A cargo de Carmen Giussani
Luna, Marouen y mi corazón veterano
Querido Julián: he conocido a Luna y Marouen (la primera, una chica de origen marroquí, estudiante de Economía en la Universidad Bicocca de Milán; el segundo, un joven de origen tunecino, estudiante de Filosofía en la Estatal de Milán) preparando con algunos amigos la muestra sobre las Nuevas Generaciones de "italianos” que se presentó en el Meeting de Rímini en 2017. Habíamos grabado dos vídeos con sus respectivas historias y parecía que todo acabaría allí... Pero el Misterio nos tenía guardadas algunas sorpresas. Los dos vinieron al Meeting para ver la exposición, pero les llamó tanto la atención la atmósfera que había que decidieron quedarse toda la semana, diciendo: «No queríamos perdernos nada de la belleza que teníamos delante». Luego, desde septiembre, empezamos una gira por las escuelas presentando la exposición. Centenares de chicos se quedaron gratamente sorprendidos por sus experiencias, con el deseo de medirse con la demanda de sentido que Luna y Marouen expresaban. Siempre me ha llamado la atención su interés y curiosidad por el movimiento, su manera de arriesgar ante lo que les proponíamos (yo y los amigos del CLU que les han conocido), la comparación constante con su fe musulmana, las preguntas que se abren. La experiencia más reciente ha sido su participación en la peregrinación Macerata-Loreto. Es cierta la frase de san Agustín que citas en tu mensaje: «Buscamos para encontrar y encontramos para seguir buscando». Yo corría el riesgo de ir con la actitud del "veterano" que lleva 19 años participando y que, por lo tanto, en el fondo ya lo sabe todo. Pero mirando el modo en que ellos caminaban esa noche, me di cuenta de que la frase de san Agustín vale para mí, que todos tenemos el mismo corazón y qué significa ser compañeros de camino. A mis 64 años, al cabo de 40 en el movimiento, aprendo qué significa estar ante el Misterio y percatarse de lo nuevo que hace suceder en nuestra vida, como reza el título de los Ejercicios espirituales de la Fraternidad. Gracias a ellos, tu insistencia en volver constantemente al origen se ha abierto paso en mi corazón "veterano" despertando un deseo que no tenía desde hace tiempo.
Giorgio, Milán
¿Por qué no hacer de la universidad nuestra casa?
Después de visitar en EncuentroMadrid de 2017 la exposición de las APAC, se nos ocurrió intentar llevarla a la universidad. Algunos más del CLU se sumaron al proyecto. Lo más valioso fue la amistad que se generó entre nosotros, así como la oportunidad de encuentro con profesores y compañeros de clase. Nos pasó lo que se decía de los presos, «o se aprende conviviendo o se vive especulando»: entendimos mejor quiénes éramos y qué vida nos interesa vivir y ofrecer a todos. Queremos vivir en la universidad implicándonos todavía más ante el ambiente individualista que predomina, en el que parece que todo el mundo intenta vivir de forma autónoma.
