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Huellas N.11, Diciembre 2018

PRIMER PLANO

Esa extraña nostalgia

Paola Bergamini

«Hay que tener ojos para mirar. Y encontrar a alguien que nos encamine. Necesitamos encuentros en la vida. Los encuentros lo son todo».
Un diálogo con la escritora Paola Mastrocola, del protagonista de su última novela a sus preguntas. Y a eso que le lleva a decir: «No soy cristiana, pero siempre rezo a Jesús»


«Hay una nostalgia que es nostalgia de lo absoluto», respondió Paola Mastrocola al correo electrónico donde le pedíamos una entrevista. El motivo era su última novela, Leone. Cuenta la historia de un niño, llamado Leone, que cada vez con más frecuencia se para y reza sin motivo aparente. Un hecho que desconcierta a su madre, a su maestra, a sus compañeros. Pero cuando sobre su pueblo se abate un diluvio que parece no tener fin, todos acuden a su lado y empiezan a rezar. Este es el núcleo del libro, que acaba de un modo inesperado y que abre ante nosotros muchas cuestiones.
Vivimos en un tiempo en que todo se pone en discusión, donde las formas y valores cristianos –la «cristiandad» de la que habla don Giussani en la introducción de los Ejercicios espirituales de Varigotti en 1968 (Huellas 9/2018,ndr)– ya no bastan si no son portadores de otra cosa, de una Presencia que tenga que ver con la vida. No en vano, Susanna Tamaro ha escrito en el Corriere della Sera a propósito de esta novela: «Si hay algo que me impresiona es el eclipse total del cristianismo en el panorama de nuestra sociedad. Dos mil años de historia, de arte, de belleza, de tradición, de solidez, de valores compartidos, borrados de un plumazo en menos de veinte años. Y no estoy hablando de las investigaciones sociológicas de varios movimientos que abanderan improbables nostalgias del pasado, ni de los elevados debates en el campo teológico, sino de nuestra vida cotidiana».
Pero Paola Mastrocola, exprofesora y autora de best-seller, no lleva precisamente la etiqueta de escritora católica. Todo lo contrario. Por eso aquella frase en respuesta a nuestro correo electrónico despertó toda mi curiosidad. Había algo más. ¿Por qué hablaba de nostalgia, y de absoluto?
Cuando nos encontramos, la entrevista se convierte en un diálogo, donde a veces se invierten los papeles. Todo un descubrimiento.

Habla usted de "absoluto”, pero en el libro me parece percibir una cierta nostalgia del cristianismo. Hay oraciones, formas, referencias muy explícitas a "Jesús”.
Cuando usa el término "cristianismo", me pongo tensa. En todo caso, siento nostalgia de algo que devuelva un sentido a nuestro vivir, eso sí. ¿Espiritualidad? ¿Alma? ¿Una forma de coloquio interior? Tal vez un "sentido religioso" generalizado, el reconocimiento de que no se acaba todo en nosotros, en lo que es carne y tierra, sino que hay un más allá. Un misterio. Hemos sido
arrojados a este mundo, pero venimos de algo. Nuestros orígenes son el mayor misterio. No quiero definirlo de manera científica ni religiosa. Es algo que nos precede y donde acabaremos. Según Anaximandro, venimos del infinito y volveremos al infinito, pero hemos querido darnos un momento, que se llama vida, para intentar vivir. Para mí esto es bellísimo. El verdadero problema, por el que nacen las religiones, es la muerte, que es un escándalo inconcebible. Yo no pertenezco a ninguna religión porque ninguna me resuelve esta cuestión: el dolor, la angustia de tener que abandonar este mundo. Uno de los motivos por el que no soy cristiana es que no creo que la vida verdadera sea después de la muerte. La vida verdadera es esta.

Pero no es exactamente así. Jesús habla del céntuplo, ahora.
Está bien, volveremos sobre esto. De todos modos, "nostalgia" para mí tiene una acepción positiva. Es un sentimiento maravilloso. Es querer volver a un lugar donde estábamos, y estábamos bien.

¿La oración de Leone lleva dentro esta nostalgia?
La oración es una necesidad natural del hombre porque no nos gusta estar solos en este mundo y rezar es reconocer que hay otro. No digo que nos hable, porque por desgracia los dioses ya no hablan, pero nos escucha. En la oración estamos seguros de esto. En la oración hace falta un intermediario, es decir, alguien que te enseñe que existe la posibilidad de hablar incluso a uno que no ves. Para Leone, Jesús es un amigo.

Esto me ha llamado mucho la atención, ¿por qué?
Mire, para mí también es una presencia. Yo no soy cristiana, pero siempre rezo a Jesús. El libro nace de esta paradoja: quería entender por qué Jesús, para mí, es el amigo que no existe. No en el sentido de un "amigo invisible", como el que se inventan algunos niños. Jesús tiene una historia. Vivió en una época determinada y renace todos los años. En el libro, la abuela se lo cuenta a Leone. Y él, todas las Nochebuenas lo busca en una tienda que ve moverse ligeramente. Para el niño, es un rito y nosotros necesitamos ritos, ceremonias. Es decir, hacer sagrado algo donde ya nada lo es. Lo necesitamos porque no venimos de la nada y tenemos nostalgia de eso que llamamos absoluto, Dios, infinito. No somos solo lo que tocamos o vemos. Hemos borrado lo sagrado de nuestra vida, pero lo buscamos. Yo entro muchas veces en la iglesia.

¿Usted ha tenido una educación católica?
No soy atea. Tengo un gran sentimiento religioso y entro en la iglesia para encontrar lo sagrado, lo infinito, a Dios. He tenido una educación católica en el sentido tradicional. Mis padres no eran practicantes, pero me mandaban a misa. Rezaba muchísimo, por ejemplo, para que mi madre no muriera, pensaba que cuantas más oraciones recitara más posibilidades habría de que ella no cayera enferma. Si tuviera que decir cómo me siento ahora, comparto lo que el filósofo André Comte-Sponville ha escrito en la revista italiana Vita e Pensiero: «Yo sigo a Cristo hasta el Viernes Santo, hasta el grito "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"». Para mí es igual. Los tres días siguientes no, no llego a la Resurrección. Pero con los años me he dado cuenta de que yo rezo. Si las cosas van bien digo: «Gracias, Jesús». Pero también voy a la iglesia para pedir: «Por favor, haz que esta situación se resuelva, que las cosas vayan bien». Es más que un amigo, en cierto modo es una presencia que puede muchas cosas y que me ama. Mejor dicho, me gustaría que me amara. No creo que Dios ame a todos de la misma manera, sino que tiene sus preferencias.

Históricamente, Dios eligió a un pueblo. Dios ama a todos y precisamente por eso elige a algunos para llegar a todos, para que reconozcan Su amor. Creo que la cuestión es una idea equivocada de la justicia.
¿Pero cómo se puede explicar que alguien pueda nacer enfermo, sufriente.?

Es el misterio de la vida.
No lo sé, puede ser. Tal vez crea un poco. Aunque delante de lo que más nos escandaliza, que es la muerte de alguien joven, podríamos pensar que existe un designio, que no todos tienen que hacer las mismas cosas ni disponen del mismo tiempo. Yo no seré cristiana pero creo en lo inexplicable, en el misterio. La idea de destino, de designio, me gusta. Estamos aquí por algo. Que Él sabe y nosotros no, pero no importa. De vez en cuando tenemos signos. Este amigo Jesús da signos. Hay que verlos, si uno está distraído o demasiado metido en lo concreto, en lo material, no ve.

O por demasiada introspección... Cuando uno mira dentro demasiado, no ve la realidad.
Tiene razón. Y la realidad es hermosísima. El Medievo, por ejemplo, no hizo más que subrayar esto. Gran época. Grandes filósofos, grandes artistas. Como Dante, para él toda la realidad es signo.

¿Podemos decir que detrás de Leone está Paola Mastrocola?
Sí. Ha sido como recuperar la Paola niña. Es Leone esperando al Niño Jesús, la Navidad no como algo mágico. Porque creer no es asombrarse delante de un mago. Si tú ves una tienda moviéndose la noche de Navidad, puedes pensar que es una ráfaga de viento, o que es el Niño Jesús. La humanidad se divide entre estos dos pensamientos.

Para usted es el Niño Jesús que renace todos los años. ¿Qué quiere decir que renace?
Que nace, y cada año me recuerda que nace. No ha muerto. Dios no muere.

Pero ha resucitado. Solo Dios puede resurgir.
Para mí esto es complicado. Dios no debía morir. No puede venir a la tierra para enseñarme a morir, es demasiado triste, no me gusta. El Dios que yo amo me enseña la luz, no la muerte. ¿Sabe por qué? Porque le duele que yo muera y no sabe qué hacer. Es un Dios que se pliega y nos sostiene. Dios ama a los que ama hasta el fondo, quiere que amemos la vida de manera total.

A medida que avanzamos en la conversación, mas me parece que este Jesús es para usted cada vez menos abstracto, menos invisible...
Yo estoy llena de preguntas. Tal vez sigo siendo aquella niña que rezaba. Al hacernos adultos perdemos un poco el contacto con lo absoluto.

Pero entonces, ¿qué es la oración para usted?
No es una fórmula, aunque hay una cierta alegría al pronunciar las oraciones canónicas, porque las sabes de memoria y porque no solo las sabes tú. Es algo que te conforta porque te introduce en una colectividad. Rezar es dedicar un poco de nuestra vida, de nuestra jornada, a algo espiritual. Quiere decir también mirar con atención a las personas, a los demás. Gran parte de mi vida se da sin religión. O con esta religiosidad mía tan particular. Siempre me he dicho que yo tengo un Dios mío particular pero ahora, hablando con usted, veo que coincide mucho con el suyo. Mire, para mí la oración va separada de la idea de magia. Por ejemplo, nosotros no estamos seguros de que si rezamos, nos curaremos. Muchas veces no sucede. Pero no podemos dejar de rezar.

En la oración de Leone aflora algo bueno que ha existido, que se ha probado. Hasta el punto de que cuando los vecinos empiezan a rezar, usted escribe: «No esperaban otra cosa».
Esta historia necesitaba que todos vieran otra cosa. Tenía la exigencia, si no de salvar a estos vecinos, de cambiar su perspectiva. Hacerles ver otra posibilidad de vida. Que existe una esperanza. Una esperanza que llevan dentro.

Es un libro lleno de estupor.
El estupor es la actitud constante que deberíamos tener en nuestra vida, de otro modo hay algo que no funciona. El estupor consiste en el hecho de que todo te sorprende como si fuera la primera vez: el cielo, el río... Es no dar por descontado.
Mire aquel árbol amarillo a orillas del Po. Solo él es tan "amarillo". Hay que tener ojos para mirar. Hay que encontrar a alguien que nos encamine. También es una cuestión de hábito. O de encuentros que te despiertan. Un amigo, un amor, un maestro. Necesitamos encuentros en la vida. Los encuentros lo son todo. Como el nuestro de hoy, que me deja preguntas. En su opinión, ¿qué es lo que más le gusta a Dios?

Nosotros.
Nosotros, únicos. ¿Y usted cree que Dios nos ayuda?

Sí. Y nos espera. De otro modo, ¿por qué Paola Mastrocola va a la iglesia?
Tengo que ir. Al menos de vez en cuando. Eso me disturba un poco. Cuando pienso que la iglesia consiste tan solo en una construcción, un edificio.




 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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