En las universidades italianas, los chicos del CLU difunden el texto del discurso que Benedicto XVI no pudo pronunciar en La Sapienza de Roma, entablando un diálogo con estudiantes y profesores
Admitámoslo. Si no hubiera sido por el Papa, la Universidad italiana permanecería en su sopor. El “bostezo de los 67” –aquellos para los que la visita de Ratzinger hubiera constituido un hecho “incoherente” – lo demuestra. En los consabidos días de la no expuesta lección de Benedicto XVI en La Sapienza, mientras todos se apresuraban a hacer declaraciones de solidaridad en relación con las confrontaciones con Ratzinger (con un poco de retraso, como ha dicho el cardenal Camilo Ruini), se respiraba un aire nuevo en bastantes círculos universitarios. Muchos han vivido enfrentamientos y discusión pública, muy encendidas, en ocasiones; pero nadie ha dicho que tales confrontaciones y discusiones hubieran tenido que verificarse en un ambiente no académico.
El hecho es que toda la comunidad del CLU de Italia propuso a sus compañeros y profesores la lectura del discurso que el Pontífice debía haber pronunciado el jueves 17 de enero. Hubo quien se irritó, quien escribió injurias en las paredes y se dedicó a difundir panfletos en contra de CL y Benedicto XVI; pero fue una mera reacción al efecto “despertador” del Papa ante la llamada “comunidad científica”. Precisamente en La Sapienza, por ejemplo, Matteo Fanelli, representante del CNSU (Centro Nacional de Estudiantes Universitarios), el “parlamento” de los estudiantes, cuenta que «el mismo miércoles por la tarde, después de haber estado en la audiencia general del Papa, distribuimos panfletos con nuestro juicio sobre la incomprensible posición del que gritaba “fuera el Papa de la Universidad”. Yo estaba en Ciencias Políticas con tres amigos donde precisamente los representantes de los colectivos de izquierdas no nos admitían». En Física, sin embargo, algunos de nuestros amigos se encontraron con el profesor Sergio Caprara, uno de los 67 firmantes. «Una amiga mía se acercó a él para proponerle el panfleto y empezaron a discutir acaloradamente, llegando incluso a los gritos. Al día siguiente, se escribieron por correo electrónico para ponerse de acuerdo sobre cuándo volver a verse y hablar de un modo más civilizado» Después, el jueves, en el día de la inauguración del año académico, «realizamos ese gesto de solidaridad con el Papa que se vio en todas los informativos. Diez minutos después del inicio de la intervención del rector, nos pusimos de pie con la boca amordaza. Permanecimos así durante toda la ceremonia, excepto cuando se leyó el discurso del Papa».
El resto de Italia no ha sido menos. En la Estatal de Milán, se estuvo difundiendo durante dos días seguidos la intervención del Pontífice, lo cual suscitó la reacción violenta de algunos –cuatro gatos, en realidad– que, armados con una manguera, inundaron el atrio donde se encuentra la CUSL (Cooperativa Universitaria de Estudio y Trabajo, gestionada por universitarios de CL), y ensuciaron las paredes con pintadas injuriosas contra Ratzinger y CL. Algunos representantes de la Lista Abierta Objetivo Estudiantes para el Consejo de la Facultad de Derecho, junto a varios colegas de otras listas que se sintieron interpelados por el panfleto del CLU, leyeron un comunicado de solidaridad con el Papa. A excepción de algunos, el comunicado fue escuchado en silencio y aplaudido por la inmensa mayoría de los profesores. En la Universidad Católica, por otra parte, el jueves 17, el día de la inauguración del año académico de La Sapienza, la lista Estudiantes Ateneo organizó una lectura pública de la intervención del Pontífice, invitando a todos los estudiantes y profesores. «La universidad es lugar de diálogo, de confrontación con los docentes, que puede ser dura, pero constructiva: ¿dónde ha acabado todo esto?», preguntaron los representantes de Estudiantes Ateneo durante el Consejo de facultad de Ciencias Políticas. Y es aquí donde sucedió lo inesperado. Los estudiantes pidieron poder discutir de los “hechos de La Sapienza”. Era lo que parecía más urgente. Alberto Quadrio Curzio, decano de la facultad, habló de “situación escandalosa”. En efecto, entre los docentes mismos se respiraba un cierto mal humor por «esos 67, que arrastran por el fango a todo el colectivo». Alguno recordó que la mitad de los profesores de la Pontificia Academia de las Ciencias son Premios Nobel y que dos de cada tres ni siquiera son creyentes. Quadrio Curzio se quejaba de todo lo que había pasado: «Rebaja el nivel, porque la universidad tiene su método, una modalidad propia de confrontación bien precisa». Entonces, un representante de Estudiantes Ateneo, tomando la palabra, apuntó más allá. Argumento: la ley de Presupuesto. «Tal como está no se entiende nada: ¿no se puede discutir con los profesores?». Hay un modo para proponer que la relación estudiantes-profesores llegue a un punto: introducir al estudiante en todo aquello que sucede alrededor. Quadrio Curzio no se limitó a dar respuestas lapidarias, sino que se comprometió a organizar para mediados de febrero un encuentro, presidido por él mismo (es uno de los mayores expertos en economía política), con otros colegas. Después, un poco sorprendido, se volvió hacia ellos. Fijando la mirada sobre el profesor de Economía ambiental le pidió que diera explicaciones sobre el problema de los residuos en Campania y le pidió al profesor de Relaciones Internacionales que le informase de las novedades políticas en las últimas semanas. Al finalizar, se quedaron a discutir cuatro profesores, entre ellos el profesor Giancarlo Rovati (Sociología y Ciencias Políticas). Uno de ellos dijo a un estudiante: «Tenéis profesores a los que les gustaría gastar al menos una hora de su tiempo libre con vosotros. ¿Por qué no los buscáis? ¿Por qué no venís a mi estudio a preguntarme el porqué de las cosas, de aquello que sucede? Yo hablo por mí, pero habría muchos dispuestos a dialogar con vosotros».
Si nos vamos al Sur, el resultado no es distinto. En la Universidad de L’Aquila, si bien «no han faltado momentos en los que estudiantes y, en ocasiones también algunos docentes, han roto en nuestra cara los panfletos –cuenta Luciano– la realidad nos ha reservado algunas sorpresas». ¿Ejemplos? «Hablando con algunos estudiantes no católicos de Ciencias de la Educación ha surgido una valoración clara sobre los profesores firmantes de la protesta y sobre los prejuicios de su actitud. Después de eso, algunos nos han pedido una copia del discurso de Benedicto XVI, para poder discutir juntos». En Chieti, por otra parte, el decano de Medicina autorizó a pegar los panfletos del CLU en las paredes. «Dos profesores, sorprendidos por lo razonable de nuestra posición, han contribuido a difundirlo incluso entre sus colegas», cuenta Cristiano Massacesi. He aquí un episodio significativo. Dhurata, una chica albanesa de tercer curso de Medicina, conoció CL hace cerca de un año. Una de sus profesoras le preguntó en clase qué era lo que pensaba sobre el panfleto pegado en las paredes. Dhurata, delante de todos, respondió: «Mi padre es musulmán, mi madre ortodoxa, yo he encontrado el cristianismo a través de mis amigos de la Universidad. Si hay algo que he aprendido de ellos, es que la libertad es más sagrada aún que aquello en lo que uno cree. El Papa, decidiendo no acudir a La Sapienza, ha respetado la libertad de los otros, incluso aquella de quien no lo quería; estos últimos, sin embargo, no lo han hecho». La clase entera aplaudió estas palabras. Simone entregó el panfleto a su amigo Paolo, que le contestó: «Estoy totalmente de acuerdo, lo único que no me explico es cómo dicen que el Papa, basándose en su fe, es defensor de la razón, dado que para mi son dos elementos que se juegan en ámbitos diferentes». «Ha surgido un diálogo; de ahí que el domingo siguiente quisiera venir con nosotros a Roma para rezar el Ángelus», concluye Cristiano. Alguien ha hecho sonar el despertador. El sueño de la razón ha sido interrumpido.
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