Así nació la idea de montar el OpenUniversity en el mes de abril, unas jornadas culturales bajo el lema "La verdad os hará libres". En el hall de la Facultad de Derecho de la UCM instalamos la exposición sobre "La Rosa Blanca". Proyectamos el documental "Al principio no fue así", de Lucía Garijo y organizamos un torneo de mus, una tarde de cantos y un gesto sobre la caritativa con el lema "El otro es un bien". El trabajo de preparación durante un mes no fue nada fácil. Por un lado, nuestra inexperiencia y desorganización interna era tal que, francamente, parecía imposible que saliera adelante algo medianamente digno, por otro hubo incomprensiones entre los amigos. Pero tuvimos la suerte de contar con Julián Carrón en una asamblea la semana siguiente al Open. Le contamos lo que había sido, las dificultades que había implicado y le hablamos de una chica de la Facultad que habíamos conocido allí. Ella, al salir del acto sobre las caritativas, comentó: «Llevo años preguntando a los cristianos por qué lo son y sus respuestas no me decían nada. ¡Y hoy, que no he preguntado, he tenido la respuesta hecha carne delante de mí! La chica que coordinaba la mesa ha dicho que si queremos más, hay más. ¿Dónde?». Ninguno nos esperábamos la respuesta de Julián, que no tardó en decir: «¡Síguela! No necesitas más. Ella ha entendido más el cristianismo que todos vosotros». Todo esto nos ha permitido entender mejor el camino que estamos haciendo en la Escuela de comunidad: «Sin un mínimo contexto comunitario educador, la libertad no puede actuar». Algo que nos conmovió y confirmó fue el respaldo inesperado por parte de adultos del movimiento, no solo a la hora de organizar los gestos sino en todas las dimensiones que conlleva cualquier expresión pública de este tipo. Esto nos permitió identificarnos como parte de una comunidad más grande. Además, comenzamos a intuir a qué se refiere Julián cuando compara la experiencia que nace del entusiasmo por una Presencia y la posible reducción en la que podemos caer. «Del Open me llamó mucho la atención la frescura, naturalidad y libertad con la que nacía una propuesta cuyo único objetivo era poner delante de nuestro ambiente cotidiano la vida de la que formamos parte. Sobre todo viendo que a los que llevamos años con el CLU nos cuesta mucho», dijo Juan. Esa presencia la podíamos identificar en los distintos hechos que fuimos viendo a lo largo de la semana. Ignacio invitó a un amigo a la tarde de cantos: «Le pregunté en dos ocasiones durante la noche qué tal estaba. La primera, me dijo: "No sé cómo sois capaces de montar esto". A lo que tuve que contestarle: "Yo tampoco". Ante cualquier imprevisto, surgía algo o alguien, que hacía que pudiésemos seguir adelante.
La segunda vez, me dijo emocionado: "No sé cómo agradecerte que me hayas invitado"». Al principio éramos poco conscientes de lo pertinente que era la historia de "La Rosa Blanca" para nosotros, pero acabamos sintiéndonos totalmente identificados con el amor al ideal de estos chicos y su forma de vivir en la universidad. De hecho, vimos cuánto necesitamos todos conocer historias como las que se nos mostraron esos días. Cuenta Álvaro: «Tras varias semanas herido por el miedo, por la falta de libertad que en algunas situaciones me mata, fui al Open y conocí a Lucía Garijo. Después de ver su documental y escuchar su testimonio, pensé: es la mujer más libre que he visto en mi vida. Yo, que era incapaz de poner mi herida delante del que tenía al lado, vi cómo ella ponía toda su historia y su dolor delante de todos. ¡Qué libertad! Puso de manifiesto, con su propio ejemplo, el infierno que a veces es la vida (y que deja huella), y la certeza de que se puede salir de él siendo libre». Y Marco: «Para mí el Open ha sido una gran oportunidad para mostrar al mundo nuestra amistad, enseñar lo que nos ha cambiado la vida delante de toda la universidad. Ayudar ha sido un servicio a la comunidad y en consecuencia al Padre, que sigue dándome la oportunidad de servirle a través de gestos y personas concretas, de carne y hueso. No hay cosa más grande que crecer en la relación y la familiaridad con Él». No nos lo creíamos, pero comprobamos que nuestros compañeros de la universidad desean exactamente lo mismo que nosotros: una amistad igual de verdadera que la de "La Rosa Blanca".
