Rostros, historias y muchos encuentros personales para comprender quiénes son y qué buscan los “nuevos italianos”
Entre los puntos de mayor atractivo en el Meeting, “Nuevas Generaciones”, una muestra sobre jóvenes hijos de extranjeros que viven en Italia. Explica Giorgio Paolucci, periodista y comisario, que la exposición «no se pensó para ofrecer explicaciones sociológicas, sino para poner delante un hecho: son estos, trabajan así, ¡miradlos!». Unos cuantos paneles, sí, pero pocos y muy escuetos; siete vídeos, en cambio, para conocer siete experiencias de personas que además participaron en doce encuentros en vivo y estuvieron a disposición de los que quisieran conocerles durante la semana riminesa: un profesor de Molenbeek, un sacerdote hijo de un musulmán, un obrador de raviolis chino y otros más... luego estaban los guías, encargados de introducir brevemente en el recorrido general y siempre a disposición, también ellos, de los visitantes para conversar profundizando en los contenidos. En fin, una suerte de performance, una muestra en carne y hueso.
«Un encuentro directo, sin filtros», subraya Paolucci, «que ha hecho caer ciertos estereotipos. Por ejemplo, jóvenes universitarios egipcios, licenciados en la Universidad Bocconi, que derrumban la imagen del inmigrante harapiento por definición». O bien las insospechadas figuras de inmigrantes policías: un egipcio con acento romano destinado en Venecia, un carabinero de origen chino destinado en Prato, hablando por un altavoz en sus respectivos idiomas con sus connacionales evitaron que un registro de la Policía Tributaria acabara en una sangrienta revuelta.
Giovanni, de Bolonia, estudia tercero de Medicina, es uno de los jóvenes que han colaborado durante meses en la preparación de la muestra y que estaban en Rímini para explicarla. «Compartí habitación con uno de los dos jóvenes musulmanes que venían de Fidenza. Estaban interesadísimos. Por la noche tomaban notas de los encuentros que habían tenido durante el día. Para mí como para ellos, y muchos más, se ha dado el paso de la integración a la amistad». Habla de un chico de color de su mismo curso. «Le conocía de vista, pero nunca me había parado a mirarle. Le pregunté de dónde era. De Riccione. ¿Entiendes? No venía de África». Giovanni es un río que crece (no conoce sequedad). «¿Sabes qué le preguntaban al obrador de raviolis chino? Qué ingredientes pone, si usa el rodillo de cocina para tirar la pasta... Y luego, el grupo Términi Underground. Muchos se pusieron a bailar con ellos… Ha sido una multitud de encuentros concretos en lugar de teorías sobre la integración».
Una invitación a mirar. Estos son los testimonios de otros jóvenes guías. Marina está muy contenta «por la libertad con que se ha tratado el tema, sin prejuicios ni conclusiones previsibles. Una invitación a mirar a la realidad». Valentina ha constatado qué importante ha sido para los extranjeros que han llevado al Meeting su testimonio personal «encontrar un lugar, conocer a una persona –universitario, compañero de clase, carnicero de barrio...– con quien poder empezar una relación con vistas a una verdadera integración». Alessandra aporta la imagen indeleble de los visitantes a los que les explicaba la muestra: «Muchos ojos y miradas que veía cambiar de expresión escuchando la introducción, su rostro se iba abriendo y la mente se ponía en discusión». Con mucha sencillez Ignacio se queda con el descubrimiento de que «el número de inmigrados que ya comparten el colegio y viven con nosotros sea tan alto. La gente piensa que esto podría darse en un futuro, pero no se da cuenta de que ya es así. Yo lo he descubierto y además he visto que cuando conoces al otro, que es distinto de ti, dejas de tenerle miedo».
Cuando empiezas a ceder. «Entraban personas de todo el mundo», cuenta Caterina, «con la curiosidad de un niño delante de los dibujos animados o un parque con juegos. Todos los encuentros que he tenido se quedan en mi memoria, porque cada uno me ha provocado e implicado personalmente». Recuerda a cinco africanos, hospedados por un sacerdote de Bolonia. «Llegaron a la muestra hechos polvo y distraídos. Entonces les hice una presentación “con preguntas y respuestas”; se fueron animando y empezó a ceder un pequeño muro. Al final, uno de ellos me preguntó muy serio: “¿Pero yo qué puedo hacer para integrarme?”. En otras circunstancias me habría quedado bloqueada. Allí no dudé un instante en abrazarle, por la inmensa necesidad de ser amado que expresaba con espontaneidad. Yo tengo la misma necesidad. Luego le sugerí que se pusiera a estudiar italiano y que se interesara en absorber como una esponja los tesoros del patrimonio italiano… Pero en seguida me sentí mísera. Estaba limitándome a darle una serie de instrucciones de uso. Debía ir más al fondo y darle algo de lo que es vital para mí. Así que le hice prometer que nunca se contentaría con menos que tener la mirada fija dirigida hacia el Cielo».
