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Huellas N.9, Octubre 2017

BREVES

Cartas

a cargo de Carmen Giussani

VOLVER A CASA TREINTA AÑOS DESPUÉS
1 Querido Julián: Ayer volvimos de las vacaciones de los “zaqueos”. Tengo 55 años y tres hijos. Vacaciones, Ejercicios, triduos, encuentros, Escuelas de comunidad, todo lo he vivido a lo largo de mi vida. Si alguien me hubiera dicho hace un par de años que estaría en un lugar como Peyo, con esta gente, le habría dicho que estaba loco. Estas vacaciones, como algunos acontecimientos de este último periodo, tienen para mí el sabor de un Milagro. Sí, con M mayúscula. Me fascinó la experiencia de CL en el liceo, donde conocí a un sacerdote muy entusiasta. Fueron años importantes, llenos de desencuentros, algunos duros, y de grandes pasiones. No me faltó nada, ni circunstancias, ni hechos, ni ocasiones de encuentro. Seguí aquella experiencia en la universidad, luego... la nada. Me marché. Durante treinta años he estado alejado, lejos y cada vez más enfadado con CL y con su gente, con sus decisiones y sus posicionamientos. Me convertí en marido y padre de tres hijos maravillosos. He hecho carrera y no me han faltado los éxitos. Hasta que me llegó una señal de quien menos lo esperaba, un antiguo amigo con el que tampoco había tenido mucha relación en aquellos años de militancia. El pretexto fue una iniciativa en nuestra parroquia. Primero un correo, luego me invitó a tomar una cerveza y ahí empezamos a charlar. Pero yo sentía su mirada cargada de pretensión, como si quisiera decirme: ¿ves cómo al final tenía yo razón? Porque la historia va formando una costra en tu corazón, te invade la rabia por lo que crees saber de sobra, te eriges en dueño y señor de las cosas, en un dios, pero así nunca te sientes en casa, tienes el corazón siempre inquieto, buscas la paz y no la encuentras. Todo acaba en ti mismo, en tu inteligencia, en tu visión de las cosas, pero nunca te basta lo que tienes ni lo que eres. Incluso puede pasar que la vida se vuelve en tu contra. Entonces decides dejar tu trabajo directivo y crear algo nuevo, pero no sale como habías pensado, a pesar de tu estupendo plan de negocio... Para acabar de empeorarlo todo, la enfermedad de mi mujer empieza a agravarse. Muchas cosas se derrumban a nuestro alrededor. Levantarse por la mañana se vuelve muy duro, y ni siquiera las pastillitas “milagrosas” de los antidepresivos parecen tener efecto. Te encuentras bajo el peso de las cosas que pasan. Empiezas a pensar que lo mejor de la vida ya ha pasado y que ya no queda mucho. Ahora ya no basta mi esfuerzo, mi actuación, ni nada de lo que pueda hacer. Yo solo no consigo salvarme, no consigo sacar fuerzas para sostenerme ni yo mismo, ni a mi mujer, ni mucho menos a los que trabajan conmigo. Durante la asamblea final de las vacaciones tuve una pequeña intervención donde, dirigiéndome a mi esposa, le dije que yo solo no podía ayudarla en su enfermedad, nunca sería capaz de sostenerla. Y llegados a este punto, la vida se simplifica: o cristo se escribe con minúscula, es decir, es un dios a mi medida, que pliego a mi voluntad y a mi entendimiento, y entonces nos estamos tomando el pelo; o bien Cristo es el Dios de la historia y entonces todo cambia. No hemos vuelto al movimiento porque seamos coherentes. Hemos vuelto porque Alguien nos ha querido nuevamente en casa. Ahora necesitamos tener «ojos para mirar», como me decía el padre Bernardo: «Cuando te levantes por la mañana y no te acuerdes de Dios sino solo de tus problemas, tal vez debas respirar hondo, porque no tienes que buscarlo. Es Él quien te ha sabido encontrar y está ahí contigo. Él nunca te deja». Juntos podemos aprender de nuevo lo que ya creíamos saber.
Angelo, Cesano Boscone (Milán)