Mercedes, Carmen e Irene, Madrid
Abrazar la nada es algo de Dios
Con un grupo de amigas vamos al Cottolengo a dar de cenar y duchar a las enfermas mentales que viven allí. Desde que empecé a duchar a las enfermas (cosa que me costó un tiempo), voy con muchísimas más ganas. Abrazar la nada es algo de Dios. El mundo se mueve por otros parámetros. En el Cottolengo, en acto, somos menos de nosotras mismas y más de Aquel que nos hace. Esto ya es una forma totalmente nueva de entenderse y es fruto de la caridad. Este viernes yo llegaba realmente cansada y a mí el cansancio me determina una barbaridad. Además, en la ducha lo pasé fatal, me costaba muchísimo y esto me cuestionaba a mí: «¿Qué soy yo?». Al volver a casa por la noche, después de hablar un rato con una de estas amigas y contarle una dificultad grande que estoy viviendo, llevaba en el corazón mi nada, mi miseria, mi pobreza. También abrazada. Al igual que esas mujeres. He tenido unas semanas súper intensas en el trabajo que he aguantado a partir de lo que yo soy capaz de hacer, sobre "mis obras".
Mi intención el viernes, antes de ir al Cottolengo el domingo siguiente, era quedarme en casa para seguir trabajando todo el domingo, pero tuve que tomar la decisión de no hacerlo. Igual que yo me voy del Cottolengo sin que la vida de estas enfermas esté solucionada y, sin embargo, tiene un valor infinito, así tampoco que yo trabaje más o demuestre mi capacidad en el trabajo es lo que da valor a mi vida. La nada que somos, las del Cottolengo y la mía, no es impedimento para que podamos vivir el sentido y la grandeza de nuestra vida.
Pilar, Valencia
Mi cara detrás de la ventanilla
Querido Julián: Desde hace unos meses hago caritativa en un comedor social donde cada día acuden a comer 300 personas. Mi tarea es repartir la comida. Algunos llegan borrachos, drogados. Hay italianos y extranjeros, jóvenes y ancianos, incluso alguna mujer que trabaja como cuidadora. Si hace tiempo me hubiera cruzado con ellos en la calle, me habría dado miedo. Cada voluntario sirve la comida a través de una ventanilla y ellos te ven solo de cintura para arriba. Todo por una cuestión de seguridad, para evitar demasiado contacto. Todo pasa a través de la cara que tienes y por cómo les preparas la bandeja con la comida. El sábado llega un chaval tunecino, le cuesta hablar, creo que a causa del alcohol. Me mira y dice: «Siempre vendré a esta ventanilla para que me sirvas tú, porque tienes una sonrisa que me toca el corazón, una sonrisa como de madre, como la de mi madre en Túnez. Hoy he traído también a un amigo al que quiero mucho, porque quiero que él también vea tu sonrisa mientras le sirves». Días después fui a ver a mi madre. Me la encuentro muy dolorida por el comportamiento de mi hermano y lo primero que me sale es una reacción de rabia contra él. A la vuelta, en el coche, decido llamarle, mientras me vuelven a la mente los ojos del joven tunecino. Hablé con mi hermano sin ira, con paciencia y decisión, todo dentro de un abrazo. Creo poder decir, aunque balbuceando, que la familiaridad con Cristo es también esto.
Carta firmada
¿Cómo se dará a conocer el Misterio?
Hace tres años, mi marido y yo nos mudamos de Puglia, en el sur de Italia, a Florida donde le habían ofrecido un trabajo de investigación en la universidad. Todavía recuerdo lo que nos dijo su profesora cuando vino a recibirnos al aeropuerto de Miami: «Todo está muy bien en cuanto al trabajo, pero en cuanto a las relaciones os encontrareis solos». Esto nunca nos ha pasado. Vivimos dos años en la costa oeste de Florida, donde hicimos muchos amigos respondiendo a la invitación del papa Francisco a salir al encuentro de las personas. Luego nos mudamos a la costa este. Poco a poco ha nacido una amistad con los compañeros de trabajo, con nuevos amigos, estableciendo un entramado de relaciones en toda Florida. Todo esto nos ha unido aún más a mi marido y a mí. Incluso cuando tenía que quedarme sola en casa, empecé a estar a gusto experimentando lo que dice la Biblia:
«La llevaré al desierto y hablaré a su corazón». Próximamente, nos mudaremos de nuevo, esta vez a Pensilvania. Nos cuesta dejar estas amistades que han ido madurando en estos años. Nos han organizado un Goodbye Party en Miami y el padre José Medina (responsable de la comunidad de CL en EEUU, ndr.) cambió un vuelo para poder estar en la despedida. Compruebo así cómo Dios nos ha cuidado y nos ha concedido muchas amistades. En todas nuestras estancias seguía siendo Él quien nos acompañaba, simplemente era su rostro lo que cambiaba. Por eso, tengo curiosidad por descubrir los nuevos rostros mediante los que Él se dará de nuevo a conocer.
