Entrevista a tres voces: AISHA, HANIFA, SARA, las mujeres musulmanas del Meeting Point que cada mes venden la revista de CL. «Me hace amar el catolicismo». Veamos por qué
El Meeting Point de Kampala es, desde su origen, international. Sus mujeres repiten continuamente que «el corazón es internacional», y por esta razón siempre acogen en su amistad a cualquiera que lo desee, sin hacer caso de tribu, religión o idioma. Es el primer gran milagro de este lugar, si pensamos en la rígida concepción de pertenencia tribal que todavía domina las relaciones en África. Cuando se reúnen, todas las mujeres llevan puesta la camiseta amarilla del Meeting Point International (MPI), y mientras gritan «one heart!» resulta imposible distinguirlas.
Desde hace casi un año, entre el amarillo destacan otros colores brillantes. Son los velos de Sara, Aisha y Hanifa. Sara es una enfermera que colabora con Rose y que invitó al MPI a sus dos vecinas, musulmanas como ella. El entusiasmo de este encuentro las convierte hoy en una de las presencias más significativas del MPI y –como descubrimos recientemente– son ardientes protagonistas de la venta pública de Traces (la edición inglesa de Huellas), a la que todos los meses dedican parte de su tiempo. Hemos querido preguntarles de dónde les nace esta pasión.
¿Por qué vendéis Traces? ¿Por qué os gusta?
Sara. Yo soy profundamente musulmana desde que nací. Llegué al Meeting Point International en 2011. No sabía qué era Traces, pero empecé a comprarla, a leerla y a amarla. Hay un montón de cosas hermosas en esta revista, hay mucho que aprender. Especialmente, hay experiencias de otras personas y cuando lees una experiencia que es diferente a la tuya, descubres algo más de ti mismo, de lo que realmente deseas para tu vida. Por eso ahora estoy estudiando el catecismo y voy a la Escuela de comunidad, porque quiero ir más al fondo.
Hanifa. Yo también soy musulmana y voy al Meeting Point International. El motivo es que había mucha gente a mi alrededor pero nunca nadie en mi vida me ha acogido como en este lugar. Me dejó realmente sorprendida el modo en que me acogieron y trataron. Yo estaba llena de dolores, mi corazón estaba apesadumbrado, pero desde el día en que llegué a este lugar mi vida cambió. Ahora soy feliz, y conmigo también mi familia. Por tanto, respecto a Traces, yo no sé inglés muy bien, a duras penas consigo leer la revista, pero la vendo por la amistad que he encontrado aquí, y estoy muy contenta de hacerlo. Esta amistad me ha llevado a vender Traces, pero también a amar esta religión. A veces pienso que creo en esta religión, aun siguiendo en el islam. Sigo siendo musulmana, pero amo el catolicismo.
Aisha. Empecé a ir al Meeting Point International porque quería ser tan feliz como aquellas mujeres. Un día había una mujer a mi lado con un ejemplar de Traces, y mirando las páginas de la revista mis ojos se toparon con una palabra: felicidad. La mujer se iba a marchar y yo no sabía cómo podía encontrar esa revista, así que le pedí que me dejara echarle una ojeada. Vi un montón de imágenes y en todas ellas la gente era feliz. Le pregunté cuánto costaba y compré mi primer número por 3.000 chelines ugandeses (casi un dólar, ndr.). Al leerla me quedé asombrada porque todo en esas páginas hablaba de felicidad, de la posibilidad de ser felices aun en medio de multitud de problemas. Cuando lees estas experiencias de personas felices, también te hace feliz a ti. No había una historia en la revista que no te hiciera feliz. Ahora sigue siendo así. Cada vez que la compro –y la compro siempre– me hace feliz. Traces también me ha hecho entender que las religiones son distintas, pero a menudo lo que nos divide es solo la forma de vestir; en cambio nosotras estamos juntas porque Dios es uno. Esto es lo que he aprendido de Traces.
¿Podéis explicar vuestro amor por esta experiencia católica, por Traces, a pesar del hecho de ser mujeres de fe musulmana? ¿Cómo pueden ir juntas estas dos cosas?
