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Huellas N.01, Enero 2019

BREVES

Cartas

A cargo de Carmen Giussani

¿Por qué vive así mi suegra?
Para el Retiro de Adviento, habíamos pedido a mi suegra que viniera el sábado a cuidar de nuestro hijo, y se quedara con nosotros hasta el domingo. Estaba todo organizado. Pero no estaba previsto que yo, el sábado, me encontrara fatal. Tuve una crisis depresiva y me quedé en la cama todo el día sin poder levantarme. Tumbada, a oscuras, luché con fantasmas del pasado que vuelven cuando me encuentro mal. Mientras tanto, oía a mi suegra ocuparse del niño, preparar la comida para mi marido, barrer la cocina... Por la noche, me encontraba un poco mejor. Empecé a acunar a mi hijo para acostarle, repasando el día. Caí en la cuenta de que la presencia de mi suegra era señal de la ternura de Dios conmigo. Me embargó una gran paz que me liberó del peso por el sentimiento de vergüenza y culpabilidad por haberme quedado en la cama todo el día. Llevo tiempo observando a mi suegra. Ella se ocupa de todos, no solo de su familia, también de la mía y de otros familiares que se han quedado solos y no pueden contar más que con ella y con mi suegro. He intentado explicarme su comportamiento de distintas maneras: es una mujer de la Romaña –preparo la comida, plancho, recojo, paso por la farmacia, me ocupo de los niños, todo a la vez–; por temperamento prefiere remangarse y trabajar en lugar de tumbarse en el sofá; lo hace por un sentido del deber; está jubilada y tiene más tiempo. Pero ninguna de estas explicaciones, ni la suma de todas ellas, explica esa ternura solícita, la premura, el sentido compasivo y caritativo con el que se hace cargo de todos. A veces, se la nota cansada, pero nunca quejosa: mantiene siempre esta mirada compasiva y serena. Y esto no me lo puedo explicar. En situaciones similares, como mucho, entiendo que el sentido del deber la impulsa a cumplir con su servicio con esmero, hasta el último detalle y, ciertamente, esta entrega es digna de "mérito" ante Dios, en cuanto que es respuesta a lo que Él le pide momento por momento. Cuando no me puedo ni levantar de la cama, necesito ver su mirada llena de bondad y de acogida (acogida de todo el misterio que soy y de esta enfermedad difícil de aceptar), que no consigo explicar. Esa mirada, a la que en principio no prestaba atención, no me la puedo explicar simplemente con una generosidad o una inclinación del carácter. Probablemente, tiene que ver con su iniciativa de leer un artículo de Huellas cuando se sienta cinco minutos, con leer el Evangelio antes de acostarse, con hacer la Escuela de Comunidad con sus amigos de toda la vida, con ir a misa. Se lo preguntaré. A veces pienso que la presencia de Dios tiene que manifestarse en mi vida con una luz deslumbrante o una paloma que baja del cielo. En cambio, hoy se ha mostrado con una sencillez desarmante, que solo mi extrema pobreza, debida a la enfermedad, me ha permitido reconocer en la presencia de mi suegra, en el sello irreductible que tienen sus gestos. Nunca pensé que Cristo se manifestara para mí a través de mi suegra, pero esta es la realidad que supera mis pensamientos: "la suegra" es abstracto; "mi suegra" es concreto. Que Cristo se manifieste es un acontecimiento, por tanto a la fuerza concreto. ¿Cómo podía haberlo olvidado?
Carta firmada

