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Huellas N.2, Febrero 2008

CL - Kenia

Los verdaderos vencedores

Joackim Koech

Las elecciones, los enfrentamientos y las víctimas. El país africano se halla suspendido entre el caos y la estabilidad. Sin embargo, el responsable de la comunidad de CL habla de una fe y una comunión que vencen al mundo

Este año nuestra comunidad en Kenia ha vivido las elecciones presidenciales como un evento importante, preparando por primera vez un juicio que se ha difundido públicamente. Nuestra experiencia cristiana, la doctrina social de la Iglesia y la carta que los obispos de Kenia escribieron con motivo de las elecciones fueron los puntos de partida para este manifiesto.
En el documento, titulado «Llamados a ser constructores del bien común», subrayábamos que la experiencia de fe que vivimos nos hace conscientes del valor infinito de cada persona y de la realidad. Sobre todo nos enseña a valorar y a mirar a la cara el deseo de felicidad que nos constituye y que es común a todo hombre. Nos reunimos varias veces para trabajar sobre este documento, movidos por la esperanza que nace de la experiencia que vivimos.
Cada uno de nosotros fue a votar el 27 de diciembre con esta certeza. El 30 de diciembre, con algún día de retraso, se dieron a conocer los resultados, que proclamaban presidente a Mwai Kibaki. La reacción inmediata en todo el país fue la violencia, la barbarie y la destrucción. Como han relatado ampliamente los periódicos nacionales y extranjeros, el partido de Kibaki (PNU) está sostenido predominantemente por los Kikuyus, la tribu más numerosa de Kenia. La oposición, en cambio, cuenta con el apoyo de la población que reside en las regiones occidentales, habitadas por tribus como los Kalenjins, los Luo y los Luhyas. Esta zona ha sufrido la peor violencia.

No la etnia, sino Cristo
En esta misma zona me encontraba yo al día siguiente de las elecciones. Mi familia procede de Eldoret –yo pertenezco a la tribu de los Kalenjins–, y fuimos allí a votar. Tras la proclamación de los resultados, permanecimos encerrados en casa unos días, porque Eldoret fue una de las ciudades más afectadas por las manifestaciones y los enfrentamientos. Había un gran miedo e incertidumbre. Temíamos que la tensión pudiera degenerar en un genocidio.
Sin embargo, ese momento de terror y desconcierto nos permitió verificar el valor de la experiencia cristiana. En cuanto comenzaron los desórdenes, recibimos llamadas de los amigos de la comunidad que se habían quedado en Nairobi. Muchos nos escribían sms. Uno de éstos decía que lo que estaba sucediendo era una ocasión para verificar que Cristo responde a nuestra necesidad, también en un momento terrible como ese. Entonces me tomé en serio esta provocación. Como ya he señalado, yo pertenezco a un pequeño grupo dentro de los Kalenjins, la tribu Nandi, que era la protagonista de los ataques contra los Kikuyus. Los amigos de la comunidad del movimiento pertenecen a diferentes tribus: Kikuyus, Luo, Luhya, Meru, Masai... Mi Fraternidad está compuesta sobre todo por Kikiyus. Lo que se ha puesto de manifiesto con claridad a raíz de estos enfrentamientos es que no es la pertenencia tribal lo que nos define, sino el hecho de Cristo. Cada uno de nosotros ha podido vivir en estos días el milagro de la comunión, también a través de la oración. Por ejemplo, los padres de un amigo nuestro se hallaban en una zona de riesgo: empezamos a rezar el rosario por ellos todos los días y pedimos a toda la comunidad de Kenia que hiciera lo mismo. Creo que nunca he rezado tanto por mis amigos. El deseo de paz, para mí y para mi familia, para mis amigos y sus familias, estaba siempre presente en nuestro corazón y afloraba en nuestros labios.

En el trasfondo
Cada día el miedo y la tensión acechaban. Pero nuestros amigos de Kenia y de Italia han sido un testimonio por su forma de juzgar y de vivir estos eventos. Uno de ellos nos dijo: «Nosotros somos los vencedores». Una frase que expresaba bien lo que nos estaba sucediendo a cada uno. Ante nuestros ojos era y es evidente que sólo existe un hecho que puede romper las barreras del odio tribal: la pertenencia a Dios. Otro amigo nos escribió: «No podemos esperar la paz de las ideologías de los ganadores o de los perdedores. Nuestra certeza procede únicamente de la presencia del Misterio». Ante esta certeza, y en medio de toda esta confusión, volvieron a mi mente las palabras de don Gius (publicadas en el número 4 de Huellas de 2003): «Fallarían las razones, faltaría una explicación adecuada ante lo que acontece si no existiese Cristo. Él marca la suprema victoria sobre la realidad humana. Pase lo que pase, la “misericordia” está en el trasfondo de todo lo humano. La misericordia: Dios vence el mal dentro de la historia con el bien, con una positividad que ofrece sentido a todo lo que sucede».
Ser conscientes de esto ha sido para mis amigos y para mí una gracia inesperada. Estaba claro que no se podía reducir todo al partido ganador o al perdedor. De hecho, si no fuera por la presencia de Cristo entre nosotros, todos nos habríamos perdido. Habría vencido la tentación de la venganza; el dolor y la violencia nos habrían cegado.
Un amigo que ha perdido a dos hermanos en los enfrentamientos fue para todos un verdadero testimonio; más de una vez dijo: «He ofrecido todo mi dolor a Cristo. Yo no puedo salvar nada, sólo Él lo puede todo». Esto me recordó lo que Carrón repite a menudo: «El hecho de Cristo puede parecer pequeño y, sin embargo, lo es todo».
Y los ejemplos podrían continuar. Una amiga italiana, a quien no conozco, me escribió un sms en el que decía que todos los días rezaba por Kenia a María, Reina de la Paz. A este mensaje siguió otro, siempre de la misma persona: «Hoy fui a la tumba de don Giussani a pedirle que interceda para que vuelva la paz a Kenia, y le pedí por todos los amigos de Kenia y por sus familias».

Se puede volver a empezar
Carras me llamaba casi todos los días. Aunque teníamos algunos problemas de comunicación a causa de la lengua, no podía dejar de percibir un afecto hacia mí y hacia todos los demás. Su amistad me ha acompañado en este trance porque me ha ayudado a mirar a Cristo para encontrar lo que redime la realidad, la presencia buena del Misterio.
También los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos han estado siempre en contacto con nosotros, cargando en nuestros móviles el saldo necesario para poder comunicarnos. Como no podíamos salir de casa, no podíamos hacerlo nosotros mismos.
Al final, después de varios días, volvimos a Nairobi. Durante el viaje mi mujer y yo nos preguntamos cómo haríamos con los niños, dónde podríamos comprar algo de comer. También en esta situación la respuesta fue más grande que nuestras expectativas: antes de llegar a casa, nos invitaron a cenar nuestros amigos de los Memores Domini.
Después de todo lo que ha pasado, mi mujer y yo estamos más seguros que nunca de que nuestros hijos seguirán yendo a la escuela a la que asisten desde hace algunos años (una escuela gestionada por algunos amigos del movimiento junto a los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos). Los autores de las mayores destrucciones han sido sobre todo los jóvenes: estudiantes universitarios y jóvenes desocupados. Por eso resulta más evidente que nunca que «si hubiera una educación del pueblo, todos estarían mejor».
Ante la grandeza vivida en estos días de dolor por nuestro pueblo, sólo puedo decir una cosa: ningún escombro puede sepultar la certeza y la pertenencia que hemos vivido y que vivimos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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