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Huellas N.7, Julio/Agosto 2018

PRIMER PLANO

«En Rímini he hallado algo único»

Sayyed Mahmoud

Un modo de tratar la diversidad. Un ambiente sano para el diálogo. La capacidad de renovarse que tiene el cristianismo. Y el especial «cuidado de la esperanza» en la salvación. El periodista egipcio, invitado por primera vez en la edición anterior, cuenta por qué el Meeting le ha llevado a revisar sus ideas

Aprendí mi primera lección acerca de abrirse al Otro de Mahatma Gandhi (1869-1948), líder espiritual de la India. Siendo todavía niño, leí su diálogo con un periodista donde explicaba su extraordinaria capacidad de reunir a su alrededor a todas las partes implicadas en la batalla por la liberación de su país de la ocupación británica. A la pregunta del periodista: «¿Cómo convenció a todos para que caminaran a su lado, a pesar de todas las diferencias religiosas?», contestaba: «Les convencí de que el Paraíso es una gran plaza y que cada uno de nosotros llega a ella por un camino distinto, pero que, al final, en aquella plaza se reunirán todos los que se han esforzado aquí por alcanzarla».
Desde el primer momento, el Meeting de Rímini me pareció como la plaza de Gandhi. Lo primero que hice fue participar en la oración común de creyentes de distintas religiones. Todos de pie, dispuestos en círculo, nos dirigimos juntos a un único Dios, a pesar de las distintas representaciones que tenemos de él. Cuando culminó la oración, fue patente que todos queríamos lo mismo: la paz. Me sorprendió mucho lo distintos que éramos en todos los aspectos y, a la vez, cómo nuestros corazones estaban unidos en un mismo deseo.
Esta escena me devolvió a otra experiencia similar que viví durante la revolución egipcia en 2011, cuando nos reunimos en una iglesia, musulmanes y cristianos, para rezar juntos y cantar a una sola voz: «¡Señor, bendice nuestro país!». Aspirábamos -y todavía seguimos aspirando- a la paz, tenemos miedo cuando esta nos falta.

Hoy nadie puede poner en duda que la paz y la serenidad son necesarias para recuperar ciertos significados que han ido menguando en nuestra vida y cuyo beneficio echamos profundamente de menos, mientras lidiamos con las distintas crisis políticas, económicas, sociales y espirituales. Tampoco nadie puede dudar de nuestra necesidad de diálogo. Estamos «hambrientos de encuentro y de diálogo», escribía el llorado escritor teatral árabe Saada- llah Wannous. En ese mismo texto, Wannous destacaba también cómo «todos nos agarramos a la esperanza». Esta hambre del Otro, de encontrarlo y dialogar con él, es lo que explica el deseo humano de entrar en contacto con los demás y comunicarse con ellos mediante encuentros, conferencias y convivencia, para buscar lo que puede salvarnos. En Rímini entendí que la misión más difícil que el Meeting lleva a cabo es «el cuidado de la esperanza» en la salvación. No se trata de un meeting cualquiera, como los demás. Ante todo se caracteriza por una organización muy particular, en la que todo se ciñe a lo necesario. Pero lo más importante es que el Meeting ofrece un ambiente sano para el diálogo, apoyado en el respeto de la diversidad y en una manera de abordar las diferencias étnicas, religiosas y geográficas como orgánicas con respecto a esta diversidad, en lugar de ser una ocasión para el desacuerdo y el conflicto. La diversidad implica que existen siempre ocasiones de encuentro y de diálogo que pueden crecer y desarrollarse, mientras que el conflicto las mata.
La principal característica que distingue al Meeting de Rímini -y que yo pude comprobar de primera mano- es la capacidad de crear ocasiones para integrar los conocimientos de ámbitos científicos y espirituales distintos, sin poner nunca la religión en conflicto con la ciencia, al contrario, creando un espacio en el que puedan confluir las aspiraciones de ambos, esto es, la búsqueda de la belleza y de la verdad.

Solo en Rímini puedes encontrar una conferencia sobre lenguajes de programación junto a otra sobre ciencias lingüísticas e, inmediatamente después, la conferencia de un religioso que, utilizando la terminología del célebre crítico alemán Theodor Adorno, explica el Fausto del aún más célebre poeta alemán Wolfgang Goethe. Todo ello sin que la audiencia registre contradicción alguna entre el discurso del crítico revolucionario y la opinión de un religioso que, se supone, debería representar a una institución conservadora.
Por ello, mi participación en Rímini no ha pasado sin dejar huella. Ha sido la ocasión de cambiar algunas de mis convicciones y la oportunidad de reconsiderar muchas ideas, entre ellas, la posición de la religión y de la fe en las sociedades contemporáneas, que deben dejar de verlas como un problema, sino como parte de la solución, según la enseñanza de Julián Carrón en el diálogo que tuve con él (se refiere a una entrevista publicada en Al-Ahram en noviembre de 2017, ndr). De Carrón también he aprendido mucho sobre el peligro de apartar la religión del espacio público, ya que esta es un pilar de la identidad hoy más amenazado que nunca, no solo por los crecientes movimientos yihadistas y fundamentalistas, sino también por la transformación de la religión en proyecto de liberación que promueve el valor del individuo según la visión hegemónica del capitalismo consumista.
En nuestras sociedades, se habla mucho hoy de los peligros de la "comercialización de la religión" y de su uso como instrumento de choque en lugar de diálogo. En mi opinión, este es el principal desafío del Meeting de Rímini, cuyos organizadores apuestan por la evolución y la presencia de la Iglesia como institución fecunda en la sociedad civil.

Lo cual forma parte de una misión todavía más grande, que podemos llamar "renovación del cristianismo" occidental. Cristianismo que se enfrenta a otros retos, como el desarrollo de corrientes fundamentalistas en su interior, como reacción al aumento de inmigrantes en Europa. La misión de esta renovación es, por tanto, crear también un discurso nuevo que tutele la diversidad y defienda la justicia social, en contra del racismo y del hegemonismo. Gracias al Meeting he descubierto que el cristianismo es capaz de renovarse respondiendo a la realidad que se le presenta, siguiendo los horizontes abiertos por el papa Francisco con su nuevo tipo de diplomacia: la "diplomacia espiritual".
En Rímini me he convencido que manifestaciones como estas no son eventos pasajeros, sino ocasiones para abrir posibilidades de trabajo y de iniciativa entre la gente. Comunión y Liberación -que sostiene el Meeting- se ha convertido en un movimiento social en el verdadero sentido de la palabra, ofreciendo a la sociedad civil una importante contribución y manteniendo la distancia necesaria para asegurar su independencia como "banco de ideas". Al mismo tiempo, CL apuesta por el trabajo voluntario que se disfruta viendo la disciplinada y original organización del Meeting. Los cientos de voluntarios que lo sostienen son un número que solo se alcanza gracias a la fe en el valor de la experiencia y del papel que esta ocupa en el cambio personal y social. La lección más importante que he sacado, y que me ha animado a ser de alguna manera "embajador de Rímini" en mi país, es el deseo de formar parte de la esencia de la misión del Meeting: la búsqueda de la belleza. Misión sublime de todo ser humano porque, como dice Carrón, solo mediante la belleza se encarna la fe.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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