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Huellas N.10, Noviembre 2018

PRIMER PLANO

De un interruptor a Marte

Paola Bergamini

Desde el Lago Maggiore a Silicon Valley, en la empresa que está revolucionando la exploración espacial. La historia de Mauro Prina y la aventura que vive cada día en su trabajo: prestar atención a la realidad, formular las preguntas que surgen a partir de un detalle, compartir vida y conocimientos con los compañeros de trabajo. «Cuando te estancas en lo que crees ya saber, enseguida te quedas fuera»

Con 13 años, Mauro Prina tiene una pasión: la máquina de escribir. Le fascina la mecánica de este instrumento que le permite pasar a limpio sus tareas del cole. Decide apuntarse a un Instituto Técnico de Informática porque un conocido suyo le dice: «Los ordenadores son como máquinas de escribir potenciadas». En aquel entonces, en 1984, no imagina que esta pasión le llevará desde su pueblo, Baceno, al norte del Lago Maggiore en donde vive, a Los Ángeles, en calidad de director termal dynamics de la SpaceX, la compañía que Elon Musk, administrador delegado de Tesla Motors, uno de los hombres más famosos (y de las mentes más agudas) de Silicon Valley, fundó en 2002 para construir vehículos espaciales para el transporte orbital de personas y cosas. El objetivo es muy sencillo: viajar a Marte.
En 1996, obtenida su licenciatura en Ingeniería mecánica, Marco Bersanelli, docente de Astrofísica, le propone ir a Pasadena, al Jet Propulsion Laboratory de la Agencia Espacial Americana, para estudiar el sistema de enfriamiento del satélite Planck, en cuyo proyecto colabora Bersanelli. «En aquellos años había madurado mi vocación de entrega total a Cristo. Y Guido Piccarolo, memor Domini que se había trasladado hacía poco a Los Ángeles, había pedido que alguien le acompañara yendo a trabajar allí», cuenta Mauro. «Bersanelli era un amigo mío muy querido. Podía fiarme de él. Además, me entusiasmaba el método de investigación americano, que había conocido unos años antes en Chicago. En fin, eran muchos los signos que el Señor me ponía delante y acepté. Además, el profesor con quien trabajaba me animó a secundar este deseo». En Pasadena, durante dos años su trabajo se centra en un interruptor. «Había elegido ese particular porque en el equipo de personas con las que colaboraba había un profesional que conocía perfectamente los materiales. Podía aprender mucho de él». En un momento dado, aparece el problema de la soldadura. «Junto con el técnico que me asesoraba, empezamos a comentarlo con varias personas. Cada uno me daba un elemento más para conocer la materia. En la raíz de todo esto hay una verdadera curiosidad por la realidad. Para mí, en el encuentro con Cristo se ha incrementado esta apertura curiosa hacia lo real. Quiero descubrir en dónde el Misterio se hace presente, cómo sale a mi encuentro. El conocimiento se convierte en una aventura, incluso ocupándose de un particular, como puede ser un interruptor. Cuando surge un problema, mi primera pregunta es: ¿lo conozco todo? ¿Qué me falta? ¿Qué me dice lo que he aprendido hoy? Escuchando a todos, dialogando con ellos, recoges todas las sugerencias y empiezas a seguir sendas que no están definidas de antemano y que discurren por caminos no siempre lineales. A veces incluso parecen desviarte o tomar rumbos extraños. Como cuando conduces y te parece haber tomado un camino equivocado y, de repente, te encuentras en un lugar hermoso que no habías previsto. Pues bien, de esta manera encontramos la solución al problema de la soldadura. Descubriendo incluso nuevos materiales».
Después del interruptor la NASA le ofrece un contrato y Mauro se dedica al compresor. Luego su área de competencia se amplía hasta llegar a formar como responsable del proyecto la documentación técnica de todo el sistema de enfriamiento de la nave espacial.