MUROS
Un espacio más allá de las barreras
Fernando de Haro
Quizás si Noah Harari hubiese asistido al Meeting de Rímini 2017 y hubiese escuchado a los múltiples protagonistas que han participado en el Espacio Muros no habría escrito el gran best seller del año, Homo Deus. O al menos habría cambiado el primer capítulo. En el comienzo del siglo XXI, lejos de dar por superadas las tragedias que afligen a la humanidad, hay un nuevo y viejo límite que posiblemente, a juzgar por lo que hemos escuchado en Rímini, tiene mucho que ver con la globalización.
En los albores del tercer milenio se levantan nuevos muros, como han documentado profesores, periodistas y documentalistas. El Espacio Muros ha permitido ver, oír, tocar, a través de múltiples conversaciones, fotos y vídeos, las barreras que nos separan.
El contraste entre las imágenes de la caída del Muro de Berlín y las frases de Trump prometiendo una valla más larga en la frontera con México ha sido uno de los momentos más dramáticos. Dos mundos opuestos sintetizados en pocos segundos: el mundo que hace menos de 30 años se abría a la esperanza y el mundo que ahora se cierra encapsulado en sus propios miedos. Pero el Muro de Trump no es el único. Vivimos, de hecho, entre muros, el de persecución religiosa, el de la radicalización, los muros internos que separan a los europeos, los muros psicológicos que buscan identidades estancas, incomunicadas. Los muros del yihadismo, del hinduismo nacionalista mostrado a través de la película One. Los muros, en fin, contra la inmigración.
Los muros se levantan para conjurar fantasmas. Chiara Longo Birmano y Stefano Natoli, periodistas, han mostrado cómo las barreras que algunos quieren levantar en Italia contra los inmigrantes se basan en prejuicios sin fundamento. No es verdad que se esté produciendo una avalancha, la mayoría está de paso. No hay ninguna emergencia migratoria. Los números muestran que las llegadas no son excesivas. No es verdad que ganen 35 euros al mes, no es verdad que pongan en peligro los puestos de trabajo de los nacionales, no es verdad que supongan una carga para un país envejecido que necesita más población. No es verdad que no se integren. No es verdad que sean responsables de la amenaza yihadista. Olivier Roy, el gran experto en radicalismo islámico, ha dejado claro que los yihadistas ni vienen de fuera ni son religiosos. Los muros se levantan por lo que denomina La Santa Ignorancia, título de su último libro (Península, 2010). Es la consecuencia de la «deculturación de la religión». «Ha desaparecido la zona gris entre creyentes y no creyentes», señala Roy. No hay espacios comunes, zonas grises, para nadie.
Más allá de la denuncia, lo más interesante ha sido mostrar cómo es posible superar las barreras y los muros, mediante personas que testimonian que para ellas el otro ya no es una amenaza. Alejandro Marius, emprendedor social en Venezuela, ha relatado también el muro del miedo que se ha levantado con la política de Maduro. Ya hubiera sido una gran aportación que el espacio dedicado a los muros hubiera contenido una amplia denuncia. Pero lo verdaderamente interesante, sin embargo, ha sido mostrar cómo es posible superar los muros. Sirven para ello no grandes análisis sino los testimonios de personas para las que el otro no es un enemigo ni una amenaza. Como el relato hecho por Alejandro Marius y su encuentro con un grupo de jóvenes que habían recurrido a la violencia para reclamar alimentos. «Tuvimos una larga conversación y a partir de ese momento hemos empezado a trabajar juntos, porque en sus ojos brilla lo mismo que en los míos, el deseo de tener una oportunidad. Es ese deseo el que puede superar las barreras», señalaba el venezolano. «Se puede ir más allá de los muros, superar el miedo que los construye, si hay certeza de que también el que te hace daño tiene la misma naturaleza que tú», concluía Marius. El espacio que está más allá de los muros está hecho de realidad, de una diversidad que es riqueza.
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