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Huellas N.2, Febrero 2008

CL

Cartas desde la frontera

Massimo Camisasca

CIUDAD DE MÉXICO
La esperanza que no defrauda


Paolo Paganini se licenció en Medicina, después entró en el seminario. Ahora está en Ciudad de México donde permanecerá este año para vivir su primera experiencia misionera. Todas las semanas, Paolo y su compañero de seminario, Giacomo Vecchia, van juntos a llevar la Eucaristía a dos ancianas, Inés y Jerónima, que viven en una casa destartalada a las puertas de la inmensa megalópolis latinoamericana. La primera es una vagabunda del interior, de complexión delgada y mirada ausente, que Jerónima ha recibido en su casa. Ésta es más bajita y fuerte, tiene unos ojos negros pequeños y simpáticos que resaltan en un rostro mofletudo surcado por diversas arrugas. Su casa se encuentra en un callejón de unos diez metros de largo, con un pequeño lavabo al aire libre, lleno de desperdicios, perros sucios, gatos enfermos y patos chillones. Las primeras veces, cuando Paolo entraba en este callejón, sentía el deseo de escapar, se le hacía muy cuesta arriba estar ahí.
¡Qué trauma tiene que haber sido para él pasar de las aulas pulcras de su universidad en Italia a los barrios pobres de Ciudad de México, de los compañeros de curso a los sin techo de esta nación! La resistencia a entrar en ese callejón para Paolo ha sido una metáfora de la resistencia que tenía que vencer para identificarse con la vida de esta gente, para entrar en sus existencias y preguntarse por el valor de su propia vocación.
Al principio sufría el escándalo de su reacción y sólo podía decir: «Si ni siquiera yo, a quien el Señor llama para llevar la esperanza al mundo, soy capaz de estar aquí sin querer escapar, ¿qué esperanza le queda al hombre?». Luego, acompañado por los amigos de Ciudad de México, su modo de vivir la misión ha cambiado drásticamente. Lo testimonia en una carta que me mandó hace un tiempo:
«Querido don Massimo –escribe Paolo–, hoy he ido otra vez a llevar la comunión a Inés y Jerónima. El mal olor que infecta ese callejón es siempre el mismo, pero ha cambiado mi manera de mirar a estas personas. Jerónima es realmente una de las personas más caritativas que he conocido: ha recibido a Inés en su casa, sacándola de la calle, y comparte con ella lo poco que tiene. Además, da testimonio de lo que quiere decir vivir la fe de manera sencilla, como la vive su pueblo. Es una apasionada de las crónicas, nos cuenta todos los desastres ocurridos durante la semana, pero, al final, cuando habla de las víctimas, reconoce que hay que aceptar lo que Dios dispone. Y para ella esto es algo real, no son sólo palabras. Por ello, poco a poco, la mirada que yo tenía sobre esta casa ha ido cambiando. Ahora entro siempre con alegría en la casa de estas dos mujeres. Giacomo y yo empezamos a tener una mirada hacia ellas como la que tiene Dios, que ve en cada persona lo bueno que hay, aunque sea una pizca de bien. Todo nuestro ser se empapa así de una estima infinita».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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