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Huellas N.2, Febrero 2008

CARTAS

Alcalá de los Gazules, La Habana, Ciudad de San Lorenzo...

a cargo de María Rosa de Cárdenas

La experiencia de Abrahán, padre de la fe
El testimonio de Julián de la Morena en las vacaciones de Formigal me hizo ver con claridad que todos están hechos como yo, todos tienen mis preguntas, deseos y necesidades. O sea, que el sentido religioso existe, es real, no es un aspecto psicológico mío. Pero desde Formigal, también percibo en mí un miedo tan imponente como estos deseos. Es decir, “el cuerpo” se me alegra por cosas, se me quiere pegar a las cosas, pero un segundo después “se me encoge el estómago” (¡real!) y me freno. Es como si algo me dijese “no te pegues a esto que hay trampa”. Como si detrás de las cosas hubiera una puñalada trapera. Creo que esto me pasa desde mi diagnóstico de esclerosis múltiple. Mi marido me dijo que se alegraba, de alguna manera, de verme llorar, porque si el Señor me había dado esta situación y ahora esas lágrimas... él quería ver cómo el Señor me iba a responder y que, sin duda, va a ser grande su respuesta. Incluso, me preguntó si tenía recuerdos de milagros en mi vida. Me dijo: «Ve hasta el fondo, no corras; mira». Me quedé, después, más tranquila, pues lo que me había dicho me ponía en una postura de esperanza, pero sobre todo de expectación. Después, por la noche, seguía pensando en todo esto. Y me acordé de un amigo, pues lo que me acababa de pasar con mi marido, me había pasado unos meses antes con él: la misma expectación, la misma esperanza.
Me había dado unos párrafos de un artículo de Carrón (“Mirar con simpatía lo humano” Huellas, marzo 2007) y me había llevado a la sierra para leerlo juntos y no olvidarme de esa esperanza. Entonces fui a buscar esa revista y busqué el texto completo. Y llegué al punto de la impotencia: «Toda experiencia seria de humanidad la hace emerger». Pues leerlo en este momento no fue casualidad: Alguien me está cuidando. Entonces... ¿quiere decir que me estoy encontrando con Cristo? ¿Estoy pasando del sentido religioso a la fe? Porque si desde Formigal yo he empezado a preferir mirarme que distraerme, es realmente Cristo el que lo está haciendo posible... ¡porque yo soy la misma de antes! Poco a poco, empiezo a aceptar las cosas como vienen, hasta casi con sosiego (el cierre total de la empresa de mi marido y la esclerosis), a dejar “entrar” a amigos que siempre habían estado ahí... Es como si decidir abandonarme, de repente, fuera condición para ver al Señor en todo: cuando estábamos sin dinero, nos han llegado regalos económicos en mano y en el banco, y de repente hemos cobrado diversos pagos que se nos debían, llegando así a fin de mes; cuando estábamos sin comida, los padrinos de uno de mis hijos traían comida todos los meses; cuando estaba sin certezas, amigos que siempre he tenido ahora estaban ahí, pero nunca de este modo, juntos por el reconocimiento de que Dios existe. ¡Tengo milagros en mi vida de todos los tipos! Un hecho muy especial fue una discusión que tuvimos mi marido y yo, tras unos años en los que estuvo en paro: fue definitiva. Convenía hablar duramente sobre el trabajo. Pues de ahí directos al Centro de Solidaridad a buscar cualquier trabajo, y de ahí a Prosegur. Después, un amigo le ofrece ser mozo de almacén de noche y, otra persona, administrativo de día... Estuvimos tres días haciendo un croquis exhaustivo para encajar estos trabajos y la familia. Tardamos tres días enteros y la mañana del cuarto día ¡le llamaron para contratarle en la empresa donde ahora trabaja! Este croquis no lo he tirado, lo tengo en mi mesa. Es el recuerdo de que hemos sido como Abrahán, dispuestos a darlo todo porque así nos lo estaba pidiendo el Señor. Y en el último instante, Dios le devolvió a su hijo y le entregó un cordero. A nosotros nos ha concedido la fe y un trabajo. No puedo tirar esa hoja.
Carta firmada, Madrid (España)

