La Jornada nacional de recogida en Brasil, en medio de un montón de gracias y algún que otro prejuicio. En los países en crisis, nada oscurece del todo el deseo de bien
Obrigado. La Jornada en Brasil se puede medir tanto con las 174.000 toneladas de alimentos recogidos, como por el hilo interminable de agradecimiento que cruza todo el país, desde el confín con la Argentina hasta el de Venezuela. Voluntarios en 260 supermercados, repartidos en 56 ciudades.
A la salida del súper la gente te da las gracias porque reconoce en seguida que aportando su grano de arena satisface una necesidad propia. Una señora me dijo: «Gracias porque quiero hacer algo por los demás y muchas veces no sé ni cómo hacerlo ni qué es lo más necesario», relata Francesco Tremolada, uno de los responsables de la reciente Jornada anual, celebrada en Brasil el 11 de noviembre.
El país atraviesa una crisis económica larga y profunda, agravada por los escándalos que han llevado a la dimisión de la presidenta, Dilma Rousseff. «Hay 14 millones de personas sin trabajo», explica Francesco. «Hay un fuerte malestar, pero llevando a cabo este gesto hemos comprobado que no hay crisis que pueda oscurecer del todo el deseo de bien que constituye a las personas».
Por eso los 6.000 voluntarios, integrados por personas de CL, de los scout, de las Conferencias de San Vicente, junto a algunas empresas, por ejemplo Pizza Hut, han decidido colgar en la entrada de los supermercados una frase del Papa en su Ted Talk: «El poder –el más alto, el más fuerte– se convierte en servicio y difunde el bien. El futuro de la humanidad no está solamente en manos de los políticos, de los grandes líderes, de las grandes empresas. Sí, su responsabilidad es enorme. Pero el futuro está, sobre todo, en manos de las personas que reconocen al otro como un “tú” y a ellos mismos como parte de un “nosotros”. Nos necesitamos unos a otros».
Y este “nosotros” es lo que ha hecho salir de su casa a Cosmo, un padre de familia de Petrópolis, coordinador de la recogida en los supermercados de la ciudad. «Esta mañana llovía a cántaros y me asaltaron un montón de dudas. ¿Acudirán a la cita los voluntarios? ¿La gente irá a la compra, responderá como siempre? Me aferré en seguida a una certeza: este gesto corresponde más que cualquier otro a mi deseo de bien y de justicia. Y, a partir de allí, me lancé a trabajar el día entero».
En Jundiaí, cerca de São Paulo, no lograban organizar la recogida este año. «No parecían darse las condiciones adecuadas para organizarlo», cuenta Susie, «pero contra toda previsión, algunos amigos decidieron implicarse así que, de padre a hijo, de vecino a vecino, de compañero a compañero, se creó una cadena de “sí” sin límites de edad. Se produjo un verdadero movimiento popular».
En São Paulo, Karla ha participado en la Jornada por primera vez. La invitaron Cesco y Silvana, sus amigos de CL. Está pasando por un momento de grave dificultad profesional, después de trabajar años en un proyecto. Cesco le dijo: «No te puedo ofrecer un trabajo, pero te invito a colaborar en la Jornada de recogida para el Banco de Alimentos. Necesitas levantar la mirada, ver horizonte». Y así fue, aunque al comienzo Karla tenía algún que otro prejuicio: «Dudaba de que fuera asistencialismo. Pero no. Tuve que cambiar de opinión, porque vi lo que es la caridad. Y lo que es la amistad. Por eso ahora estoy más unida a Cristo. Muito obrigada».
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