Sara. Rose me habló del valor que yo tengo, algo que nunca nadie me había dicho antes. Entonces comprendí que la religión católica no divide, sino que acoge todas las religiones. Esta es la razón por la que Rose me dijo: debes conocerte a ti misma. Eso significa que nadie puede decirte: «¡ven aquí y hazte católica!». Tú eres la única que puede llegar hasta ahí, solo tú, pero solo puedes hacerlo después de conocerte a ti misma. Cuando sabes quién eres, puedes decidir qué quieres ser. Por lo que a mí respecta, después de conocerme a mí misma, decidí estar con estos católicos.
Hanifa. Cuando vivía un gran sufrimiento, nadie se conmovió por mi situación, nadie me ayudó. Pero aquí encontré ayuda… Alguien me ha amado, alguien me ha ofrecido su amistad. Ni siquiera sé explicarlo. Me pasaba el día entero llorando, y mis niños conmigo; iban a una escuela realmente decadente, ni siquiera les daban las notas… Ahora soy feliz, mi casa ha cambiado completamente, los niños van a clase, estudian serenamente, son felices. ¿Cómo no iba a amar este lugar que me ha dado tanta alegría? ¿Cómo podría no amar esta revista que habla de este lugar?
Aisha. Normalmente compro las últimas copias que quedan (porque no quiero que haya que tirarlas) para repartirlas entre mis amigos y familiares. Al principio mi padre, que es musulmán, me preguntó de dónde la sacaba, pero ahora le gusta. Le dije que me preguntara si había algo que no entendía. Muchas veces Traces es tan bonita que compro más de un ejemplar porque sé que hará verdaderamente feliz a quien la reciba.
Cuando vendéis Traces, ¿qué decís a la gente que os encontráis?
Aisha. Primero la leo a fondo y me concentro en las cosas más bonitas, que me hacen feliz, que me ayudan. Yo deseo que los demás sean tan felices como yo. Y la gente comprende si estás vendiendo algo que es importante para ti. Lo que leo en Traces es lo que cuento a las personas que me encuentro, a veces incluso les muestro la página a la que me refiero. Y la gente nos hace un montón de preguntas.
Hanifa. No puedo leer Traces porque no sé inglés, pero mis hijos me la leen en casa. Me enseñan en qué página está el artículo que me interesa, y así cuando la vendo puedo decirle a la gente: «mira, ¡aquí está!».
Sara. Antes de venderla, la lees, así aprendes el significado de lo que dices cuando estás fuera de la iglesia y te pones a gritar: «Traces! Traces!». Tienes que explicarlo, si no para la gente será solo una palabra, no lo entenderán. Pero si les cuentas tu experiencia, te dicen: «ok, me fío de ti, te la compro».
¿Cuál es la experiencia más bonita que habéis tenido vendiendo Traces?
Aisha. Para mí, lo más bonito es que cuando la vendemos mucha gente se nos acerca porque somos musulmanas y nos preguntan por qué vendemos una revista católica. Entonces nosotras podemos responder: «porque nos encanta hacerlo, porque recibimos un bien enorme de esta revista y deseamos que tú también puedas recibirlo».
Sara. Un día estaba vendiendo Traces, y un anciano personaje importante, católico, se me acercó y me hizo una batería de preguntas para ponerme a prueba. Me dijo: «¿Pero vosotras qué estáis haciendo? ¿Esto es algo que viene de Uganda? ¿De dónde viene? ¿El Papa lo sabe?». Bueno, pues supe responder muy bien a todas sus preguntas. Le hablé de Comunión y Liberación, de Italia, y también le dije que el sacerdote durante la misa había dado el aviso de la venta. Al final me dijo: «vosotras que sois musulmanas me habéis retado», y se puso a buscar dinero en el bolsillo para comprar un ejemplar. Cuando la vendo, me siento como si estuviera vendiendo oro, ¡algo verdaderamente valioso!
Hanifa. A veces, otras personas que venden revistas en el mismo sitio que nosotras nos dicen que la nuestra es muy cara porque es una cosa muzungu (de hombres blancos). Pero también preguntan: «¿Cómo podéis estar con estos blancos, abrazarles como amigos? A mí también me gustaría que me abrazaran así». Y nosotras podemos responderles: «Sí, la revista es cara porque viene de lejos, pero nosotras también somos “caras”, tenemos un valor, gracias a la amistad que vivimos».
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