Un renovado estupor por Cristo
Soy catequista de un grupo de adolescentes desde que el sacerdote de mi comunidad me encomendó la formación de casi treinta muchachos, cuyas edades oscilan entre doce y trece años. Al principio sentí temor, porque tienen una edad difícil. Temía, sobre todo, que se diera una situación incómoda o una respuesta mal dirigida. Aunque no estoy exento de ello, aprendí a implicarme en esta labor y nada detiene mi aportación en la educación de estos chicos. Yo, como ellos, no asistí a un colegio católico. Nací en una sociedad donde persiste la ruptura con la tradición. Las nuevas generaciones vivimos bajo la censura del pasado. Tamaña acción ha realizado el poder. Mi familia, como tantas otras, es el reflejo de ese corte vertical: mi madre cree en Dios pero no va a la iglesia desde niña; mi padre es militante del Partido Comunista de Cuba y, aunque la religión ya no está prohibida, se mantiene al margen; mi hermano ni siquiera está bautizado. La primera imagen que tuve de Dios fue la de un enorme Sagrado Corazón de Jesús, que estaba en el jardín de una iglesia. Todas las mañanas, cuando iba al colegio de la mano de mi madre, pasábamos frente a ese lugar, que despertaba en mí mucha curiosidad. Recuerdo que mientras yo alzaba insistentemente un dedo en dirección a Él, mi madre dijo «Ése es Dios». Por algún motivo un día cambiamos de casa y, por ende, no fui más a aquel colegio. No vi más a Dios al amanecer. Pero su imagen permaneció viva en mi memoria. Una tarde, ya mayor, fui a aquella iglesia.
Entonces mis ojos se engrandecieron al descubrir la misma imagen, aunque pequeña: yo había crecido. No obstante, ese hecho me reveló por primera vez Su inmensidad. Por encima de sensibilidades de mi historia personal, una experiencia me cambió la vida. En el primer año de la preparatoria conocí a varios compañeros de aula, quienes comenzaban a frecuentar la iglesia. Como mi inquietud hacia la vida religiosa cada día iba en aumento, encontré en aquellos jovencitos la posibilidad que yo estaba buscando: compartir mis inquietudes y aprender lo que ellos habían encontrado. Un domingo no fui más a comprar el periódico, encargo que semanalmente recibía de mi padre, sino a la catequesis para recibir el sacramento del Bautismo. Hoy veo con más claridad lo que entonces vivía. Un año antes de entrar al Servicio Militar Obligatorio había recibido los sacramentos del Bautismo, la primera Comunión y la Confirmación. En esa época, algunos amigos asistían a los encuentros de un movimiento católico que daba los primeros pasos en tierra cubana: Comunión y Liberación. Luego aprendería que a esos encuentros se les llama Escuela de comunidad, pues permanecí durante mucho tiempo observándoles a cierta distancia, sin atreverme a ser uno más de ellos, hasta que un día comencé a participar en sus actividades y, casi sin darme cuenta, ya era miembro del movimiento. Pertenecer a Comunión y Liberación es una gracia. Hay una huella en mi interior, que da muestras de una educación, cimentada en los valores de la tradición. Como el poeta ve más allá de la realidad circundante, así yo descubro a Cristo en las circunstancias que otros juzgan casuales. Soy más feliz en la medida que comprendo la propuesta cristiana, que trasmito a los adolescentes y resumo en una estrofa de la canción que cantamos juntos: «Hombres nuevos, creadores de la historia / constructores de nueva humanidad. / Hombres nuevos que viven la existencia / como riesgo de un largo caminar…».Este mediodía, cuando volvía a casa después de la catequesis, pensaba en la alegría de Yailín, quien me dijo que había descubierto a Cristo tras haberse confesado esa mañana. Aun en medio de los problemas distingo el fulgor en mis ojos, no varados en las tristes calles, ni en las roídas fachadas de los edificios, ni en el límite humano. Es a través de las situaciones que vivo, coherentes o incoherentes, en la relación con mis padres, mi hermano, mis amigos, mis compañeros de trabajo y mis alumnos, en el entorno natural y social, en la realización de mis proyectos profesionales, en la propia vida, donde su Presencia se hace evidente para mí, al igual que para la despierta Yailín. Por eso, al despertar cada día, ruego a Dios –antes de la oración del Angelus– me permita saber lo que quiere hoy de mí y vibre siempre en mi corazón el renovado estupor que percibo en el reconocimiento de su Belleza.
Osmany, La Habana (Cuba)

