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Huellas N.10, Noviembre 2018

BREVES

Cartas

A cargo de Carmen Giussani

Escuchando al "desconocido”
Una amiga de Comunión y Liberación me invitó a un evento en la Casa de Campo a comienzos de octubre. Cuando llegué me encontré algo inesperado. Vida. Vida sobreabundante. Jóvenes, muchos jóvenes.
Caras expresivas, amistad, pintura, encuentros. Pero lo que me tocó hasta el alma y sé que para siempre fue meterme en una sala muy limitada en cuanto a medios digamos "estéticos" para escuchar los versos de un poeta francés para mí desconocido. Me había llamado la atención el título: "La libertad, dice Dios...". ¿Qué diría ese Dios que sigue siendo "el desconocido" en nuestros días? Nada más empezar, caló un silencio hondo. Solo había una tela negra que separaba la sala del resto del pabellón con todo su ajetreo. Pero dentro bajaba el silencio por la presencia, la voz, la invitación de quien daba paso a un primer pasaje musical. «La música crea el silencio y el silencio abre a la escucha», se dijo. Y así fue. En un momento dado pensé que me habían llevado a mi casa, que el cielo debe ser parecido a esto. Al final, sinceramente, se me saltaban las lágrimas por la sorpresa y la paz que da escuchar el susurro de Dios que habla como un padre a su hijo, como Jesús al ladrón arrepentido. Mi amiga me sugirió que lo escribiera a vuestra revista. No dejéis de invitarme a momentos como este. Y gracias.
Javier, Chinchón (Madrid)


Con más libertad que nunca
La última edición de EncuentroMadrid se presentaba como un reto para todos por lo escaso del tiempo y, en particular para mí, por tener por primera vez un grado mayor de responsabilidad. Al acercarse las fechas, aparecen los agobios, los reproches, y uno tiende a cargárselo todo a la espalda, corriendo el peligro de perder la conciencia de por qué hace las cosas. Inmersa ya en esta dinámica y casi deseando que EncuentroMadrid se acabase pronto, volví a leer el lema con atención. Al medirme con la palabra "libertad" recordé las palabras de una amiga del CLU. Decía que se había dado cuenta de que cuanto más consciente era de su necesidad, más libre era. En su momento no lo entendí, pero al releer las palabras del Quijote con la necesidad a flor de piel me di cuenta de cuánta razón tenía. Desde ese instante todo el trabajo para EncuentroMadrid fue la petición constante de tener una sencillez que me permitiera estar abierta ante todo lo que se me daba. Esta actitud de petición me hizo disfrutar de esos días con más libertad que nunca.
Marta


Como si fuera una aprendiz
Cuando leí el lema de EncuentroMadrid de este año no me llamó la atención. Pensaba que era una simple frase bonita del Quijote. Curioso, porque normalmente la libertad es un frente con el que me peleo mucho en general. El caso es que, después de estar montando EM toda la semana y haberme apuntado de voluntaria en varias comisiones, pensaba: «¿Qué tiene que ver esto conmigo? Porque, si no, he perdido el tiempo».
Y esto hizo que en uno de los ratos libres me metiera en la exposición de mayo del 68, que llevaba por título La revolución del deseo. El tema se me hacía repetitivo después de haber tenido varios actos con universitarios sobre ello. Pero me metí. El caso es que no salí de la misma manera. Me sorprendió que la exposición iba más allá de los intereses políticos. Iba directamente a la persona. Al porqué de esa revolución. Al inconformismo de esos estudiantes de todo el mundo ante lo que sería hoy en día "una vida perfecta". Se rebelaban en contra de que eso fuera todo en la vida. Me sorprendió y pensé: «¡Yo soy una del 68!».
Me alucinó que algo tan lejano a mí, en un principio, se convirtiera en algo que tenía que ver conmigo, que hablaba de mí ahora. Salí de la exposición medio rebotada (como si alguien me hubiera pinchado) y con unas ganas enormes de ver qué se me ponía (y pone) delante. Entré mirando todo desde mi prejuicio y cansancio. Y salí mirando todo a través de ese deseo. Como si fuera una aprendiz, retando al Señor para ver de qué manera Él realmente responde a mi sed de vida.
Bea