Rossella, Vero Beach (EEUU)
Beethoven en la cárcel
Trabajo desde hace 14 años en el sistema penitenciario de Argentina. Conocí muchas cárceles y en todas vi lo mismo, violencia, dolor, angustia, muerte y a veces, muy pocas veces, esperanza. La brutalidad con la que se vive actualmente en nuestro sistema penitenciario lleva a muchas personas a tener adicciones, problemas familiares y excesos. Tuve la gracia, que no la suerte, de conocer la experiencia de CL. Gracias a ella, aprendí el valor de la belleza, de la cultura y, sobre todo, aprendí a seguir a Cristo. Un día, antes de entrar al trabajo, muy temprano, en medio de la oscuridad de una cárcel donde nada es lindo, pensé: «Señor, tengo miedo, no tengo fuerzas para estar donde me pides, pero si por alguna razón que no entiendo me necesitas acá de nuevo, ayúdame, dame tu fuerza». Mientras rezaba, disimuladamente me secaba una lágrima para que los demás colegas no lo vieran porque en una cárcel no se puede mostrar debilidad. Me acompañaban las palabras de don Giussani que había escuchado en una Escuela de comunidad: «La belleza se hizo carne, la verdad se hizo carne». Y pensaba: ¿qué puedo encontrar de bello acá? ¿Qué puede tener de bello una cárcel? Pero un día un preso me pregunta: «¿Qué es esa música que está escuchando, "maestro"?». «Beethoven. ¿Sabés quién fue? Es música clásica». «No. ¿Cómo voy a saber yo quién fue Beethoven?». Entonces les empecé a explicar "algo" de lo que yo sé de música clásica. Y los presos me preguntan: «¿Es usted religioso?». «Sí», contesto. «¿Y qué música escucha?». Fui a youtube y les puse la Balada del amor verdadero de Chieffo. «¡Está en otro idioma!», me dicen, pero mientras sonaba se la iba traduciendo y ellos escuchando en silencio. «Para nosotros es imposible amar como Dios nos ama y ama, ¿me entienden?», les dije. Se quedaron callados. Luego me fui a trabajar a otro lado y dejé a uno de ellos en el depósito. Al regresar, estaba el preso en silencio escuchando nuevamente la canción. ¿Te das cuenta? Son asesinos en una cárcel trabajando y ¡escuchando música! Esto me llevó al día siguiente a buscar nuevamente esa pizca de esperanza en la cárcel. Una compañera en medio del pasillo le dijo a otros: «Mírenlo cómo camina, debe ser el único tipo feliz en este lugar...». Yo me reía pero no podía dejar de desear aún más esta gracia. Empecé a tratar de cambiar concretamente estos ambientes lúgubres, rotos, viejos, oscuros y podridos. Empecé a pintarlos, llenarlos de luz, decorarlos con plantas. «¿Pero vos por qué haces esto?», me preguntaban los guardias de seguridad viéndome entrar con plantas en un penal. Hasta que uno se me acercó y me dijo: «En serio, ¿por qué lo haces, cuál es tu motivación?». Era uno al que veía usualmente cabizbajo, siempre en silencio. «Vení, acompáñame», le dije, y saco de mi mochila la revista Huellas, se la doy y añado: «De ahí sale mi motivación, léela y después hablamos». Con este guardia cambió la relación laboral. Ahora es un rostro amigo dentro de la cárcel.
Javier, Argentina
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón