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Huellas N.01, Enero 2019

PRIMER PLANO

«¿Cómo es posible estar agradecido por las necesidades?»

Paolo Perego

Historias y provocaciones de la última asamblea de los Bancos de Solidaridad: 250 realidades que en Italia y España atienden a 80.000 personas. Así es como la “caritativa”, uno de los fundamentos de la propuesta educativa de don Giussani, puede barrer el intelectualismo, liberar del miedo y dar unidad a la vida

Cuando vemos que todo se desmorona a nuestro alrededor, nada nos impide volver a empezar. Lo que proponemos no es una abstracción o una utopía. La Iglesia es una vida». Es Julián Carrón el que guía un sábado de diciembre, por la mañana, la asamblea de los Bancos de Solidaridad. Por videoconferencia desde Milán, unas cincuenta ciudades conectadas desde toda Italia y España. Doscientos cincuenta realidades que atienden a 80.000 personas. ¿Su método? Se llama caridad. Personas que gratuitamente llevan una caja de alimentos, una o dos veces al mes, a quienes lo necesitan: pasta, aceite, conservas, leche. «Se empieza por ahí, pero no se queda en eso», dice Andrea Franchi, presidente de la Federación nacional BdS en Italia. Cambia la vida, ayuda a volver a empezar, porque la "necesidad" del hombre va más allá del comer. Y la caridad cambia a quien la practica, porque esa necesidad más profunda la comparten todos los hombres. Don Giussani ha indicado siempre en la "caritativa" uno de los ejes de su propuesta educativa: un gesto al que permanecer fieles para poder verificar la validez de la fe a la hora de afrontar las necesidades infinitas de los hombres y para aprender un modo de vivir toda la propia vida, todas las relaciones. Para preparar la asamblea, Franchi invitaba a sus amigos a mirar simplemente lo que sucede.
«No basta ni siquiera encontrarse con el Papa». Giovanni estudia Ingeniería en Milán. Desde hace un par de años, con un amigo lleva una caja de alimentos a un chico. «Al poco tiempo de conocerlo, nos dijo que quería ir a Suiza por el suicidio asistido. Padecía la misma enfermedad degenerativa de la que había muerto su madre. Le acompañábamos como podíamos, pero era muy difícil hablar del tema y poner de alguna manera en discusión esa idea».

La decisión está tomada. «Redactó una carta motivando su opción, como requiere el procedimiento. Pero la envió también al papa Francisco. ¿Por qué? No se resignaba a que Suiza fuera la única salida posible.». El Vaticano responde. Giovanni obtiene un encuentro con el Papa: «No tuvo éxito. A la vuelta, nos echó de su casa otra vez.». Una relación con altibajos. «Pero no dejé de buscarle. Necesitaba hacerlo». Tampoco ese chico lo deja, aunque sigue de vez en cuando hablando de Suiza. «Un día me escribió un mensaje: "Siento que Dios está conmigo y no me abandonará jamás, porque os ha puesto a mi lado para acompañarme en este tramo de mi vida"». «¿Sigue con vida ese chaval?», pregunta Carrón. «Debes darte cuenta de lo que llevas contigo; comprender por qué ni siquiera bastó el encuentro con el Papa; cuál es la esperanza que llevas contigo».
Lo mismo le ha pasado a Norberto, de Varese. Pocas palabras escritas en un folio hablan de una esperanza también "imposible". La de un amigo suyo que, al perder a su mujer, empezó a frecuentar el Banco de Solidaridad por una promesa que ella le arrancó al borde de la muerte. «Ella y mi mujer eran amigas desde niñas», escribe Norberto. El año pasado, su mujer retoma la relación con la amiga de la infancia y va a verla todos los días durante su enfermedad. Primero, sola, luego con algunos amigos. «Esa persona venía de una experiencia muy distinta, pero ya no podía prescindir de ella, tanto que le hizo prometer a su marido que se apuntaría al Banco. Hoy su marido viene con nosotros, no solo por cumplir con la promesa, sino por lo que ha visto suceder en su casa en estos meses».
«¿Cómo es posible estar agradecido por las necesidades?», pregunta Carrón. «Cristo ha venido para despertar la naturaleza última de nuestras necesidades, para que nuestra condición humana siempre necesitada no sea una condena». Uno puede sorprender en otro una mirada que desea para sí mismo, empezar a estar con él y, poco a poco, verse cambiado. Lo ha descubierto Fabio, un empresario piamontés: «Llevo veinte años participando en la Jornada de Recogida. Antes de comprender a fondo la necesidad del otro, he descubierto lo que yo verdaderamente necesito». Desde la primera vez, su compromiso ha ido in crescendo: «Atraído por la belleza de ese gesto, me implicaba cada vez más. Sin embargo veía que "hacer el bien" no me bastaba y no entendía por qué». Hasta el momento en que un amigo le preguntó: «¿Quién responde de verdad a "tu" deseo?». La respuesta se abrió paso en su vida hasta que «en unas vacaciones con un grupo de CL, un amigo nos acogió a mi mujer y a mí con un abrazo inolvidable. Era como si... No, era realmente Cristo que salía a mi encuentro en ese abrazo, diciéndome: "Te estaba esperando"». Desde entonces, cambia en Fabio el modo de hacer caritativa: «Hoy me encuentro agradecido y lleno de ternura hacia las personas con las que me encuentro». En fin, uno empieza a querer a las personas tal y como son, al margen de sus méritos o sus límites. Incluso en el ámbito del trabajo: «Un empleado me pidió una subida de sueldo. Se la concedí, pero este seguía pidiendo más y amenazaba con irse a otra empresa. Podía habérmelo tomado mal, en cambio quise encontrarme con calma con él». Hablaron. Fabio intuye que esta persona necesitaba sentirse estimada, en el fondo, querida: «Le dije que no podía subirle más el sueldo, pero que comprendía su verdadera necesidad. Al cabo de unos días, me dijo: "Pero entonces significa que algo me quieres". Sigue trabajando con nosotros y lo hace con mayor pasión. El cristianismo genera una inteligencia de la realidad, una mirada al hombre realmente conveniente, también en la empresa».

