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Huellas N.3, Marzo 2018

EL LIBRO DEL MES

Réquiem por Nagasaki

Pier Alberto Bertazzi

La novela Silencio de Shûsaku Endô y la homónima película de Martin Scorsese sobre la persecución de los cristianos en Japón a finales del siglo XVII han dado a conocer un capítulo de la historia cristiana desconocido para la mayoría. El libro que nos ocupa ayuda a comprender aquellos atormentados acontecimientos mostrando que el “silencio de Dios” puede, en realidad, corresponder a su “pura” presencia. Y que solo con el tiempo se manifestarán sus frutos incalculables.
El libro narra la vida breve y dramática de Nagai, un médico que vivió entre 1908 y 1951. Educado en la tradición sintoísta, deja su familia para ir a estudiar Medicina en la Universidad de Nagasaki. Conoce la cultura europea y una frase de Pascal lo acompaña de cerca: «El hombre es una caña que piensa». Más convincente, sin embargo, se revela la lección de sus profesores en la mesa de anatomía. «Señores, esto es el hombre: un cuerpo con propiedades físicas. Cosas que se pueden ver, pesar, probar y medir. Esto es todo lo que es el hombre». Esto es lo que cree en ese momento. Pero la mirada que su madre le dirige poco antes de morir le clava a una evidencia más grande: en el hombre existe algo que no se mide y que no está destinado a acabar. Inicia así un camino que le llevará a recibir el Bautismo con el nombre de Pablo Miki, uno de los 26 cristianos crucificados en Nagasaki en 1597, luego a vivir su vocación familiar y su trabajo entregado a Dios y a su obra en el mundo.

Pero el Misterio, aunque se hace presente, sigue siendo Misterio. En 1945 le diagnostican una forma grave de leucemia a causa del uso prolongado y sin protección de los rayos X. A pesar de estar enfermo, continúa trabajando sin descanso porque sus pacientes lo necesitan y porque cree en las grandes potencialidades de la energía del átomo en medicina. Lamentablemente, es en otros campos en donde se desarrollaron esas potencialidades. La mañana del 9 de agosto Nagai está como siempre en su hospital, sus hijos en el campo con la abuela, su mujer Midori en casa. Tres días después de Hiroshima, un avión estadounidense lanza sobre Nagasaki una bomba atómica que mata al instante a más de la mitad de los 200.000 habitantes. Nagai sobrevive y, gravemente herido además de enfermo, se prodiga por las víctimas casi hasta derramar su sangre. Allí donde estaba su casa encuentra solo unos cuantos restos de los huesos de Midori y, parcialmente fundida, su corona del rosario. Su país se ve obligado a una “rendición incondicional” infamante. Todo se ha hundido. Él también. A punto de morir, oye una voz clara, pura, que no es furo de la sugestión: «¡Reza al padre Kolbe!». Lo hace y la hemorragia irrefrenable se corta de repente, inexplicablemente. Nagai vuelve a levantarse. No tiene palabras de odio para nadie. Se entrega con los demás supervivientes a reconstruir la catedral, el hospital, la escuela y unas casuchas para que la gente pueda vivir.

Al final, se retira en una choza casi eremítica donde antes estaba su casa, entra en comunicación con el mundo entero escribiendo libros y recibiendo a los que vienen a conocerle de dentro y fuera de Japón. Quieren aprender de él y de su vida que para edificar la paz hay que partir siempre del corazón del hombre. Cuando muere, las campanas de todos los templos de la ciudad suenan al unísono. Algo había nacido: una obra de paz.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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