"Si no os hacéis como niños”
La intervención de Roberto en una Escuela de comunidad sobre los Ejercicios de la Fraternidad.
La semana pasada se casaba una sobrina mía. La ceremonia era a la 1:30 pm y el almuerzo a las 3:00 pm. Era el gran matrimonio de la familia, pero justo en el día y la hora en que mi esposa y yo teníamos la caritativa. Ella estaba totalmente segura de qué es lo primero en su vida; yo lo ponía en duda y pensaba no acudir a la caritativa. Podía llegar más tarde, pero ¿cómo perderme la celebración del sacramento? Las excusas iban y venían: le digo a mi esposa que se casan solo una vez, que es mi sobrina, que pensara en mi hermano. «Si quieres vete tú. Yo iré a la caritativa y después a la boda, de eso estoy segura». Su respuesta me hizo pensar e ir al fondo, ya no se trataba de agradar a mi esposa. Necesitaba algo más que un razonamiento o un cálculo de los pros y los contra. Me di cuenta que solo tenía que ser humilde y reconocer las experiencias vividas, abrirme y recordar lo que ya he experimentado en la caritativa. Pero las preguntas no cesaban: «¿Habrá alguno de los chicos de la caritativa que se acuerde de mí? ¿Me estarán esperando? ¿Pero quién me necesita realmente? Si no voy, ¿qué me pierdo?». Al pensar en no ir, me embargaba una sutil tristeza, algo parecido a cuando no puedes ir a la cita con alguien que amas. Nuestra caritativa consiste en visitar a jóvenes y niños abandonados o sin familia que las hermanas de la Madre Teresa recogen. Al final, haciendo caso a mis preguntas, tristeza e inquietudes, y al ver la certeza de mi esposa, decidí ser obediente y fui. Muchos de estos jóvenes no pueden comunicarse con palabras. Tienen diferentes discapacidades y es difícil relacionarte con alguien que no se puede expresar o lo hace mal articulando palabras incomprensibles. Solo quedan los gestos. Una sonrisa sincera o un movimiento abrupto de su cuerpo, no coordinado y exagerado, te muestra su alma de niño. Entonces ese gesto te dice: «Aquí estoy». ¿Quién eres? Alguien a quien Dios no ha descartado y está ahí. Dios lo ama y él, a través de esa mueca aparentemente grotesca, te da un abrazo, aunque más se parece a un golpe. Es un ser humilde que manifiesta sin palabras el corazón que le mueve. ¿A quién pertenece ese corazón? Cuando te sientes correspondido por alguien, aprecias que se produce un verdadero encuentro. ¿Con quién? Con Cristo que dice: el que recibe a uno de estos pequeños me recibe a mí. Quiero seguir visitando a esos muchachos, a esos niños que no necesitan hacerse niños porque ya lo son y yo quiero ser como ellos. Y después de la caritativa, fui lleno de certeza al banquete de la boda.
Roberto