De la boca de los niños has sacado tu alabanza
Querido Julián: antes de Navidad tuvimos las primeras vacaciones nacionales con niños de entre diez y trece años. Nos juntamos en Luján unos cincuenta niños, un grupo de adultos y otro de jóvenes de GS que nos acompañaron para ayudarnos con los pequeños. Aunque muchos de ellos sean nuestros hijos, por tanto nacidos en un ámbito cristiano, no se les ahorra el jugar su libertad en adherirse o no a la propuesta que reciben. El padre Mario Peretti nos recordaba que la propuesta que les hacemos es la misma que se nos hace a nosotros, aunque se les presente de distinta manera. Fue muy lindo ver cómo les planteaba las cosas de una forma adecuada para ellos. Por ejemplo, explicó los gestos de la Misa, les dictó con punto y coma las cosas que era importante que anotaran, y promovió el bullicio en algunos momentos. Era impactante ver cómo pasaban del alboroto más ruidoso al orden más absoluto con sólo requerírselo. Esto es sólo posible desde una conciencia de lo que se está viviendo. Son niños, lo cual es una ventaja en cuanto a su frescura, pero no son ángeles inocentes. Al igual que nosotros, tienen que trabajar sobre esas cosas que les impiden vivir una vida más verdadera. Cuando fuimos a visitar la Basílica de Luján, de los cincuenta que eran, alrededor de treinta aprovecharon para confesarse. En estos primeros pasos que han comenzado a vivir por sí mismos pudieron darse cuenta de que, en una amistad verdadera, el perdón y la misericordia son posibles, porque a pesar de algunas situaciones duras que se dieron entre ellos, pudieron advertir lo que luego decían en la asamblea final: «Descubrimos la necesidad de perdón que tenemos todos»; «Conocimos personas que nos hicieron sentir queridos tal como somos». Una de las niñas dijo que, así como el pan se convierte en la Misa en el Cuerpo de Cristo, en esos días que habíamos pasado juntos toda su vida se había convertido en otra cosa, había cambiado. Después de escucharla, el padre Mario dijo que nunca en todos estos años había oído algo así para expresar que nuestra compañía es Sacramental. Me impactaron mucho también los jóvenes de GS, por la seriedad con la que se ocuparon de los niños todo el tiempo, durmiendo en las habitaciones con ellos y acompañándolos en todas las propuestas que se les hicieron, convirtiéndose para los pequeños en puntos de referencia claros a los que mirar. En la asamblea uno de estos muchachos dijo que se había dado cuenta de que hasta los niños que más alboroto habían causado necesitaban ser reconocidos como protagonistas, capaces de construir una unidad y respetar la belleza. Finalmente, quería decirte que yo fui a estas vacaciones con diecinueve niños de Santa Fe y con mi hija más pequeña, María José, que tiene once años. Me sorprendió encontrarme en las vacaciones sin tener un gesto diferenciado hacia ella, porque sentí como mis hijos a los diecinueve que había llevado. Y te puedo asegurar que sentir esto es de otro mundo, porque te hace experimentar lo que significa amar sin poseer. Así que los reté como reto a mis hijos y los besé por la noche como beso a mis hijos. Antes de ir con ellos a estas vacaciones, los quería porque eran los hijos de mis amigos, pero ahora los quiero porque me fueron dados para quererlos. Mi hija comentó en la asamblea: «Venir a estas vacaciones me hizo sentir querida por Dios y por mis padres», y el padre Mario acotó: «La experiencia de nuestra comunión dilata y completa la vida de la familia». Y, realmente es así...
Ximena, Santa Fe (Argentina)

