La presidenta del Meeting de Rímini, Emilia Guarnieri, cuenta por qué esta iniciativa hunde también sus raíces en el 68. Y en la "revolución" propuesta por don Giussani, que se encierra en el título de esta edición...
¿La fascinación del 68? ¿Cómo no?, también la vivimos nosotros. El inconformismo, el deseo de la verdad, la idea de justicia... todos anhelos que caracterizaban a Gioventù Studentesca. Era lógico que nos viéramos atraídos por ellos». El Meeting de Rímini hunde sus raíces también allí, en esa encrucijada histórica. No solo porque la frase que da título a la edición de 2018 fue pronunciada justamente entonces, cuando don Giussani contestó a un joven de GS atraído por la contestación y por la idea de buscar «las fuerzas que mueven la historia»: «Las fuerzas que mueven la historia son las mismas que hacen feliz al hombre», sino también por lo que vincula a Rímini con el mismo Giussani y con aquel año.
Lo relata muy bien la biografía a cargo de Alberto Savorana, Luigi Giussani. Su vida, en el capítulo 14: el contexto general, la fascinación del movimiento estudiantil, los chicos que abandonaron GS. Y aquel pequeño grupo que, en cambio, permaneció fiel y a los que decían «hay que dejarle, es un viejo que repite siempre lo mismo» contestó invitando a don Giussani a compartir dos días en Torello, en el campo de la Emilia Romagna.
Él volvió a partir de allí con una idea que marcará un antes y un después en su historia personal y en la de CL: ya no se podía hablar a los chavales del cristianismo partiendo de la "tradición", ya que para ellos se había quedado en una palabra vacía. Solo se podía arrancar de la fascinación por una presencia. Al comienzo, ellos no lo entendieron, pero se quedaron con él. Era más o menos el mismo grupo que al cabo de unos años daría vida al Meeting. Incluida Emilia Guarnieri, presidenta del evento riminés desde 1993.
En el 68 estudiaba en Bolonia con Antonio Smurro -que se convertiría luego en su marido- y otros amigos de GS. «Tuvimos un arrebato de entusiasmo. La libertad, la ruptura con el academicismo enmohecido que se respiraba en la universidad... Todo eso nos interesaba». ¿Pero por qué no os fuisteis? «Porque para nosotros GS era una experiencia valiosa, una amistad que tenía un peso existencial. Quizás no entendíamos bien por qué. Muchas veces pensábamos que GS no era capaz de juzgar la realidad, pero estaba claro que sin eso que habíamos encontrado la vida era menos bella». Un experimento concreto, probado en propia piel. «No suelo contarlo, pero Antonio y yo ya nos habíamos alejado, año y medio antes. Por motivos varios, ligados a ciertas amistades. En ese tiempo vimos que no nos bastábamos a nosotros mismos, nos faltaba el aire. Al cabo de unos meses, en cuanto alguien nos tendió la mano, volvimos». Esa «mano tendida» fueron relaciones como la amistad con don Giancarlo Ugolini que «venía a vernos todos los sábados a Bolonia para leer juntos las cartas de san Pablo». En cambio, a Giussani lo veíamos mucho menos. «Pero llevaba una frase suya grabada a fuego desde que me crucé con él en el ascensor, durante mi primer Triduo de GS, en 1963. Fue algo así. Él me pregunta: ¿qué tal? Y yo: bueno, ni siquiera quería venir. Él me sonríe y responde: pero ahora estás aquí. Pues ese ahora estás aquí lo llevo dentro todavía. Era lo más verdadero de mi vida, mucho más verdadero que mis pensamientos». También por eso, cuando la crisis vació GS en Rímini, ella tuvo que plantearse: ¿y yo? «La percepción de este "yo" y de un "nosotros" no las podía separar. Marina Valmaggi, una amiga nuestra con gran sensibilidad musical, dijo: intentemos hablar con Giussani. Y él vino corriendo».
¿Qué recuerdas de Torello? «Que me encontré muy a gusto. Con él se estaba de maravilla, nos quería, disfrutaba estando con nosotros, disfrutaba de nuestra compañía. No tenía discursos que hacer, no perseguía un proyecto suyo. Lo que nos dijo, en verdad, no lo recuerdo. Lo redescubrí leyendo la biografía a cargo de Savorana. Pero recuerdo perfectamente la percepción de que podía fiarme totalmente de él y de que, de vuelta a casa, teníamos una palabra muy clara en la cabeza: comunión. Lo que habíamos vivido era verdadero, nunca lo abandonaríamos, aunque todavía no entendiéramos qué incidencia podía tener en la historia».
De la incidencia sobre la historiaera muy consciente don Giussani, como testimonia aquella frase. Para los chicos de GS de Rímini descubrirlo implicó un camino largo y siempre incompleto. «Empezamos a pegarnos a él, íbamos en coche a Milán para los encuentros en el Centro Péguy, donde en aquel momento estaba el alma viva del movimiento. Constituimos un "grupo de comunión", algo más o menos como lo que es ahora el grupo de Fraternidad: una amistad, la Santa Misa, las cenas juntos, la lectura de Litterae Communionis. Pero leíamos también los Quaderni Piacentini (una revista de debate político y cultural, punto de referencia de la llamada "nueva izquierda", ndt), las publicaciones de izquierda. En fin, no teníamos las ideas muy claras. Vivimos los años 70 en un "desconcierto generalizado", como lo define don Giussani, pero vinculados a él, amigos entre nosotros y con un gran deseo de expresarnos, de hacernos presentes en la sociedad, incluso con algunas iniciativas: un centro cultural, conciertos, fiestas populares, un colegio.».
