Después del referéndum sobre las FARC, el país se encuentra ante una disyuntiva. En vísperas del voto, la comunidad de CL cuenta el recorrido de estos meses
En Colombia el voto será doble. En marzo al Parlamento, dos meses después las presidenciales. Una ocasión importante para un país que se encuentra en una encrucijada. Por un lado, la consolidación de una reconciliación histórica tras un acuerdo que ha puesto la palabra “fin” (al menos por ahora) a la guerrilla armada de las FARC. Por otro, el riesgo de un paso en falso que pueda reabrir heridas y fracturas.
«Sin embargo, la paz no es el verdadero tema electoral», dice Juan Sebastián Vargas, empresario y responsable de la comunidad local de CL. «Es una paradoja. Hemos discutido mucho durante los últimos ocho años, el país se ha dividido por un referéndum… pero ahora está pasando a un segundo plano. Se habla mucho más de corrupción». Motivo: una serie de escándalos que han tocado a la política y a la magistratura. Y la inevitable escalada de acusaciones mutuas entre partidos y candidatos. «El clima es muy confuso y nosotros queríamos entender no solo el escenario y los programas sino qué es lo que nos jugamos».
Hace cuatro meses empezaron a hacer un trabajo. Encuentros, discusiones y diálogos con gente que se está poniendo –o volviendo a ponerse– en juego en la política. Como Carlos Corsi, exsenador, que ha puesto en marcha una lista ciudadana llamada Vida por Colombia. Un tentativo irónico, pues ni siquiera saben si conseguirán las firmas necesarias para presentarse, menos aún los resultados que podrían obtener. «Cuando nos vio nos dijo: “Lo que más nos interesa es empezar a conocer gente como vosotros, porque esto nos enriquece, esto puede ser el inicio de una política de verdad”. Seremos unos ingenuos, pero nos parece un tentativo original y libre». Luego surgió otro encuentro, con él y con otros candidatos. «Pero lo que realmente querían antes de nada era conocernos. Estuvimos hablando durante tres horas, gran parte de ellas sobre don Giussani».
Una de las candidatas, Martha Flórez, abogada, quedó muy impactada. Hasta el punto de responder «sí» cuando la invitaron a un retiro de la Fraternidad. Le regalaron la biografía de Luigi Giussani. Su vida. «Una ayuda enorme, me está acompañando todos los días», afirma. «¿Lo que más me llama la atención? El valor que da al instante, cómo habla de la gran oscuridad que se abre paso cuando no hacemos lo que debemos, del amor, del hecho de que las ideas no se entienden si no van acompañadas por la experiencia...». Incluso fue a buscar videos sobre él. «La humanidad de Giussani me ayuda a comprender la humanidad de Cristo presente. El amor por la gente, por los rostros que me encuentro por la calle… Es algo grandioso». Es algo que tiene que ver con la política, con la forma en que se hace. Pero también tiene que ver con el modo en que se mira la vida, porque el diálogo con estos nuevos amigos se hace cada vez más profundo: la responsabilidad, la educación de los hijos…
«Para mí es un ejemplo de cómo podemos relacionarnos con el mundo de la política», explica Vargas. «No para pedirle a los políticos cómo nos pueden ayudar, qué pueden darnos para nuestras obras, sino para verificar si la fe también puede enriquecer esos ámbitos. Es un cambio de perspectiva». Todavía inmaduro y con todo por aprender, en ciertos aspectos. «Pero sin duda nos está regalando la posibilidad de entrar en relación con todos y al final los que se enriquecen con esta relación somos nosotros».
Ciertas personas han empezado a tener otros encuentros. «Una amiga nuestra tiene una antigua compañera de clase que se presenta con los Verdes y hemos ido a conocerlos. Resumiendo, estamos aprendiendo una libertad mayor». Una conquista que no resulta pacífica ni puede darse por descontado pues se discute mucho entre amigos, como se discutió sobre las FARC y sobre el referéndum. «Pero es un trabajo que vale la pena. El riesgo es dar juicios históricos en virtud de categorías que simplifican la realidad, sin entrar verdaderamente en una relación».
¿Por ejemplo? La visita del Papa. Francisco vino en septiembre pasado. Fue un empuje enorme hacia el proceso de paz, pero también una invitación «al compromiso, no al cumplimiento, en la renovación de la sociedad, para que sea justa, estable, fecunda». Una invitación decisiva, observa Vargas. «Justo por eso no puede reducirse a un activismo. Después de la visita ya había quien decía: nosotros los católicos somos fuertes, llenamos las plazas para hacernos oír… Pero aquella visita fue para mí. Fue una llamada a mi conversión y nuestro trabajo consiste en no dejar de verificar esto nunca. Incluso en política».
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