Corazón e investigación científica
Desde hace tres años me dedico a la investigación científica en una empresa farmacéutica en la búsqueda de nuevos medicamentos para el tratamiento del dolor. Cuando empecé a trabajar me di cuenta que durante los estudios de Biología había aprendido mucha teoría, muchas técnicas de laboratorio, pero no había sido educado en el significado último del ser investigador, es decir, en qué tenían que ver mis investigaciones con la realidad. Es más, salí de la universidad con la idea de investigar para realizar un Doctorado, teniendo como único horizonte el de promoverme profesionalmente. Pero enseguida me di cuenta de que ese horizonte no era suficiente para levantarme cada mañana. Mi corazón tenía una exigencia de cumplimiento mucho mayor que la de trabajar para mejorar mi currículum. Fue entonces cuando empecé a recordar que el motivo inicial por el que escogí estudiar Biología fue la pasión por investigar, por conocer cada día más la realidad, por aprender de qué están hechas las cosas. Recientemente Hwang, uno de los grandes genetistas y expertos en clonación, había mentido sobre unos resultados que decía haber obtenido, y por los cuales el gobierno le pagaba mucho dinero. Con motivo de esta noticia, durante una cena con unos amigos de la universidad, nos preguntamos sobre la veracidad de algunos dogmas científicos, los motivos que mueven a un investigador a cometer un fraude y sobre la finalidad de la investigación científica. Me di cuenta de la necesidad que tenía de ser educado para no perder la pasión por la investigación y su nexo con la realidad.
La manera más concreta de hacerlo podía ser preparar una asignatura para impartirla en la facultad de Biología, donde se tratan estos temas. Así se lo propuse. Su reacción inmediata fue la risa: «¿Cómo pretendes que nosotros demos una asignatura en la universidad?». Al volver esa misma noche hacia casa, uno de ellos me preguntó: «Eso que dijiste de dar una asignatura en la universidad ¿iba en serio?». «Iba en serio, pero no lo voy a poder hacer solo». Así que nos pusimos a trabajar los dos y un compañero más. Invitamos a cenar a uno de nuestros profesores de la universidad para saber lo que le parecía la asignatura y si había posibilidades de ofrecerla a todos. Después de varios encuentros con este profesor y con la ayuda un amigo del movimiento, hemos presentado la asignatura en la universidad con el nombre: “Desnudando la investigación: la investigación científica en el ámbito de la biomedicina”. Me doy cuenta de que sólo cuando uno se toma en serio la exigencia de su corazón, su necesidad de plenitud, empieza a experimentar el ciento por uno.
Alex, Barcelona (España)

En el momento justo
Del 4 al 6 de enero, en la localidad de Minga Guazú, se celebraron las vacaciones de los adultos de CL de Paraguay. Fueron mis primeras vacaciones con ellos. Si bien es cierto que desde abril había empezado a asistir a la Escuela de comunidad en San Lorenzo, ha sido realmente significativa la experiencia que hemos vivido. Con la inmensidad de la naturaleza que rodea el hotel y contemplando la amistad del grupo, la alegría de los chicos, recordé cómo habían sucedido las cosas para darse nuestro acercamiento al movimiento. A raíz de que nos mudásemos de domicilio, nuestro anterior Párroco nos invitó a que trabajáramos en nuestra nueva comunidad. Así empezó mi tarea de formar un coro en la capilla San José Laguna Grande de San Lorenzo. Unos meses después, llegaba un carismático sacerdote italiano, el padre Danilo Mussin. Frecuentemente nos hablaba de don Giussani. Vino acompañado por Fernando, Robert, y los mellizos Rafa y Hugo, quienes vinieron como catequistas. Mi hijo siempre nos invitaba, a mi esposa y a mí, a la Escuela de comunidad, nos hablaba de la caritativa, de la amistad y de los libros de Giussani. Pero Dios te llama en el momento justo. Lo primero que aprendí es que «Dios te rescata, te alimenta y te transforma». Hoy esa frase me acompaña cada instante y estamos felices por los encuentros.
Luis, Ciudad de San Lorenzo (Paraguay)

Admite al menos la posibilidad
Al final de una clase leí a mis alumnos algunos pasajes del discurso de Benedicto XVI para la apertura del curso académico en La Sapienza, sencillamente porque para mí fue una provocación lo que dice hablando de la universidad como lugar de la búsqueda de la verdad, de la filosofía y la teología como custodia de la sensibilidad por la verdad. Para ejemplificar, leí después un pasaje de Einstein en el que, desde su simple pero verdadera posición humana, habla de la fe y la razón de un modo tumbativo. Los cuarenta y tantos que estaban en clase escucharon con atención, se había acabado la clase, pero no salieron corriendo como siempre hacen. Les invité a leerlo en casa con calma y a comentarlo juntos. Lo colgué en Internet, y hay quien lo bajó el mismo día, antes incluso que los problemas resueltos de examen que colgué al mismo tiempo, pues hoy ha sido el examen. Al día siguiente, el último día de clase, uno me asaltó para decirme que lo había leído pero no concordaba conmigo, otros dos se acercaron: su objeción era que fe y la razón son dos cosas separadas... pero hasta eso fue bonito; ya sabes, le pregunté: «¿Qué es la razón?». Llevo un año provocándoles en ese sentido, hemos estudiado los métodos de la lógica, también de la abducción, que es el método que utiliza el científico más cercano al método del que habla don Gius en El sentido religioso, el método del genio frente a los indicios... y fue bonito constatar cómo para algunos de ellos la razón ya no es algo que cierra... Y luego: «¿Qué es la fe?». Contestación: la respuesta al miedo frente a lo que no conoces. «¿Tú te fías de mí?» (touchè). «Sí». «Eso es el método de la fe como método de conocimiento». «Pero yo no hablo de eso, hablo de la fe cristiana que surge ante el miedo», me dijo. «Admite al menos la posibilidad –le contesté– de que haya alguien que vive la fe de otro modo, en virtud de un encuentro que le ha sucedido y que utiliza la misma dinámica por la que tú dices que te fías de mí».
Carta firmada, Madrid (España)

En Alcalá de los Gazules
En el pasado mes de marzo, en Roma, me presentaron a Marisantos, una señora de Alcalá que vive en Canarias. La siguiente vez que la vi fue en Sevilla, donde vivo. Unos días después, me propuso que empezáramos una Escuela de comunidad en Alcalá de los Gazules, aprovechando la ayuda incondicional del padre Marcos, párroco del pueblo. He de decir que yo trabajo en Jerez, que está a 40 Km. de Alcalá. Me llamó la atención la cantidad de personas que acudieron la primera vez. Posteriormente, casi todos han comentado que fueron esa primera vez porque conocían a Marisantos y a su marido, pero que sus intenciones eran no volver más. Sin embargo, a medida que pasaban los encuentros iba creciendo en todos la certeza de que algo excepcional y correspondiente con sus vidas estaba sucediendo. Me sorprendió lo decididos que eran a la hora de proponer e invitar a sus amigos a la Escuela. En un principio no eran amigos entre ellos, pero con el paso del tiempo ha surgido una unidad, una amistad entre todos. La certeza de que lo que habían encontrado empezaba a tener peso en sus vidas queda de manifiesto en algunos testimonios: «Ahora rezamos de una forma diferente»; «en la relación de matrimonio he recuperado cuestiones que creía irrecuperables». Otra persona dijo que había vivido la muerte de su hermana con una paz que no creía posible. Pepe dijo que era la primera vez que miraba directamente a Cristo y no lo que tenía que hacer y que él había pasado de venir por compromiso a venir porque lo necesitaba. He sido testigo privilegiado del nacimiento de una comunidad y mi fe se ha incrementado. Pero las consecuencias de esta historia han afectado también a la comunidad de Sevilla, que se ha preocupado de acompañar a estos nuevos amigos de distintas maneras. Ramón ha oficiado varias misas y Rafa me ha acompañado cada dos semanas a Alcalá; sé positivamente que esto está siendo decisivo para él. Y por descontado para mi familia y, en concreto, para Maite, que reconoce que está siendo un bien, a pesar del sacrificio que supone que la noche de los martes me quede en Alcalá. No puedo terminar sin indicar un hecho fundamental en esta historia. Hace unos años falleció Agustín, un hijo de Marisantos y Paco y, a raíz de este doloroso acontecimiento, conocieron el movimiento en Canarias. El ofrecimiento de este dolor ha producido una fecundidad inesperada en esta bonito pueblo de Cádiz. Por ultimo, le pido a la Virgen que podamos ser siempre testigos la obra de Otro.
Julio, Alcalá de los Gazules (España)