«Es crucial entender que no basta con "hacer”», retoma Carrón. «Una de las característica principales de la vida cristiana es la unidad de la vida. Lo que hacemos tiene que ver con lo que pensamos y con lo que amamos». Y observa que la caritativa desbarata el intelectualismo: «¿Nos damos cuenta del valor de este gesto? Practicar la caridad nos hace comprender lo que creíamos ya saber». Por ello don Giussani lo propuso como piedra miliar de la vida del movimiento junto con la Escuela de comunidad. «No podemos entender la una sin la otra», añade Julián retomando la intervención de Elisabetta que abrió la asamblea. Delante de la enésima fatiga durante la entrega de las ayudas, «esperando bajo la lluvia, sujetando mi caja de alimentos mientras me aguardaba una muestra de ingratitud, me entró una gran tristeza. Llegué a mi casa, busqué el libro de la Escuela de comunidad con el deseo de aprender a afrontar la vida que siempre nos sorprende con algo inesperado. Me pongo a leer y me doy cuenta de que me sereno, que ya no me pesa el cansancio y que la tristeza desaparece. A partir de aquel día empecé a hacer la Escuela de comunidad con mayor seriedad y fidelidad, partiendo simplemente de mi necesidad. Por eso sigo llevando la caja».
No es obvio seguir: «Debes darte cuenta ahora de lo que te ha pasado a ti», le dice Julián a Mateo, de Carrara. A él le tocó ir a entregar la caja de alimentos a un expresidiario, sin saber que la compañera de este estaba detenida por asuntos de droga. «Una vez, al salir de su casa, me paró la Policía y durante una hora las voluntarias del orfelinato de Sishu Bhavan. me interrogó. Llegué a mi casa cabreado». Mateo se encuentra con el jefe de la sección antidroga: «Me explicó los antecedentes de la mujer. Creía que yo formaba parte de la banda. Le pregunté si tenía que dejar de ir a visitarles: "No. Te necesitan"». Pero durante tres meses Mateo deja de ir. «Una mañana me llama esa mujer. No respondo. Al día siguiente, lo mismo. Tenía ya pensado cómo justificarme, pero el día que contesté, oigo: “Hola Mateo, ¿por qué no vienes? Te echamos de menos. ¿No habrás dejado de querernos?". Me dejó de piedra. Con 16 años dejé los estudios porque me daba miedo la realidad. Para mis padres era un fracasado, pero conocí a alguien que me abrazó y me quiso tal como era. ¿Podía hacer yo otra cosa con esa mujer?». Ahora se define alegre y sin miedo: «Mi trabajo como marmolista, mi familia... La caritativa es un gesto que me devuelve la conciencia de que solo necesito a Jesús para vivir, a Jesús vivo».
«No basta algo del pasado. Hace falta que el Verbo que se hizo carne habite hoy entre nosotros», subraya Carrón. «¿Veis qué es la caridad? Lo que te hace caer en la cuenta de que necesitas a Jesús, a alguien que te devuelva la vida, que dé "vida" a tu vida, de modo que puedas ir feliz a la cantera de Carrara. Esta es la vida cristiana que nadie puede impedir que suceda ahora, a pesar del derrumbe de las evidencias, la sociedad líquida o lo que queráis.
Lo que nos libra del miedo es ver obrar a Cristo. Tenemos todo lo que necesitamos para vivir».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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