Lo que aguanta el embate del tiempo
Hola Julián. Probablemente, nunca mi adhesión a los Ejercicios ha sido tan fuerte como esta vez. Por fin, estoy más o menos en mi último curso de universidad. Digo “por fin" porque siempre he querido acabar los estudios para ir al encuentro de la que considero la vida real: la de los adultos, del trabajo y, así lo espero, la de formar una familia. Justo ahora, en vísperas de acabar la universidad, siento cierto temor, el de perder tanta riqueza que he tenido delante de mis ojos, aunque no he sido siempre consciente de ello. Es una gracia contar con unos compañeros de universidad con los que compartir la vida, la fe y el reclamo amistoso al corazón de todas las cosas. Ya en varias ocasiones me ha pasado que en situaciones para mí anodinas o difíciles, estando físicamente lejos de esta compañía, me volvieran a la mente las caras de estos amigos como si me recordaran: «La vida es bella. Solo tenemos que responder al amor del Señor que viene a vernos». Necesito que este encuentro aguante el embate del tiempo y nunca me abandone. Conozco mis límites; por eso, le pido al Señor que no me deje, incluso si yo le traiciono. He aquí lo que aguanta el embate del tiempo: el amor del Señor.
Federico, Turín

Escuela de comunidad entre desconocidos
Querido Julián: Quería darte las gracias por el regalo que nos has hecho con la intervención de don Giussani en la Jornada de apertura de curso (ver Huellas n.9/2018). Me está acompañando mucho, en particular en estos momentos de cambio para mí y mi familia, ya que nos hemos mudado de China a Inglaterra. De repente, me encuentro en un país extranjero donde, por una parte, debo cuidar de mi familia y, por otra, volver a empezar todo de cero, incluso las amistades. Esto me ha producido cierta ansia porque todos los demás parecían felices y contentos, mientras yo no sabía por dónde empezar, a pesar de mis buenos propósitos y de la claridad con la que habíamos salido de China. Luego pasó una cosa. La semana pasada, nos invitaron a la Escuela de comunidad en un pueblo que no está lejos del lugar donde vivimos, y yo fui, aunque no conocía a nadie. Ese día, por la noche, al acostar a mi hijo caí en la cuenta de que estaba inexplicablemente contenta y agradecida, y que el cansancio y la fatiga por estar sola en un país desconocido habían desaparecido. Así que tuve que preguntarme qué me había pasado. La única respuesta es que aquel día, en aquel país nuevo, con personas hasta hace poco totalmente desconocidas y que no sabían nada de mí, insospechadamente, mi corazón había encontrado descanso porque por enésima vez había visto a Otro obrar a través de aquellos rostros.
Los días siguientes no fueron distintos porque, a pesar de que el miedo y el cansancio volvieran de vez en cuando, no conseguía quitarme de delante de los ojos lo que había vivido. Estaba tan llena de lo que había visto que no necesitaba añadir nada más, tan solo pedir que esa plenitud me embargara a la hora de hacer lo que me toca: cocinar, jugar con mi hijo o hablar de su trabajo con mi marido. Pues bien, yo no entiendo todo lo que dice don Giussani en esa intervención, pero intuyo que puedo apoyar mi vida entera en lo que he visto en esta semana. Puedo apoyarme en Alguien que existe. Es la promesa que se me hace siguiendo la experiencia del movimiento. Por ello quiero darle espacio cada vez más en mi vida.
Cecilia, Londres