Completado este proyecto, es el turno del sistema de enfriamiento del rover espacial dirigido a Marte, hoy denominado Curiosity. En particular, las válvulas que deben mantener la temperatura. ¿Cómo hacerlo? «La solución estaba en la ducha». ¿Qué? «Pensé en las válvulas que mantienen la temperatura bajo la ducha aunque se abra otro grifo de agua caliente. No hicimos más que modificarlas adaptándolas al rover. Si te quedas atado al dato técnico, como les pasó, entre otros, a algunos colegas míos que tienen una visión materialista de la vida, no puedes captar ese algo más que la realidad te está diciendo. No consigues conocerla, encontrar los nexos». En 2007, Mauro decide cambiar, porque le parece que en la NASA los ritmos de proyectos y trabajos son demasiado lentos. En un solo día, entrevista y contrato en la SpaceX. Para muchos, una start-up visionaria, para otros una locura. «Me fascinaba la idea que subyace a todo el proyecto, que la conciencia humana franqueara los límites de la tierra.
Tenía el deseo de dar mi contribución a que la historia del mundo progresara». El primer lanzamiento positivo es justo en 2007. Pero Elon Musk lanza un nuevo desafío a los 300 empleados: para hacer sostenible el proyecto el cohete no solo debe partir sino volver a la tierra, al igual que una nave o un aéreo. Llevaban cuarenta años razonando sobre este tema en la NASA. En la SpaceX los pasos son mucho más rápidos. Se intenta, se cambia, se aprende de los errores.
En 2015, el primer Falcon 9, tras alcanzar la órbita, aterriza cerca del lugar de lanzamiento. De hecho, es la primera vez que un cohete lleva en órbita un satélite y retorna a la base. Pero queda todavía un largo camino. «Estaba claro que nos embarcábamos en algo que nadie había hecho todavía. Sin saber lo que te espera, el conocimiento del dato necesita ser contrastado con los compañeros de todo el equipo, puesto que todos miramos lo mismo pero ellos pueden ver aspectos que, aun estando delante de tus ojos, puedes no ver. Cuando uno quiere verdaderamente conocer, no teme equivocarse, dejarse ayudar, arriesgar. Quien no tiene esta curiosidad cognoscitiva paulatinamente se queda al margen, como me pasa también a mí cuando me estanco en lo que creo ya saber. En estos casos es solo cuestión de tiempo que te quedes fuera».

Este verano la SpaceX vendió su primer billete para un viaje sideral.
Yusaku Maesawa, un empresario japonés, adquirió para un grupo de artistas un viaje alrededor de la luna, con el fin de ver qué efecto tendrá sobre su inspiración. Mauro se entusiasma con la noticia. Sus colegas no entienden su alegría. Y él: «¿Os dais cuenta? Uno gasta un montón de dinero para que otros puedan inspirarse para crear algo hermoso. Que un sujeto así exista dice qué grande es el hombre, a qué tiende».
En un proyecto de este tipo, la implicación es total. Pero no basta. Aparecen las dificultades y a veces las motivaciones iniciales, el hecho de colaborar en una gran empresa, se tambalean. Los colegas que Mauro había contratado se despiden diciendo: «Queremos cambiar de trabajo para volver a encontrar esas motivaciones. Nos gustaría vivir con el gusto que tú sigues manteniendo». «El gusto no decae en mí porque cada día, en la medida de mi conciencia, quiero descubrir lo que de nuevo me depara el día. Por ello necesito que el Señor se haga presente a mi lado, venga a verme: en la oración, en los Laudes, en el trabajo, en las relaciones».
Un día, uno de sus jefes le dijo: «¿De dónde te viene este gusto por conocer? Muchos lo han perdido». Mauro le contó su historia. Y al final: «Dentro de unos días voy a Italia a ver a mis amigos. Allí empezó todo».
Y su jefe: «Ok. Voy contigo».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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