Hasta el Meeting que aparece cuando caen en la cuenta de que las fiestas populares «nos resultaban insuficientes, no nos correspondían del todo como imagen. Se afinaba el gusto por la belleza. Queríamos crear algo que
tuviera todo el espesor que habíamos aprendido con don Giussani». La historia es sencilla. Una velada entre amigos en una pizzería («esa noche yo no estuve, me quedé en casa con los niños, que eran pequeños»), una idea que se propone, contactos, relaciones, intentos. Y la primera edición en agosto de 1980. Pensándolo bien, coincide con el final de “los años de plomo", un período duro también para la recién nacida Comunión y Liberación. «Me llama la atención volver a reparar en esos años, porque los atravesamos aquilatando el deseo que teníamos de incidir en la sociedad. A lo mejor, lo hicimos con cierta ingenuidad, pero sin asustarnos no dejarnos parar por lo que pasaba a nuestro alrededor». ¿Por qué? «La energía de la historia a la que pertenecíamos era más fuerte. Con ciertas confusiones por nuestra parte, claro está. Pero era fuerte. Incluso el ansia por hacer, que a veces llegaba a ser frenética, Dios la acompañó siempre con su misericordia». ¿Qué significa? «Caíamos en un montón de equívocos, pero teníamos un camino seguro: la fidelidad de don Giussani para con nuestra compañía. Éramos como un niño que no entiende, pero se siente abrazado. Por ello, al comienzo, él dijo del Meeting: "Adelante, la semilla es buena; el tiempo corregirá lo que hay que corregir"». Volvemos aquí a esa frase de don Giussani, a la alternativa entre nuestros proyectos para cambiar la historia y la fidelidad al corazón que Dios nos da. ¿Por qué la habéis elegido como lema de este año? «El lema trata de responder a la pregunta ¿qué es lo que más necesitamos hoy? Ante la evidencia de que hoy incluso las cosas más elementales se derrumban, ¿existe algo a lo que poder aferrarnos? Sí. El deseo del corazón y su capacidad de reconocer lo que realmente le corresponde. Es algo que se da antes de cualquier hundimiento. Es cierto, necesita ser educado, pero existe, es una dote que Dios da a todos. La historia solo puede cambiar a partir de la persona, de su corazón. Y no en un futuro, sino desde ahora».
El acento entonces es sobre la segunda mitad del título y decide también el método propio del evento: «Hemos querido mirar aspectos y lugares de la realidad donde se ve algo bueno, positivo, porque en lo interesante y en lo positivo reside la fuerza de las cosas. Hemos invitado a personas expertas en ciertos temas, que se interrogan y buscan respuestas a partir de la realidad, más que de sus análisis».
Los argumentos que se abordarán son muchos. En la apertura, ocupará el escenario principal monseñor Christophe Pierre, nuncio en EEUU. Luego seguirán la consabida multitud de testimonios y personajes que se suman a las múltiples áreas temáticas: trabajo, historia, geopolítica, ciencia. Además, las exposiciones (empezando por la figura de Job, ventana abierta sobre el misterio del dolor inocente) y los espectáculos. Pero la clave será, como siempre, otra: el encuentro. Entre personas y mundos que en otros contextos es difícil poner juntos. «Por ejemplo, habrá una delegación de la Biblioteca de Alejandría de Egipto, donde en octubre celebraremos un mini Meeting de un día». En el corazón de la cultura islámica.
Cosas que al comienzo hubieran sido impensables, «porque el Meeting nació en una circunstancia en la que todo estaba muy polarizado, caracterizado por identidades fuertes», observa Guarnieri. Hoy todo es más blando, incluso líquido. «Hoy se entiende mejor que la verdad no es una serie de frases esculpidas de una vez por todas, sino un camino progresivo. En 1982, Juan Pablo II vino a hablarnos de "la civilización de la verdad y del amor". Hoy entiendo aún mejor por qué los ponía juntos. El amor implica el diálogo, el encuentro con un "tú que es un bien para mí", y todo esto va unido a la verdad. Esta es la tarea que entonces no comprendíamos. Giussani sí, pero nosotros.».
Leído así el título del Meeting resume también su historia. «Es verdad. Mirando a posteriori, lo que permitió que el Meeting existiera, mucho más que nuestras capacidades, fue un deseo de conversión personal. Cuando Giussani, en junio del 68, dice que "nuestra tarea no es preguntarnos qué hemos hecho para cambiar las estructuras del mundo, sino en qué punto está nuestra conversión", juzga todos nuestros intentos. La ganancia es una mayor conciencia de mí misma».
¿Qué esperas del Meeting de este año? «Que suceda un encuentro por el que cualquiera que se acerque a Rímini pueda ir más al fondo de la verdad de sí mismo. Que pueda suceder algo verdadero. Para mí y para todos».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón