Desde la lucha contra la corrupción en las universidades a la campaña electoral del presidente de Paraguay. Derlis Alfredo Noguera, joven secretario general del Ministerio de Educación y Ciencias, cuenta lo que está aprendiendo de la política
El mayor descubrimiento en mi compromiso político es que cada persona que encuentro, sea quien sea, tiene una necesidad radical de ser atendida. De ser mirada y amada. No bastan los partidos. Tenemos una continua necesidad de relaciones. Esta necesidad tan propia de nuestra naturaleza humana tiene que aflorar con mayor intensidad». Derlis Alfredo Noguera es secretario general del Ministerio de Educación y Ciencias de Paraguay. Es el más joven en su rol de todos los Ministerios. Treinta y dos años, desde muy joven se interesa por la política, militando en el partido liberal de centro-izquierda, el Partido Colorado. Conseguida la licenciatura en Derecho, ha trabajado en Argentina y en su país. Desde 2016 se ocupa de Educación, al ser contratado por el CONES, el Consejo Nacional de Educación superior de Paraguay, una institución reciente, creada en 2013, en un momento en que «se tocó fondo por la permisividad de la ley o por su ausencia». El desafío era enorme: sanear completamente el sistema universitario en todo el país, controlar toda la oferta académica, sobre todo las universidades privadas, sus condiciones económicas, la calidad educativa. Lo cual supuso cerrar algunas facultades, algunos cursos de licenciaturas no habilitados y luchar en contra de la corrupción financiera. «No basta la audacia política», dice Noguera. Lo ha entendido implicándose, junto con otros jóvenes, en la campaña electoral del actual presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Luego, aceptando la propuesta del Ministerio de Educación y Ciencias. «Es fundamental que hacer política vaya de la mano de la competencia profesional y los conocimientos técnicos para poder responder a los desafíos de la realidad y a las necesidades de la sociedad: la transparencia, la honestidad, la gestión adecuada de los recursos públicos, la simplificación de la burocracia».
En su actual cargo, coordina a doscientos funcionarios y durante todo el día recibe a gente y escucha sus problemas y peticiones. «Creo que ocuparse de la educación es una de las formas más altas de política. Y considero una suerte que, en cualquier lugar adonde vaya, pueda encontrar a un profesor, a un maestro o un estudiante, que me hablan de la experiencia educativa, para tratar de solventar lo que se puede cambiar, lo que debe cambiar y servir a una tarea tan grande».
Aunque tenga un cargo público, dice que su primer compromiso es con su familia. «Mi mujer y mis hijos. Sin ellos y sin mis amigos, ni siquiera podría pensar en comprometerme en política. Sin hacer un camino en la comunidad cristiana viviría en la tentación continua de pensar que todo depende de mí, tanto para lo bueno como para lo malo. Sería una tensión insostenible. Solo gracias a la fe tengo la conciencia de que no es así y puedo hacer con libertad lo que me toca a mí».
Lo más bonito de su trabajo es poder ver «el deseo y la disponibilidad de la gente cuando le propones algo verdadero. No hay nada tan útil como hablar con verdad y hacer propuestas concretas. La gente está harta de “promesas" para el futuro». En cambio, lo más duro es luchar contra la corrupción. «Hay que ser muy valientes. Es una cuestión de mentalidad. No existe un compromiso político si no tomas en serio tus intereses como persona. Trabajar para el bien común implica tomarse en serio la propia vida, hacer bien lo que tienes que hacer en tu familia, tu trabajo y tu ambiente».
Hablando de su trabajo, cita a menudo a Hannah Arendt, mira la idea de política que ella tenía, al "pensar en lo que hacemos" como unidad de reflexión y acción porque «esto será determinante para un cambio radical de nuestro tiempo». Noguero lo traduce en el comenzar «un proceso constante y paciente de la vida social. La educación, la cultura y la política se beneficiarán si identificamos lo que Giussani define como "experiencia elemental". No tenemos que partir de una teoría sobre el hombre para luego aplicarla, sino conocer a las personas en su situación concreta, histórica, siempre abierta a una mayor realización». No es solo su oficio lo que le enseña qué es la política. Es miembro directivo de la Fundación Banco de Alimentos de su país. Recientemente, fueron a la cárcel de Tacumbú, una de las más peligrosas de Paraguay. Los presos querían conocerles, se preguntaban quiénes les enviaban comida excelente desde algunos restaurantes de Asunción. «Salí de allí convencido de que entre ellos y nosotros no hay diferencia: tenemos los mismos deseos, la misma inquietud, el mismo drama frente a la existencia. Después de ese encuentro, nos escribieron una carta diciendo que somos como "el maná en el desierto". Es increíble. Se nos ha concedido la gracia de estar con ellos. Uno hace política donde la realidad le llama».
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