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Huellas N.8, Septiembre 2018

RUTAS

Meeting de Rimini «Lo nuevo, entre nosotros»

Alessandra Stoppa

Los invitados, las exposiciones, los encuentros... Toda la riqueza de los testimonios de una semana que, en un mundo en crisis, habla de felicidad y de cambio. Solo «una humanidad despierta mueve la rueda de la historia». Así es como la revolución del corazón, como expresó el nuncio Christophe Pierre, se convierte en hechos y rostros

El puente de Génova que se derrumbó cinco días antes, los inmigrantes a bordo del Diciotti, símbolo de otros miles, las heridas de la pedofilia en la Iglesia, el justicialismo, los conflictos internacionales y el sufrimiento de los enfermos en sus casas, la miseria, la insatisfacción, el resentimiento. El miedo a vivir y toda la impotencia, personal y colectiva. Hay un mundo que gime al empezar el Meeting que habla de felicidad y cambio, “Las fuerzas que cambian la historia son las mismas que hacen feliz al hombre". Podemos preguntarnos si es «un oasis» para inexpertos o una posibilidad real frente a la «fuerza de los acontecimientos externos», como decía Dario Di Vico en el Corriere della Sera al principio del Meeting.

Día tras día hemos ido contando en la web los encuentros principales y lo que pasaba en Rímini. Están a disposición los videos de más de doscientas conferencias, las imágenes, las entrevistas a los voluntarios, los comisarios de las 17 exposiciones y a multitud de invitados. Una riqueza de testimonios humanos, del pasado y del presente. Lo primero que llama la atención es que son personas que no apartan la mirada de la realidad. Toda entera, tal como es, incluso muy compleja o dura, la miran y viven inmersos en ella. Y la fuerza de los hechos les interpela. Es la fuerza de una novedad. El cardenal Angelo Scola, uno de los 528 ponentes, dice que, al cabo de media jornada en el recinto ferial, salió distinto de como entró, por haber visto hechos capaces de suscitar una novedad. «Algo nuevo en mí, en ti, ¡entre nosotros! Todo lo que Dios me ha dado en la vida, incluso grandes responsabilidades, es como si se volviera vano en comparación con la novedad que Él genera».

¿Qué es esta novedad? Por ejemplo, mirar a la cara una pregunta antiquísima como la de Job, el "porqué" del dolor. Si ha sido uno de los protagonistas del Meeting es porque todos somos Job. Su pregunta por el sentido nos incumbe más que cualquier otra cosa, pero no es obvio afrontarla, menos aún dejarla abierta. Los 42 capítulos de un texto abismal reviven en una exposición que movilizó a miles de visitantes, les hizo pensar, con-moverse, cambiar, dando respuestas y abriendo preguntas, como el diálogo moderado por Monica Maggioni con Julián Carrón, el filósofo laico Salvatore Natoli y el doctor Mario Melazzini. No había nada que fuera abstracto al recorrer la historia de este hombre probado por el mal, la razón herida que rompe la relación con Dios y ya no ve la bondad última del vivir. «Pero Job no maldice a Dios. Porque, sin el Dios que nos salva, sucumbiríamos igualmente ante el mal», dice Natoli. Alzar la cabeza con él, pidiendo cuentas a la vida, nos lleva al umbral de las preguntas de Dios: ¿quién eres tú?, ¿dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? La aparición de la creación delante de sus ojos es como la respuesta de una madre que enseña pacientemente al niño: «¿Cómo se dice?». «Gracias», porque las cosas existen.
Ha suscitado una gran maravilla el trabajo llevado al Meeting sobre los "exoplanetas", sobre los secretos del universo y la posibilidad de vida en horizontes inexplorados, con todo el gusto que supone la espera de res-puestas, como testimonian protagonistas de la astrofísica y la teología. Junto a grandes nombres (como Enrico Flamini, Giuseppe Tanzella Nitti, Antonio Lazcano, Roberto Ba- ttiston...) hay dos jóvenes investigadores, Tommaso Fraccia y Stefano Facchini, que hablan de su pasión y del mayor de los descubrimientos: a través de la belleza del espacio interestelar, «recuperar el estupor original por uno mismo, por la propia naturaleza, por el propio yo», un puntito de valor infinito e irreducible.

La contribución del Meeting también consiste en poner delante de nuestros ojos la realidad, su profundidad y totalidad, gracias a la experiencia de quien la mira; contar la vida de Jorge Mario Bergoglio para conocer la humanidad, la fe, la grandeza de pensamiento y de acción pastoral de un pontífice tan malinterpretado; poner en diálogo las preguntas más íntimas con El zapato de raso de Claudel en un audaz espectáculo; dar a conocer la extraordinaria humanidad de Romano Guardini y la caridad con que atendía a sus pacientes Giancarlo Rastelli, que marcó la historia de la cirugía cardiaca y que ha conquistado el Meeting con la belleza de su alma y la inteligencia de una fe pura; mostrarnos el perdón de los cristianos iraquíes que vuelven a sus casas destruidas para reconstruir un pueblo, ayudando incluso a los que les persiguieron; hacernos compartir ese "lo queremos todo" de los estudian¬tes que han trabajado en la exposición del 68. El grito de autenticidad es suyo, está presente y es una apertura, una tensión por compartir la experiencia y dejarse impactar por aquellos que, como el exbrigadista Franco Bonisoli, les ofrecen con lealtad y dolor su propia historia y a su vez se dejan impactar profundamente por ellos.
«¿Pero cuándo nos maravilla la realidad?», pregunta provocadora Pilar Vigil, chilena, médico y miembro de la Pontificia Academia para la Vida. «Cuando somos conscientes de que nuestra existencia no es obvia». El estupor con que habla del misterio del inicio de la vida humana, que vista por el microscopio, después de cuarenta años de trabajo, la sigue dejando con la boca abierta, es el mismo estupor con que habla del Meeting. Está aquí por primera vez. «Si uno no conoce lo humano, cree que es fácil, obvio. No, no es nada obvio. Un lugar así requiere esfuerzo, mucho compromiso, pero sobre todo tiene que suceder. Todo concurre para que suceda, pero no lo garantiza. Igual que en la ciencia, cuanto más compleja es la estructura más te abruma su misteriosa belleza. El esfuerzo de todas estas personas en movimiento, su gratuidad, el cuidado de los detalles, el trabajo para preparar las exposiciones. El ser humano, cuando vive y trabaja en relación, muestra la creación».

¿Pero es suficiente para el grito del corazón humano el ser de las cosas que se le impone? «La cuestión del dolor es tan enorme que solo el Verbo podía afrontarla», dice Carrón en el encuentro sobre Job. «El Hijo de Dios no vino para eliminar el sufrimiento sino para sufrir con nosotros. No respondió con una explicación sino con su presencia». Es la cercanía que supo transformar la existencia de Melazzini más que la enfermedad degenerativa que lo paraliza. Es cómo ama la vida Verónica Cantero Burrone, joven escritora argentina. Cuando hoy está en crisis nuestra actitud frente a la realidad, resulta chocante su profunda gratitud, la felicidad en los ojillos de esta jovencita de 16 años que desde su silla de ruedas ha mostrado el mismo coraje que Job. «Hacia los diez años empecé a preguntarle a Dios el porqué de mi condición y cómo podía cambiar el mundo estando así. He descubierto que mi situación me permite estar más atenta a la realidad, que es toda ella un milagro».
Delante de ella y de tantas almas preñadas de esperanza, como el cardenal Anders Arborelius, obispo del secularizado Estocolmo, uno aprende que revolucionario solo es el cambio de la persona. «¡Esto es lo que mueve la rueda de la historia!», dice el nuncio de EEUU, Christophe Pierre. «La gente se hunde bajo el peso de la vida cotidiana y corre el riesgo de olvidar que puede ser protagonista de la historia». En su preciosa lección sobre el lema del Meeting, nos acompaña a mirar el contexto actual frente a la grave dificultad «para “leer" atentamente el cambio de época». Le parece prioritario «escuchar la realidad» y recorrer la convergencia absoluta entre el testimonio profético del papa Francisco y el de don Giussani. «La respuesta más eficaz ante los problemas es examinar ante todo y en profundidad a la persona humana. Cristo ha venido para despertar nuestra propia humanidad, para que podamos afrontarlos».
¿Y cómo la despierta? «Nos sale al encuentro. Nos pone delante de una presencia humana que no se ha deteriorado». Nos sale al encuentro igual que hizo con la samaritana, a la que Pierre retrata con «un "bloqueo" espiritual y existencial, pero Jesús, con su mirada misericordiosa y en su diálogo con ella, abre gradualmente sus ojos y su corazón para hacerla reconocer algo que es¬taba íntimamente escondido en su interior, su misma humanidad».

Lo que está en juego no es solo una conciencia más aguda de la seriedad de los desafíos, sino la conciencia de uno mismo, sin la cual no hay contribución al mundo. Esta «humanidad despierta», que es la clave de la historia, nace siempre de un «encuentro». Se hace muy evidente en las chicas que intervienen el último día. Vienen de la Casa volante de Jarkov, en Ucrania, y de la comunidad de rehabilitación El Imprevisto de Pesaro. Su historia y sus cuerpos hablan de abandono, orfanatos, impedimentos, drogas, soledad, de demasiado dolor, pero su vida habla del encuentro que han tenido, que ha sido capaz de regenerarlas, de hacerlas así, maravillosas, hasta hacer decir a Lena: «Mi dolor, también el físico, está vencido por la belleza. No me queda más que dar gracias a Dios por el hecho de que Él está cerca de mí y yo soy la persona más feliz del mundo». Su gratitud por ser amadas recuerda la experiencia de Etty Hillesum, que desde la muestra de Job acompaña toda la semana riminesa con las palabras que escribió en Auschwitz, donde se sintió tocada por la compañía de Dios, real, íntima y total: «A veces, cuando estoy en algún rincón del campamento, con los pies en la tierra y los ojos apuntando al cielo, siento el rostro anegado en lágrimas, única salida de la intensa emoción y de la gratitud». Tatiana, Ira, Anita, Martina y las demás construyen la historia, perdonan a los que las abandonaron, acogen igual que ellas han sido acogidas, aman, esperan. «La resurrección no es algo del pasado», escribe el papa Francisco en su mensaje al Meeting. «Entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable».