Una relación familiar
Después de la Jornada de apertura de curso en la que escuchamos la voz de don Giussani, el pasado 6 de octubre, las comunidades de Zaragoza, Soria, Huesca y Pamplona junto con otros amigos de Madrid, Barcelona y Valencia celebramos una peregrinación a la Basílica del Pilar para ofrecer el curso a la Virgen. La propia organización del evento y la invitación al arzobispo de Zaragoza, don Vicente Jiménez Zamora, al que nos une una preciosa amistad desde su época como obispo de Osma-Soria, nos ayudaron a reconocer la presencia del Señor. Durante la Escuela de comunidad, le planteamos a don Vicente esta pregunta: ¿Qué hacer para que el cristianismo no se reduzca a valores o a una tradición heredada y sea una relación familiar con Cristo que hace nuevas todas las cosas? Por pura gracia, el día entero estuvo cargado de esa familiaridad: caminar como pueblo rezando el Rosario como nos pide el papa Francisco, llegar a la Basílica y celebrar la Eucaristía fijando la mirada en el Pilar de la fe transmitida a través de la figura maternal de María, la comida compartida juntos y la Escuela de comunidad junto con el pastor de la diócesis. Al final, en una conversación informal, nuestro arzobispo dijo que estaba muy agradecido de este momento porque habitualmente le llaman para asuntos "de intendencia" y en ocasiones con contenido desagradable, pero no para compartir la fe como habíamos hecho ese día. De regreso a Soria, junto con un amigo sacerdote, Pedro, que quiso venir desde Navaleno haciendo muchos kilómetros, dábamos gracias a Dios de todo corazón.
Jesús y Cristina, Soria


Quién me lo iba a decir
Llegaba el verano después de un curso dramáticamente complejo y duro. Por un lado, ciertas tensiones en el trabajo, y por otro una cascada de problemas de salud de nuestras hijas, que parecía que no iban a darnos tregua. Nos habíamos apuntado a las vacaciones de Masella, donde me había hecho la ilusión de encontrar las condiciones de sosiego para poder crecer en esa familiaridad con Cristo de la que nos había hablado Julián en los Ejercicios y que tanto deseaba para mí y los míos. En el fondo parecía que la cotidianidad, en estas condiciones, fuera un obstáculo. Finalmente tuvimos que dar marcha atrás con las vacaciones al poco tiempo de iniciarse, debido a un empeoramiento de una de nuestras hijas. Situación que me entristeció muchísimo. Pasados unos días, me vi en una ambulancia de camino al hospital, con una afección cardíaca grave (parecía que me había dado un infarto, luego se comprobó que había sido una inflamación grave del músculo cardíaco). De camino pensaba que aquello no tenía que ver conmigo, que era como si me hubieran metido en una película sin contar conmigo. Me puse a llorar, no por miedo, sino porque comencé a decirle al Señor que se había equivocado de momento. Yo sabía que esto podría pasar, pero ahora no era el momento con una de nuestras hijas en tratamiento y otra pendiente de confirmar su hospitalización. Ahí comenzó la tan esperada familiaridad con Cristo que anhelaba. Comenzó un diálogo, como con tu madre, en el que surgían preguntas, rebeldías, peticiones, miedos. No sé cómo explicarme, pero todo el desasosiego por la situación se tornó en agradecimiento e intensidad ante lo que iba aconteciendo. Lo pienso y es un imposible, porque pese a estar en la UVI sin poderme mover, sin poder ni siquiera ir al baño por mí mismo; pese a la incertidumbre inicial de los médicos sobre el futuro; pese al pudor de verte imposibilitado y dependiente, lo que surgía en mí (no sé cómo) era gratitud.
Gratitud a todos los médicos que me habían recibido la primera noche para el cateterismo de urgencia, a los que seguían analizando qué había sucedido, al de la ambulancia, a las auxiliares que me aseaban con exquisito cariño, a Ana, mi esposa que, pese al percal que teníamos en casa, se organizaba para estar allí, a la preocupación de los familiares, conocidos, compañeros de trabajos y mis amigos del alma. Todo eso estaba, y podría no estar. Yo estaba y podía no estar. Era todo un regalo. Era tal ese estado de silencio agradecido que los médicos, enfermeros y auxiliares me insistían en ponerme la televisión, para hacer más llevadera mi situación. Pero yo no quería. No quería perder ni un instante de aquel agradecimiento y diálogo-lucha con Él. Cuando pude hacer uso del móvil me habían llegado cientos de mensajes de amigos, familiares y conocidos. Mucha gente de la empresa se las había ingeniado para conseguir el número. Me sorprendió verme contestando uno a uno, en primera persona. No me pareció en ningún momento algo pesado. A todos les daba las gracias y les comentaba que me sentía "pequeñito" frente a tanto afecto. Estaba profundamente agradecido a cada uno de ellos. Llevo dos meses de recuperación, sin poder ir a trabajar y sin poder hacer una cierta vida normal. Cada día está siendo como un carrusel, una lucha. Pero de una intensidad humana increíble. No deseo que esto se vuelva a repetir, pero no cambiaría todo lo ocurrido por nada del mundo. Quién me lo iba a decir, que iba a crecer mi familiaridad con Cristo en una cama de la UVI del hospital.
Vicente, Canarias (España)