Los que ganan más
Cuando nos planteamos qué podíamos hacer este año en Móstoles para la Campaña Manos a la Obra de CESAL, la pereza y la comodidad nos inducían a hacer lo mínimo: poner las mesas de cuestación y ya está. Tras varios encuentros, surgió la posibilidad de organizar una cena benéfica en Móstoles, ya que este año no se hacía en Madrid. Me parecía difícil poderlo llevar a efecto pero, gracias a la cercanía de Crespo, Charly y Damián, poco a poco se fue concretando. Fue bonito evaluar las varias opciones no sólo en función económica, sino queriendo dar una dignidad a la cena, porque la preparas como si tus amigos fuesen a tu casa. Las relaciones que han surgido tanto con el metre como con la directora del hotel demuestran que no fue un mero evento formal. El acto fue la expresión de una comunidad de amigos que, para proponer la campaña en su ciudad, invita a otros amigos, cuidando de los detalles como si los recibiésemos en nuestras casas, de modo que la belleza expresara lo que nos une. Cenamos fenomenal, el ambiente fue estupendo y el trato del servicio perfecto. Durante la preparación vi a un amigo que vive en La Muela, un pueblo de Zaragoza y que, junto con su mujer, realiza allí la Campaña. Sin detenerse ante el hecho de ser sólo dos y la limitación que esto supone, la proponen a todo el pueblo. Su ejemplo me acompañó y me ayudó a entender que los que más ganábamos al implicarnos éramos en primer lugar mi familia y yo.
Carlos, Móstoles (España)

A partir de un belén de cera
Durante los días de preparación para la campaña de AVSI, un profesor de arte de nuestro instituto nos pidió que le ayudáramos a hacer un belén de cera. Nunca habíamos hecho nada parecido, pero su entusiasmo y el cuidado con el que había diseñado cada detalle, nos llamó la atención, y a pesar de un cierto escepticismo –por nuestra inexperiencia y por el poco tiempo del que disponíamos– nos apuntamos. Empezamos a trabajar en su estudio privado. En el curso del trabajo nació una bonita relación, hablábamos un poco de todo... En fin, poco a poco comenzamos a conocernos. Más allá de nuestra imaginación y de nuestras expectativas, de nuestras manos iba naciendo algo verdaderamente bello; en la sencillez del pesebre y de la paja, además del belén, una pregunta iba tomando forma: «¿Qué es la Navidad? ¿Qué estamos esperando?». También al profesor le llamó mucho la atención, y a veces se conmovía mirando a aquel Niño; más tarde nos confesó que había decidido poner un belén también en su casa, después de años sin hacerlo. Al final, todos teníamos una mirada nueva: la espera de Jesús dentro de la vida. De este modo, la Navidad no fue el típico ritual de regalos y comidas, sino el reconocimiento del Dios que viene a nuestro encuentro.
Yayo, Marco, Caterina, Leticia, Marta y Andrea, Abbiategrasso (Italia)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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