AL PRINCIPIO NO FUE ASÍ
1 Los amigos de la Escuela de comunidad de Jerez de la Frontera y de Alcalá de los Gazules, a los que se unieron algunos amigos de Sevilla, junto a Juan Antonio, Carmen y Rafa, organizamos la Jornada de Apertura de Curso en conexión con Madrid, en la localidad de Algar, un bellísimo y pintoresco “pueblo blanco” de la serranía gaditana. El local desde el que seguimos la intervención de Julián Carrón reunía las condiciones necesarias para el evento. Sin ningún tipo de problema, pudimos participar en este gesto como si presentes con todos los demás nos halláramos. El ángelus, el coro, los cantos, la introducción de Nacho y la intervención de Julián. Posteriormente, para la Eucaristía, ensayamos el hermoso canto de la Invocación al Espíritu Santo, con la ayuda de Carmen. Nada se dio por descontado y, como se nos decía en los avisos, el canto se convierte en el instrumento privilegiado para educarnos en una adhesión afectiva a Cristo. Como colofón de la jornada, compartimos mesa y compañía en la misma localidad y disfrutamos de una sencilla y al mismo tiempo excepcional comida. En particular, excepcional para mí, porque aquí precisamente, en este compartir mesa juntos, fue donde se me hizo carne (aunque sea en sentido literalmente contrario a lo citado por Giussani) el título de la Jornada de Apertura: “Al principio no fue así”. Porque, gracias a la educación recibida en el movimiento, entendí qué significa ese gesto de conciencia prestando «atención a la compañía vocacional», como se nos dijo en los Ejercicios de la Fraternidad que estamos retomando en la Escuela de comunidad. Coincidimos en la mesa junto a las hermanas de la comunidad de agustinas que están de misión en Arcos de la Frontera y que habían participado previamente en la Apertura de curso. Rápidamente entablamos conversación con una de ellas y nuestra charla giró, principalmente, en torno a cómo descubrió su vocación, los signos que el Señor iba desvelando en su vida hasta culminar con su ingreso en la comunidad. La belleza de sus palabras hicieron mella en mi corazón así como en el de Pura, mi esposa. Su sonrisa, su semblante eran signo evidente de esa paz interior que solamente la relación con Cristo nos puede proporcionar. Ambos quedamos asombrados y conmovidos por este encuentro. Encuentro que, por pura gracia, el Señor propició para que, al menos yo, hiciera experiencia de en qué punto me encontraba en mi camino de fe. Y, efectivamente, caí en la cuenta de que «al principio no fue así». Al principio, mi fe, mi participación en los gestos de la parroquia, en los grupos donde estuve, no movían mi persona. Todo era formalismo, producto de mi esfuerzo o, en el mejor de los casos, moralismo, o un sentimiento pasajero que no permanecía. Prestar atención a la compañía vocacional que me rodea me ha enseñado a hacer de cada momento y circunstancia, como dice don Giussani, un reclamo a la verdad de mi persona. Cada vez se hace más patente en mi vida, aunque me equivoque como todos, la presencia de Cristo, su memoria. Como ocurrió con el encuentro en Algar. Me doy cuenta de que, para que esto sucediera, he tenido que hacerme pobre. Tomar conciencia de que aquel activismo inicial no movía mi persona porque no dejaba entrar, por el ya de por sí estrecho hueco de mi vida, la presencia de Aquel que está vivo y sale a mi encuentro. Y, como esto no es automático, lo deseo hasta el punto de pedirlo todos los días como un auténtico mendigo.
Pepe, Alcalá de los Gazules (Cádiz)

COMO UN SEDIENTO
1 Querido Julián: Escribo esta carta después de varios días de oscuridad y confusión por un deseo profundo de entender la invitación que el Misterio nos hace en estas circunstancias dramáticas. Vivo en la ciudad de Puebla, en donde hemos vivido el itinerario del asesinato de Mara Fernanda, una estudiante de la universidad en la que estudié y trabajé, y donde trabajan algunos amigos de nuestra comunidad, incluido mi esposo. La violencia es la nota de fondo de la vida en México, algunas veces se atenúa al grado de casi no percibirse, mientras otras –como en el caso de Mara– ensordece; no obstante, siempre está. Me he topado con una diversidad de posturas. ¿Cómo mirar un suceso tan monstruoso entre tanta confusión? ¿Con qué criterio juzgar un hecho tan inhumano? Entonces, me puse a leer tu libro, La belleza desarmada, como un sediento en el desierto, agotado por el látigo del sol y el peso de la arena. «Rayo divino pareció a mi mente tu belleza, mujer»: en esta frase tan querida para nuestro movimiento, que Giussani nos ayudó a entender y que tú hiciste nuestra de nuevo, empezó mi alma a recuperarse, porque en un contexto como el que vivimos de forma cotidiana, entre el odio y el cinismo, es imprescindible preguntarse: ¿quién es el hombre? ¿Qué es el hombre para la mujer y la mujer para el hombre? ¿Qué hacemos para que ninguno de los dos se vuelva objeto de la violencia, como hemos visto esta última semana? El diálogo se dificulta cuando hacemos un juicio parcial sobre la realidad e intentamos agotarla en ello. Limitar el problema a un asunto de género es reducir el drama de la violencia que nos hostiga a diario. El desafío que los cristianos tenemos delante –porque el problema de la violencia no es un problema que se da solo en mi país– es enorme. Los cristianos somos herederos de una forma completamente revolucionaria de afrontar la vida, de un Acontecimiento que da lugar a una cultura distinta, cuyo origen está en redescubrir nuestra humanidad a través de la mirada de Cristo. La incontrovertible evidencia de que «el hombre no es el lobo del hombre» consiste en aquello que Giussani nos enseñó y que tú nos reiteras con la paciencia infinita de un padre: la realidad es positiva. No te escribo repitiendo una fórmula. Ese juicio ha sido para mí una de las provocaciones más desafiantes. «Cuando todo se desmorona, hay algo que permanece: la realidad», como ocasión para ponernos en marcha de nuevo.
Mónica, Puebla (Méjico)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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