Amigos que me ayuden a sorprenderme
El viernes vino a verme una compañera de clase que no es del movimiento, pero que me está ayudando a vivir de manera más intensa y bella mis jornadas. Hace unos meses, me pidió el cuaderno de los Ejercicios de la Fraternidad y la revista Huellas. En los últimos dos meses no le había preguntado nunca si los estaba leyendo. Cuando llegó a mi casa el viernes, enseguida me di cuenta de que llevaba en la mano el cuaderno de los Ejercicios. Nos sentamos a la mesa y ella abre el cuaderno: «Empecé a leerlo pero, como no he entendido demasiado, quería que me explicaras algunas palabras que me he apuntado». Le contesté que le contaría qué significan esas palabras en mi experiencia. Lo primero que me pregunta es qué significa para mí “destino", porque para ella hay dos destinos, uno bueno y otro malo; o también qué significa “familiaridad con Cristo". Tras un largo diálogo, ella sigue perpleja y me dice, citando un pasaje de los Ejercicios: «Al comienzo, para mí seguir fue tratar de identificarme casi espontáneamente con una presencia humana distinta. Esta humanidad distinta pasa a través de ti». No sabía cómo reaccionar y la abracé. Cuando se fue, me quedé pensando que realmente necesito amigos que me ayuden a sorprenderme con sencillez delante de lo que sucede.
Rita, Rímini


Una Presencia que elimina la extrañeza
El avión corre por la pista y levanta con fuerza el vuelo con destino a Lima. Se termina una semana en Quito y las vacaciones pasadas con los amigos de la comunidad de Ecuador. Tres días de Vacaciones en una linda Hostería en Tababela a las afueras de Quito, con unas 50 personas. Han sido días en que pudimos visitar el Palacio de Gobierno, recorriendo las estancias de poder, donde se cuecen las decisiones que configuran el país; conocer parte de la historia moderna del Ecuador; dialogar sobre la construcción del bien común y luego asistir a la misa en la Compañía, iglesia barroca de increíble belleza. Allí hemos podido contrastar la historia de Ecuador con este otro factor de construcción de la sociedad que es la Iglesia. Otro día pudimos gustar de la belleza de la naturaleza con el paseo cerca de las cataratas, los cantos y luego relajarnos en los baños termales de Papallacta. Otras muchas cosas hicieron del tiempo ocasión de relación inteligente entre nosotros, como los títeres para los niños con don Giussani como actor principal, la tarde de futbol o la noche de cantos típicos ecuatorianos de "Pasillos". Estos días han estado llenos de encuentros con amigos que antes no conocíamos.
Un antiguo compañero de trabajo, que hemos vuelto a encontrar en Quito y que nos ha hospedado en su casa, se sorprendía viéndonos salir y entrar los días siguientes de las vacaciones contentos con la agenda llena de almuerzos, cenas y actividades con estos amigos: «¿Pero vosotros no os acabáis de conocer?», preguntaba. «Nosotros hemos estado muchos años trabajando juntos y hemos llegado a tener esta amistad sincera y profunda, pero cuando se comparte la fe que es una vida, tienes como un atajo, una catalizador para compartir la esencia de las cosas». Cristo hace nacer una unidad diferente e interesante entre nosotros, que elimina la extrañeza en solo tres días y que cualquiera atento puede reconocer enseguida.
Lucía y Otto, Lima (Perú)












 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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