el subtítulo: “How the King of Jews Became a Prophet of the Muslim", cómo el rey de los judíos llegó a ser un profeta del islam. Invitado por la Fundación Oasis y el Centro Cultural de Milán, Akyol aceptó presentar la tesis de su libro y confrontarse con el presidente de Oasis, el cardenal Angelo Scola.
El pensamiento de Akyol se sintetiza en que la figura de Jesús y su modo de relacionarse con la tradición judía, tal como lo presentan las fuentes cristianas, sería una ayuda importantísima para salir de la crisis que está atravesando el islam contemporáneo. Los esfuerzos del mundo musulmán para salir de la crisis, siempre según Akyol, deberían dirigirse a la actitud literalista y legalista del Corán y de la tradición islámica. No es un misterio que Jesús aparezca citado en el Corán y definido (11 veces) como Mesías. Lo mismo sucede con varios personajes de la Biblia. Sin embargo, explica Akyol, la narración coránica nunca cuenta las historias completas de los personajes que cita. Y la lectura de las fuentes cristianas causó a este intelectual turco la impresión de que Jesús se encontraba en un contexto, el del pueblo judío del siglo I, muy parecido al mundo islámico del siglo XI. Por una parte, el poder del Imperio romano; por otra, la profunda tradición religiosa y el deseo de independencia política. Las tentaciones a las que estaban expuestos los judíos eran las mismas que los publícanos (colaboracionistas con el poder invasor) o los zelotes (rebeldes dispuestos a usar la violencia para lograr su independencia). En esta situación, el judío Jesús de Nazaret se contrapone a los escribas y fariseos, los acusa de literalismo y legalismo. La religiosidad de Jesús, según Akyol, derriba el esquematismo de sus contemporáneos y vuelve a alinear, sin traicionarlo, el mensaje de la tradición con las circunstancias históricas. «¿Qué nos puede enseñar Jesús a los musulmanes?», se pregunta Akyol. «A mirar de un modo nuevo nuestra tradición, por un lado, sin abandonarla secularizándonos, por otro sin volvernos ciegos y fanáticos, sino teniendo en cuenta el mundo tal como es hoy».
Scola, por su parte, intervino diciendo que valoraba mucho en la obra de Akyol su intento de releer las ideas de califato y sharía, no ya en un sentido político sino espiritual. «Califa es cada musulmán, que tiene la responsabilidad de vivir una vida profunda según las enseñanzas del Profeta», resume Scola. «Y la sharía entendida como "reino de Dios que está en cada uno", apuntando hacia la interiorización personal». Para el cardenal, este enfoque «da esperanza y ofrece razones a esa esperanza. Por eso espero que también nosotros podamos facilitar su difusión para alimentar este debate».
El moderador, Luigi Geninazzi, se dirigió a Akyol con una pregunta más que legítima: «¿La suya es la postura aislada de un intelectual o puede tener cierto seguimiento?». Su invitado no eludió la cuestión. «No creo que con mis artículos se pueda de hoy a mañana hacer cambiar de idea a los militantes del Isis. Pero hay una gran franja de musulmanes, no solo en la minoría reformista a la que pertenezco sino también en la mayoría conservadora, que necesita nuevas perspectivas». Añadiendo otro punto interesante. «Uno de los mayores problemas del islam es que no tenemos un Papa. No hay nadie que escriba para nosotros una Nostra Aetate (el documento del Concilio Vaticano II sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, ndt.). Estamos en una situación más parecida al protestantismo, lo que significa que la tarea de cada voz musulmana pensante es la de convencer a nuestros correligionarios para que sean más tolerantes, más pluralistas y liberales respecto a las demás religiones, pero también respecto a los que, en el islam, piensan de otra manera». Sobre las reacciones provocadas por su libro, «aparte de una noche en prisión en Malasia después de que me arrestaran por haber dicho que la apostasía no debería ser delito, ha habido mucho retorno positivo, y también alguno negativo. También hay quien dice que soy un agente de la CIA.».
El cardenal Scola aprovechó para abordar algo que puede parecer un detalle, pero no lo es. Es decir, la predilección de Akyol por el cristianismo de Santiago apóstol, que él contrapone al de san Pablo. Es el inmenso -e intrincadísimo- tema de la “justificación", sobre el que han litigado durante siglos católicos y protestantes. ¿Qué relación existe entre la fe y las obras? ¿Basta la fe para salvarse o también hacen falta acciones “en sintonía" con lo que uno cree? Parece no tener nada que ver con el tema del libro de Akyol, pero en realidad es un punto central: la nueva vía señalada por Jesús respecto a la ley tiene que ver precisamente con esta cuestión. «La justificación no es algo que venga de Jesús como una realidad puramente externa al sujeto», afirma Scola. «Viene de Jesús como una presencia apasionada que convierte mi corazón y mi mente, y que me urge a actuar de un modo distinto. Esta es la relación entre fe y obras».
El cardenal cerró el encuentro subrayando la importancia del diálogo interreligioso en esta situación de transición global. «Hace falta un sujeto que se ponga en juego en primera persona. Que sea testigo. Que se ponga ante la vida de todos los días como alguien tocado por el acontecimiento de la presencia de Cristo, y que a pesar de sus límites procure cambiar la propia vida y mostrar la belleza, la bondad y la verdad del propio camino de fe». Scola vuelve al ejemplo del prior de Tibhirine, Christian de Chergé, y su testamento espiritual: «Mi muerte parecerá darles razón a quienes me han tratado, sin reflexionar, como ingenuo o de idealista. Pero deberán saber que, por fin, quedará satisfecha la curiosidad que más me atormenta. Si Dios quiere, podré sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto a Él a sus hijos del islam, así como Él los ve».
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