«¿Quién eres tú, que me prefieres así?»
Querido Julián: Quiero contarte lo que me está pasando desde que he vuelto a mi casa al cabo de cinco años participando en la vida del CLU en Bolonia. La vuelta, empezar a trabajar en un bar y mientras redactar mi tesis. Todo esto ha supuesto una verdadera crisis. Como me decía un amigo, la vida está marcada por estos momentos de "crisis" que son el don que Dios nos hace para obligarnos a madurar en un juicio. De la Jornada de apertura de curso me había llamado la atención cuando Giussani habla de «la esperanza en mí». Pero no lo entendía.
De primeras, pensaba que se trataba de estar a la altura, es decir, de un "debo tener esperanza". Pero, mirándome, esta hipótesis se fue rápidamente. Pasaba mis días en mi cuarto, redactando una tesis que he elegido yo, que me gusta, pero me costaba.
En un momento dado, me pregunté: ¿De dónde puedo partir para levantar cabeza? ¿Qué significa realmente "la esperanza en mí"? Volvieron a mi mente las cosas que en Bolonia se habían convertido en puntos firmes: la Escuela de comunidad y, los lunes, la Diaconía contigo. Sin gran entusiasmo, empecé a seguir estos gestos en la ciudad de Forlí y, paulatinamente, noté que la Diaconía volvía a conmoverme. Al volver a la Escuela de comunidad, donde hay personas que viven una experiencia de fe verdaderamente increíble, me nacía una envidia buena que me rescató, literalmente. Quiero vivir como ellos, gustar el estudio como uno de ellos veo que gusta de su trabajo. Esto ha sido para mí el Acontecimiento: algo del todo imprevisto que me ha salvado del vacío de mis días, ha despertado de nuevo todo mi deseo y me ha recordado mi historia. He tenido que reanudar la fidelidad a estos gestos y a esa compañía que cambia de rostro. Por ello me acordé de la caritativa. Volvían a mi mente los sin techo a los que iba a dar de comer. Hablé con una amiga y me comentó que en Forlí también hay una iniciativa igual. Fui con ellos y me apunté a la caritativa. La semana pasada me encontré con un chaval, dos años más joven que yo, que conocía desde el colegio. Me comentó que estaba cumpliendo una pena de unos meses de arresto domiciliario, que nunca ha hecho nada bueno con su vida, que nunca ha trabajado. Y que ahora, en esa estructura, le está costando porque alguien le despierta a las 8 de la mañana, le manda lavar los baños, le pide ir a los talleres, y él no está acostumbrado. Todo ello sintiéndose un poco humillado. Luego me pregunta qué estoy haciendo. Le cuento de la carrera de Derecho, de mi deseo de estudiar la oposición para el Poder Judicial y de cómo algunos amigos magistrados me están ayudando a discernir mi camino. Y él: «¿Tú tienes amigos magistrados y yo solo amigos que están en la cárcel?». No pude más que pararme a pensar: «Pero ¿quién eres Tú que me prefieres así?». Al despedirme le dije que ahora, cada vez que nos veamos, me tiene que decir por lo menos una cosa que hace bien, porque estoy segura de que las hay. Él cambió en seguida el gesto, sorprendido. Cuando me topo con una situación dramática como la de este chico, percibo todo el sentido de impotencia y de necesidad de la condición humana. Por ello, he empezado a pedir de corazón por él.
Gioia, Forlí

"Nuevas generaciones” en el colegio
¿Basta una historia particular para cambiar la propia vida y la de los demás? Esta provocación, compartida con unos amigos, nos ha movido a traer a nuestra ciudad la exposición del Meeting sobre las "Nuevas generaciones. Los rostros jóvenes de la Italia multiétnica". La directora de un instituto estatal nos dio permiso para montarla en los claustros del centro, la Administración municipal la patrocinó y muchos de nosotros se implicaron para llevarla a cabo. Del 5 al 8 de diciembre, muchísimas clases han visitado la exposición, mirando los vídeos y escuchando las historias de tantas personas que se han topado, todas ellas, con una mirada gratuita. El 5, por la noche, la inauguración con Luciano Piscaglia, periodista de TV2000, que contó cómo surgió la exposición y cómo se elaboró; luego, Agie, un chico inmigrante, contó su encuentro con un carnicero de Milán, que le ha cambiado la vida, y Abdoulaye, abogado de origen africano del Foro de Milán, habló de los sacrificios que hicieron sus padres para que pudiera estudiar, de su maestra de primaria que le enseñó la lengua, del encuentro con el sacerdote que le acompañó en el oratorio y del hecho de que él, musulmán, comprende mejor su religión gracias a la ayuda de los cristianos. Durante el acto, Isabelle, una chica italiana de origen africano, se levanta y pregunta: «¿Qué sentido tiene que este instituto deje sus espacios para esta exposición y, a la vez, haya cerrado el Centro Provincial para la Instrucción de los Adultos que ya era un punto de integración?».
Ninguno de nosotros sabe qué decirle, primero porque no tenemos nada que ver con el asunto y, segundo, porque su pregunta no tiene nada que ver con la velada. Sin embargo, Alcide, uno de nosotros, se levanta diciendo que, aunque seamos ajenos a los hechos, estamos dispuestos a quedar con el CPIA y la Administración. Al día siguiente, llama Isabelle: «Voy a ver la exposición con unos amigos del CPIA». Entre el viernes por la tarde y el sábado por la mañana, cuatro profesores y 120 chavales de distinto origen, lengua y tradición, cuentan sus historias en el instituto.
Se da un encuentro precioso, tanto para ellos como para nosotros. Acude a la muestra también Evelyne, una amiga del Congo que llegó a Italia en una patera y que conocimos hace unos años; cuenta de sus fatigas, sus miedos y de la belleza de la amistad que le ha devuelto la esperanza. En un momento dado, la directora pregunta a Mario, uno de sus profesores y amigo nuestro: «Vuestra amistad es muy bonita, pero ¿qué tenéis en común? Creo que la Iglesia. ¿Hay sitio para mí en la fiesta final?». La última tarde nos encontramos en el comedor del instituto unos sesenta, entre adultos y niños. Están también Claude, Moussa y Abdoul, del CPIA, y otros antiguos conocidos que, en su momento, llegaron por mar desde Libia. Algún canto juntos, el buffet y luego todos en la espléndida sala "de la Luna", pintada con frescos, para la velada.
La muestra se cierra pero queda en el corazón la curiosidad y la pasión por el misterio del otro, el signo más hermoso de la presencia de Dios.
Paola, Monza