«Quizás vosotros no entendéis lo importante que es el Meeting. Esta cantidad de gente buena, con una fe que se puede tocar, gente normal e inolvidable». El madrileño Alberto Campo Baeza, uno de los arquitectos contemporáneos más importantes, ha venido por primera vez. «Visitando la exposición sobre el papa Francisco he llorado todo el tiempo, y luego con Brunelleschi y Job he seguido llorando. Pero con exposiciones o sin ellas, el fenómeno del Meeting es increíble. Te hace tener esperanza en la humanidad». Llegó tarde a su encuentro porque se paró a dar las gracias a todos los voluntarios. Son tres mil, y han vuelto a pagarse el viaje, el alojamiento, la camiseta que les identifica... Muchos son jóvenes. Han hecho todo tipo de trabajos manuales, han pensado las zonas, han guiado los encuentros y las exposiciones, algunas incluso las han ideado. Llaman la atención no solo por lo que hacen sino por qué lo hacen. Cuando recogen las mesas, pasan el aspirador, cocinan o desenredan los cables de los cascos, no se resignan, se confrontan, quieren ver qué tiene que ver lo que hacen con su corazón que lo pide todo. Un chico, al terminar su turno a última hora de la noche, detiene a un amigo sacerdote para preguntarle sobre Job, porque no puede irse a la cama sin saberlo. Hay también quien, como Gabi de Argentina, queda impactado por los voluntarios que ya visten canas. «Me conmueve ver a todos estos “abuelos". Tienen la misma cordialidad y disponibilidad que los jóvenes, y la misma energía. Me dan esperanza. El declive de la edad no puede anular el deseo del corazón». Hay una pareja de médicos jubilados (13 hijos y 24 nietos) en el equipo de limpieza.
Otro rasgo de la fuerza capaz de incidir en la historia es la estima, la atención a cada persona, en vez de a la humanidad en general. El arzobispo de Manila, el cardenal Luis Tagle, narra un hecho. Una mujer que trabaja para Cáritas en el Líbano va a Siria para asistir a una conferencia. Sube a un taxi y, al llegar a su destino, el conductor le dice que no tiene que pagar nada. ¿Por qué? «No acepto dinero de Cáritas». Sorprendida, la mujer le pregunta cómo sabe en qué trabaja. «Hace tres años estuve preso en el Líbano, era un inmigrante ilegal. Una noche me puse enfermo y los guardias no me daban las mediciñas. Tú pasaste y me las diste. Aquella noche pude dormir bien. Siempre me acuerdo de ti». Comenta Tagle: «Durante tres años, el rostro de aquella mujer quedó impreso en la memoria de ese hombre. La Iglesia se renueva cuando es una puerta donde el Evangelio se encuentra con los gritos del mundo». Mariella Enoc, presidenta del hospital del Niño Jesús en Italia, paseaba por el Meeting mientras, una llamada tras otra, se ocupaba personalmente de que subieran a un avión en la República Centroafricana a un niño de 11 años para poderlo atender en Roma, y desde el escenario contó las visitas del papa Francisco, que en tres horas de visita a estos pequeños enfermos pronuncia como mucho veinte palabras. Para ella esto es lo más importante cuando estás delante del otro: «Pararse, en silencio».

«Solo podemos ser testigos si reconocemos el testimonio del otro», dice Wael Farouq, profesor egipcio, ante un largo aplauso para el secretario general de la Liga musulmana mundial, Muhammad Bin Abdul Karim Al Issa. «No estamos aquí para hacer un congreso, volver a casa y olvidar al día siguiente lo que hemos visto. El testimonio genera un significado, para las cosas pequeñas y grandes. Y provoca otros que florecen en muchos lugares fuera de aquí».
Por la noche pasa por los pabellones un pequeño pueblo de jóvenes inmigrantes. Les acompañan profesores, adultos, educadores, musulmanes, cristianos, ateos, ortodoxos, vienen de todas partes. Es el movimiento de vida que ha nacido de la exposición sobre las “Nuevas generaciones" del Meeting anterior, que ha pasado por diversos centros educativos y ciudades, dando lugar a una amistad entre personas, grupos, estudiantes, profesores, familias y distintas realidades; ha generado acogida, proyectos, y ha cambiado el destino de muchos jóvenes que llegaron en barcas y de los que los rodean. Dialla lleva tres años en Italia y hoy dice que su terrible viaje «valió la pena». Ha encontrado una familia, amigos, se ha puesto a estudiar, ha descubierto «la riqueza que había dentro de mí» y que no sabía que tenía. Por gratitud, ayuda a otros migrantes con la alfabetización. Tawfiq, egipcio, hijo de un imán, pensaba que los cristianos «eran fantasmas» antes de que se convirtieran en sus amigos.
Ahora está lleno de preguntas, lo que daba por descontado ya no es tan obvio, ahora todo es nuevo. Es otra visión del mundo que nace de un encuentro.
«Un testimonio cristiano alegre muestra el atractivo de Cristo, que hace decir a otros: ¿qué es lo que mueve a esta persona?, ¿qué la lleva a actuar así?», decía Pierre. «Nosotros sabemos que es Jesucristo». Y retomaba las palabras pronunciadas por Giussani después de la frase que ha dado lema a este Meeting. «La fuerza que construye la historia es un hombre que puso su morada entre nosotros, Cristo. Redescubrir esto impide nuestra destrucción como hombres, reconocerlo introduce en nuestra vida el acento de la felicidad».



 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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