La lealtad de Mounir
Querida profesora, fui alumno suyo en primero de Derecho. Hoy día acabando ya la carrera, quería escribirle un mensaje. Muchas veces pienso en usted, y es que realmente ¡no lo puedo evitar! A lo largo de nuestra vida como seres racionales, casi todos tenemos un punto de inflexión, que nos cambia la manera de pensar. Ese cambio en el pensamiento puede ser resultado de una crisis existencial, puede ser conocer una religión, puede ser leer un libro o conocer a una persona, perder a un ser querido o una ruptura amorosa, pueden ser tantas cosas... Pero fíjese, el cambio en mi manera de pensar, de ver las cosas, de afrontar las distintas situaciones que se me plantean en mi vida, viene condicionado por una persona, y esa persona es usted. Cuando empecé mis clases con usted, no entendía bien a dónde íbamos, no entendía bien la función de aquellas prácticas. ¿Y sabe por qué? Porque nunca había tenido que pensar, siempre había tenido que memorizar, y fue ahí donde choqué con una asignatura, Teoría del Derecho, y una profesora que nos hizo pensar. No estamos acostumbrados a pensar, y bueno, básicamente los que acabamos en Derecho es porque se nos da bien memorizar, ¿no?
¿Pero qué haces cuando de repente tienes que pensar? Al principio recuerdo que fue bastante difícil, había cosas que no me había preguntado nunca, pensamientos que nunca había tenido, pensamientos que creía ciertos pero que nunca había cuestionado, y de repente empieza todo a funcionar, te conviertes en una persona que piensa las cosas, que no se cree todo lo que lee o ve, que se cuestiona su existencia, su forma de vida, sus relaciones con los demás, su relación con el universo, con Dios. Piensas, te preguntas las cosas, algunas veces obtienes respuesta inmediata, y otras las respuestas llegan con el tiempo. Usted se preguntará: “pero, ¿por qué me escribe este alumno?". Le escribo porque no entiendo bien lo que le ha movido o le ha llevado a dar sus clases de esa manera, qué intención tenía usted al enseñar de tal manera; pero desde luego, si su intención era enseñar a pensar, por mi parte le doy la enhorabuena, conmigo lo consiguió. Si su intención era conectar a un individuo con el más allá, con el universo, con el karma, con una balanza justa o con Dios, he de darle otra vez mi enhorabuena. Si su intención era recibir tres años más tarde un correo como este, vuelvo a darle la enhorabuena. He de decir que hoy siguen siendo frases de mi día a día ciertas citas que escuché de autores que nombraba, como Juan José Millas, Capograssi u otros, o aquel periódico de alguien cercano a usted que se llamaba Buenas noticias. Espero que a su vida sigan llegando buenas noticias y que nunca falten lecturas que «nos salven la vida».
Mounir, Madrid


 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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